Friday, March 27, 2009

La escena. La explicación de todo.



Friday, March 20, 2009

Raising Caine


Gusten o no sus películas está claro que Pedro Almodóvar es hoy por hoy el director de cine más conocido de nuestra cinematografía y (junto con Buñuel y Berlanga salvando las distancias que cada cual quiera poner) uno de los más importantes de la historia de la industria nacional. Pero Almodóvar ha conseguido además que cada uno de sus estrenos se convierta en un acontecimiento público al que es casi obligado asistir, algo que muy pocos cineastas españoles tienen el privilegio de provocar (el otro podría ser Alejandro Amenabar cuyo nuevo trabajo perfila ya su amenazadora sombra sobre el próximo otoño) y que sería deseable que ocurriera con mucha más frecuencia.

Otra cosa, naturalmente, es que luego el producto responda a las expectativas creadas. Y eso es algo que, en mi opinión, no ha pasado con los tres últimos (cuatro si añadimos el que ahora nos ocupa) estrenos de este director, todos ellos posteriores al gran éxito internacional de “Todo sobre mi madre”). No se trata de malas películas, pero en cierto modo se trata de algo peor: son películas que dejan la sensación de que podían haber sido tan memorables como lo fueron otros títulos del realizador manchego pero que acaban malográndose por varios motivos de entre los cuales destaca los problemas de guión que se suelen concretar en que un desarrollo brillante, a partir de una prometedora premisa original, que acaba malográndose por un incomprensible empeño del cineasta en hacer que la historia se encamine en una dirección mucho menos sugestiva. Y “Los abrazos rotos” no es una excepción.

La película tiene varios problemas de partida, en primer lugar tiene un comienzo bastante flojo aunque el principal culpable de esto lleva el nombre de Lluis Homar. De verdad, no sé que diantre le han visto a este hombre. A mí me parece un actor pésimo, algo de lo que ya me había dado cuenta en “La mala educación” ( donde por añadidura se destacaba su mediocre interpretación por encima de la muchísimo más meritoria de Daniel Giménez Cacho), que permanecía con justicia en la segunda división del cine español. Al menos en aquella película Homar tenía un intervención casi anecdótica pero en el caso “Los abrazos rotos” su actuación es una rémora de la que la película sólo logra recuperarse gracias en parte a la maestría de Almodóvar.



Porque Almodóvar es un maestro y su pericia a la hora de conseguir escenas memorables, incluso en títulos tan flojos como éste, es incuestionable. Y ello se demuestra en el momento en el que la película se sobrepone a ese comienzo tan poco alentador y se mete de lleno en la historia que de verdad interesa: esa que comienza cuando Mateo (Lluis Homar) le cuenta a Diego (personaje al que da vida –es un decir-Tamar Novas) la historia del rodaje de “Chicas y maletas”.

Es durante todo el tiempo que dura este largo flashback donde la historia supera todos los obstáculos (incluyendo la falta de química entre Lluis Homar y Penélope Cruz que es más que notable) para convertirse en algo interesante y a ratos apasionante sobre todo cuando Almodóvar condimenta el argumento con algunas tramas paralelas como ese inteligente uso del making off por el que Ernesto (José Luís Gómez) asiste como humillado espectador al romance entre Lena y Mateo o cuando prescinde de cualquier servidumbre al poco afortunado guión para desplegar toda su destreza visual como ocurre en toda el episodio que tiene lugar en el sugerente paisaje de Lanzarote.



A pesar de todo ello el hilo argumental de la película todavía tenía alguna posibilidad de redención en el caso haber contado con un desenlace que estuviera a la altura pero esta vez tampoco ha sido así. Cuando hablo del desenlace me refiero al enfrentamiento final que debería haber tenido lugar (sobre todo porque, durante todo el desarrollo de la película, era eso lo que al espectador se le había insinuado que ocurriría) entre Mateo y Ray X (Rubén Ochandiano) el hijo del antiguo enemigo del director ciego. Dicho enfrentamiento se resuelve de un modo tan decepcionante (excepción hecha de ese encantador homenaje a la película que convirtió a Almodóvar en una director de fama mundial).que uno tiene la sensación de que al bueno de Rubén le han hecho hacer el ridículo absolutamente para nada.

Es por ello que podríamos definir “Los abrazos rotos” de un modo no muy diferente a “Volver” o “La mala educación”: una película en la que la maestría de su autor resulta evidente en mayor o menor medida pero cuyo resultado final deja una intensa sensación de insatisfacción.

Sunday, March 15, 2009

Das Baader-Meinhoff Komplex



Los sueños revolucionarios de los sesenta se transformaron en la pesadilla terrorista de los setenta. Aquella época fue conocida como “los años de plomo” y sus efectos se extendieron prácticamente por todo el mundo (¡Si incluso existió un “Ejercito Rojo Japonés”!) incluyendo por supuesto España en la que en 1979 la frecuencia de atentados podía ser de uno por semana y el año podía cerrar con más de cien víctimas (vista la intensidad con la que se tratan hoy las noticias relacionadas con el terrorismo etarra resulta difícil hacerse la idea de cómo dichas noticias se asumían como normales en aquellos años).

Alemania fue un país especialmente afectado por la gran década terrorista y las acciones que protagonizaron los miembros de la Fracción del Ejercito Rojo tuvieron resonancias en todo el planeta (a nivel personal recuerdo perfectamente ver en la portada de los periódicos de la época la imagen de la única activista superviviente del fallido secuestro aéreo de Mogadiscio hacer la señal de la victoria mientras era trasladada en camilla).




“Das Baader Meinhoff Komplex” acomete la ambiciosa tarea de contar en 150 minutos los hechos más determinantes de una etapa que abarca diez años, desde los disturbios que se produjeron en 1967 durante la visita del Sha de Persia a la Republica Federal Alemana hasta la sangrienta resolución del secuestro de Hanns-Martin Schleyer, jefe de la patronal alemana, el 18 de octubre de 1977 que puso punto y final a lo que se conoció como “el otoño alemán”.

La tarea de contar una historia con tantas implicaciones políticas y sociales en un formato asequible para la exhibición cinematográfica resulta bastante exigente y los resultados a mi entender son extraordinarios. Personalmente no comparto la opinión mayoritaria entre los críticos –profesionales y aficionados- sobre la excesiva duración del metraje, a mí esas dos horas y media me han resultado fascinantes aunque hay que reconocer que a cambio de ofrecer una cronología precisa de los hechos históricos se han tenido que dejar en el camino varias cosas.

En primer lugar se nota la ausencia de un personaje asidero. A pesar de que se presta especial atención a los tres principales protagonistas del drama (Andreas Baader, Gudrum Ensslin y Ulrike Meinhoff) la película no tiene tiempo de profundizar en ninguno de ellos.







Puede que no hiciera falta en el caso de Baader que no era más que un macarra que hubiera terminado siendo un vulgar delincuente común en otras circunstancias pero sí en el caso de Meinhoff (interpretada por la actriz Martina Geddeck en un ejercicio de calculada ambigüedad), una periodista muy conocida e influyente que pasó a la clandestinidad cuando ya tenía más de 35 años.



En Meinhoff parecen cristalizar los típicos conflictos de la intelectualidad de la época entre la simple expresión verbal o escrita de la radicalidad izquierdista y el deseo de pasar a la acción. A este respecto es reveladora la escena en la que Meinhoff se queda unos instantes mirando a la ventana por la que han huido Andreas y sus cómplices y tras unos segundos de duda decide saltar por la misma ventana e iniciar así su imparable caída hacia la perdición. Ese dualismo entre la intelectualidad y la mera gimnasia revolucionaria estará presente durante toda la actividad del grupo e incluso parece estar presente también en la propia denominación con el que fue bautizado(Baader-Meinhoff).

La película tampoco parece apostar por una visión demasiado analítica del contexto social en el que tuvieron lugar los hechos y de las razones que impulsaron a los que los protagonizaron. Podría argumentarse que se trata de una producción alemana con una audiencia que se presume también mayoritariamente alemana y por lo tanto con un conocimiento previo de lo que se va a contar. No obstante en una entrevista reciente uno de los actores que participaron en la película reconocía que incluso muchos de sus compañeros de reparto, más jóvenes que él, apenas sabían nada de lo que había sucedido en aquellos años.

Así pues en la película las reflexiones (muchas de ellas basadas en testimonios y documentos de la época) vienen siempre de boca de los propios personajes a través de sus diálogos o de los testimonios que dejaron por escrito y dichas reflexiones resultan ser la mayor parte de las veces una inagotable catarata de consignas de extrema izquierda que además no ponen nunca en duda la justificación de la lucha armada sino más bien el modo en que ésta debe llevarse a cabo. Algo que resulta lógico si se ha elegido, de forma deliberada, contar la historia desde la óptica de los activistas pero que resulta algo chocante sobre todo para el espectador de nuestro país en el que el fenómeno terrorista sigue presente (debido quizás a que se sustenta no sólo de ideologías pasadas de moda sino además de complejos conflictos territoriales e incluso étnicos) aunque de una forma mucho menos intensa que en los años del plomo.

Curiosamente la contrapartida a la dialéctica subversiva se ofrece de manera casi exclusiva desde el punto de vista de Horst Herold el jefe de policía interpretado por Bruno Ganz que a pesar de ser el responsable de las tácticas que ocasionaron la caída de la banda se empeña también en comprender las razones de la violencia armada y en tratar de evitar cualquier situación arbitraria que contribuye a ofrecerles ninguna clase de justificación.

Así pues sin un análisis detallado de los caracteres principales ni una reflexión demasiado profunda de sus motivaciones lo que queda es un apasionante espectáculo de narración cinematográfica que casi emparenta esta película con propuestas de estilo parecido como sería el caso del Scorcese de “Goodfellas” o “Casino”.

La película no decae en su interés ni siquiera cuando la denominada primera generación de la R.A.F. es desarticulada. Más bien el discurso se torna aún más sugerente durante el proceso judicial de los activistas en el que se muestra la doble paradoja de unos individuos que han vulnerado reiteradamente el orden establecido pero que tratan de servirse de él para combatir el duro encarcelamiento al que se ven sometidos y por otro lado el de unas fuerzas del orden que actúan en nombre de la legalidad pero que acuden a tácticas que la bordean en su afán de combatir el alzamiento.

Posteriormente los responsables del filme tienen el acierto –en mi opinión- de introducir una elipsis en el delicado tema del suicidio de cuatro de los terroristas encarcelados (incluidos Baader, Ensslin y Meinhoff) dejando en el aire la vieja polémica sobre si en realidad se trató de una ejecución extrajudicial aunque posteriormente y en voz de la terrorista Brigitte Mohnhaupt (interpretada por la actriz Nadja Uhl) se insinúa a los miembros de la nueva generación de la R.A.F la posibilidad de que los terroristas sí decidieran acabar con su vida de forma voluntaria ante el fracaso de los reiterados y sangrientos intentos por liberarles y se aconseja además a los jóvenes caníbales que no mitifiquen a unas personas a las que no conocían. Unas palabras que ponen fin a la película y que quizás puedan interpretarse como el único mensaje que puede extraerse de la misma.


Tuesday, March 10, 2009

The inlaw Walt Kowalski



Gran Torino con spoilers.

Personalmente no me disgusta mucho que Clint Eastwood haya dicho adiós a su carrera como actor con este filme. En primer lugar porque siempre le he considerado un interprete bastante mediocre, algo que pasaba desapercibido en muchas de sus películas (no demasiado exigentes en ese aspecto) pero que se hacía bastante evidente en otras. En segundo lugar, analizando sus ultimas obras parece que aquellas en las que no interviene como actor resultan bastante más estimables que las demás o al menos así ocurría en el caso de “Mystic River” y “El intercambio” frente a “Million Dollar Baby” o la que nos ocupa hoy.

De todos modos hay que decir que en el caso de “Million Dollar Baby” los evidentes defectos de la película quedaban atenuados por las implicaciones emocionales de una historia y unos personajes que no necesitaban verosimilitud ni guiones de hierro.

Por lo visto esto es algo que también ha pasado en “Gran Torino” o eso se deduce de los entusiastas comentarios de críticos profesionales y aficionados que a pesar de todo no dejan de señalar que la película tiene sus fallos. No veo nada de malo en esa actitud, a mi me ha pasado muchas veces e incluso ya digo que me sucedió con la anterior película protagonizada por Eastwood pero no me ha pasado con esta. La película me ha parecido en general bastante mala, muy tópica, pésimamente montada, con un ritmo muy irregular y con momentos que en ocasiones rozan el ridículo (esa escena con Kowalski dándole una paliza al chico chino).

Tampoco le he encontrado ningún valor añadido al hecho de que sea la despedida de Eastwood como actor. Quiere decir que no creo que la película hubiera resultado muy distinta si se hubiera hecho hace cuatro o cinco años y por lo tanto no veo en ella ninguna clase de ajuste de cuentas testamentario con respecto a los personajes que le hicieron famoso en los años sesenta o setenta (por más que dicho ajuste ya lo hizo de forma contundente en “Sin perdón”) aparte de que Kowalski se dedique a escupir al suelo cada dos por tres como hacia el protagonista de “El fuera de la ley”.

Las que sí me han resultado atrayentes y reveladoras son las escenas con las que concluye la película (obviando el también sonrojante epilogo del entierro y la lectura de las ultimas voluntades). Primera esa en la que Kowalski hace una confesión descafeinada ante el sacerdote que le ha estado acosando desde la muerte de su mujer quizás por sabe que lo que de verdad le ha estado atormentado durante todos esos años no podrá expiarse rezando diez avemarías. Esa expiación tendrá lugar en esa otra escena en la que todo el mundo esperaba que el sacrificio de Walt consistiera en invadir la guarida de los malvados a sangre y fuego y morir no sin antes haber conseguido llevarse con él al infierno a la mayor parte de sus enemigos. Es lo que hubieran hecho Josey Wales, Harry Callahan o El rubio. Incluso es posible que también lo hubiera hecho William Munny a pesar de que compartiera con el protagonista de “Gran Torino” sus ideas sobre los efectos devastadores que tiene la violencia no sólo en aquellos que la sufren sino también en aquellos que la provocan.

Pero Walt Kowalski no quiere dejar el mundo con sangre en sus manos y prefiere hacerse matar y que sea la justicia la que se encargue de poner fuera de combate a los forajidos. Así pues paradójicamente el actor que siempre había interpretado a personajes al margen de la ley elige para su despedida a uno que prefiere morir antes que volver a vulnerarla.

Pero bueno repito que, dejando aparte estos detalles de interés, la película me ha parecido muy floja aunque, repito también, que nada de esto parece importarle a los muchos aficionados al cine de Eastwood dispuestos a celebrar “Gran Torino” como la triunfal despedida de un fenómeno cinematográfico de dimensiones mitológicas. Uno de los pocos que quedan. Que así sea.

Sunday, March 08, 2009

Cosas que ya nunca volveremos a ver (o eso espero). Especial día de la mujer trabajadora



Wednesday, March 04, 2009

Cosas que ya nunca volveremos a oir. Nazi punks fuck off




Cosas que ya nunca volveremos a ver” tiene también su variante musical como podrán comprobar a continuación. Primero escuchen estas dos canciones.






Es posible que algunos de ustedes conozca la primera, interpretada por el grupo asturiano “Los ilegales” que tuvo cierta celebridad hará como veinte años. En cambio dudo mucho que conozcan la segunda ni tampoco a sus interpretes a no ser que estén familiarizados con el ambiente punk de Tenerife en los ochenta o que pertenezcan a alguna banda neonazi, condiciones que no creo que ninguno de ustedes cumpla, a excepción de mi hermano (por lo primero no por lo segundo).

La primera canción pertenece a un álbum que se publicó en España aproximadamente en el año 1982, la segunda fue publicada en 1987 pero su leyenda ya llevaba algunos años circulando por la isla.

Son dos canciones de marcado tono racista pero los que en esos años estaban vivos y conscientes de estarlo saben que todo aquello no era más que una pantomima, Los Ilegales no eran nazis, Conemrad tampoco (estos últimos provenían del ambiente punk y en el mismo disco que contiene la canción de marras también tenían otra en la que cantaban alabanzas al I.R.A.) al igual que tampoco lo eran aquellos Gabinete Caligari que empezaban sus conciertos con el grito de “Somos fascistas” ni tampoco Glutamato Yeye cuando cantaban “Todos los negritos tienen hambre y frío” (ni cuando su cantante se disfrazaba de Hitler).




Todo era un provocación bastante infantil que provenía directamente de aquellos primitivos punks británicos y americanos que salían a escena con cruces gamadas y camisetas con esvásticas. Gritar ¡Heil Hitler! era lo mismo que cagarse en Dios, sólo se trataba de meter el dedo en el ojo.

Pero eran otros años, al menos en España, y entonces se podían hacer bromas sobre todo eso porque nadie se lo tomaba en serio y porque tampoco teníamos demasiadas minorías (raciales o religiosas) que pudieran indignarse por estas actitudes. Los únicos que lo hacían eran los izquierdistas de barba y sandalias, últimos rescoldos de la progresía de la transición (y que eran precisamente la clase de personas de las que los autores de estas canciones querían cachondearse). Ahora es diferente, ya tenemos minorías y por lo tanto ya tenemos auténticos racistas algunos de los cuales disponen ya de sus propios himnos cuyas letras se toman el asunto bastante más en serio (y con bastante menos gracia todo sea dicho). Ya no se puede jugar a ser racista, la broma ha terminado.

Sunday, March 01, 2009

Outland empire

Tal y como hacía hace más o menos dos años apelo a su colaboración para conseguir votos para el corto de nuestra común amiga (o al menos espero que sean lectores de su blog) Mer.

En esta ocasión el corto lleva por título "Todo exterior" y en mi opinión es su mejor trabajo hasta ahora. Si están de acuerdo votenlo, si no votenlo de todas maneras y así le darán gusto a su hermano bloguero.

Aquí está el link con todas las instrucciones.

ACTUALIZACIÓN.

Olivdaba mencionar que el plazo acaba mañana martes por la mañana así que apurense.