Wednesday, February 27, 2013

Esta semana he visto...

MY FUNNY VALENTINE
 
 


Los misteriosos caminos de la distribución cinematográfica en España han hecho que llegue a nuestras pantallas ahora este filme estrenado en USA en el año 2010.
Antes que nada habría que advertir, sobre todo al espectador despistado por el título de la película y por el nombre de su protagonista, que esto no es “The notebook” ni se le parece lo más mínimo. “Blue Valentine” es una película que huye de la imagen tradicional del drama amoroso y apuesta por una idea más cínica y práctica de ese sentimiento que tantos ríos de tinta y metros de celuloide ha hecho correr. La pareja formada por Dean y Cindy busca en su relación (narrada en dos historias paralelas que recogen respectivamente el comienzo y la conclusión de su historia juntos) un escape a sus propias miserias personales fabricando una ficción romántica con fecha de caducidad. El tono de la película es pues deliberadamente depresivo más que melancólico y por añadidura ligeramente misógino.
La película es larga y pródiga en escenas redundantes y el tono pesaroso que domina todo (como decimos más tristón que triste) termina por cansar un poco, de hecho el interés se mantiene por el trabajo de Ryan Goslin y Michelle Williams y su innegable carisma en pantalla, juntos y por separado.     
Sólo añadir dos cosas más, primero que en esta película también habría que quedarse a ver los títulos de crédito y segundo que pensaba que era un estreno que sí podría ver en cine pero la tenebrosa posibilidad de que escena que sigue pudiera ser doblada (Después de lo que hicieron con “The Master” ya me lo creo todo) me obligó a volver los callejones de la red. 
 
 
BROWN SUGAR
 
 


Este recientemente oscarizado documental se adhiere a una cierta tendencia del parte del género en torno al rescate de las víctimas del Rock and Roll castigadas no ya con el malditismo sino también con el olvido. Sería el caso de algunos títulos como “The Devil and Daniel Johnston” o “Anvil: The story of Anvil”.


El problema de “Searching for Sugar Man” es que no resulta un filme tan modélico como el primero pero sí tan amateur como el segundo aunque carece de la capacidad de empatía del mismo. Resulta así paradójico que el mayor potencial de la película sea precisamente aquello que se nos hurta (de forma deliberada o involuntaria) que no es otra cosa que el personaje principal de la misma.


En efecto el documental se centra en describir más bien el sorprendente renacimiento musical que el olvidado músico de Detroit tuvo en la lejana Sudáfrica así como en narrar el proceso mediante el cual el hombre misterioso fue encontrado y revelado por fin al mundo. No obstante la figura del propio Sixto Rodríguez resulta hurtada al espectador tanto en la descripción de sus comienzos como en el momento en el que por fin podemos ver su imagen y escuchar sus escasas palabras, tanto es así que, tal y como se señala en la crítica de la revista “Dirigido”, el espectador ignorante de la historia auténtica tiene serias dudas de si está viendo un documento real (tal y como ocurría en “Grizzly man”, lo sé por experiencia).


Lo que queda es una imperfecta historia que, al igual que en las dos referencias anotadas al principio del comentario, trata de dar un final feliz o al menos digno a una figura maltratada por la industria. Quedémonos con eso.


 


 
EN EL DESIERTO
 
 
 


“Siete psicópatas” es la segunda película de Martin McDonagh tras la interesante “In Bruges” y al igual que aquella, una vuelta de tuerca sobre la clásica ficción de cine negro que la acerca al estilo de Quentin Tarantino o los hermanos Coen aunque en esta ocasión con una variante metalingüística más propia de algunos de los celebrados guiones de Charlie Kauffman.

“Siete psicópatas” es una películas estrenada el año pasado que no ha recibido ninguna nominación al Oscar, puede que no la merezca (el guión es una insensatez y sólo un verdadero psicópata hubiese nominado a Sam Rockwell) pero me he divertido mucho más viéndola que viendo tres o cuatro de las producciones nominadas juntas. Como no es un filme del que se deba hablar mucho a priori mejor que la vean y comprueben por qué.

 

 

Hablando de la ceremonia de los Oscar lo cierto es que no la pude ver en directo (ojala la gripe que me aqueja ahora me hubiese atacado el pasado fin de semana) y para poder hablar de ella como Dios manda creo que hay que quedarse levantado esa noche y escribir al día siguiente por la tarde (tal y como hice yo la última vez que comenté la ceremonia en estas páginas).
 
A la espera de que Mer y Vargtimen se decidan a salir de su mutismo y comentar como ellos saben los entresijos textiles de la gala sólo quiero comentar que me resultó corta y en absoluto tan pesada como en otras ocasiones, que me gustó la orientación musical de la ceremonia por encima del predominio habitual de los “gags” y que, en cuanto a las premios, no estoy ni a favor ni en contra de la decisión final una vez que mis películas preferidas del año pasado estaban marginadas de las categoría principales, lo único que verdaderamente me disgustó fue el Oscar a la mejor actriz protagonista, tanto por la mujer que lo recibió como por aquella que se quedó sin él.
 
En cuanto a Seth Mcfarlane mencionar en primer lugar que me sorprendió su extraordinario aspecto físico, absurdamente había pensado que tenía un semblante parecido al de Peter Griffin. En segundo lugar (y a falta de obtener una correcta traducción de sus bromas, algo que no sé si llegará a pasar) me pareció que intervenía poco y bien aunque sobre todo, y por encima del mencionadísimo número musical de “I saw your boobs”, me gustaría destacar esta increíble gilipollez con la que no obstante me estuve riendo durante horas.
 
   


Thursday, February 21, 2013

Esta semana he visto

NO MEANS NO


¿Una película sobre la dictadura chilena? No gracias, el cine político rara vez logra algún resultado destacable cuando aborda desde una perspectiva general y unidimensional una realidad muchas veces inabarcable y variada. Ni siquiera el ejemplo más ilustre (“Missing” de Costa-Gavras) que viene enseguida a la memoria me parece un filme valioso, por no hablar de bodrios del estilo “Llueve sobre Santiago”.

Pero una película sobre cómo se gestó la campaña política para el referéndum de 1988 -mediante el cual el régimen pinochetista pretendía mantener el poder con el refrendo del pueblo chileno- ya es otra cosa. Eso sí podría ser interesante.
 
 

Por lo que he leído en el programa de mano la película forma parte de una trilogía sobre la dictadura chilena filmada por el director Pablo Larraín, no he visto los otros dos filmes pero no creo que sea necesario para considerar éste que nos ocupa por separado.

 

A grandes rasgos “No” trata, como se ha adelantado, de una parte de la historia real del Plebiscito de 1988 que el régimen de Pinochet accedió  a celebrar debido a las presiones internacionales, y mediante el que pretendía legitimarse por un período mínimo de ocho años. La consulta se presuponía ganada por dicho régimen antes incluso de celebrarse, algo que daban por asumido tanto los partidarios del sí como los del no (estos últimos una amalgama de hasta diecisiete partidos diferentes unidos sólo por el empeño de descabalgar a “Pinocho” del poder). Y en efecto uno de los primeros aspectos que se analizan en la película es la pugna entre aquellos que querían aceptar el desafío de la dictadura y aquellos que consideraban una pérdida de tiempo entrar en un juego amañado.

 

Pero el principal argumento de “No” es la manera en la que, el personaje del creativo de publicidad  René  Saavedra (interpretado por Gael García Bernal y por lo visto un personaje real), entiende que la campaña contra el plebiscito debe huir del tono denso y patibulario de la tradicional propaganda opositora a la dictadura y adoptar otro estilo más colorista y festivo, una reflexión más compleja de lo que parece puesto que implica aceptar las reglas del juego del capitalismo más ortodoxo en lo que respecta a vender un producto independientemente de consideraciones éticas, algo que entronca con el histórico debate entre pragmatismo e idealismo que siempre ha torturado a la izquierda (“Ganar la guerra antes que la revolución”, esto y lo otro…).  

 


 

Sin embargo lo más llamativo de esta película a nivel personal es la curiosa contradicción en la que se incurre porque, cuando se disponía de un historia con elementos argumentales tan potentes como ésta (la desconfianza inicial en la campaña, la dinámica de spots y contra spots, el acoso de las fuerzas oscuras del poder contra los publicistas, el suspense de la votación final, etc.…) se elige el mismo tono plúmbeo, hermético y anti climático que René critica durante el desarrollo del filme. Y es una pena porque en manos más diestras y que pensaran más en la audiencia (vamos si alguien con el sentido del espectáculo de René hubiese estado tras las cámaras) se podría haber conseguido una película apasionante, pero el estilo con el que se elegido narrar el argumento contribuye bastante a distanciar al espectador de la historia, algo que se añade a otros defectos habituales e inevitables de estas producciones, como el hecho de tener que estar adivinando qué es lo que dicen los actores debido a la dureza del acento del Cono Sur, y otros perfectamente evitables como la decisión de Larraín de filmar la película usando cámaras de los ochenta lo que provoca la desagradable sensación de estar presenciando una reposición en malas condiciones de “Anillos de oro”.


 
 
RELAMPAGO SOBRE EL AGUA
 
 



No recuerdo la primera vez que oí hablar de “Diamond Flash”, una película que –haciendo caso a las fechas que señala la imdb- se estrenó en una serie de festivales entre octubre de 2011 y mayo de 2012 y que dudo mucho que haya rozado las carteleras comerciales. En este caso se aplica perfectamente el marginal sistema de distribución de “boca a oído” aunque mejor habría que decir “dedos a ojo”. Normalmente no suelo hablar de películas ya estrenadas (o no) hace tiempo pero en este caso merece la pena la excepción y contribuir así en la medida que pueda a la difusión de esta curiosa cinta.
 
Lo primero que hay que decir es que yo vi esta película sin saber de ella poco más que su nombre y que era algo a lo que merecía la pena echar un vistazo, me parece una forma atractiva de acercarse a esta producción y recomiendo lo mismo así que si quieren pueden dejar de leer lo que sigue aunque no hay spoilers.
 
“Diamond Flash” resultaría interesante simplemente por ser una película de carácter extremadamente ortodoxo en su elaboración, algo de agradecer en un cine patrio bastante uniforme donde sólo algunos autores consagrados (es un decir) o, como en este caso, totalmente noveles, se atreven a afrontar algún tipo de riesgo a la hora de hacer cine. El uso de actores desconocidos, el predominio de escenas de interiores (sin decorados o esa impresión se da al menos)  basadas casi exclusivamente en diálogos en plano fijo, y en general la ausencia casi total de cualquiera de los artificios habituales en el cine moderno podría haber dado como resultado un filme plano, aburrido y difícil pero no es así y es esta la principal virtud de “Diamond Flash” por más que sea cierto que el interés se mantiene sobre todo por tratar de adivinar de qué carajo va todo el embrollo.
 
Hay que decir antes que nada que dicho suspense narrativo queda en gran medida sin resolver y que la película ofrece más interrogantes que respuestas, eso no es un problema para mí pero qué duda cabe de que es una forma de contar una historia que genera bastante frustración y puede que con motivos. Si tuviera que resumir el argumento de “Diamond Flash” podría aventurar que se trata de una variación sobre la idea de aplicar las claves de la cultura de súper héroes al mundo real (un poco al estilo de “Watchmen” o “Unbrekeable”, no en vano el director y guionista de la película pertenece a ese ambiente) mezclado con una fantasía producto de estados mentales alterados al estilo de parte del cine de David Lynch. Todo ello en torno a un núcleo argumental que se alimenta de historias sobre traumas infantiles y conflictos familiares no resueltos y una reflexión bastante insólita sobre la condición femenina (porque hay que decir que se trata de una película eminentemente femenina). En fin una amalgama de derivaciones argumentales que a veces convergen y que a veces dan la sensación de no tener ninguna relación entre ellas o tenerla sólo para la mente del creador de esta historia.
 
En resumen que más que recomendar “Diamond Flash” recomiendo la experiencia de verla.
 



Bueno incluso en lo indescifrable hay categorías, comparada con esta película el argumento de “Diamond Flash” es más simple que el de “El regador regado”.

En el año 2004 el director Michael Gondry y el guionista Charlie Kauffman unieron sus espadas para ofrecer una de las películas fundamentales de la pasada década. Dos años más tarde Gondry acaparaba ambas facetas artísticas para ofrecer con "La ciencia del sueño" una película tremendamente fallida. Poco más tarde era Kauffman el que se sentaba en la silla de director para parir esta ida de olla hermosa pero indescifrable que ha ido a parar directamente al cementerio de elefantes cinéfilos. En resumen habría que decirle a uno "director a tus directrices" y al otro "guionista a tus guiones".

No se la pierdan, la expresión máxima de la idea de autoría intelectual con todas sus bellas pero terribles consecuencias.

 


Friday, February 15, 2013

DIEZ PASOS VACILANTES EN LA ZONA CREPUSCULAR. TERCER PASO

MIRROR IMAGE


Emitido por primera vez el 26 de febrero de 1960, “Mirror image” podría ser considerado, al igual que “El autoestopista”, como una pieza de horror separada de las habituales intenciones moralizantes (en el buen sentido de la palabra) de Serling, pero al igual que en el episodio comentado anteriormente, incluso en esta clase de relatos es posible escudriñar alguna clase de reflexión social aunque de modo mucho más subrepticio.

 

La protagonista de esta historia es Millicent Barnes (interpretada por Vera Miles cuyas aptitudes para interpretar a mujeres al borde del colapso mental fueron tan eficazmente empleadas por Alfred Hitckcock) Más que un personaje común en un entorno común (como casi todos los descritos en la serie), el de Millicent es un carácter cuya mediocridad y modestas aspiraciones resultan casi dolorosas de contemplar (incluso en el habitual prólogo se la describe literalmente como una persona no imaginativa, no excesivamente dada al miedo, ni siquiera a pequeños momentos de fantasía), la acción transcurre además en una localización especialmente fría y sórdida (una estación de autobuses en medio de un temporal de lluvia) en el que la protagonista está rodeada de personas que se mueven entre la aspereza y la indiferencia (con una llamativa excepción).

 

Está claro que ni la protagonista de esta historia ni los que la acompañan en su ordalía están  preparados para afrontar en sus vidas la irrupción, no ya de lo misterioso, sino de lo absurdo y lo absolutamente inexplicable. El derrumbe de Millicent parece obedecer sobre todo a su propia alineación, y la simbólica expresión del irracional incidente en el que se ve envuelta, tan sólo el definitivo empujón para que la mujer caiga de lleno en una zona crepuscular que posiblemente ya estaba bordeando desde hace tiempo.

Sunday, February 10, 2013

Camino a los Oscar (y III)

DJANGO SUBTITULADO


Después de convertirse en un clásico posmoderno del cine con el estreno en 1994 de “Pulp Fiction”, Tarantino se encontró en la envidiable situación de haber criado la suficiente fama con sólo 32 años como para echarse a dormir el resto de su vida. No es que lo haya hecho desde luego pero está claro que a dos películas por año como media el acromegálico director dispone del tiempo, el dinero y sobre todo la fidelidad absoluta de un público entregado a priori como para hacer lo que quiera y cuando quiera.


Como buen mitómano del cine Tarantino se ha dedicado a homenajear (nunca diremos plagiar pues en el séptimo arte no existe tal crimen) a todas aquellas películas (o más bien habría que decir géneros) que le fascinaron en su, suponemos, miserable infancia, después del cine negro, el de artes marciales y el bélico (desconozco en qué género podría encuadrarse “Death Proof”) algún día tenía que tocarle el gran género americano por excelencia: el western, y tenía que ser por necesidad la variante conocida como “spaghetti western”, precisamente la que dominaba las sesiones de matinée a las que el director acudía en su infancia y adolescencia (lo sé porque yo nací cinco años después que él y también me tocó tragarme un buen puñado de toda aquella basura).



A pesar del prestigio que este subgénero ha conquistado a lo largo de los años lo cierto es que a mí me sigue pareciendo un cine de perra gorda con muy escaso valor y posiblemente una película que tratara de recuperar aquel espíritu polvoriento de los sesenta me hubiera parecido una mala idea. Sin embargo Tarantino ha dado las suficientes muestras de su capacidad de convertir la hojalata en oro como para que todos sus estrenos merezcan la pena el esfuerzo, aunque por descontado ya hace años que decidí que jamás volvería a ver una película suya doblada.



“Django desencadenado” me resulta un ejercicio muy similar al de “Inglorious Basterds”  en el sentido de que me parecen ambas muestras preclaras de cómo Tarantino ha desarrollado una personalidad artística en la que puede hacer literalmente lo que le da la gana sin responder a otra ley que la de su propio criterio.


Me resulta imposible pensar en cualquier otro cineasta que, aspirando a convertir sus películas en un éxito de público, empleara una forma de narrar tan heterodoxa y en el fondo tan anticinematográfica: empezando por el extensísimo metraje (dicho sea en términos absolutos porque en términos relativos la película transmite una sensación totalmente distinta) y siguiendo por un argumento desequilibrado y lleno de incongruencias, unas secuencias en ocasiones alargadas hasta más allá de lo razonable, diálogos de besugo, escenas incomprensibles, guión arrítmico y plagado de soluciones sonrojantes…en fin cosas que no se le permitirían a ningún director que, repetimos, tuviera intenciones de que su trabajo se viera en otro sitio que no fuera su pueblo.


“Django Unchained” no es una película valiosa en su conjunto pero sí en algunas de sus partes, Tarantino es un director demasiado hábil como para no dejar su impronta en un buen número de instantes que casi siempre corresponden con escenas de acción o con algún breve e ingenioso y tenso intercambio verbal, unos instantes que compensan de la contemplación de una película artificiosa, llena de irregularidades y carente de cualquier interés argumental si exceptuamos el que tiene que ver con el personaje interpretado por Samuel L. Jackson, una materialización del célebre discurso de Malcom X sobre el “house negro”.


En cierto sentido Tarantino me recuerda mucho a José Luis Garci, últimamente sus películas son más valiosas por la sensación de libertad que se desprende de la condición de cineasta incomparable y solipsista que ostentan que por su contenido, desde luego siempre preferiré un tiroteo de Tarantino que una escena en la que el mismísimo Watson le explica a su señora las bondades del cocido madrileño pero en esencia estamos hablando del mismo tipo de cine.





AGAINST THE SEVENTIES



AVEC SPOILERS


La única razón por la que al final he visto “Argo” es un afán un tanto absurdo de completar el comentario previo a la ceremonia de los Oscar de este año. He reflexionado sobre los motivos la antipatía previa que me inspiraba esta película, no tiene nada que ver con el hecho de que la protagonice Ben “Cara de Piedra” Affleck, que simplemente el epítome de un mal actor al que se tolera sólo porque es guapo y sale con gente igual de guapa (bueno es un decir), mucho menos con el hecho de que sea él mismo quien dirija la función ya que es un hecho admitido que se le da mejor estar detrás que delante de las cámaras (algo que había podido comprobar con “Gone Baby Gone” por más que Affleck cometiera asimismo el error de colocar a su hermano de protagonista y eso que considero a Casey un buen actor pero no para esa clase de argumentos).


La desagradable sensación previa venía más bien de la aprensión que siento por una época (la de la segunda mitad de la década de los setenta) que en mi opinión es caracterizada por la estética más desastrosa de la historia de la humanidad, la que yo denomino “estética Lou Grant”.


        


Pero bueno, salvando ese prejuicio bastante impresentable, hay que decir que “Argo” es una historia correcta y bien llevada aunque más propia de una película de televisión de cincuenta minutos de duración que para un filme de más de dos horas.


Hay que decir antes que nada que no estamos ante una narración de la crisis de los rehenes de la Embajada Norteamericana en Teherán, por más que dicha crisis esté en el epicentro de todo lo que sucede, sino de una historia paralela y accesoria que constituyó un pequeño triunfo en medio de la gran vergüenza nacional que supuso aquel incidente diplomático para los estadounidenses, nadie querría ver dicha dolorosa humillación en pantalla al igual que nadie quería ver la agonía de las víctimas de los vuelos del 11-S salvo que se mostrara en ella alguna variante que aliviara la misma sensación de impotencia (tal y como se hizo al filmar la supuestamente heroica conducta de los pasajeros en  “United 93”)   


Sin embargo ocurre que la anécdota narrada en el filme aun siendo buena no resulta demasiado cinematográfica, al fin y al cabo se trata simplemente de un individuo que coge un avión y luego regresa con otros seis individuos más, no es de extrañar pues que dicha modesta aventura se haya adornado con una serie de incidentes reales o supuestos (me inclino a pensar que más supuestos que reales) que contribuyen a potenciar un suspense imprescindible, algunas piezas de ese aderezo son verosímiles y brillantes, otras son pobres y en ocasiones bastante sonrojantes.


Otros deméritos de la película son achacables ya a la propia labor de Affleck como director, la película tiene un ritmo bastante descompensado, la parte en la que la CIA monta la pantalla de una película falsa para disfrazar la operación de rescate parecía que podía ser el eje de la película sin embargo (y tras ofrecernos los mejores momentos de la cinta incluyendo esa gozosa reproducción de la histeria por la ciencia ficción que se había apoderado de Hollywood donde todavía coleaba el huracán “Star Wars”) desaparece por completo haciendo que el personaje principal pase del nudo al desenlace de la historia de forma brusca y disonante. En dicho desenlace por cierto también resulta contraproducente la poca entidad de los personajes cuyo destino se supone que nos debe interesar, algo que se extiende al resto de protagonistas de la historia (con excepción de Alan Arkin, única nominación de la película que encuentro motivada, de cuya desaparición de la trama la película no se repone nunca), quizás sea porque la adaptación de los actores a la estética ya mencionada les hace parecer más bien como los personajes de una secuela del vídeo “Sabotage” de Beastie Boys.


  



Por ultimo me gustaría  señalar el loable empeño de Affleck (y no porque sea un confeso demócrata y liberal sino porque es una tendencia casi obligada en el cine moderno excepto en subproductos del estilo de los que protagoniza Michael Dudikoff) por no convertir esta historia en una batalla entre elfos y orcos sino en un conflicto humano en el que el bien y el mal es una cuestión relativa, de ahí la sorprendente introducción histórica con la que comienza la película así como la insistencia de la villanía del depuesto Sha y de cómo su régimen torturador contó con la anuencia de los Estados Unidos.



En definitiva “Argo” es un producto brillante e interesante a ratos pero cuya dirección carece del talento y la garra suficiente como para convertirla en un producto más excelso. ¡Lo que hubiera hecho Spielberg o Scorcese con esto!




Una metáfora dentro de una metonimia envuelta en una alegoria.



SIN SPOILERS


Tampoco es que me muriera de ganas de ver esta película que ya lleva bastante tiempo en cartelera, en la clasificación no oficial de subgéneros que aspiran al Oscar parecía ser del tipo “superproducción étnica -aunque rodada por anglosajones- con mensaje de cultura oriental para inspiración de occidentales de clase media”, vamos un poco como “Slumdog Millonaire”.


Además Ang Lee suele ser de esos directores de “una de cal y otra de arena” y después de la tremenda decepción que supuso “Taking Woodstock” había puesto al realizador taiwanés en la nevera.


Tengo que decir que “Vida de Pi” es bastante mejor que aquella producción de Danny Boyle que tanto dio que hablar hace unos años y que hoy está tan olvidado. Al menos la explicita voluntad ecuménica del relato la aleja de la desagradable sensación de condescendencia con la que en esta parte del mundo (y no hablo en términos geográficos) se contemplan las miserias del subdesarrollo.


La película, en concordancia con su propia filosofía, puede verse de dos maneras. Una de ellas como una mera historia de supervivencia humana en un entorno hostil con algunos añadidos interesantes, como el hecho (suficientemente conocido por lo que no creo estar desvelando nada) de que básicamente se trata de un adolescente, único superviviente de un naufragio, que tiene que compartir el bote salvavidas con un tigre de Bengala. Una situación algo bizarra pero capaz por sí misma de mantener el interés durante la larga sección central de la película, no es fácil conseguir algo así (y ni siquiera se consigue del todo pues es inevitable caer un poco en la monotonía) y los instrumentos de los que Lee se vale para ello son suficientemente motivadores para que la película venza por los puntos la dura lucha contra el aburrimiento.


El epílogo de la película contiene una conversación que dota de un significado diferente a lo que acabamos de ver (amén de, como toda buena “trick story”, justificar la presencia de una serie de personajes cuya existencia habíamos olvidado o al menos considerado anecdótica) y entronca una simple historia de superación con una fábula susceptible de ser sometida a múltiples interpretaciones y que hermana esta película con títulos tan dispares como “Big Fish”  o “El hombre que mató a Liberty Valance” por poner sólo los dos primeros ejemplos que se me ocurrieron.   


En definitiva dos filmes en uno y cada uno por separado no está nada mal, un espectáculo agradable con mensaje igualmente agradable para un día en el que no tengan nada mejor que hacer.


Y así termina por fin la campaña previa a la ceremonia de los Oscar.  

Saturday, February 02, 2013

Camino a los Oscars ( y II)

ALGO NO TAN SALVAJE


Al analizar cada año las nominaciones a los premios de la Academia parece como si la elección de las películas seleccionadas obedeciera a alguna suerte de distribución uniforme entre diversos estilos de filmes. “Bestias del sur salvaje” responde al cliché de la película tapada de tono independiente, presupuesto modesto y director y actores semi-desconocidos, un tipo de cine al que el gran Hollywood arroja cada año unas migajas en forma de nominaciones que por lo general jamás llegan a nada.

“Bestias del sur salvaje” se abona un poco al estilo de otras producciones independientes de tono fantástico como “Monster” o “Another Earth”, poseedoras de una expresa vocación minoritaria y con una carga metafórica complicada de desentrañar pero fácil de olvidar, el hecho de que este año haya sido precisamente esta película la elegida (que a las características anteriormente señaladas añade una estética feista bastante desagradable en el fondo y la forma) para ser la Cenicienta de la ceremonia es un hecho que obedece a una lógica indescifrable.

BORDERLINNINGS

Siguiendo la teoría expuesta anteriormente a “Silver Linnings Playbook” (“El lado bueno de las cosas”) le tocaría el rol de comedia ácida de tono aparentemente transgresor pero en el fondo totalmente convencional. En esta ocasión dirige David O. Russell autor de la estomagante “I heart huckabees” (“Extrañas coincidencias”) un dato que de haberlo conocido con anterioridad quizás me hubiera ahorrado más de dos horas de un relato desequilibrado, excéntrico (en ocasiones chirriante), en el que todos sus protagonistas parecen aquejados de una verborrea ininterrumpida y que, tras juguetear de forma desagradablemente evidente con la incorrección política concluye con una complacencia más desagradable aún. Me ha costado mucho terminar de verla.






STRAIGHTEN UP AND FLY RIGHT


Lo mismo que comentábamos de la película anterior podría aplicarse a “El vuelo” pero dentro del género del drama. Sin embargo hay diferencias notables.


En primer lugar dirige Robert Zemeckis, uno de los realizadores fundamentales del cine de los ochenta y los noventa siempre y cuando hablemos de la vertiente más popular de la industria (aunque teniendo en cuenta lo que hoy conocemos como “cine popular” aquellas películas eran casi obras maestras). Después de pasarse la primera década del siglo XXI haciendo machangadas (incluyendo la historia de navidad más tonta que se haya filmado nunca) Zemeckis vuelve a la acción real con una historia protagonizada por Denzel Washington (otro punto a favor de “”El vuelo” si seguimos comparándola con “Silver…).


Antes nada hay que empezar diciendo que la película contiene una “setpiece” en forma de escena de accidente de aviación cuya sola existencia justifica su visionado, veinte minutos extraordinarios de ritmo y tensión que, repito, forman una pieza separada pero impagable en sí misma. A los que no nos gusta volar (no en el sentido de ser incapaces de coger un avión sino de verlo como una experiencia desagradable, aunque necesaria a veces, como una colonoscopía) nos viene siempre a la memoria, cuando el avión está despegando, una serie de películas (“Fearless”, “United 93”) sobre lo peor que le puede pasar a alguien en esas circunstancias, “El vuelo” queda ahora mismo añadida a esa ilustre lista.


Pero “El vuelo” no va sobre accidentes de aviones ni sobre stress postraumático, de hecho es solamente una historia de discurso bastante clásico sobre la caída y redención de un hombre, una historia que reduce su interés (al margen del segmento anteriormente mencionado) a la contemplación del extraordinario trabajo de Denzel Washington (justamente nominado al Oscar aunque casi todo el mundo piensa que no tiene posibilidades frente a la candidatura de Daniel Day Lewis), su buen hacer y su carisma consiguen sostener esta historia cuya progresión se adivina demasiado pronto para un espectador veterano. Aun así considero “El vuelo” lo mejor de esta nueva semana dedicada a comentar las producciones nominadas este año.  

Sólo una cosa más, ultimamente divido las películas entre sí se pueden o no ver dobladas. A veces me equivocó, me ocurrió con "The Master" y me ha ocurrido con esta, en particular en todo lo referido a la actríz Kelly Relly (cuyo personaje por cierto es una de las características más cuestionables de la película) que parece estar doblada por la nieta alcohólica de Verónica Forqué

 


ALMA MATER


Se cuenta que en el estreno de "La ventana indiscreta", durante esa tensa escena en la que Raymond Burr acorrala a Grace Kelly ante la impotente mirada de James Stewart y Thelma Ritter, una espectadora comenzó a golpear en el hombro a su marido mientras la gritaba "¡Haz algo, haz algo, haz algo!"



En el transcurso del venturoso rodaje de “Pyscho” uno de los colaboradores de Hitchcock, ante las dificultades de distribución de la película, le sugirió transformarla en una miniserie de dos episodios para la televisión. Algo así pensé mientras veía esta película.




“Hitchcock” carece del aliento de las grandes películas biográficas, incluso cuando dichas películas se concentran en un breve período de la vida del personaje protagonista, pero es sin duda un filme encantador de rápida (poco más de 90 minutos de metraje al contrario que los biopics al uso que suelen ser por definición películas largas) y agradable visión, sobre todo para cinéfilos y mitómanos que se complacen (nos complacemos) en ver a personajes como Janeth Leigh, Anthony Perkins, Vera Miles o incluso Bernard Herrmann representados en pantalla.


Alfred Hitchcock era uno de esos directores tan interesantes por su trabajo fílmico como por su personalidad fuera de las cámaras (la mayoría de los directores carecen de interés en alguna de estas facetas o incluso en ambas) y la película ofrece ambos aspectos aunque al final resulta más interesante la descripción de los avatares por los que tuvo que pasar la gestación, filmación y distribución del filme así como contemplar la implicación de “Hitch” en todas y cada una de las facetas que conlleva el rodaje de una película, incluyendo la promoción previa al estreno, algo en lo que el orondo director creó escuela. En cambio todo lo referente a la vida privada y matrimonial del personaje así como el de su compleja relación con su esposa Alma Reville carece de la profundidad necesaria como para ser tenida en cuenta y únicamente tendría valor como medio para sacar de la oscuridad a una mujer que durante toda su vida se mostró como una colaboradora necesaria e imprescindible para que su ilustre marido pudiera dejar su impronta en la historia del cine.


De entre las muchas obras maestra de Hitchcock se podrían haber elegido al menos media docena que podrían haber dado lugar a historias tan interesantes como esta (estoy pensando por ejemplo en “Los pájaros”) pero “Psycho” sigue siendo un caso especial -y en gran medida la película que viene a la mente cuando alguien menciona el nombre del director- debido a la insólita crudeza de sus imágenes, a la absoluta transgresión (sólo igualada por Antonioni en una película estrenada casi el mismo año) de las leyes narrativas que representa la eliminación del teórico personaje principal a la media hora de metraje (personalmente quedé tan trastornado por este hecho la primera vez que vi la película que en ese mismo momento tuve que abandonar dicho visionado) y desde luego por contener sin lugar a dudas la más impactante escena de asesinato jamás filmada. En definitiva, una historia que merecía ser contada.