Thursday, April 30, 2009

Un mundo bajo la influenza

David caminaba tranquilamente hacia Esmirna, su ciudad natal, cuando en mitad del camino tuvo un encuentro con "La Peste" en persona que tambien iba a Esmirna.

El pobre David espantado, le dijo a "La Peste": ¡Ten misericordia, de mi!; "La Peste" respondio: "Toma otro camino, por que si vas a Esmirna, podrias morir contagiado"David pregunto:¿Cuantas victimas piensas hacer en Esmirna?"La Peste";respondio:"2.000, ni una mas, ni una menos".

Luego de un tiempo David regreso a Esmirna y vio que habian muerto mas de 6.000 personas y penso "La Peste me Engaño"David saliendo de Esmirna hacia Bagdad se encuentra nuevamente con "La Peste" y aprovecha para increparle: ¿Por que me mentiste, dijistes que victimarias a 2.000 y victimastes a 6.000?"La Peste" le respondio:¡No te engañe yo mate solo 2.000!¿Quien mato a los restantes?¡A los 4.000 restantes los mato "El Miedo"



ACTUALIZACIÓN 1-05-08

Aquí les dejo un link al Blog Ausente que se ha tomado la molestia de recopirar algunas de los teorías más delirantes que circulan por la red

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Sunday, April 26, 2009

La película recuperada: Swimming with sharks



Acabo de caer en la cuenta de que las tres películas que, por el momento, han tenido su hueco en esta sección corresponden a la primera mitad de la pasada década. En concreto 1993 y 1994. Es posible que se trate de una coincidencia aunque es cierto que se trata de unos años de los que guardo un buen recuerdo tanto a nivel personal como cinéfilo. De todos modos a ver si para la próxima entrada de este apartado cae alguna de una época distinta.

Hablamos hoy de “Swimming with Sharks” titulada en España “El factor sorpresa” Dios sabe por qué. Siguiendo el baremo de las dos anteriores entradas de esta sección -por el cual intentábamos determinar el nivel de olvido de una película- decir que esta obra sólo ha recibo el voto de 8.914 cinéfilos en la imbd, más o menos esa cantidad es también la media de espectadores que han visualizado los vídeos de youtube consagrados a la película y por último tan sólo cuatro personas han dejado su opinión sobre ella en filmaffinity y la mitad de dichas opiniones por cierto son bastante negativas. En definitiva, que este filme puede entrar con honores en la categoría de obra a recuperar.

“Swimming with Sharks” es la opera prima de un tal George Huang -que jamás ha vuelto a hacer nada digno de mención- y en ella aparece Kevin Spacey apenas un año antes de alcanzar la fama con títulos como “Seven” y “Sospechosos habituales”. En esta ocasión Spacey interpreta el mismo rol de ejecutivo agresivo en el que ya le habíamos visto, aunque en un papel no muy destacado, en “Glengarry Glenn Ross” y en el que le volveríamos a ver, ya convertido en estrella y dando uno de sus recitales acostumbrados, en “The Big Kahuna”, dos películas con origen en dramas teatrales al contrario que la película que nos ocupa (por más que tenga un ambiente muy teatral) que no obstante sí que tendría su adaptación al teatro algo más tarde con Christian Slater interpretando el papel de Kevin Spacey.



Dándole la réplica a Kevin están Frank Whaley y Michelle Forbes. El primero seguramente será un rostro que reconocerán de bastantes películas aunque seguramente les resultaría difícil recordar su nombre, digamos que se trata de un buen actor que, a pesar de haber tenido varios papeles protagonistas, nunca ha alcanzado demasiada notoriedad.



En cuanto a Michelle Forbes se trata de una sólida actriz de televisión cuyo papel más destacado (a nivel personal) es el de la esposa del psicoanalista que protagoniza la serie “In Treatment”. Su mayor tragedia es su parecido físico con Teri Hatcher, de hecho en mis recuerdos yo consideraba que era ésta última la que en realidad salía en la película, un error que se mantuvo hasta que miré la ficha en la imdb mientras escribía este comentario.




La película está narrada a modo de flashback partiendo del dramático enfrentamiento que se produce entre dos personajes: Guy (Frank Whaley) y Buddy Ackerman (Kevin Spacey). El primero es el asistente del segundo, un importante jefe de producción en unos estudios de Hollywood. Cuando Buddy le comunica a Guy que está despedido, este decide hacerle una visita a su casa para ajustarle las cuentas.

A partir de ese momento la acción retrocede un año en el tiempo y comienza justo en el primer día de trabajo de Guy, un joven de aspecto inocente que entra a trabajar en una productora como ayudante del director, un puesto de trabajo cuyo equivalente aquí sería el de un becario, es decir, alguien que empieza por lo más bajo pero con aspiraciones de subir en el escalafón.

Tras un recibimiento aparentemente cordial Buddy le lanza el primer golpe a Guy echándole una bronca impresionante (por un simple error en el sobre de azúcar con el que acostumbra a tomar el café) en lo que parece una voluntad de indicarle al recién llegado cuales serán las normas a partir de ahora. Es también en este primer incidente cuando Buddy le indica a Guy cual es el lema por el que tiene que guiarse a partir de ese moomento su vida de asistente: calla, escucha y aprende (shut up, listen and learn).



A partir de ahí la acción se divide en dos tiempos alternativos: el presente y el pasado. En el presente Guy ha secuestrado a Buddy en su propia casa y le somete a torturas de varias clases (incluida una hará que se les pongan los vellos de punta a todos aquellos que hayan trabajado en una oficina aunque sólo sea cinco minutos).



En la parte de la acción que transcurre en el pasado asistimos al acoso implacable al que Buddy somete a su asistente-esclavo (en lo que hoy se calificaría como “mobbing”) gritándole, denigrándole y ridiculizándole a la menor ocasión en un comportamiento que sólo parece motivado por el más refinado sadismo.

Guy soporta estoicamente las ruindades de su jefe (que incluyen usarle como mamporrero y apropiarse de un brillante proyecto que el aprendiz había ideado) convencido de que no hay manera de contentar al tirano, de hecho su antecesor en el cargo (personaje interpretado por Benicio del Toro) le adelanta que da igual lo que haga, Buddy siempre encontrará la manera de machacarle.





El único consuelo del joven es la relación sentimental que ha entablado con Dawn (Michelle Forbes), una productora que tiene una idea más artística de cómo se deben hacer las películas al contrario que Buddy experto fabricante de basura de consumo rápido y masivo.

Durante los sucesivos flahsbacks la actitud de Buddy sigue siendo la misma pero en Guy empiezan a producirse ciertos cambios, su forma de conducirse y de hablar comienza a parecerse cada vez más a la de su jefe e incluso comienza a usar las mismas muletillas (“shut up, listen and learn”) con otros que están por debajo de su posición o que dependen de él ya que Guy a pesar de ser un simple asistente es como el guardián de la ley, el tipo que decide a quién y en qué orden debe ver el todopoderoso Jefe de Producción. El cambio afecta a la relación entre Dawn y Guy hasta el punto de que éste acusa a la mujer de haberse acercado a él por su posición privilegiada en el acceso a Buddy.

En el último cuarto de la película la acción se establece ya definitivamente en el apartamento de Ackerman que tras mostrarse indignado y luego aterrorizado por la violenta irrupción de su esclavo decide (quizás con la certeza de que aquella puede ser la última noche de su vida) quitarse la careta y contarle a Guy con toda sinceridad lo que ha pasado entre ellos durante el último año.

En este tenso diálogo Buddy justifica su actitud con una serie de argumentos bastante razonados que se resumen en una máxima: el sistema dicta que uno debe ser esclavo antes de llegar a algo. Buddy le cuenta a Guy que él mismo también fue un aprendiz y cuando el chico le reprocha el año infernal que le ha hecho pasar Buddy le dice que él tuvo que pasar diez años haciendo el trabajo de asistente antes de subir en el escalafón (le cuenta incluso que mientras su mujer era asesinada en un incidente callejero la noche de Navidad él estuvo envolviendo regalos para su jefe hasta las tres de la mañana) y ahora es su turno de ser un bastardo. Es el mismo razonamiento de esos soldados que sufren las novatadas que luego ellos mismos aplicaran a otros tres meses más tarde.

Pero además Buddy se burla de la condición auto asumida de mártir que ha hecho Guy y le acusa de hipocresía. El aprendiz no es un temporero mexicano ilegal que tiene que esclavizarse en un cultivo de fresas para mantener a su familia sino un universitario muy capaz y, tal y como su jefe le dice, el chico podía haberse marchado en cualquier momento pero se quedó porque sabe que su puesto es de privilegio (todos los ex ayudantes de Buddy han llegado a algo en el negocio del espectáculo) y que muchos matarían por estar en su lugar y esa es la razón por lo que, hasta esa noche, ha aceptado con resignación todas esas putaditas de oficina a las que le ha sometido su jefe. Porque él ha decidido que quiere jugar con los grandes, ha aceptado nadar entre tiburones y tiene que pagar el precio.

No hay duda de que Buddy disfruta martirizando a sus asistentes (como diría John Doe “no hay nada de malo en que un hombre disfrute de su trabajo”) pero no es un maniaco que actúa sin ton ni son, en realidad es un maestro de ceremonias. Buddy concluye su alegato haciéndole a Guy la pregunta que, según él mismo, todo hombre debe hacer antes de salir al mundo: “¿Qué es lo que quieres en realidad?” (What do you really want?)

La situación se torna aún más grotesca cuando el tercer protagonista del drama, Dawn, llega también a la casa. El juego del desenmascaramiento también la afecta a ella cuando Buddy revela a Guy que Dawn, que ahora se preocupa de hacer películas trascendentes, hizo su particular ascensión al cargo acostándose con todo aquel que podía beneficiarle en su carrera.

En ese ambiente de tensión máxima llega la inevitable catarsis que sin embargo se manifiesta de un modo tan inesperado e injustificable que constituye con mucho lo menos convincente de la película y prácticamente la única objeción que le hago. Bueno, reconozco que el personaje de Kevin Spacey puede resultar un poco exagerado pero ¿Acaso no adoramos a Kevin cuando interpreta a un verdadero cabrón? Al menos yo sí lo hago.



Y aquí queda esta nueva reivindicación de una película olvidada que quizás mereció mejor suerte aunque quizás fuera demasiado sórdida para el gusto general (el cartel de la película es absolutamente engañoso a ese respecto).

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Thursday, April 23, 2009

La Gioconda está triste



Este mediometraje filmado para la televisión está fechado en 1977 y supongo que fue entonces cuando lo vi. Podía haberlo incluido en la sección de “Las 110 escenas que me traumatizaron de niño” (en cuyo caso hubiera elegido el último video) pero he creído más interesante sacar del olvido esta obra que es notoriamente desconocida entre los que no tuvieron ocasión de verla en su día (los que la vieron con mi edad seguro que no habrán podido olvidarla nunca).

“La Gioconda está triste” es una producción dirigida por Antonio Mercero con guión de José Luís Garci. El mismo dúo con idéntico rol de director-guionista había tenido hacía algunos años un impresionante éxito internacional con “La cabina”. Precisamente la película de la que hablamos hoy parece un intento por repetir dicho éxito, algo que evidentemente no se consiguió.

Dado que voy a poner el mediometraje íntegro no comentaré nada sobre su trama aunque sí quisiera prevenirles de que se trata de un producto típico de su época que además es presentado bajo la óptica de dos cineastas muy poco aficionados las sutilezas y bastante partidarios de un cine popular y de pocas pretensiones tanto en el fondo como en forma (salvo en el caso de la mencionada “La cabina” en la que ambos se soltaron el pelo por una vez). El carácter simbólico del suceso alrededor del cual gira el argumento, la grandilocuencia de los diálogos, y en general el tono trascendente subrayado por una selección de clásicos populares que Garci es muy aficionado a incluir en sus filmes (en esta ocasión se trata del “Jesus bleibt meine fraude” de Bach) puede que levante más de una sonrisa de escepticismo en el endurecido espectador del Siglo XXI. Confieso que yo mismo he notado lo mucho y lo mal que ha envejecido esta obra. Sin ir más lejos el personaje, la interpretación e incluso el peinado de Walter Vidarte no pueden provocar otra cosa que un sonrojo cronocentrista.




Pero en fin “La Gioconda está triste” no está hecha para el hombre del 2009 sino para el de 1977, el que en aquel entonces estuviera vivo y consciente de estarlo que haga el ejercicio de retrotraerse a aquellos años, y el que no pues que al menos se divierta un poco.












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Monday, April 20, 2009

James G. Ballard se ha dormido con sus padres

Sunday, April 12, 2009

Abecedario del Crimen. Capítulo XVII. Along came a spider



Una prostituta lleva a cabo su trabajo en las autopistas que cruzan el estado de Florida. Su sistema es hacer auto stop y luego proponer relaciones sexuales a los conductores que la recojan. Uno de ellos empieza a comportarse de forma violenta, la golpea y amenaza con matarla. La prostituta se revuelve, coge una pistola que suele llevar para su protección y mata al cliente.

Podríamos estar ante un caso de homicidio justificado. El problema es que Aileen Wuornos repitió esa forma de matar en seis ocasiones más y en todas ellas repitió igualmente el mismo pretexto: defensa propia.

Aileen Wuornos no es, por supuesto, la primera asesina de la historia. No es ni siquiera la primera mujer que mató de forma serial. Pero tradicionalmente las mujeres asesinas se habían limitado a ser cómplices más o menos necesarios de los crímenes cometidos por sus parejas sentimentales (como en el caso que describíamos en el anterior capítulo del Abecedario del Crimen). Y cuando mataban por su cuenta solían responder a los roles tradicionales de la viuda negra (como en el caso de Belle Gunnes, una especie de Landrú a la inversa que solía casarse con hombres adinerados para luego liquidarlos y quedarse con sus bienes)




o al de la ancianita con el jardín sembrado de cadáveres (como ocurrió con Dorothea Puente que alojaba en su pensión a vagabundos y alcohólicos a los que luego envenenaba).




En definitiva lo que hace el caso de Aileen diferente al de sus antecesoras es que fue la primera asesina en serie que mataba como un hombre.






Aileen nació en Rochester, Michigan el 29 de febrero de 1956. Nunca conoció a su padre (que se ahorcó en la cárcel) y su madre la dejo muy pronto al cuidado de sus abuelos originarios de Finlandia donde la vida no le fue muy fácil. Parece que fue objeto de abusos sexuales por parte de su abuelo y tal vez de su hermano, posteriormente trató de suicidarse disparándose un tiro en el estomago y por fin a los catorce años quedó embarazado de un niño al que dio en adopción.

Poco después abandonó el hogar familiar y empezó su carrera de prostituta y delincuente de poca monta. Después de dar muchos tumbos llegó hasta Florida buscando una vida mejor y por un momento pareció que la había encontrado cuando consiguió casarse con Lewis Fell, presidente del Club Náutico y 56 años mayor que ella. Sin embargo el inestable carácter de Aileen propenso al alcoholismo y a la violencia hizo que Lewis solicitara una orden de alejamiento y la anulación de la boda tan solo seis semanas después de celebrarse.



Ya instalada en Florida Aileen siguió ejerciendo la prostitución y cometiendo delitos por los que recibió diversas condenas no demasiado elevadas hasta que en 1986 tuvo un encuentro que cambiaría su vida. En un bar. de Daytona conoce a Tyria Moore una joven de 24 años hija de una sólida familia (al contrario que Aileen) de la que se enamoró perdidamente.



Las dos mujeres formaron la típica pareja de amor fou en la que Aileen hacia el rol del macho encargándose además de mantener a Tyria. Las dos mujeres iniciaron una relación salpicada de alcoholismo, marginalidad y numerosos tropiezos con la ley. Aileen empezó a ser conocida en los bares de moteros que frecuentaba como “la mujer araña” por su afición a vestirse con ropas de cuero negro. Teniendo en cuenta lo que sucedería después resultó un apodo de lo más premonitorio.

Pasaron dos años en los que Aileen siguió ejerciendo la prostitución aunque, después de alguno que otro incidente desagradable, decidió llevar consigo una pistola del calibre 22 para protegerse.




El 30 de noviembre de 1989 Aileen subió al coche de Richard Mallory un reparador de televisores que en el pasado había purgado diez años de cárcel por intento de violación. Según el testimonio de Wuornos (única superviviente del incidente) “Me puso una soga alrededor del cuello y me dijo Vas a hacer todo lo que te diga, zorra, porque si no después te mataré como a las otras.” Mallory la amenazó con violarla después de muerta y empezó a ahorcarla. Después de pegarle vertió alcohol medicinal en las heridas sangrantes. En ese momento Wuornos se soltó, alcanzó el arma y mató a Mallory de un tiro.




A partir de este momento es cuando empiezan las zonas oscuras de este caso. Es posible que Aileen dijera la verdad sobre todo lo sucedido con Mallory (sobre todo teniendo en cuenta los antecedentes del hombre) y que por lo tanto el crimen no fuera premeditado pero en aquellos momentos no hay que olvidar que en Aileen convergían varias circunstancias que la hacían proclive al homicidio. En primer lugar seguía esforzándose al máximo por mantener dignamente a su amante y necesitaba complementar de alguna manera lo que ganaba con la prostitución, en segundo lugar la mujer tenía un amplio historial de conducta violenta e irascible. Además Aileen sentía un enorme resentimiento por los hombres que en el pasado la habían violado, golpeado o abandonado. Si a todo esto unimos que es muy posible que la conducta de Mallory fuera la que describió Aileen hay que concluir que se daban circunstancias favorables para que aquél día se cometiera un asesinato.

Matar a un violador en defensa propia puede ser cuestión de mala suerte, pero matar seis veces más suena a intencionado. Lo más probable es que Aileen después de haber cruzado el punto de no retorno decidiera que una forma fácil de conseguir dinero era, simplemente, liquidar a sus clientes y luego desvalijarles. Después de una vida de marginación y abusos los escrúpulos morales no significaban nada para ella y tampoco sentía demasiada empatía por los individuos que solían recogerla en las autopistas.

En el plazo de un año otros seis hombres aparecieron muertos. Todos eran blancos de mediana edad y habían sido liquidados por múltiples impactos de una pistola del calibre 22 en las cercanías de carreteras y autopistas de Florida.



Los crímenes son cometidos de forma descuidada, dejando atrás numerosas pistas incluyendo los objetos personales de las victimas que eran vendidos por Wuornos sin ninguna clase de precaución.

La policía empezó a atar cabos a partir de algunos testimonios que relataban haber visto a las víctimas en compañía de una y a veces dos mujeres por lo que empezaron a su investigación sobre la base de que había dos asesinas implicadas. Una llamada anónima les pone en la pista de Tyria Moore que no duda en traicionar a su amante y proporcionar pruebas suficientes a la policía sobre los crímenes cometidos incluyendo una serie de conversaciones telefónicas grabadas en las que Wuornos hablaba sobre lo que había hecho.



Moore era para Aileen objeto de veneración, quizá la única persona a quien había amado y su traición hizo que se derrumbara. Tras su detención confesó los siete asesinatos. Tyria gracias a su colaboración no fue nunca acusada de ninguno de los crímenes a pesar de que es seguro que estuvo presente en varios de ellos.

Durante el proceso Wuornos insistió en el alegato de defensa propia, argumentaba que durante su actividad como prostituta había tenido relaciones con cientos de hombres a los que no había causado daño y que había matado a esos siete precisamente porque habían querido atacarla. La mayor parte de la gente sólo tiene que enfrentarse una vez en su vida al hecho de defenderse contra una agresión grave pero una prostituta alcohólica posiblemente tienen que vérselas en ese trance más de una vez así que el argumento, aunque poco consistente, no dejaba de tener su lógica.

Para entonces la fama de Aileen como primera asesina en serie de la historia (una fama que incluso llegó hasta nuestro país puesto que recuerdo perfectamente haber leído sobre el caso en los periódicos nacionales) crecía de forma espectacular y cuando eso sucede en un país como los Estados Unidos empiezan a pasar cosas sorprendentes.

Una criadora de caballos reconvertida al cristianismo llamada Arlene Pralles se dejó conmover por el alegato de Aileen y termino adoptándola. “Aileen –opinó Pralles- es una mujer bella, muy bondadosa, compasiva, con un corazón de oro”. Con el apoyo de Pralles, Aileen sintió por fin que alguien cuidaba de ella y decidió contratar a un nuevo abogado, Steven Glazer un individuo un tanto peculiar que no tenia demasiada experiencia en casos tan graves y que antes del juicio solía anunciarse en televisión con el seudónimo de “Mister Legal” (Glazer es el de la izquierda)




Entretanto quince productoras de Hollywood se disputaban ya la sensacional historia y Glazer empezó a actuar como agente de Pralles; para empezar ésta recogió un treinta y tres por ciento de derechos sobre cada ejemplar de On a killing day uno de los primeros libros que se escribieron sobre el tema.

Siguiendo el consejo de su nuevo abogado y de su madre adoptiva Aileen abandonó el alegato de defensa propia en tres de los casos por los que se la acusaba. Pralles se entusiasmó: “En nuestro estado hay pena de muerte. ¿Por qué no ponernos ese objetivo?. ¡Guau! Quiero decir que en pocos años Aileen podría reunirse con Jesús”. Por supuesto en este caso la película sobre la que se negociaban los derechos sería aun mejor.

En sus raros momentos de lucidez Aileen se quejaba de la conspiración que tenía lugar a su alrededor. “Me han etiquetado como primera asesina en serie para publicar titulares más grandes y hacer una película mejor. Y se ha ocultado el elemento de defensa propia”. Wuornos dudaba seriamente de que el suicidio legal que seguían promoviendo Glazer y Pralles fuera un camino sensato. “Creo de veras que su meta principal es que yo muera. Arlene no me adoptó para hacer de madre: me adoptó para enterrarme y de ese modo facilitar las cosas. Lo que ella y Glazer quieren es ganar pasta, ellos me convencieron de que no objetara los cargos. Arlene insistía en que si no me sentenciaban se quedarían sin historia para la película”. Agregó que habían llegado a sugerirle que se matase para que el final fuera más conmovedor. Toda esta sorprendente historia fue recogida en el documental “Aileen Wuornos. The selling of a serial killer” del director Nick Broomfield quien también tuvo que pagar diez mil dólares a la pareja de buitres.


Con este panorama no es de extrañar que la suerte del juicio estuviera echada. En una serie de procesos que tuvieron lugar en el año 1992 la mujer araña recibió seis condenas a muerte. En uno de estos procesos Aileen estalló de rabio y le dirigió al ayudante del fiscal estas palabras literales "I hope your wife and children get raped in the ass!”. (minuto 2.20 del vídeo)




De todos los estados de la unión el segundo menos recomendable (después de Texas) para ser condenado a muerte es sin duda Florida, aun así pasaron diez años en medio de las habituales apelaciones automáticas hasta que se cumplió la sentencia. Los últimos días de la vida de Aileen fueron registrados de nuevo por Nick Broomfield incluyendo la última entrevista concedida por la mujer el día antes de su ejecución, en ella Aileen parecía haber perdido completamente el poco juicio que le quedaba. Broomfield trató de conseguir de ella alguna declaración de arrepentimiento pero ella estaba demasiado inmersa en sus fantasías y se pasó toda la entrevista hablando de una supuesta conspiración de la policía que no había querido detenerla antes para que limpiara de pervertidos las autopistas de Florida.




El 9 de octubre de 2002 Aileen Wuornos fue ejecutada por medio de inyección letal. Sus ultimas palabras fueron “Sólo quiero decir que estoy navegando con el rock y regresaré como en El Día de Independencia con Jesús, 6 de junio, al igual que en la película, grandes naves nodrizas y todo. Regresaré..."

Sólo por ser la primera mujer en recibir la calificación de “asesina en serie” Aileen ya merecería figurar en la historia negra de su país. Pero además de eso, en su caso ocurrió algo más. Aileen tanto durante su vida como después de ella tuvo una verdadera legión de seguidores (cuya presencia es detectable en cualquier foro de Internet en donde se trate el caso como podrán comprobar si se toman la molestia). No se trataba únicamente de los típicos tarados que siguen siempre la estela de cualquier criminal famoso, ni tampoco de los habituales activistas en contra de la pena de muerte. Para muchas personas, especialmente mujeres, Aileen se convirtió en un símbolo de la rebelión violenta en contra de la dominación masculina. Muchas gente creyó a pies juntillas las dudosas explicaciones de la asesina respecto a la justificación de sus crímenes, incluso para una parte del feminismo radical el simple hecho de las victimas fueran clientes del negocio de la prostitución ya era razón suficiente para matarlas. En todo caso el largo historial de abusos sufridos por Aileen a manos de lamentables ejemplares del género masculino la convertían en alguien cuyas acciones podían ser si no justificadas sí comprendidas.

Resulta algo perturbador que personas en apariencia normales puedan expresar solidaridad o al menos simpatía por alguien que ha matado de forma tan fría y reiterada. Esto me recuerda al célebre caso de Lorena Bobbitt, la mujer que cortó el pene de su marido maltratador en un ataque de rabia posterior a una de sus palizas. Lorena también recibió comprensión por parte de mujeres de toda clase y condición (incluida una conocida columnista española que calificó la mutilación literalmente de “justa”). Otro caso que me produjo iguales sensaciones fue el de O.J. Simpson al conocer que muchos ciudadanos afroamericanos celebraron la absolución del presunto asesino pese que todos ellos estaban convencidos de su culpabilidad.

Como creo que he dicho alguna vez por aquí, mi condición de hombre, blanco y occidental (excepto si decidiera viajar a los Estados Unidos donde ya no sería un hombre blanco sino un hispano no portorriqueño) me sitúa en la posición de alguien que jamás ha sido victima de marginación o discriminación por los motivos habituales. Alguien como yo difícilmente podrá ponerse en la piel de una persona perteneciente a otra raza o género que sí ha sufrido y sigue sufriendo discriminación a lo largo de la historia. Quizás si fuera capaz de hacerlo podría comprender la rabia de siglos de sumisión a la condición de victima y celebraría el hecho de que, con razón o sin ella, alguien decidiera invertir los roles y ejecutar una venganza milenaria.

Tal vez por eso las hazañas de Wuornos merecieron un biopic protagonizado por una estrella de Hollywood que incluso recibió un oscar por su trabajo, algo que sería dudoso que ocurriera en el caso de que se llevara a la pantalla la vida de un asesino en serie masculino (ya no estamos en los tiempos de “El estrangulador de Boston”). Me refiero como habrán podido adivinar a la película “Monster” en la que Charlize Theron interpretaba a la mujer araña y Cristina Ricci a su amante.



Pero quizás otorgar a Aileen Wuornos la condición de campeona de la causa de la liberación de la mujer sea algo demasiado pretencioso. Al igual que muchos de sus (masculinos) colegas criminales Aileen encaja más en la definición que de ella hizo uno de los policías que la arrestaron: “Es una criatura patética”.





P.D. Parte del material gráfico de esta historia ha sido obtenido con el consentimiento de los responsables del blog “Escrito con sangre” y quisiera expresar mi agradecimiento por ello.

Tuesday, April 07, 2009

Esa era yo

No pretendo decir que fuera fan tuyo pero me acuerdo bien de tí.


Friday, April 03, 2009

Las 110 escenas que me traumatizaron de niño: escena número 3. TIME AFTER TIME

No, no hablamos del vídeo de Cindy Lauper (sin poner en duda que a buen seguro también traumatizó alguna que otra infancia) sino de una película que en España se llamó “Los pasajeros del tiempo”

Según la imdb la película fue estrenada en su país de origen en 1979 y posiblemente yo la vería más o menos al año siguiente. Para quien no lo conozca, el argumento gira en torno a uno de esos juegos cinematográficos (y también literarios) que consiste en confrontar a dos personajes –reales o ficticios- más o menos contemporáneos con el ánimo de provocar una sinergia que resulte atractiva para el espectador. Una formula que fue muy usada en el pasado con el ánimo de revitalizar la popularidad de los viejos monstruos de la Universal (algo que luego fue degenerando hasta niveles delirantes como es el caso de “Billy the kid vs Drácula” o “Bela Lugosi meets a Brooklyn Gorilla”) y que incluso hoy se sigue usando con mayor o menor fortuna (“Alien vs Predator” “Freddy vs Jason).

En el caso de la película que nos ocupa se trataba de enfrentar a H. G. Welles con el mismísimo Jack el Destripador. El pobre Malcom Macdowell daba vida al célebre escritor y el siempre minusvalorado David Warner al serial killer victoriano. Completaba el cuadro de personajes principales Mary Steenburgen a la que por cierto doblaron de forma tan atroz que daban ganas de arrebatarle el escalpelo al asesino y cortarle la garganta tú mismo.

La trama comienza en 1888, de un modo semejante al de la novela de Welles “The time machine”, con una reunión de amigos en casa del escritor en el que éste manifiesta su confianza en una sociedad futura (a la que él denomina “Utopía”) donde hayan desaparecido las guerras y la violencia. La novedad es que, entre los invitados a la velada, se encuentra el mejor amigo de Welles, el doctor Stevenson que resulta ser el celebre carnicero de Whitechapel. El criminal, al verse descubierto, huye usando la máquina del tiempo que Welles había construido y que guardaba en su sótano. Horrorizado por haber contribuido a soltar a un monstruo en Utopía (la máquina le ha dejado en el año 1976) Welles viaja también al futuro a la caza del asesino.

A partir de ahí tienen lugar las típicas situaciones que ilustran el contraste del viajero (ya sea al pasado o al futuro) enfrentado a una sociedad y a unas costumbres muy diferentes a las suyas y que tanto gustan a los amantes de la paradojas temporales entre los que me incluyo. Uno de esos contrastes tiene cuando Welles localiza a Stevenson en la habitación de un hotel. El escritor trata de convencer a su antiguo amigo de que vuelva al Londres del siglo XIX para enfrentarse a lo hizo allí ya que ellos dos no tienen nada que hacer en esa sociedad moderna. En ese momento Stevenson coge el mando del televisor y hacer un rápido zapping por todas las cadenas plagado de noticias de guerras y crímenes y de películas violentas. Utopía es muy diferente a lo que había soñado Welles y tal y como le dice Stevenson “en nuestro tiempo yo era un bicho raro, aquí no soy más que un aficionado”.

Como se pueden imaginar a partir de ahí las cosas se complican bastante pero volvamos a la escena en cuestión. Lo cierto es que tenía dudas sobre cual elegir. La alternativa era una que abría la película y que era igualmente traumática: mostraba en cámara subjetiva uno de los crímenes londinenses del destripador el cual, tras convencer a una prostituta de que le acompañara hasta un callejón, procedía a rajarla. Esto no se veía en pantalla claro pero no se me olvidará en la vida el peculiar sonido que hacía el cuchillo del asesino abriendo el estomago de su victima.

La escena elegida tiene lugar mucho más tarde cuando Stevenson acorrala al personaje interpretado por Mary Steenburgen. Lo que sucede a continuación tampoco lo vemos, lo que vemos son las consecuencias.




Lo cierto es que todavía hoy (obviando la poca habilidad de los especialistas para recrear la hemoglobina humana) impresiona ese escenario por el que parece haber pasado un torbellino de sangre coronado por ese macabro recuerdo que el carnicero ha dejado atrás. Y yo por entonces era un niño. Aunque lo curioso es que en la época en la que la vi la película, y al contrario que el resto de niños espectadores (si se permite la presunción), yo ya conocía al dedillo todas las hazañas del autentico Jack el Destripador que había tenido oportunidad de leer en un Selecciones del Reader´s Digest donde no se omitía ningún detalle de los crímenes por escabroso que fuera. Pero claro, una imagen vale más que mil palabras ¿no?.