Friday, August 24, 2012

Esta semana he visto








Conocí el cine de José Luis Guerín en una retrospectiva sobre su obra que se proyectó en el Festival de Cine de Gijón de dos mil nosecuantos. Mi intención era ver todas las películas que ponían de él, pero después del visionado casi consecutivo de “Los motivos de Berta” e “Innisfree” quedé tan agotado mental y físicamente  (en las salas hacía un calor del carajo) que lo dejé para otra década. Más tarde tuve ocasión de ver “En construcción” y “En la ciudad de Silvia” así que ya sólo quedaba “Tren de sombras” para cerrar  momentáneamente el expediente Guerín.

“Tren de sombras”  (o “El espectro de Le Thuit”) tiene el formato de un falso documental (en su variante “found footage”) acerca de una película filmada por un abogado francés durante la segunda década del siglo pasado. Los primeros 20 minutos del filme consisten precisamente en una recreación de una película (convenientemente “envejecida”) doméstica que escenifica la apacible vida de una familia acomodada de  provincias. Esta parte del filme me resultó bastante agradable, si por mí fuera no me hubiera importado que todo el metraje de “Tren de sombras” consistiera precisamente en contemplar a un grupo de burgueses haciendo el ganso a sus anchas mientras sonaba música de Debussy.
Los siguientes 20 minutos muestran los mismos escenarios recreados anteriormente pero en la “actualidad” y suponen una bella (que no interesante) evocación nostálgica del pasado con la cámara recorriendo el territorio físico de la casa y el jardín antes llenos de vida y ahora dominados por una silenciosa decadencia.

Los últimos 40 minutos en cambio son un horror pues son esos en los que Guerín se dedica a tontear con sus juguetes cinematográficos en una variante vanguardista de la historia (incluyendo un patético homenaje a “Blow Up”) que nadie necesitaba y que por lo que he leído muy pocos aprecian, de hecho supongo que la mala fama que tiene esta película procede precisamente de este pedante segmento.

De todos modos  entiendo que haya gente a la que no le guste el cine de Guerín (de hecho lo difícil es precisamente encontrar a alguien a quien sí le guste) pero a parte de esa gente más que irritarles el visionado de este tipo de películas parece que lo que les
irrita de verdad es su mera existencia, y en esto tampoco estoy de acuerdo, de no haber cineastas que se han arriesgado a innovar (o a tratar de hacerlo) el arte al que se dedican posiblemente todavía estaríamos asistiendo a una repetición infinita de “El regador regado” . 





 


Una buena crítica del país (habrá que buscar más referencias a partir de ahora) me llevo a ver esta película de miedo dirigida por un novato y escrita por Guillermo del Toro (ojala hubiera conocido este dato previamente).

Vulgar película con niña y casa misteriosa, he aguantado hasta la primera aparición del espanto, después la he mandado al cuerno. No recomendable ni como mero entretenimiento, la vida es demasiado corta. Quizás es que tengo el gusto un poco perturbado por todas las bizarradas que estoy viendo últimamente pero dudo mucho que le de otra oportunidad a esta historia.


 

“Another Country” es una película de esas que tenía que haber ido a ver en su época, desde luego los compañeros del Instituto lo hicieron (la rama intelectual y cinéfila se entiende)

Aunque se usa un nombre supuesto, la trama está explícitamente inspirada en la figura histórica de Guy Burguess, un hijo de la clase alta británica que terminó traicionando a dicha clase y a su país vendiendo secretos a la Unión Soviética. La película trata de indagar en los motivos profundos de esa traición narrando la historia de Guy Bennet (alter ego de Burguess interpretado por Rupert Everett), un estudiante universitario que sufrirá el rechazo de sus compañeros debido a su notoria homosexualidad (y el término notorio no es un simple adorno retórico, el problema de Everett reside precisamente en la exposición pública de su condición, una condición tolerada por el sistema como una consecuencia lógica del modo de vida unisexual académico siempre y cuando se mantenga en secreto).

De todos modos prescindiendo del prólogo y el epílogo de la película, así como de las connotaciones históricas del asunto, lo cierto es que “Another Country” es un excelente retrato del rígido sistema educativo de la clase alta británica (imprescindible si luego se requería a estos hombres que ordenaran disparar a bulto en Amritsar o Londonderry) además de una película notablemente valiente (no olvidemos que era el año 1984).

Destaca también la notable actuación de tres actores por aquel entonces horriblemente jóvenes (el ya mencionado Rupert Everett, Colin Firth y Cary Elwes) por más que de los tres uno esté condenado “ad aeternum” a hacer de homosexual  frivolon y el otro siempre será el jodido pirata Roberts.

 
La verdad es que nunca he sentido mucho interés por ver “Frenético”, pero dado que Polanski es un director que me gusta mucho (por más que piense que no ha vuelto a hacer algo verdaderamente bueno desde “La muerte y la doncella” y de eso hace ya casi veinte años), y la casualidad me ha puesto esta película a tiro me he decidido a verla.

La historia me ha recordado un poco a “El hombre que sabía demasiado” (por el tema de “americanos en peligro”, y esa de forma tan angustiante de soledad de un hombre en un país cuyo idioma no conoce) y “Hardcore” (familia de clase acomodada que descubre por azar un mundo paralelo y sórdido y también en todo lo relacionado al papel que interpreta Emmanuelle Seigner ).

En resumen me ha parecido un thriller bastante bueno del que sólo me sobró el condenado “I´ve seen that face before” de Grace Jones que debe sonar como veinte veces durante el metraje.  





 

“Alicia en las ciudades” de Win Wenders es una extraña road movie que comienza en Nueva York, continua en Amsterdam y concluye en la cuenca del Ruhr, y a mí una road movie que tenga lugar en la cuenca del Ruhr en el año 1974 es algo que ya cuenta de entrada con mis simpatías. La película es además una muestra de cómo han cambiado los tiempos o de cómo un individuo puede recorrer medio mundo occidental (vuelo transoceánico incluido) en compañía de una niña que acaba de conocer sin que a nadie parezca importarle tres pepinos.  

Hay muchas formas de contar una historia como esta y Wenders elige un modo que evita subrayar la carga emocional de la situación dejando que esta fluya por la simple exposición de los hechos y fiándose (con acierto) del carisma de sus protagonistas logrando así una película encantadora




 

Primer título de la conocida como “trilogía de la venganza” del director coreano Chan-Wook Park junto con “Sympathy for Lady Vengence” (de la que recuerdo pocas cosas a excepción de su impactante final) y “Old boy” (que posiblemente recodaré plano por plano el resto de mi vida).

De las tres ésta me ha parecido la menos buena por su hermetismo y también por la casi total ausencia de sentido del humor (al contrario que en “Old boy” que sí que lo tenía por más que fuera de color negro petróleo) si exceptuamos el contenido en el giro final que me ha parecido verdaderamente magistral. Más interesante por su concepto (lo difícil que resulta encajar la idea tradicional de la venganza en una trama en la que todos los personajes tienen buenos motivos para actuar como lo hacen) que por su puesta en imágenes.      


Revisando los comentarios en film affinity y en youtube (nefasta costumbre que casi siempre tengo que abandonar a la mitad debido a los cabreos que me cojo)   tras visionar “El hombre de al lado” tengo la sensación de haber interpretado de forma errónea esta película o al menos no de la misma forma que lo ha hecho casi todo el mundo.

A mí esta historia de antagonismo entre dos vecinos (Leonardo, un intelectual burgués y Víctor un proletario vulgar y escandaloso) me ha parecido tan caricaturesca que sólo podía entenderla como un espectáculo de puro humor a cargo de dos actores que me han resultado verdaderos maestros del oficial, me refiero especialmente al desconocido (al menos en España) Rafael Spregelburd que interpreta a Leonardo, un individuo tan pusilánime y fatuo que provoca una risa incontrolada cada vez que aparece en pantalla aunque no haga ni diga nada.

Sin embargo los comentarios antes mencionados señalaban en cambio un verdadero propósito de análisis y reflexión sobre dos formas diferentes de ver y de enfrentarse a la vida así como dos tipologías sociales que para mi sorpresa muchos de esos comentarios calificaban de auténticas, quizás visto de esta manera ese final que yo encontraba tan inapropiado y tan en contra del tono con el que yo había definido esa película adquiera más sentido.

Como quiera que sea un filme muy recomendable  independientemente del significado que se le quiera dar y es que ver a dos argentinos en plena refriega dialéctica es un espectáculo que se justifica por sí mismo.   


 
Más que una película “Aullido” es un docudrama que alterna entre una representación animada del célebre poema (muy de agradecer porque yo en formato papel nunca he podido pasar de la parte de “el pico rabioso”) y una representación del juicio por obscenidad contra el editor de la obra (qué culpa tendría el pobre hombre digo yo). Entre medio algunas escenas de la biografía de Gingsberg que no pasan de ser meros bosquejos en los que aparecen figuras determinantes en su vida y su obra como Jack Kerouac, Neal Cassidy o Peter Orlovski, de hecho todo el film aparece como un breve y sencillo homenaje a una corriente literaria y vital que posiblemente tendrá mayor proyección cuando se estrene “On the road” por más que me da a mí que esa película va a ser un tranque.






 

Como aficionado al cine (me gusta más esa definición que la de cinéfilo) uno tiene la obligación de acercarse de vez en cuando a esas figuras tan celebradas por la crítica moderna. Una de ellas es la del tailandés   Apichatpong Weerasethakul (también conocido como: el director del nombre corta-pega, al que más le valdría buscarse un seudónimo como “Pichi” o “Weku”) pero todo tiene un límite.

Tengo buen recuerdo de “Tropical Malady” pero esta “Síndromes y un siglo” es un claro ejemplo de película que sólo se puede ver en una sala comercial donde la concentración obliga a dirigir la vista a la pantalla, si uno intenta verla en casa será casi imposible no darle al botón de stop en algún momento tras reconocer, no sin cierta zozobra, que no te estas enterando de nada y que aunque así fuera te importaría un carajo. Honestidad ante todo.


 
“Juan de los muertos” hace con el cine de zombies lo que “Shaun of the dead” hizo en su momento, si la película inglesa era una forma algo estrambótica de hablar de la vida en el norte de Londres, la película de Alejandro Brugués intenta lo propio con La Habana y ahí podría residir el mayor o menor interés del filme que uno (que conoce a una infinidad de cubanos pero que jamás ha estado en la perla del Caribe) juzga como una visión mucho más honesta (a la par que más divertida sin duda) que otros esfuerzos más académicos como “Habana blues” y tal.

Puede que las actuaciones sean penosas y que por momentos el tono humorístico roce lo camioneril pero rodar una película de zombies en la Cuba mugrienta y decadente del tardo castrismo es una hazaña conmovedora.   


 
“Amor y otras drogas” es en cierto modo una extraña película que comienza con un tono decididamente cómico y que a la mitad del metraje vira hacia los territorios de la comedia romántica en su variante “te quiero cariño pero me estoy muriendo”.

Personalmente me gusta más la primera parte -que además ofrece por añadidura una inquietante descripción de las miserias del sistema farmacéutico estadounidense- que la segunda que en su pretensión de hacer algo diferente termina por acabar siendo igual a todas las películas de su género (incluyendo final penoso).  

 
Creo recordar que en un mismo fin de semana (o en dos muy próximos) coincidieron dos estrenos con un mismo personaje protagonista aunque con un tono muy diferente. En el reparto de comentarios previos la película mala parecía ser “Mirror, mirror” y la buena”Red riding hook” (siempre hablando de un universo compuesto únicamente por dos alternativas). Desde luego si en aquellos días me hubieran apuntado con un trabuco en la entrepierna y me hubieran obligado a escoger habría optado por la segunda antes que por la primera.

Pues bien, no sé como sería el filme protagonizado por Julia Roberts pero “Red riding hook” es una auténtica mierda que sólo he podido aguantar hasta la escena del baile, posiblemente una de las más ridículas que he visto en mi vida. Pero ha sido culpa mía por meterme donde no me llaman, me declaro demasiado viejo para este tipo de cine. Pensé que tras una resaca provocada por la mezcla irresponsable de whisky de garrafa y durum turco una gilipollez como esta sería más adecuada que los 130 minutos de “Faces” de John Casavettes (que era la alternativa que tenía en la reserva). Está claro que me equivoqué.

Monday, August 20, 2012

The little Scott

Ha muerto Tony Scott y mentiría si dijera que esa muerta me importa algo.

Examinando su biografía fílmica se encuentra uno con un puñado de títulos que sólo tienen en común el nombre que aparece en los créditos como director, lo que demuestra la ausencia de estilo de un hombre que sólo produjo entretenimiento de diversa calidad, en ocasiones buena como en "Déjà vu", en ocasiones correcta (por no decir mediócre) como en "Mareja Roja" y en ocasiones nauseabunda como en "Top Gun" (que nostalgías aparte sigue siendo tanto hoy como entonces una gilipollez).

Lo único que creo que quedará en la memoria (al menos en la mía) serán algunas escenas de "True Romance", en concreto una (y habría que ver qué parte de ella corresponde en realidad a Quentin Tarantino)

In pace requiescant



  

Friday, August 17, 2012

Esta semana he visto y he leido







Dracula: pages of a Virgin´s diary es una de las muchas adaptaciones de la inmortal (uso esa palabra por el simple hecho de que parece que no hay modo de librarse de ella) novela de Bram Stoker que consiste en esta ocasión en representarla en forma de ballet.

A pesar de ella la película (muda y en blanco y negro con algunos virados en sepia y en otros colores con nombre interesante)  sigue más o menos la estructura del original literario con algunas variantes, como el hecho de que Jonathan Harker y Mina no aparezcan hasta casi la mitad del metraje. Aparte de esto lo cierto es que resulta bastante complicado ver la película sin ponerte a pensar en tus cosas al mismo tiempo, quizás sea lo mejor porque imágenes como las del duro Quincey Morris haciendo molinetes en el aire puede ser demasiado grotesca, por no hablar de ese Drácula chinorri. En fin, una curiosidad que dura poco y no molesta demasiado.  





Después de entregar al mundo la que posiblemente sea la primera película de culto del Siglo XXI (“Donnie Darko”) se esperaba con interés la segunda obra del cineasta Richard Kelly, una obra de facturación por lo visto bastante complicada pues tardó seis años en estrenarse El resultado ha sido “Southland Tales”.

Vamos a ver, a mí no me importa ver una película y no tener ni idea de qué es lo que intentan contarme, prefiero saberlo evidentemente, pero el no saberlo tampoco me ha resultado nunca un demérito siempre y cuando el espectáculo sea capaz de producir sensaciones positivas. Ahí están la propia “Donnie Darko” o “Primer” por poner los dos primeros ejemplos que se me vienen a la cabeza. ¡Qué diablos! “El año pasado en Marienbad” está considerada como una de las grandes obras de arte del cine y nadie ha sido capaz de entender un carajo acerca de qué va el tema (y el que diga que lo entiende miente como un bellaco).   

De este modo el problema no es el hecho de que se casi imposible seguir el hilo argumental de “Southland Tales”, el problema es que lo que te están contando te importa un pimiento o, peor aún, te resulta chirriante. De hecho ver esta película es lo más próximo –cinematograficamente hablando- a contemplar como se rasca un plato con un tenedor. O al menos esta ha sido la sensación que he tenido en los 40 minutos que le concedí a esta cosa, no creo que pudiera haber continuado así los largos 140 que dura la película (y por lo visto el montaje original llegaba a los 160 ¡horror!).

Lo más gracioso es que, leyendo algunos comentarios,  resulta que hay un cómic de tres volúmenes donde se explica todo y según dicen hay que leerlo todo antes de ver la peli. Pues que los lea el padre de Mister Kelly.      








No ha sido fácil ver “Dans ma peau”. En primer lugar ha costado más de lo habitual “comprarla”, en segundo lugar ha sido imposible encontrar subtítulos en castellano. Ni siquiera en la heroica “Subdivx” donde se puede encontrar casi todo ha sido posible, al final me he tenido que decidir entre una versión subtitulada en inglés y otra subtitulada en italiano, he elegido el inglés porque desconfío de un idioma que traduce “Top hat” por “Il capello cilindrico”.

Pero incluso una vez conseguido el material “Dans ma peau” sigue siendo una película difícil de ver, de hecho me ha parecido una de las más desagradables que he visto nunca, y no agradablemente desagradable sino desagradablemente desagradable (perdón por el trabalenguas cuyo significado trataré de explicar después).

En una entrada del singular blog “Lector constante” (  http://www.lectorconstante.com/2007/01/05/dios-mio-no-siento-las-piernas/#comments) se transcribía un extracto del libro del neurólogo Oliver Sacks  “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, en dicho extracto se narraba la historia de un paciente que manifestaba un horror irracional hacia su pierna izquierda que aseguraba que no le pertenecía. Un fenómeno semejante se describía también en un capitulo  de la serie “Nip tuck” (una fuente mucho menos ilustre que el doctor Sacks desde luego pero para el caso es lo mismo) donde otro individuo manifestaba un horror semejante por uno de sus miembros inferiores y pretendía que los simpáticos doctores Troy y Macnamara se lo amputaran.

En “Dans ma peau”,  la protagonista del drama (interpretada por Marina de Van que también escribe y dirige la película) siente una alineación respecto a su cuerpo igualmente extraña que la lleva al extremo de no sentir dolor cuando se provoca accidentalmente una grave herida en la pierna, a partir de ese momento la mujer inicia un incontrolable y terrible proceso de autoconocimiento carnal ilustrado a través de una serie de escenas que en ocasiones me han obligado a detener el visionado la película para coger resuello, y en otras me han puesto al borde del vómito (algo que como espectador de alguna clase de manifestación artística sólo me había ocurrido leyendo las confesiones del asesino Albert Fish y el segmento del concurso de tartas perteneciente al cuento “El cuerpo” de Stephen King).

Y no es que estemos ante un despliegue espectacular de efectos especiales hemoglobínicos, de hecho lo más aterrador de las escenas antes mencionadas es su apariencia de realidad, en ocasiones más sugerida que mostrada. Posiblemente muchos fans del cine de terror que son capaces de contemplar sin un pestañeo las imágenes de ficción más sórdidas sentirían repulsión al ser testigos, por ejemplo, de una operación a corazón abierto, algo semejante ocurre en esta película y precisamente por eso me gustaría recomendar su visión con toda clase de prevenciones gastroenteríticas. 





 

Aceptando que no tengo alma, corazón ni vida para leerme toda su obra (de hecho me faltan al menos cinco de sus títulos más conocidos para declararme al menos un simple aficionado a dicha obra) hay que reconocer que Stephen King es en ocasiones un escritor apasionante, y digo en ocasiones porque, por muy bicho raro que parezca, el hombre es más americano que echarle mantequilla a las palomitas y a veces es eso precisamente lo que hace, echar algo pringoso como condimento a algunos de sus relatos convirtiéndolos en un engrudo que dan ganas de ponerle por sombrero.

Después del (en mi opinión) fiasco de la lamentable “Cell” hace ya unos años, lo cierto es que siento algo de aprensión a volver a enfrentarme a alguno de esos enormes libracos que King saca de vez en cuando porque además de no ser un material barato la sensación que producen es una mezcla de pereza e incertidumbre. Pero como no quiero perder del todo el contacto con el gafotas de Bangore he decidido leer esta colección de cuentos cortos (es un decir, al menos tres de ellos podrían definirse más bien como novelas cortas) y aunque no hay ninguno que pueda calificarse de malo sí que he sentido al leerlo la misma sensación de ambigüedad que mencionaba antes, en concreto me han gustado más los relatos impares que los pares, pero vamos a concretar un poco más.

  1. 1922
Ambientado en la America profunda anterior a la Gran Depresión, este relato llama la atención por la atroz misoginia que desprende, pero más que un demérito me parece una honesta forma, no ya de contar una historia de aquella época, sino de tratar de imbuirse del ambiente social en el que dicha época tuvo lugar. Bajo la forma de un naturalismo-fatalismo que recuerda a las novelas decimonónicas, se narra la génesis de un crimen rural que, como en dichas novelas, supone una profunda transformación en la conciencia y en el alma de los que en él participan. Además el relato alcanza unas cotas de sordidez verdaderamente espeluznantes, de un modo que casi se puede olfatear.


  1. Camionero grande.

Aunque se tratara de una simple historia del subgénero violación y venganza (de hecho es eso exactamente lo que es) este cuento sería digno de leer solo por la embriagadora forma de narrar que tiene King, de hecho reconozco que mi libro preferido de este autor es  “Danza macabra” que no es una obra de ficción sino una suerte de ensayo literario-cinematográfico sobre el terror y la ciencia ficción del siglo XX, añadiría que en ocasiones los prólogos y epílogos de sus libros son tan interesantes como el libro mismo (y a veces incluso más ). Pero de todos modos es una lastima que “Camionero grande” caiga en el mismo error que todos los relatos del subgénero antes mencionado (que es por cierto un subgénero puramente cinematográfico) que es ceder ante la imbatible fantasía americana de la venganza perfecta.



  1. Una extensión justa.

El relato más corto, el único en el que entra en juego un elemento fantástico (o cuanto menos no realista), y el más gozosamente sádico del cuartero, un cuento rebosante de mala leche que es una prueba más de que lo que verdaderamente mueve el mundo es el odio.


  1. Un buen matrimonio

Las primeras páginas de este último cuento podrían definirse como la versión literaria del célebre segmento “vida matrimonial” de la película “Up”, y lo mejor de todo es que lo que ocurre después (que por supuesto no tiene nada que ver  con la emotiva película de Pixar) no desvirtúa en absoluto lo descrito hasta ese momento, de hecho el punto fuerte del relato consiste precisamente en una reflexión sobre la dualidad del hombre que se resume en la pregunta “¿Alguien conoce realmente a alguien”? que se formula la protagonista. Por desgracia el relato acaba por parecerse más a “Camionero Grande” que a una novela de Patricia Highsmith como parecía en un principio.            

Thursday, August 09, 2012

 
Extraña y perturbadora película que funciona como una enorme metáfora para condenar el machismo y la tradicional cultura del patriarcado familiar. Es por eso que resulta llamativo el hecho de que “The woman” haya sido calificada precisamente de todo lo contrario, quizás sea debido a que el director Lucky Mckee (de entre su corta filmografía reconozco “May” y el capítulo “Sick Girl” de la serie “Maestros del terror”, otras dos reivindicaciones “sui géneris” de la liberación de la mujer) haya escenificado dicha metáfora con un espeluznante repertorio de agresiones misóginas como malos tratos, violación, tortura y algún otro que ni siquiera debe estar recogido todavía en el Código Penal de puro extravagante.

No obstante viendo la película nunca tuve la sensación de estar ante una mera exhibición de atrocidades, como por ejemplo en el caso de “The girl next door” (curiosísimo que me vinieran recuerdos de esta película mientras veía “The woman” porque al final resultó que ambos filmes están basados en novelas escritas por un tal Jack Ketchum), sino como un marco imprescindible para tratar de expresar la villanía no de un par de individuos particulares sino de toda una forma de entender la sociedad. Lastima que, a mí entender, Mackee decidiera al final de la película variar el tono desde una territorio semejante al de la alegoría impactante de “Una historia de violencia” hacia otros más próximos a lo puramente macabro, tanto que me hicieron recordar incluso el delirante clímax de “La Casa de los 1000 cadáveres”.

De todos modos ver “The woman” me sigue pareciendo un ejercicio enormemente interesante que recomiendo a casi todo el mundo. A destacar un igualmente peculiar e insólito uso de la banda sonora compuesta toda ella por otro tal Sean Spillane en una sugerente mezcla de música indie y rock sureño.   





 
Gran sorpresa en los títulos de crédito cuando aparece el nombre de William Friedkin como el autor de “Bug”.  Este realizador norteamericano es el epítome de los directores que una vez apuntaron a lo más alto y que, por motivos siempre difíciles de explicar, cayeron en la mediocridad. En el caso de Friedkin, después de alcanzar la gloria encadenando dos filmes tan fundamentales  como “French  Conection” y sobre todo “El exorcista”, no ha vuelto a hacer nada que se acerque ni de lejos al éxito de crítica y público que supusieron estos dos títulos. Está claro que con “Bug” tampoco consiguió remontar el vuelo.

Centrándonos ya en la película que nos ocupa habría que llamar la atención sobre el hecho de lo mucho que se parecen en el aspecto argumental este filme y el más reciente “Take Shelter” aparte el hecho de que ambos están protagonizados por Michael Shannon, Mister Weird. En las dos películas se describe la progresiva caída en la locura de un individuo al tiempo que se describe asimismo de forma más o menos explicita el entorno social en el que vive, si en “Take…” se trataba de una típica familia de clase media trabajadora aquí el drama se desarrolla en el ambiente marginal de la basura blanca del oeste americano. En este aspecto la película de Friedkin es incluso más descriptiva, de hecho durante gran parte del metraje el interés de la historia parece centrarse en la desesperanzada relación que se establece entre una camarera bisexual casada con un agresivo ex convicto y un trastornado veterano de guerra. A medida que el hombre va arrastrando a la pareja hacia la paranoia la película abandona el estilo naturalista y se sumerge igualmente en un delirio más espectacular pero quizás menos interesante que lo visto hasta ese momento.

Aunque de todos modos para mí “Bug” se plantea sobre todo como un enfrentamiento entre dos formas de actuación, el habitual excelente trabajo de Shannon (posiblemente se pasará el resto de su carrera haciendo de colgado pero qué se le va a hacer) y lo que hace Ashley Judd en todas las películas en las que sale (es una manía personal), de hecho afirmo que uno de los muchos meritos de “Bug” es que ni la Judd consigue arruinar el espectáculo.          



 

Colocar a una mujer embarazada como eje del argumento de una película de terror es asegurarse de antemano el éxito (siempre hablando dentro de los límites de la comunidad de aficionados al cine de género), la cuota de angustia y suspense que supone poner en peligro a alguien que se encuentra en una situación de tanta vulnerabilidad (en el aspecto físico) está garantizada.  “À l'intérieur” juega a eso casi desde la preproducción de la película (véase el propio título del filme así como uno de sus carteles promocionales).

La película  es una de las muestras más celebradas de ese moderno cine de terror francés (cuyo nacimiento datan algunos en el estreno de “Haute Tension” en el 2003 pero vaya usted a saber) cuyas obras estén en consonancia con la corriente hardcore iniciada igualmente a principios del siglo XXI (y cuyo comienzo podríamos asimismo datar, también con todas las reservas del mundo,  en algún momento entre el estreno de “La Casa de los 1000 cadáveres”, “Hostel” y “Saw”) y en ella vuelve a brillar con luz propia la perturbadora Beatrice Dalle que ofrece una de las villanas más incombustibles de la última década.

 

La película sin embargo no me ha terminado de gustar, tiene un principio muy poderoso, pletórico de suspense y que supone una perfecta introducción a lo que se supone que será el clímax de la función, pero cuando ese momento esperado llega la verdad es que me ha resultado monótono y reiterativo (y todo ello a pesar de la corta duración del metraje), con el añadido de sucesivos personajes innecesarios y perjudiciales cuando la tarma sólo hubiera necesitado a las dos protagonistas (y antagonistas). Además el estilo del filme a esa altura de la trama se aleja ya del sadismo y la crueldad (características peculiar del resto de filmes con los que comparte referencias cinematográficas y que en modo algunos me hubieran disgustado porque era precisamente lo que esperaba ver) para asemejarse más a una broma estéril y grotesca, como la del niño que le arranca la alas a un saltamontes.   Y la cosa se pone peor cuando llega el desenlace del drama (del que sólo salvaría un interesante giro final que es de agradecer por más que se use para explicar algo que de todos modos tampoco necesitaba explicación)  en un encadenamiento de secuencias que sólo puedo comparar con alguna de las chifladuras del splatter italiano más barriobajero, de esos que Lucio Fulci filmaba con la uña.




La imagen del extraño ser que los infortunados tripulantes del Nostromo se encontraban en estado fósil mientras trataban de cumplir con sus deberes de buen samaritano (y que ahora me he venido a enterar de que había sido bautizado como “space jockey”) , ha sido siempre una de las más icónicas de la primera película de la saga “Alien”. Al rememorar esta escena era inevitable preguntarse qué era esa criatura y qué fue lo que le sucedió, una pregunta retórica desde luego, de las que es más divertida hacer que contestar, de hecho “Prometheus” puede ser definida como la respuesta de Riddley Scott a una pregunta que nadie se había hecho en serio.

Pero como quiera que fuese y por los motivos que sean Riddley Scott ha partido de esa premisa para recuperar la historia que le puso en primera fila de la industria del cine (ahora diríamos que está en la cuarta o quinta fila pero eso ya es otra cantar), la fórmula elegida es pues la de la precuela, al igual que se hizo no hace mucho con “La cosa”, una alternativa en todo caso mucho más  estimulante que el habitual remake bobo que consiste en volver a filmar la misma historia con otro efectos (generalmente mejores) y con otros actores (generalmente peores).

De todos modos tampoco se trata de una precuela al uso, que nadie espere que la película termine justo cuando se emite la llamada fatal que trajo al Nostromo hacia el planeta del viento, en “Prometheus” Riddley Scott decide contar una historia completamente distinta a aquella, de hecho en esta nueva película las célebres criaturas xenoformes quedan reducidas al mero papel secundario de armas de la guerra biológica. El argumento principal gira más bien en torno a una búsqueda de carácter humanístico-religioso de un tono bastante desagradable y en la que no vale la pena detenerse demasiado.

Aquí lo que importa  es que estamos ante un entretenimiento de primera categoría que hace que sus dos horas largas de duración pasen en un suspiro y que contiene secuencias de gran brillantez, como todas las que tienen lugar en el interior de la pirámide, escenas que incluso contienen un encantador homenaje al clásico de ciencia ficción inglés “Doctor Quatermass and the pit” (bueno de esto no tengo ninguna prueba pero me gusta pensar que ha sido así), y una en concreto que consigue la difícil hazaña de constituir una novedad en el muy trillado arte de la trepanación cinematográfica.  A destacar asimismo toda la secuencia final que comienza con una descripción del origen del reseñado “space jockey” que sólo puedo describir como conmovedora.

Hay que añadir a continuación que “Prometheus” tiene varios puntos débiles y el más destacado de ellos es sin duda su reparto. No estoy hablando de Noomi Rapace que hace un trabajo excelente y que consigue mantener con dignidad la antorcha de la legendaria Ripley, tampoco de mi, por lo general, muy detestado Michael Fassbender que da vida al personaje más interesante de la historia  (añadiría que el actor alemán por fin ha encontrado un papel en el que puede ejercer de androide de forma justificada). Hablo más bien de casos como el de de la sonrojante “space bitch” que interpreta Charlize Theron o de ese imposible Doctor Halloway que más que un científico parece un colgado de la metanfetamina, o de esa cosa que han hecho con Guy Pearce (contratas a Guy Pearce y consigues que uno no se entere de su presencia en la película hasta que ve su nombre en los títulos de crédito) por no hablar de ese Capitán de chicha y nabo que pretende ser un homenaje al gran Parker y que sólo consigue hacer el pinga pato.

En fin lo que importa es que si uno logra olvidarse del transfondo religioso y de las flojeras de casting anteriormente señaladas podrá disfrutar de un esplendido espectáculo veraniego, al menos la decepción ha sido inferior a la que nos llevamos el estío pasado con “Super 8”   

Friday, August 03, 2012

Esta semana he visto

En la enciclopedia de tópicos del cine, cuando se llega a la V de “Van Sant, Gus”, lo que toca leer es que el director estadounidense  alterna proyectos  tan arriesgados y experimentales como “Elephant”, “Gerry” o “Last days” con otros más asequibles y ortodoxos como “Descubriendo a Forrester”,  “Good Will Hunting” o “Mi nombre es Harvey Milk”.

Si aceptamos esa dicotomía como una definición del carácter artístico de la obra de Gus Van Sant será difícil ver cómo encaja “Restless” en ese esquema. Personalmente creo que no se parece a casi nada de lo que he  visto de la carrera de este director (y lo he visto más o menos casi todo excepto esa gilipollez de remake de “Psicosis” –digo gilipollez por el concepto no por el resultado que repito desconozco- y “Even cowgirls get the blues” porque me da bastante miedo hacerlo). Podríamos resumir esta película como un drama romántico de un estilo afortunadamente diferente de otras con los que se la podría comparar por su temática (“Noviembre dulce”, “Dying young” o “Love story”) aunque tampoco tan lejos, y a este respecto me gustaría manifestar que no comprendo algunos comentarios a propósito de la película que nos ocupa hoy que la tildan de cursi o edulcorada. Pues claro que las películas como ”Restless” son un poco tontas porque el amor es un asunto estúpido, sobre todo si involucra a una pareja de adolescentes de clase media  y especialmente si uno de ellos se está muriendo. Es como ver un western y quejarse de que hay mucha gente que lleva sombrero.

 Aparecen en pantalla los primeros títulos de crédito en reconocibles caracteres escandinavos y al poco rato aparece también el igualmente reconocible rostro torturado de Ulrich Thomsen, en ese momento más de un espectador se levantaría gritando “¡¡¡Dogma!!!” y  saldría corriendo de la sala (ya sea la suya o la del cine). Pero la verdad es que creo que “Allegro” tiene bastante poco que ver con esa extraña corriente cinematográfica que tanto dio que hablar hace tantos años (y que al final sólo dejó una película valiosa, precisamente aquella protagonizada por Thomsen) y sí con las propuestas narrativas de hombres como Andrei Tarkovski, David Lynch o Ingmar Bergman y si me apuran incluso Jean Luc Godard. Referencias ilustres pero merecidas para una fantasía filosófica apasionante que además representa un ejemplo de que cuando se cuenta con una buena historia y una buena realización basta con cuatro perras y con cerrar un par de calles de Copenhague para conseguir una pequeña maravilla.   





 

Aparte de algún título de interés relativo, y dejando a un lado esa pequeña obra maestra desconocida del cine vampírico que es “Martin”, se puede decir que George Romero ha consagrado su carrera cinematográfica a continuar la saga que empezó en 1969 y que se ha prolongado durante cuarenta años, ”Survival of the dead” es la sexta entrega.

En una entrevista que leí hace tiempo Romero decía que él necesitaba dotar de algún significado alegórico a sus fantasías zombies, que sería incapaz de rodar una película con el simple argumento de un individuo enmascarado que masacra a la gente con un hacha (hablaba de “Viernes 13” en concreto). Aunque es discutible que dicho afán estuviera presente en su célebre opera prima (se ha hablado mucho de la coincidencia entre el estreno de dicha obra y los incidentes raciales que sacudieron los Estados Unidos en esa época pero parece que se trata exactamente de eso: una mera coincidencia) lo cierto es que no se puede negar que las posteriores entregas de la serie sí estuvieron animadas por esa intención. No dudo que ocurra lo mismo con “Survival…”, el problema es que aquí resulta bastante difícil dilucidar en qué carajo consiste el en teoría argumento subyacente.

La acción tiene lugar en el ya habitual escenario de post-apocalipsis zombie en el que un grupo de soldados norteamericanos ha derivado en una pandilla de bandoleros depredadores que van a parar a una isla de la costa atlántica en la que se produce un enfrentamiento entre dos formas diferentes de afrontar la crisis (un enfrentamiento que curiosamente coincide  con una de las muchas subtramas de la serie “The walking dead”). El problema no reside en la absoluta falta de entidad de todos los personajes que protagonizan la historia, ni tampoco en el nefasto trabajo actoral de los profesionales que los encarnan, de hecho ambas cosas son casi una seña de identidad de las películas zombies de Romero (en mi opinión tan solo  de “La tierra de los muertos vivientes” puede decirse que tenga un argumento con personajes dignos de ese nombre), el problema está en que ninguno de dichos personajes se conduce de forma que permita adivinar cual es su razón de existir en este argumento por más que algunos de ellos expresen esa razón de forma explícita, la cosa es que o bien esa motivación es demasiado confusa o bien el comportamiento de esos personajes la contradice continuamente. Si a esto se une un pobre, cuando no inexistente, sentido del ritmo cinematográfico el resultado es una obra con una sensación de amateurismo incluso más evidente que en la obra inicial de la saga (que sí podría calificarse como un filme de aficionados).

 Aparte de esto el mero aficionado a las películas de zombies en su aspecto más sangriento encontrará imágenes dignas de recordar como algunas novedosas formas de liquidar a los resucitados (y eso que en todos estos años la imaginación parecía que se habían agotado dichas variantes), una de ellas especialmente sádica y por el contrario otra escena de una extraña belleza, un concepto difícil de encajar en una cinta perteneciente a este popular subgénero.   


 
El hecho de que “The Ward” sea un filme mediocre no debería alarmar a los millones de fans que John Carpenter ha cultivado desde su impresionante irrupción en el cine de género. No es la primera vez que el maestro mete la gamba y ahí está la horripilante “Christine” y la fofa “Starman” para demostrarlo, algunas perlas rayadas (dejo a un lado “Memorias de un hombre invisible” que no he visto ni veré nunca y “Golpe en la pequeña China” por la que siento debilidad aparte el hecho de que Carpenter cada día se parece más al brujo Lo Pan) dentro de una de las más impecables carreras profesionales del cine de terror de los últimos treinta años.

“The Ward” es un thriller correcto con cierto aroma de giallo italiano mezclado con una trama de terror psicológico, nada que sobresalga demasiado de un espectáculo normalito que posiblemente muchos aficionados (yo incluido) hubieran dejado pasar de no ser por el prestigio de su director. Tengo que reconocer de todos modos que el final me pilló de sorpresa. A pesar de ello “The Ward” es un producto para olvidar junto con el resto de mediocridades que de vez en cuando se permite mister Carpenter mientras todos esperamos que vuelva a dar en el clavo.  

 

A propósito de John Carpenter, después de ver “Trick 'r Treat” tengo la sensación de que la festividad de la víspera de difuntos fue sólo una excusa para colocar la trama de “La noche de Halloween” en un entorno reconocible para el espectador porque lo cierto es que la acción de esa película bien podría haberse desarrollado la víspera de la festividad de San Parrufo sin que se notara la diferencia, digamos pues que era una película que tenía lugar la noche de Halloween pero no era una película sobre Halloween.

“Trick 'r Treat”, siendo una película de muchísimo menor calado que la obra maestra de Carpenter, podría llegar a convertirse (o al menos lo merecería) en un clásico de esa agradable tradición de la cultura anglosajona. Con una estructura subdivida en historias cortas (en un estilo que recuerda vagamente al de las simpáticas películas de la productora “Amicus”), en ocasiones entremezcladas, y que tienen en común una unidad de tiempo y lugar (el tiempo ya sabemos cual es y el lugar es desde luego una pequeña población americana situada donde Cristo dio las tres voces) y la presencia de un demoniaco maestro de ceremonias (con un curioso parecido al nene de “El Orfanato”). Como suele ocurrir en este tipo de películas algunas historias son mejores que otras, pero al menos en esta ocasión se ofrece una variedad temática y de estilos muy de agradecer: tenemos por un lado la clásica historia de horror de la mano de unas criaturas también pertenecientes a la tradicional narración de miedo (segmento protagonizado por Anna Paquin que da vida a un personaje que parece un bosquejo de Sookie Stockhouse); también hay un cuento macabro cuyo desarrollo ofrece además escenas verdaderamente transgresoras si tenemos en cuenta que al fin y al cabo es un film cuyo destinatario natural es el gran público (protagoniza Dylan Baker en un papel que parece una extensión de su recordado rol en “Happiness”); más tarde una aterradora y malvada leyenda urbana de fabricación casera que deja para el recuerdo algunas de las escenas más memorables de la película (esta vez protagonizan un grupo de niños desconocidos pero que, como suele ser habitual, pueden dar más miedo que Ron Perlman con flemones) y por último la conclusión de todo el circo y el momento en el que el maestro de ceremonias deja ver su horrible faz (protagoniza Brian Cox que no se olviden que fue el primer Hannibal Lecter del cine).

En definitiva una gran película de terror que ya he metido en la carpeta de cosas para ver la noche del 31 de Octubre de todos los años.