Saturday, August 29, 2009

El caos reina



Ultimo trabajo del cineasta Lars von Trier que ha venido acompañado, como suele ocurrir, de cierta dosis de polémica.

Tras presentarse en la escena internacional con dos intensos, aunque algo huecos en el aspecto argumental, ejercicios de estilo (“Europa” y sobre todo la fascinadora “El elemento del crimen”) Trier cambio de registro con sus tres obras siguientes: “Rompiendo las olas”, “Los idiotas” y “Dancer in the dark” en las el realizador danés despojaba su cine del barroquismo con el que se había dado a conocer para enfocar todo su esfuerzo en un argumento desnudo de cualquier artificio que pudiera distraer la atención. En medio de todo esto Trier y un grupo de cineastas de su país se habían inventado el “Dogma”, un movimiento cinematográfico no carente de interés (admitiendo la sinceridad de sus intenciones lo que ya es bastante) pero que demostraba que en el fondo la única división posible en el séptimo arte es la que se establece entre buenas y malas películas (Celebration sería un ejemplo del primer tipo y Mifune un ejemplo del segundo sin salirnos del movimiento de marras).

La trilogía anteriormente señalada fue conocida como “la del corazón de oro” aunque yo particularmente la rebauticé como “la de la cabeza de chorlito” debido a la profunda irritación que me causaba los personajes de las tres mujeres que las protagonizaban con su bondad extrema y su capacidad de sacrificio al borde de la sumisión masoquista.

No conozco a fondo el carácter de Trier ni sus motivaciones pero me gusta pensar que en el fondo todo aquel tipo de cine no iba en serio, que se trataba de una burla, un retorcimiento de los postulados del drama tradicional hasta los límites de la parodia y una especie de broma sobre la trágica condición de la mujer muy vinculada a la visión clásica que sobre el género femenino tenía la religión católica. Pero repito que no soy un gran conocedor de la psicología de Trier así que siempre tendré la duda de si los personajes de Bess, Karen y Selma son un sincero homenaje a la abnegación y al amor sin límites producto de la conversión del cineasta al catolicismo o, por el contrario, de una habilidosa burla hacia esos mismos sentimientos. Prefiero pensar que se tata de lo segundo o al menos yo empecé a apreciar esta fase de la carrera de Trier cuando presentí que en el fondo todos aquellos intensos ejercicios dramáticos no iban en serio.

Quizás como confirmación de esto vino su célebre “Dogville” película en la que, aparte de llevar al extremo (y de un modo magistral que considero la mayor virtud de este filme) el minimalismo formal de su puesta en escena, hacía que otra de sus vírgenes mártires en este caso interpretada por Nicole Kidman llegara a convencerse de la inutilidad de sus bondadosos esfuerzos y los transformara en furia purificadora en un final que podía interpretarse también como una despedida de esta peculiar tipología femenina.



Tras eso vinieron “Cinco condiciones”, “Manderlay” y “El jefe de todo esto”. La primera puede servir como un preclaro ejemplo del carácter egocéntrico y sádico de Trier que ajusta cuentas a su manera con un cineasta que le había fascinado en su juventud.

“Manderlay” en cambio me pareció un fiasco, la sensación que dejaba la segunda película de la trilogía de Grace era bastante menos impactante que en la primera entrega de dicha saga a pesar de usar los mismos postulados formales y temáticos (con la variante de tratar el tema del racismo) o precisamente por eso.

En cuanto a “El jefe de todo esto” me pareció una comedia que, salvo alguna escena aislada, tenía bastante poca gracia aunque claro para entonces la mejor comedia negra sobre las miserias de la oficina ya se había hecho.



Y ahora, después de que, según cuentan, Trier haya pasado por un periodo de depresiones que incluso motivó su internamiento en una clínica (yo en esas cosas ya no me meto) llega Anticristo.

Aun sin resolver del todo la cuestión de si Trier hasta ahora ha hecho o no cine tomándose en serio su profesión tengo que decir que, a excepción de algunas peculiaridades de su estilo como el hecho de dividir el argumento en capítulos con prólogo y epílogo incluido, Anticristo me parece paradójicamente el ejercicio más académico y sincero que ha llevado a cabo el director danés a la hora de contar una historia.

Lo primero que llama la atención de la película es la renuncia de Trier a ejercer de manera explicita ninguna muestra de lo que podríamos llamar su sello personal. En cambio resultan llamativas las múltiples referencias cinéfilas que un espectador más o menos veterano puede encontrar en la historia que se cuenta: un poco de “Amenaza en la sombra” (Dont look now) en lo que se refiere a la descripción del encuentro con lo sobrenatural de un matrimonio que sufre la trágica pérdida de un hijo; otro poco de las bergmanianas “La hora del lobo” (seres humanos asaltados por la materialización física de sus demonios más ocultos) y “Secretos de un matrimonio”; bastante de “El resplandor” (la búsqueda del conocimiento transformada en obsesión y más tarde en locura), e incluso algunas gotas de “Suspiria” (no diremos cuales).

En resumen la historia de una pareja (Willen Dafoe y Charlotte Gainsbourg) que decide enfrentarse a la tristeza, la desesperanza y el dolor viajando (de forma casi más espiritual que física) al amenazador entorno natural de una cabaña en medio de un bosque solitario donde sólo encontraran el caos y la locura


La película, tras un hermoso y posteriormente revelador prólogo, avanza por los caminos clásicos del estudio de la descomposición de una pareja a la que la tragedia personal y el aislamiento físico obliga a enfrentarse con los aspectos más desagradables y recónditos de su relación. Pero posteriormente la progresiva introducción en la historia de elementos simbólicos y sobrenaturales va dirigiendo el argumento hacia unos derroteros de insospechadas connotaciones filosóficas para terminar con la sorprendente conclusión de que lo que hemos visto no es la causa del drama sino una consecuencia que tiene su origen en un suceso anterior y que además hace derivar la historia (y en esto sí volvemos a encontrar al Trier tradicional) hacia un polémico análisis de la condición femenina, algo a lo que ayuda un epílogo tan hermoso como el prólogo aunque bastante menos revelador (de hecho hace que todo se vuelva increíblemente más confuso).

Además de todo esto la película aparece trufada de numerosos elementos igualmente controvertidos (en este caso desde un punto de vista más de forma que de fondo) basados sobre todo en el uso del sexo (incluyendo profusión de planos de órganos reproductivos en reposo y en movimiento) como un elemento de agresión y desahogo sicótico más que como algo placentero o purificador y en algunas escenas que se cuentan sin dudarlo entre las más truculentas que haya presenciado jamás. Hay una en concreto ante la que ningún espectador mentalmente sano puede evitar desviar la mirada o cuanto menos enguruñar los ojos (que fue lo que yo hice).

Como de costumbre son estas cosas las que más llamaran la atención de la última película de Trier y sin entrar a discutir su pertinencia o no a la hora de narrar lo que se pretende (eso es algo que ya he decidido dejar de hacer) creo que es una lastima perder el tiempo con esas disquisiciones y dejar de disfrutar (es un decir) de la que posiblemente sea una de las películas más bellas y más interesantes de Lars von Trier.

Monday, August 17, 2009

Dillinger e morto


Se habla de Public Enemies con spoilers.

No soy muy admirador de Michael Mann y de su sorprendentemente corta carrera que podríamos decir que comenzó –hablando en términos de gran público ya que antes había rodado una primera adaptación de “El dragón rojo” llamada “Manhunter” muy contaminada por la grasienta estética de Miami Vice y que hoy por hoy queda como un filme curioso por el hecho de ver a Anibal Lecter interpretado por otro actor y por la presencia de un joven William Petersen- con su versión del clásico de aventuras “El último mohicano” de la que únicamente guardo el desagradable recuerdo de una machacona melodía que no dejaba de sonar prácticamente en ningún momento.

Después de eso vinieron “The insider” (un ejercicio de realidad-ficción que desentonaba por su total ausencia de clímax dramático lo que tampoco hacía de ella una película demasiado memorable), “Ali” (tópico biopic hagiográfico perfectamente prescindible e incluso intercambiable por la visión del grandioso documental “When we were kings”). “Collateral” (un thriller bastante absurdo y además muy perjudicado por la presencia del detestable Jamie Foxx) y “Miami Vice” que naturalmente no me molesté en ver.

Mención aparte merece “Heat” que tardé mucho tiempo en ver y que está considerada con justicia la mejor de la filmografía de Mann y una de las últimas grandes películas de acción

Así pues teniendo en cuenta estos antecedentes, y algunos comentarios previos que había leído por ahí, lo cierto es que no tenía muchas expectativas sobre “Public enemies” y de hecho me decidí a verla únicamente por el hecho de que su argumento giraba en torno a las fechorías de los grandes atracadores del medio oeste durante la época de la Depresión, un tipo de historias que siempre me han resultado fascinadoras.

De entre todos los forajidos itinerantes que proliferaron en aquellos años Dillinger fue siempre el rey debido a sus casi increíbles hazañas criminales y también a su aspecto de seductor canalla que le asemejaba más a una estrella de cine que a un asesino, sobre todo si le comparamos con el lombrosiano aspecto de algunos colegas del mundo del hampa como Pretty Boy Floyd, Baby Face Nelson o Alvin Karpis (todos ellos personajes secundarios de la película)






De la figura de Dillinger se han hecho que yo sepa dos filmes biográficos. El primero de ellos, rodado en 1945, era una película no demasiado estimable que presentaba al gangster (interpretado por Lawrence Tierney que también daba vida al jefe de la banda de “Reservoir Dogs” y al que el cachondo de Tarantino hacía decir la frase “está más muerto que Dillinger”) como una maquina de matar, el típico villano sin fisuras al que se podía acribillar sin remordimientos. ¡Si hasta salía el autentico padre del criminal en el prólogo de la película haciendo el clásico discurso de “el crimen no paga”!

La segunda película la dirigió John Milius en 1973 y es bastante mejor que la primera, de hecho es, y sospecho que seguirá siendo, la mejor que se ha hecho sobre el personaje en cuestión. Además una película que cuenta en con Warren Oates, Ben Johnson y Harry Dean Stanton en su reparto tiene de entrada mis simpatías aunque los tres se hubieran limitado a bailar el can can (bueno también estaba por allí Richard Dreyfuss, qué le vamos a hacer).

Aparte de estos dos ejemplos la figura de Dillinger ha aparecido de forma directa o indirecta en infinidad de películas, series, documentales y hasta en un capítulo de Los Simpsons (formaba parte del jurado infernal elegido por Ned Flanders para juzgar a Homer por comerse la rosquilla maldita) y ha sido desde su muerte un icono de la historia negra de los Estados Unidos.

Hablando ya de Public Enemies la pregunta era cómo enfocaría Michael Mann (también coautor del guión) esta nueva versión de la vida del bandido y la verdad es que el resultado es un poco desconcertante porque teniendo todas las papeletas para ser una mala película al final no me lo ha parecido ni mucho menos.

En primer lugar, y a excepción de la propia figura protagonista (interpretada por Johnny Depp que suele ser un actor solvente cuando su amigo Tim Burton no le obliga a hacer el gilipollas) y el de su novia Billie (Marion Cotillard), Public Enemies es una película sin personajes, algo inexplicable teniendo en cuenta la larga duración del metraje y especialmente grave en el caso de Melvin Purvis (Christian Bale) cuyo antagonismo con el enemigo público numero uno era el gran argumento de la versión de 1973 y que aquí queda desdibujado por la superficialidad con la que se trata el personaje.

Otra vertiente desaprovechada de esta historia es la dimensión mediática de la figura de Dillinger en la época en la que vivió y de la esquizofrenia de una sociedad que por un lado castigaba con brutalidad el delito y por otro lado sentía y todavía siente una morbosa fascinación por los fuera de la ley en todas sus variantes, desde los forajidos del antiguo oeste hasta los asesinos en serie modernos. De nada de esto es posible hacerse una idea clara viendo el filme si exceptuamos la excelente escena del mensaje publicitario gubernamental en la sala de cine.

Por si fuera poco la historia de las fechorías de Dillinger se ve alternada por interludios románticos con su novia, algunos de los cuales bordean peligrosamente la ñoñeria aunque por fortuna no llegan a caer de lleno en ella hasta el epílogo que cierra la historia.

Y repito que a pesar de todo ello la película me ha gustado. Puede que sea el innegable magnetismo con el que Johnny Depp interpreta al personaje, algo que se prolonga en su relación con Billie. O puede que haya sido el acompasado ritmo con el que está filmada la historia, que no se me hizo larga en absoluto a pesar de sus dos horas y veinte minutos de duración, que además está filmada (excepto por los interludios antes mencionados) de un manera muy sobria incluyendo las escenas de acción, tan propicias a los excesos en este tipo de producciones. Vamos que, la película está más cerca del estilo de “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” (salvando las distancias) que del de “Arma Joven”.

En resumen una película muy estimable que sin renunciar a los postulados ortodoxos del cine biográfico procura buscar su propio camino cosa que consigue en buena medida.

Thursday, August 06, 2009

Up, up and away



Cuando hablábamos de Ratatouille hace ya casi dos años mencionaba lo difícil que era (al menos para mí) hacer una crítica de un filme de animación y ello a pesar de que algunos me parecían obras maestras (Monstruos S.A. y Buscando a Nemo por mencionar mis títulos preferidos de Pixar) pero siendo como son estas películas de lo poco que vale la pena ver -en cuanto a producciones de gran presupuesto se refiere- y teniendo en cuenta el erial cinematográfico en que suele convertirse el mes de Agosto me ha parecido adecuado cuanto menos hacer un pequeño comentario sobre el estreno de animación de la temporada. Es recomendable haber visto primero la película antes de leer lo que sigue.

Algunos comentarios sobre WALL•E, el anterior estreno de Pixar, hacían referencia al por lo visto poco sutil equilibrio entre las pretensiones artísticas de una película que en su primera media hora era prácticamente muda y los lógicos intentos de contentar a un público que obligatoriamente debía ser mayoritario (teniendo en cuenta el elevado coste de los proyectos de este tipo) e inevitablemente infantil en una buena porción.

Si admitimos esta hipótesis habría que decir que Up encaja plenamente en ella. Los primeros diez minutos de la película son una de las mejores y mejor condensadas historias de amor que se hayan filmado en mucho tiempo, de hecho cuando terminó el pequeño segmento llamado “Married life” (por el tema musical de Michael Giachhino) casi no me hubiera importado que la película hubiera terminado justo en ese instante.



Pero a partir de ahí la historia abandona el tono intimista que hasta ese momento había manejado con tanta maestría y se adentra en el espectáculo de masas aunque, afortunadamente respetando la idea alrededor de la cual está construida, algo que no estoy seguro de que pasara en el caso de WALL.E

Esta parte de Up no es genial sino simplemente buena lo que no es poco, quizás encuentro en ella algún desequilibrio en la construcción del guión, por ejemplo el momento en el que Carl se eleva por primera vez en su casa voladora me pareció bastante brusco y mal explicado lo que le resta la emotividad perseguida. He leído que esa escena estaba anticipada en married life cuando el carro de los helados flota a consecuencia de la acumulación de globos pero no caí en la cuenta de ella mientras veía la película y por lo tanto esa anticipación no es valida para mí. También me decepcionó un poco el desarrollo posterior de la historia. Supongo que, por lo poco que sabía de la película, me esperaba que la acción girara sobre todo alrededor del viaje hacia las Cataratas Paraíso pero este viaje dura apenas un suspiro y eso me pareció otro desagradable detalle de guión.

He leído comentarios donde se detallan otros defectos con los que podría estar de acuerdo si no fuera porque no caí en la cuenta de ellos (bueno reconozco que el hecho de que Charles Muntz siguiera vivo cuando ya era un adulto durante la niñez de Carl es totalmente inaceptable) o en su momento me parecieron de lo más adecuados así que tampoco procede quejarse de algo que no percibiste justo en el momento de ver el espectáculo.

En resumen una excelente historia que a ratos es también magistral y repito que toda la parafernalia no consigue, ni tampoco pretende, enmascarar el mensaje de la película (por más que a algunos les horrorice esta palabra todas las películas tienen mensaje, incluso algunos lo tienen sin saberlo) que es que Carl debe desprenderse de la casa junto con todos los recuerdos de su matrimonio con Ellie y seguir adelante con su vida. Get Up.





Capítulo aparte merece el asunto de las gafitas. He tenido que pagar diez eurazos por ponerme unas gafas usadas durante hora y media, incluso de no encontrarme en las mas altas cotas de la miseria me hubiera dolido ese sablazo. Imagino lo que habrá pensado un señor con mujer y cuatro hijos que decidiera dar a su familia una tarde en el cine con chucherias incluidas. No sé si el futuro del cine estará en este tipo de experimentos pero está claro que de ser así yo no estaré presente en ese futuro. Por otro lado que quieren que les diga, si las tres dimensiones marcaban alguna diferencia eso es algo que se me olvidó enseguida mientras veía Up, de hecho me impresionó mucho más el trailer de ese documental de peces que pusieron antes.


21st Century Schizoid Man

Un mundo en el que los objetos han sustituido a los seres humanos y donde la peor condena es la de seguir viviendo.