Tuesday, September 28, 2010

Spanish splendor




Con Spoilers de grueso calibre.


De no ser porque está interpretada por Santiago Segura no digo yo que esta película no se hubiese estrenado, a lo mejor es que ni siquiera se hubiese hecho. Hay una escena bastante significativa a este respecto que tiene lugar al final cuando un envejecido pero igualmente canallesco Vázquez se encuentra con su colega (y némesis) Ibáñez durante la feria del libro de Barcelona. El dibujante de Mortadelo y Filemón trata de explicar a los niños que hacen cola ante su mesa quién es Vázquez pero estos sólo lo reconocen como uno de los personajes de “Rue del percebe 13”.





Vázquez es un nombre del pasado que ya resulta algo nebuloso a los que crecimos leyendo historietas de Brugera y que posiblemente no dirá nada a los que nacieron en 1980. Que su vida haya sido llevada a la pantalla obedece más bien al hecho de que dicha vida terminó por convertirse en leyenda entre los entendidos del mundillo del cómic nacional (yo no soy ni he sido nunca un entendido en cómics, yo me limitaba a leerlos cuando era niño). Precisamente las más jugosas anécdotas sobre el dibujante descritas en “El gran Vázquez” las conocía yo previamente por una entrevista que se le hizo hace algunos años al director de la película en la revista Mondo Brutto. Y hablando de este tema hay que decir que precisamente uno de los inconvenientes de la cinta es que dichas anécdotas son más risibles leídas que narradas en lenguaje cinematográfico.

De hecho resulta sorprendente lo poco gracioso que resulta todo en conjunto, la forma tan rutinaria en la que están presentadas las situaciones cómicas y lo previsible que son la mayoría de los gags. Es por eso que opino que las nuevas generaciones posiblemente saldrán decepcionadas de las salas de cine (dejando aparte el hecho de que quizás también se sientan engañadas por el aspecto “atorrentado” que presenta Segura en los carteles de promoción).

Los que ya sabíamos algo de la vida y tiempos de Vázquez sí que podemos tener algún entretenimiento reconociendo lugares (la primera escena de la película es un claro homenaje a la ya reseñada “Rue del percebe 13”) y personajes como los de la serie de dibujos “El Botones Sacarino” identificables al instante. Así pues la gracia de la película podría la residir para algunos en ser una especie de regreso sentimental a la infancia, podría haber sido más cosas pero no lo es.

No se puede considerar una radiografía de la España de los sesenta (de hecho ni siquiera estoy seguro de que se diga en alguna parte en qué año se desarrolla la acción) porque la película no explota para nada ese marco incomparable sobre el que tanto queda todavía por decir.

Tampoco se puede decir que sea un retrato en profundidad de la propia personalidad de Vázquez por más que no escaseen los apuntes interesantes, como por ejemplo la narración de la caída en desgracia del dibujante, una variante trágica dentro de lo que se presumía que iba a ser una comedia pero que al final termina por convertirse en el momento más estimable de la historia. Lo mismo se podría decir de las líneas de diálogo que tratan de describir la peculiar filosofía de Vázquez y que suenan a algo más sustancial que las típicas excusas del gorrón. Pero repito que nada de esto resulta suficientemente trabajado pues los autores del guión parecen más interesados en un encadenamiento con mayor o menor fortuna de las andanzas del ínclito caradura.

Quizás la respuesta a la pregunta (que de todos modos casi nadie se hacía antes y casi nadie se hará ahora) sobre quién era de verdad Vázquez reside simplemente en analizar a sus personajes. Como esa Hermenegilda (la gordita de las hermanas Gilda) que camina por la calle con unos estrechísimos zapatos que la atormentan. Cuando se encuentra con su hermana y ésta le pregunta por qué se pone ese calzado que tanto la hace sufrir, la mujer responde con una lista de las penalidades diarias de una vida oscura y llena de sinsabores para finalizar diciendo que llegar a casa y quitarse los zapatos es prácticamente su único momento de placer. Está claro que Vázquez no quería vivir así.



Tuesday, September 21, 2010

Raro raro raro raro raro raro raro raro raro raro

Torrance me pedía un par pero siguiendo con la costumbre de las listas voy a darle al menos las primeras diez que se me han ocurrido y que creo que cumplen las dos condiciones.

En los comentarios de la anterior entrada del blog el compadre Torrance decía hola a la banda ancha y probablemente adiós a muchas actividades que hacía antes de tenerla y que ahora dejará de hacer. Además me pedía que le recomendara un par de “rarezas” para estrenar su nuevo status informático. El término “rarezas” aplicado al cine tiene relación, pienso yo, con películas que deberían cumplir al menos dos condiciones: una que su argumento o su estructura resulten insólitas o al menos poco corrientes y otra que sean películas no demasiado conocidas. Así por ejemplo “Memento” podría ser una rareza por el modo en el que está filmada (o montada) pero no se trata en absoluta de una película desconocida. De igual manera “Pistolas en la frontera” (es la primera que se me ha ocurrido) a pesar de ser una película desconocida es argumental y formalmente más simple que el mecanismo de un botijo.


Torrance me pedía un par pero siguiendo con la costumbre de las listas voy a darle al menos las primeras diez que se me han ocurrido y que creo que cumplen las dos condiciones.


1. “Dont look now”. Llamada en España “Amenaza en la sombra”.

La primera vez que oí hablar de esta película fue en “Polvo de estrellas” el programa de radio de Carlos Pumares (bastante antes de que se convirtiera en el hazmerreír de las ondas) y fue en mala hora porque el tipo que preguntó por ella hizo un spoiler de padre y señor mío. Algunos años más tarde tuve ocasión de verla en un pase nocturno por televisión española.

Dirige Nicholas Roeg un hombre que fue también autor de otras rarezas como “Walkabout”, “El hombre que cayó a la tierra” y “Performance” antes de diluirse en la nada. Protagonizan Donald Sutherland y Julie Christie en duelo interpretativo y capilar.

Es la historia de un matrimonio que tras sufrir la trágica muerte de su hija pequeña se instalan en Venecia donde el marido, arquitecto, recibe el encargo de restaurar una iglesia. La decadencia y sordidez de la célebre ciudad italiana alcanza aquí cotas que ni Visconti pudo superar mientras un tenebroso círculo de intrigas, mentiras y bilocaciones envuelve a la pareja y la guía hacia un final que se clava en el cerebro como bala de diamante en cocorota de Marlon Brando.







2. La ofensa

En esta ocasión no hubo recomendación previa, simplemente me tropecé con esta película una de esas noches en las que todavía había sorpresas en la programación de madrugada. Podemos afirmar por tanto que se trata de una película completamente desconocida y que jamás ha sido reivindicada (la anterior tiene en cambio numerosos defensores).

Dirige Sidney Lumet uno de los últimos representantes de eso que se dio en llamar “la generación de la televisión” y un realizador que cuenta con al menos media docena de grandes títulos que deberían haberle otorgado un puesto de más prestigio en la historia del cine. Protagoniza Sean Connery en su eterno intento de escapar de la pesada sombra de James Bond (algo que no lograría hasta llegar a viejo y pellejo).

Es la historia de un policía trastornado (como muy pocas veces se ha mostrado en pantalla) por la violencia de la que ha sido testigo a lo largo de su carrera, algo que provoca en él una reacción extrema que le lleva a protagonizar un estremecedor viaje hacia el interior de su mente que, como es habitual, no suele tener vuelta atrás.





3. The quiet earth. Titulada en España, “El único superviviente”.

En este caso las noticias sobre este filme me llegaron a través de la franquicia literaria “Las mil películas que hay que ver antes de morir”. Reconozco que el concepto del libro (al igual que cuando dicho concepto se aplica a obras literarios, discos o lugares que hay que leer, escuchar o ver antes de morir) es repelente pero que duda cabe de que al final lo interesante es descubrir en esas listas cosas que no conocíamos como es el caso de esta modesta pero brillante producción neozelandesa.

No vale la pena mencionar al director (un individuo que ha proseguid su carrera perpetrando segundas partes de películas como “Fortaleza infernal”, “Alerta máxima” o “Arma joven”) ni a los actores (todos ellos desconocidos aunque la mayoría de ellos bastante solventes).

“The quiet earth” abunda en el clásico argumento del último superviviente de una catástrofe de cualquier tipo pero hay que decir que en este caso la película tiene el acierto de enfocar los aspectos dramáticos de la situación mezclándolos con los aspectos lúdicos de un modo que la convertirá en el futuro en uno de los referentes de este peculiar subgénero. La derivación del argumento hacia otros terrenos en la segunda mitad de la película hace que pierda algo de su fuerza inicial aunque en compensación nos regala una de las historias de amor imposible más enternecedoras que recuerdo. Un título a descubrir sin duda alguna.







4. The sentinel. Traducida indistintamente (y hay razones para ello) como “El centinela” o “La centinela”.


Típica cinta perteneciente al terror “adulto” de los setenta, una década que, en su gran mayoría se caracterizó precisamente por una orientación adulta del cine y el de terror, tan infantil en el fondo, tampoco podía quedar al margen. Se trata de otro título que ha caído en el olvido aunque de forma injusta si lo comparamos con “Al final de la escalera”, película que goza de mucho más prestigio siendo en mi opinión bastante inferior a la que nos ocupa.

Dirige Michael Winner que antes y después de “The sentinel” dedicó su carrera a dirigir algunos de los títulos más conocidos de Charles Bronson. En el reparto destacan una mezcla de viejos y jóvenes actores con Ava Gardner dando vueltas por ahí.

Mezcla de subgéneros como el de las casas encantadas y el terror religioso (católico naturalmente), “The Sentinel” cuenta con numerosas virtudes como el de ser un relato orquestado en torno a un progresivo y sutil descenso a los infiernos de un edificio que se revela como una suerte de “Rue del percebe 13” satánico y que culmina con una orgia de horror pocas veces vista antes y después. Que ustedes lo pasen mal.








5. La guerra de los locos

No resulta fácil hacer patria e incluir una película española en esta lista. El cine español posiblemente sólo dispone de un título con la bastante entidad como para ser incluida con honores, hablamos por supuesto de “Arrebato” de Iván Zulueta. Pero dado que esta película es demasiado conocida no tendría cabida por no cumplir una de las dos condiciones que hemos establecido. Elijamos pues otro título, algo que no parece tarea fácil pues estamos ante una industria nacional que cuando no resulta complaciente resulta pedante.

Dirige Manolo Matji cuya carrera se reduce prácticamente a este filme y a “Horas de luz” realizada bastantes años más tarde. Interpretan un buen puñado de solventes actores nacionales como José Manuel Cervino, Álvaro de Luna y Juan Luis Galiardo.

“La guerra de los locos” es sin duda uno de los acercamientos más honestos que se hayan hecho en el cine moderno al tema de la Guerra Civil española, donde siempre han abundando más bien los acercamientos deshonestos y maniqueos (tanto durante el franquismo como durante la democracia) y que sigue pidiendo a gritos un enfoque que posiblemente tardaremos mucho en disfrutar. Centrada en las aventuras de un grupo de locos que se fuga del manicomio y se da de bruces con un conflicto que convierte el país entero en un sanatorio mental, no por demasiado obvia deja de ser estimable la metáfora que se esconde detrás de esta ignorada película.






6. Regarde la mer

Es el de esta película un descubrimiento que se dio en un lugar que en teoría debería ser propicio para ello, un festival de cine. Concretamente el de San Sebastian de 1997.

A este festival concurría (creo que en alguna sección no oficial) este mediometraje de tan solo 52 minutos dirigido por un desconocido llamado Francois Ozon que con el tiempo acabaría por convertirse en uno de los cineastas franceses modernos más estimables.

En Regarde la mer (Mirando al mar) Ozon describe el fatal encuentro entre una joven madre y esposa aparentemente satisfecha y una vagabunda de aspecto siniestro, todo ello en el idílico marco de un hermosa casa al borde del mar donde tendrá lugar un encontronazo en el que de algún modo las dos mujeres intercambiaran su destino.






7. Picnic en Hanging rock.

Otra revelación de los buenos tiempos del ente público. Dirige Peter Weir que, al contrario que otros directores de esta lista, no cayó posteriormente en la mediocridad sino que ha tenido una larga y venturosa carrera con títulos que todos conocemos y que cuenta con otra película (“La última ola”) que hubiera incluido también en esta lista de no ser porque en su día no pude verla de forma satisfactoria (aunque haré lo que esté en mi mano por recuperarla).

“Picnic en Hanging rock” tiene el aire evanescente y onírico de un cuento infantil de misterio al estilo de “El flautista de Hamelín”. Lo curioso es que narra una historia completamente real, la inexplicable desaparición de un grupo de adolescentes durante una excursión escolar, un enigma cuya resolución queda tan clara como el propio destino de los niños de Hamelín pero que, al menos en sus primeros minutos, deja el rastro incomodo y narcótico de una mala siesta de verano.







8. Una historia inmortal.

Orson Welles es sin duda alguna uno de los más grandes genios que ha dado el séptimo arte y sus películas son casi todas de sobra conocidas, casi todas excepto esta. “Una historia inmortal” es un filme rodado para la televisión que no cuenta apenas con ninguna reseña en las muchas semblanzas que se han hecho sobre Welles. Recuerdo en concreto que en la completísima (y un tanto complaciente) biografía que sobre el artista escribió Bárbara Lemmings apenas se hace mención a este título. Es un dato llamativo teniendo en cuenta el escaso número de películas que dirigió Welles (y eso sin incluir las muchas que jamás llegaron a ver la luz).

Basado en un cuento de Karen Blixen (también conocida como Isak Dinesen) narra la historia de un oscuro y solitario magnate (interpretado por el propio Welles) que, como un émulo de Charles Foster Kane, utiliza su poder para transformarse en una suerte de arquitecto del universo empeñado en una inexplicable obsesión por convertir en realidad una antigua leyenda marinera. Para ello contara con la inestimable ayuda de Jeanne Moreau.

Puede que hayan pasado 25 años desde que la vi pero todavía conservo el recuerdo de un sórdido y malsano cuento portuario.






9. Onibaba

Otro de los descubrimientos del tocho “Las mil películas que…” es este filme japonés dirigido por Kaneto Shindo (no conozco nada del resto de su filmografía y apenas he oído hablar de ella). La descripción que en este libro se hacía de la película era tan entusiasta que no tuve más remedio que verla en su idioma original y sin subtítulos (algo a lo que ayudó el hecho de que en dicho libro se contara la película de cabo a rabo final incluido).

Onibaba traslada al espectador a un marco físico (a la vez fantasmagórico y terriblemente real) de un cañaveral al borde de un río en el que una mujer y su nuera, transformadas en tarántulas humanas, han tejido una telaraña en la que quedan atrapados todos los hombres que se acercan por allí. Una de sus víctimas trastornará la vida de las mujeres haciendo además que este macabro cuento devenga en una pavorosa metáfora sobre uno de los días también más pavorosos de la historia de la humanidad y que tuvo precisamente las islas de Japón como escenario.






10. El año pasado en Marienbad.

El orden en el que estaban colocadas las películas de esta lista es totalmente arbitrario con excepción de esta última que ha sido puesto aquí porque, dentro del igualmente arbitrario subgénero de las rarezas, constituye una referencia inevitable y que por tanto merece colocarse como culminación.

La obra de Alain Resnais es el “Ciudadano Kane” de las películas raras, un filme que resulta ininteligible incluso para sus más entusiastas defensores. La excusa argumental es la de un individuo que trata de reanudar una relación que tuvo con una dama en el balneario de Marienbad el año anterior por más que la señora en cuestión no guarde ningún recuerdo de la aventura. A partir de ahí inútil tratar de explicar nada, la película no es tan sólo una reivindicación del verso sino una negación de la prosa que deliberadamente juega al despiste con el espectador con escenas que tienen lugar de forma asíncrona con la voces en off que dominan el relato. Un filme que casi inauguró una forma de ver el cine que apela más al subconsciente que al intelecto, algo que será mejor no olvidar si algún día se deciden a intentar la aventura de adentrarse en este sueño de la memoria.










Y esto es todo. Han sido los diez títulos que (salvo en el que hace el número diez que obligatoriamente debía estar) primero se me han ocurrido, podrían haber sido diez más y quizás con el tiempo se me ocurran otros que merecerían estar en esta lista pero puedo asegurar que si no están todos los que son, son todos los que están. Aprovecho para pedirles sus propias aportaciones y si estas son películas cuya existencia desconocía pues tanto mejor.

Thursday, September 16, 2010

And then he was she

Se habla de “Todo lo que tú quieras”, y aunque resulta difícil ir a ver esta película sin tener una idea del tema que trata se avisará cuando lleguen los spoilers.

El actor y director Achero Mañas consiguió un gran éxito en el año 2001 con “El bola”, una buena película pero que yo considero que tuvo más repercusión de la que merecía. Todo lo contrario que su siguiente largometraje, “Noviembre” una cinta que se movió entre el desprecio y la indiferencia (recientemente en una semblanza del director para no se qué programa de cine o de televisión se pasaba directamente de “El Bola” a la que hoy nos ocupa sin mencionar la película con nombre de mes para nada) y que yo en su día consideré bastante más estimables que su ópera prima.




Esta nueva entrega de Mañas viene precedido por un inquietante cartel con una parafínica niña (el término está en el diccionario) y por una crítica elogiosa aunque un tanto dubitativa de “El País”. Otros comentarios (entre ellos el de Cinephilus) más decididos me predispusieron para ir a verla.




El tema del padre que tiene que afrontar la pérdida de su mujer, y por consiguiente, entrar en un nuevo tipo de relación con sus hijos, es antiguo y tiene precedentes cinematográficos bastante ilustres, los primeros títulos que me vinieron a la cabeza mientras veía “Todo lo que tú quieras” fueron “Kramer contra Kramer” “El noviazgo del padre de Eddie” y la más reciente “Caos calmo” (esta última podría ser también la que más puntos de semejanza tiene con la película de Mañas).




El primer tercio de la película tiene bastante que ver con los argumentos antes señalados: la historia de un hombre que lleva una vida laboral ajetreada y que suele descargar la responsabilidad de la educación de los hijos en la esposa, cuando esta desaparece (por muerte o abandono del hogar) el viudo (o abandonado) tiene que sufrir un cambio radical en su vida que le lleva a iniciar una nueva y a veces extravagante relación con unos niños que en ocasiones apenas conoce.
Es pues un argumento proclive a tratar sobre la tradicional (cada vez menos pero no tanto como algunos pretenden) figura del hombre de familia, casi siempre para cuestionarla.

La novedad en el caso de “Todo lo que tú quieras” (y aquí debería dejar de leer la persona que esté interesado en verla y no tenga ni idea de la evolución del argumento) es que el personaje de Leo va mucho mas allá del inevitable rol de madre que tiene que ejercer todo hombre que se vea en estas circunstancias. Este hecho es el que marca la diferencia entre esta película y otras con semejante argumento y es aquí también donde mi reacción resulta un poco diferente a otras que he leído.
Se supone que la decisión de Leo (esto es travestirse de manera que su hija tenga alguna forma de recuperar la imagen de su madre) debería resultar extravagante, cuando no inmoral o perjudicial, al espectador y que Mañas asume un notable riesgo argumental a la hora de escribir esta historia pero a mí no me lo ha parecido. En cambio a mí la actitud del padre me ha resultado lógica e incluso conveniente teniendo en cuenta que no existen manuales para afrontar este tipo de situaciones, nunca me sentí demasiado sorprendido ni mucho menos molesto por esa actitud del personaje, y la integración en la trama de las escenas de Juan Diego Botto maquillado y vestido de mujer fueron asumidas por mí sin grandes esfuerzos.

No sé si esto es bueno o malo pero creo que en mi opinión habla muy bien del trabajo del director y el guionista (que en esta ocasión son la misma persona) el hecho de que un comportamiento que roza el absurdo no resulte risible. A este respecto se me vienen a la memoria dos películas que “corrían” un riesgo semejante y salieron igualmente airosas, hablo de “Lars y una chica de verdad” y sobre todo de “Mi querida señorita” de Jaime de Armiñan que en su día constituyó más que un riesgo, una verdadera hazaña.





Por eso quizás las partes para mí menos estimables de la película son las que hablan de los problemas de Leo a la hora de que se acepte su decisión tanto en el entorno escolar y familiar como en la propia calle. Quizás es que Mañas tenía también la intención de poner en duda no sólo el rol tradicional de padre sino incluso el rol tradicional del hombre y su homofobia más o menos generalizada haciendo que Leo acepte su parte femenina y tenga que sufrir la exclusión que él mismo practicó hacia el personaje de Álex, al que interpreta José Luís Gómez basándose, según el propio director, en Ángel Pavlovski, un artista del transformismo, profesión a la que la película ofrece un vibrante homenaje durante la primera escena.




En definitiva quizás lo que menos me convence de la película sea algo que yo mismo no sentí hacia el personaje y las acciones que acomete para poder solucionar su crisis personal, pero repito que esto no tiene otro mérito que la capacidad del autor de la película por hacer que su historia sea asumida y aceptada.

En lo que respecta al trabajo de los actores, no vamos a descubrir ahora a José Luis Gómez, tampoco deberíamos hablar mucho de esa hipnótica niña porque posiblemente ni siquiera sabía que estaba actuando. Y en cuando a Juan Diego Botto…..a pesar de que el actor tiene ya 35 años resulta difícil separarle del tipo de papeles de adolescente por los que mayoritariamente le conocemos, sobre todo cuando su físico no ayuda precisamente a ello (por más que le dejen barba de un día o los maquilladores hayan descuidado deliberadamente su piel) pero a pesar de todo consigue salir airoso de un papel que no era precisamente sencillo y, si bien da la sensación de que otra cara podría haber sido más adecuada para dicho papel, en ningún caso este hecho resulta un obstáculo para disfrutar de esta recomendable película.

Sunday, September 12, 2010

My little Runaways


Casualmente el comentario de la película que ha caído en suerte en esta entrada podría comenzar del mismo modo que el de la entrada anterior, esto es haciendo referencia a los escasos conocimientos previos que, al menos yo, tenía sobre los protagonistas reales de esta historia.
De Joan Jett por supuesto que había oído hablar o mejor dicho había escuchado sus canciones, algunas de las cuales habían servido además como banda sonora de películas y series de televisión.







Del resto de la historia me acabo de enterar tras ver la película pero, tal y como también decíamos a propósito de “Bright Star”, no es necesario ser un experto ni en este grupo musical ni en la historia de la época en la que les tocó vivir para poder apreciar (o despreciar) la película, aunque también es conveniente no ser un jodido ignorante.


De todos modos sobre este filme el comentario será más corto y menos lisonjero que en el caso del de Jane Campion.

A pesar de la insistencia en que The Runaways no es un biopic al uso lo cierto es que sí lo es y podría encuadrarse perfectamente en el subgénero de películas biográficas de grupos musicales casi todas ellas marcadas por el inevitable estilo del “rise and fall of”.

Pero, como hemos comentado otras veces, una película con una estructura clásica no tiene por qué resultar monótona o aburrida siempre que cuente con un guión y una dirección que lo eviten y el problema de The Runaways es que eso no ocurre. La película posee un ritmo desconcertante y desequilibrado que carece de cualquier momento que podamos calificar de climático y que transmite una sensación al espectador de encontrarse permanentemente en un inacabable prólogo. Además no es que todas las escenas que se producen resulten tópicas (los comienzos del grupo, el desastre del primer ensayo, el comienzo de la fama, las peleas de egos, la irrupción de las drogas, etc..), ese no es el problema, el problema es que están filmadas de una manera tópica que no es lo mismo. En resumen todos estos males son signos de que la cinta ha sido dejada en manos de un novato (en este caso novata).

El escaso interés del filme reside, como casi todos los ambientados en los años setenta, el comprobar las tremendas diferencias culturales que se pueden dar en una misma sociedad en tan solo unas décadas. A esto hay que añadir el morbo, para algunos, de ver como dos estrellas adolescentes y por añadidura emblemas de la meliflua y sobreprotegida juventud del siglo XXI se pasan buena parte del metraje diciendo tacos, colocándose y follando. De todos modos y a este respecto sería injusto no mencionar el buen trabajo que realizan Kristen Stewart y Dakota Fanning, tanto que en ocasiones consiguen la hazaña de que te olvides de que son quienes son.





También es necesario mencionar la actuación del cada vez más reivindicado Michael Shannon que interpreta a Kim Fowley, un personaje que, pese a tener el mismo origen real que los otros, también resulta una figura muy recurrente en este tipo de cintas al dar vida al productor/manager histriónico y manipulador.



Una última recomendación. Partiendo del hecho comprobado de que siempre es mejor ver una película en versión original es cierto que en algunas ocasiones el daño causado por el doblaje es tolerable. En The Runaways no ocurre esto, de hecho los responsables de la distribución española del filme parecen tenerle tanta aversión a los subtítulos que ni siquiera los han usado en las numerosas canciones que suenan a lo largo del filme. A este respecto la escena que ilustra la composición de “Cherry Bomb” –uno de los grandes éxitos del grupo- resulta especialmente lamentable.




P.D. Ha muerto Claude Chabrol pero dado que nunca vi una película suya que me gustara (esto incluye “La ceremonia” y “Un asunto de mujeres” dos de sus títulos más prestigiosos) no considero oportuno dedicarle unas palabras de despedida.

Tuesday, September 07, 2010

Oda a una costurera

La directora neozelandesa Jane Campion alcanzó la gloria en el año 1993 cuando su película “El piano” fue un gran éxito de crítica y público (y además con razón según mis recuerdos por mucho que uno acabara hasta el gorro del tema musical que sonaba una escena sí y otra también). A partir de ahí no puede decir que su escasa filmografía haya seguido ese ritmo ascendente, la gente que conozco y que vio “Retrato de una dama” la describen como un aburrimiento sin compasión, y yo mismo puedo dar testimonio de los horrores de “In the cut” película que sólo será recordada como aquella en la que Meg Ryan enseñó las pitirrufas.



Del resto de los títulos que dirigió a partir de 1993 me he enterado cuando revise la ficha de la directora en la imdb.



“Bright Star” posiblemente no hará que reverdezcan los laureles de los noventa pero creo que Campion ha conseguido una película bastante estimable.

Como no soy un amante de la poesía no conozco en profundidad ni la vida ni la obra de John Keats. Posiblemente hubiera escuchado su nombre con anterioridad pero fue un breve ensayo de Jorge Luis Borges, a propósito de una de sus obras más conocidas, lo que hizo que ese nombre se me quedará en la memoria. De todos modos ni eso, ni la titubeante carrera de la Campion parecían estímulos suficientes para ver esta película. Y aquí es donde entra la labor de la crítica (que para algo tiene que servir). En concreto una de esas críticas (la que firma alguien llamado J.O. en El Pais) acabó por convencerme porque hacía hincapié en que la cinta no padecía de los deméritos habituales en los que caían este tipo de historias cuando se llevan al cine.

En “Bright Star” esa historia es la de la relación entre Keats y Fanny Brawne (personaje desconocido para mí al igual que muchos otros que salen en la película) una joven de clase media enteramente entregada a lo que por aquel entonces (y durante mucho tiempo más tarde) se conocía como “sus labores”.

¿Una historia de amor entre dos jóvenes casi adolescentes? ¿Uno de ellos un poeta verdadero arquetipo del romanticismo que vivió en la miseria y murió de tuberculosis cuando todavía era asquerosamente joven?. ¿Y todo ello en el marco de una época especialmente propensa a ser recreada con afectación dado que fue pródiga en individuos afectados enfundados en ropajes que les daban un aspecto que visto con los ojos de hoy en día es difícil que no provoque al menos una sonrisa?



Que duda cabe de que esta película corría el riesgo bien de ser un ejercicio de recargado amaneramiento formal ante el que algunos cineastas no pueden resistirse, o bien un académico biopic destinado sólo a iniciados. Afortunadamente “Bright Star• no es ni una cosa ni la otra. En primer lugar porque incluso un espectador totalmente ignorante de la entidad de los personajes en los que se inspira el argumento (repito que en mi caso lo que sabía de Keats antes de ver la película se podía escribir en tres líneas) no encontraría en dicha ignorancia ningún impedimento para una historia que al fin y al cabo es (con las peculiaridades de cada tiempo) absolutamente atemporal. En segundo lugar porque, con algo que sólo puede achacarse a la habilidad de un buen director de cine, Campion consigue ofrecer una hermosa historia de amor sin dejar de emplar los mismos instrumentos con los que otro realizador menos habilidoso sólo hubiera obtenido bobochorrez y babas (como dos cocineros que empleando semejantes ingredientes obtuvieron resultados opuestos).

De este modo las escenas de los dos enamorados triscando entre las flores de la hermosa (al menos durante la primavera) campiña inglesa pueden ser admiradas lejos de la cursilería que sería de esperar en la mayor parte de los casos. Campion se sirve para ello de una estructura compuesta de escenas de corta duración que contribuyen a dotar a la historia de una dinámica que evita la reiteración o la complacencia en la evidente plasticidad de sus imágenes (de hecho a veces se tienen deseos de que algunas de dichas imágenes no desaparezcan tan pronto de la pantalla) al tiempo que emplea con austeridad las bondades de la fotografía, el diseño artístico y la banda sonora. También es de mucha ayuda la química (sí, ya se lo mucho que apesta esta palabra pero hay que reconocer que resulta difícil encontrarle otra que exprese lo mismo) que se establece entre los actores que interpretan a los protagonistas de la historia: Ben Wishaw (conocido sobre todo por “El perfume”) y Abbie Cornish (conocida por nada en especial). El hecho de que ambos sean mucho más atractivos que los personajes reales en los que están inspirados hay que tomarlo como una norma habitual en esta clase de películas biográficas.






Otro aspecto que es de agradecer en “Bright Star” es el hecho de que alguna de las circunstancias de la época pre victoriana, que condenaron a la joven pareja a su trágico destino, estén presentes sin el excesivo subrayado en el que sí han caído otros experimentos semejantes, en virtud de ese “cronocentrismo” que se dedique a juzgar el pasado con los valores del presente. De este modo el que Fanny aparezca en principio como una criatura vana sólo interesada en coser sus vestidos, o que el mayor obstáculo para el matrimonio con el poeta sea la mala situación económica de éste o que la joven no pueda jamás abandonar el domicilio familiar sin estar convenientemente escoltada por la omnipresente y algo patibularia figura de su hermano son hechos que se presentan como parte de la (para nosotros) compleja realidad social de la Inglaterra de 1820 y de este modo como parte de la labor de adaptación de la historia y no como su principal argumento.

En resumen este comentario debe verse como una recomendación para ver esta película y merece concluirse con uno de los más celebrados versos del poeta, versos por cierto que abundan a lo largo del metraje (como no podría ser de otra manera, lo raro hubiera sido lo contrario, como ocurría por ejemplo en “Sylvia” ese desabrido biopic de la escritora Sylvia Plath en el que por problemas de derechos familiares no se escuchaba ni uno de los poemas de la autora, algo que convertía la película en algo todavía más ridículo de lo que ya de por sí es cualquier cinta en la que intervenga Gwyneth Paltrow) y que desafortunadamente he tenido que escuchar doblados al español (al menos no han hecho que las rimas “rimen” como en el odioso trabajo que se hizo con “Cyrano de Berguerac”). De hecho estos versos me parece en sí una pequeña metáfora sobre el trabajo de Campion por que así como la directora consigue crear algo notable con unos materiales tan proclives a mezclarse de forma explosiva también Keats logró extraer belleza de un animal que no es otra cosa que una máquina de matar moscas cuyo hermoso canto tiene como finalidad conseguir pasarse por el pico a alguna ruiseñora.



Thursday, September 02, 2010

110 motivos para seguir viviendo. Motivo #1: "Ahí está el detalle"

Siguiendo con las listas de “las 110 cosas que…” (Una idea original de John Waters) me gustaría hacer una lista de 110 motivos para seguir viviendo y otra 110 motivos para no hacerlo. Y en lo que se refiere a la primera lista no quisiera que se incluyeran obviedades como el amor, la familia, el sexo y bla bla bla, al igual que en la segunda tampoco figuraran la muerte, la enfermedad, el egoísmo y demás pavadas.

Me estoy refiriendo a las pequeñas cosas que te hacen la vida más agradable (como las pastillas de goma con forma de botella de coca cola) o desagradable (los tipos que te contestan al teléfono masticando chicle.).

Y para el número uno de la lista de cosas positivas me gustaría empezar con…….los comentaristas mexicanos del youtube.

Como sabrán todos los que sean asiduos de esta web (posiblemente el 100% de las personas que se conectan) lo importante del tutubo no son los videos sino los comentarios, de hecho yo casi nunca veo los videos y por supuesto cuando me encuentro alguno en el que los comentarios han sido desactivados lo abandono inmediatamente. Muchas veces se entra en youtube para ver lo que la gente piensa de esa película o de ese capítulo de una serie que acabas de ver o de esa noticia que se acaba de publicar. Y siempre serán opiniones sinceras siendo como es la plataforma de expresión más libre del mundo, una libertad que incluye desde luego el poder decir las mayores burradas que se pueda imaginar (la libertad absoluta no es algo necesariamente bueno, pero sí bastante interesante). Pero lo importante es que cuanto alguien tiene garantizado el anonimato siempre dice la verdad, incluse cuando miente.

Por supuesto abundan las inacabables y estériles peleas (si algún día un genio me concede tres deseos uno de ellos será que terminen las trifulcas entre sudamericanos y españoles por un quítame allá ese oro) pero como usuario veterano ya he aprendido a esquivarlas, sobre todo después de la última innovación técnica del programa.

Pero volviendo al motivo principal de esta entrada yo siempre digo que no hay nada mejor para levantar el ánimo que introducirse en un video en el que se sabe que habrá mexicanos comentando, hay algo en el argot popular de ese país que resulta inevitablemente desternillante incluso aunque los autores de los comentarios en cuestión no persigan esa reacción. Algo que no me sucede con los comentaristas de otros países de habla hispana, los de los argentinos por ejemplo me resultan antipáticos y ásperos, aunque mucho menos que los de los españoles que suelen ser directamente odiosos. En cambio estoy convencido de que si en alguna ocasión algún habitante del país azteca quisiera ofenderme no lo conseguiría de ninguna manera, alguien que se dirigiera a mí tildándome de “viejo angurriento”, “nalgas miasmas” o “pinche naco chilango” no lograría otra cosa que enternecerme.

Como muestra un botón. Vean este vídeo.





Que genero entre muchos un comentario de este orden.

“Pinches chichotas, la neta le cuelgan como calcetín con canica pero si les daba unas buenas mamadotas a esas chichis. Además una rusa, no me imagino mi ñonga entre esas tetotas uuuuhm sabroso. Sólo faltó que nos enseñara el tamal, lo ha de tener bien sabroso también”

¡ORALE!.