Sunday, March 31, 2013

Una Semana Santa entre "Amicus"









Como les adelanté en la sección de comentarios de la anterior entrada, el número correspondiente al mes de Marzo de la revista “Dirigido” dedicaba uno de sus dosieres (prácticamente el único motivo para seguir leyendo esta publicación) a la “Amicus”, una productora inglesa que tuvo su momento de esplendor entre mitad de los sesenta y principios de los setenta, en su día se la consideró como rival directa de la también británica “Hammer” y fue célebre sobre todo por sus películas de terror estructuradas en historias cortas.

Dada la proximidad de la Semana Santa juzgue apropiado pasar estas aburridas mini vacaciones dándome un atracón a base de las películas mencionadas en dicha revista en su antología para luego contarle lo visto a ustedes. De las doce películas recomendadas he conseguido hacerme con diez aunque he elegido escribir sólo acerca de las siete películas que contienen la estructura por la que esta productora ha pasado a la historia del género. Como es costumbre se ha omitido específicamente cualquier spoiler así que si estas palabras consiguen despertar su curiosidad sobre este tipo de cine habrá valido la pena el esfuerzo.



“Doctor Terror House of Horrors” (En España simplemente “Doctor Terror”) es una película bastante característica del estilo narrativo de una parte de las producciones de “Amicus”, esto es una serie de historias inconexas de personajes reunidos de forma casual en torno a una figura que ejerce como demiurgo. En el caso “Doctor Terror…” esa labor descansa en las ilustres y huesudas manos de Peter Cushing que interpreta a un adivinador que se propone entretener a sus compañeros de viaje (entre ellos Donald Sutherland y Christopher Lee) prediciéndoles el futuro mediante las cartas del tarot.

Las cinco predicciones dan paso a su vez a cinco historias donde se tratan temas como la licantropía, el vampirismo, la magia negra amen de otros algo más extravagantes. Como suele ocurrir algunos segmentos rozan el ridículo, otros mantienen el tipo y otros son verdaderamente brillantes, mi preferido es ese clásico cuento de horror protagonizado por Lee en duelo artístico –dicho sea en sentido tanto literal como figurado- con Michael Gough. Sin embargo lo mejor de la película reside en el encanto de casi cualquier cosa filmada en el Reino Unido en el año 1965 (música incluida, hay un episodio ambientado al ritmo del calipso) y casi más en la introducción y en la interacción de los diversos personajes, en las pausas que se producen entre cada predicción, que en las predicciones en sí, sin olvidar ese impresionante final que, al estilo de tantas historias que se filmarían después, da sentido a todo lo presenciado hasta ese momento.  


“The vault of horror” (“La bóveda de los horrores”) tiene una estructura semejante a “Doctor Terror…”: un grupo de hombres se encuentra de forma casual (en este caso la excusa argumental resulta algo menos verosímil, de hecho es totalmente absurda, algo que comprobaran si tiene ocasión de ver la película) y para entretenerse deciden narrar una serie de obsesiones, sueños y visiones que han tenido en el pasado. También están presentes los temas habituales del género como el vudú, el vampirismo, la magia y algunos otros que recuerdan a  relatos de Edgar Allan Poe.

La diferencia es que han pasado ocho años desde 1965 y en aquella época ocho años eran muchos años, al menos en el aspecto formal, de esta manera la agradable estética de mediados de los sesenta se ha transformado en la pesadilla kirscht británica de principios de los setenta (lo que yo llamo el look “naranja mecánica”). Además también el lenguaje del género ha cambiado durante este lapso, la insinuación y la violencia fuera de campo dan paso a la alegre y colorista efusión de sangre y a la depravación más desprejuiciada. Por añadidura cada uno de los episodios de “The vault of horror” está basado en historias del cómic homónimo, historias qué, como es propio del estilo de los cómics de horror, resultan breves, directas, brutales y carentes de cualquier pretensión de lógica o coherencia.

Posiblemente el mayor error de la película consista en colocar sus dos historias más potentes al principio y dejar las menos interesantes para el final con lo cual es inevitable que a la conclusión quede un mal sabor de boca. En concreto el primer segmento, titulado “Midnight Mess”, es de esos que da la sensación no sólo de que debería durar más, sino de que podría dar para una película entera e incluso para una serie de televisión al introducir una novedosa (dicho sea esto con todas las reservas del mundo) visión del mundo del vampirismo que prefigura algunas de las ficciones del subgénero tan en boga en nuestros días, este cuento concluye además con una escena sobrecogedora que sin duda debería haber pasado a los anales del cine de colmillos como uno de sus iconos más perdurables.



La segunda historia, que lleva el nombre de “The neat job”, es un claro ejemplo tanto del cine “explotaition” tan de moda en aquella época como del estilo macabro y “grandguiñolesco” del cómic de terror en el que está inspirado, en concreto el plano con el que termina esta historia podría ser considero incluso hoy como de excesivo mal gusto. El resto de las historias, como se ha adelantado, no están a la altura y en concreto una (la protagonizada por Curd Jürgens, uno de los escasos rostros conocidos de este filme) es directamente ridícula.  




En “The house that dripped blood” (“La mansión de los crímenes”) la excusa argumental para dividir la trama en varias historias es situar la acción en un caserón inglés en el que sus sucesivos habitantes (cuyas desventuras son narradas por el jefe de la policía local y un agente inmobiliario a un inspector de policía que investiga la misteriosa desaparición del último inquilino de la casa) van cayendo en desgracia de forma igualmente sucesiva.

En este caso lo de excusa argumental resulta bastante apropiado dado que la mansión en sí tiene bastante poco que ver con lo que le acontecerá a sus moradores (de hecho la mayor parte de dichos acontecimientos tienen lugar precisamente fuera del inmueble) que por así decirlo ya estaban bastante jodidos antes de vivir allí. Con respecto a la película comentada anteriormente decir que hemos retrocedido tres años en el tiempo con lo que el impacto visual resulta algo más soportable. Si se tiene pensado ver este filme se recomienda no echar un vistazo al cartel oficial so pena de spoiler de grueso calibre.

1. “Method for murder”. Un escritor de novelas de misterio (interpretado por Denholm Elliot, uno de esos familiares rostros que hemos visto en infinidad de películas y series de televisión británicas pero cuyo nombre jamás podemos recordar) se instala junto con su esposa en la sórdida casa de marras buscando inspiración para su próxima novela, a partir de ahí  realidad y la ficción empiecen a mezclarse arrojando un resultado que recuerda mucho a cierta película filmada doce años más tarde y cuyo nombre no vamos a desvelar. Lo peor, el espanto en cuestión que tiene un horrible parecido con el monstruo de Sancheztein. 


2. “Waxworks”, para mí el mejor segmento, claro que se trata de una debilidad personal, yo con ver a Peter Cushing paseando por un pueblo británico del año 1970 elegante pero informal con pañuelo de seda anudado al cuello tengo más que suficiente. Además se trata de una historia de un tono extrañamente sutil, teniendo en cuenta el grueso sentido del espectáculo de las películas de esta productora, de dicho tono salvamos la escena final que resulta especialmente mórbida algo que, al fin y al cabo, es lo que esperan todos los que se acercan a ver estos filmes




3. “Sweets to the sweet”, otra buena historia con otro peso pesado del género como protagonista, hablamos por supuesto de Christopher Lee que aquí interpreta al adusto padre de una criatura inquietante que progresivamente va desarrollando cierta habilidad para las artes oscuras.






4. “The cloak”, posiblemente la peor de todas, una historia de vampirismo con el mismo atractivo que la española  “Un vampiro para dos” (una película con el mismísimo Fernando Fernán Gómez haciendo de conde colmillos). Salvaría de este episodio únicamente el carisma de su interprete principal (el para mí desconocido Jon Pertwee) y una simpática broma de los guionistas a costa del propio carácter de la “Amicus” y de su histórico rival por el dominio del género de terror británico.               





“Torture garden” (1967) comienza en el prometedor escenario de un parque de atracciones donde varios paseantes son seducidos por el espectáculo del “Jardín de las torturas del Doctor Diábolo”.




En esta ocasión el maestro de ceremonias, o sea el Doctor Diábolo en cuestión, es un Burgess Meredith un tanto histriónico que parece todavía poseído por su papel de Pingüino en la serie de televisión de “Batman”. El feriante introduce a los personajes en una atracción en la que la figura de una tejedora les irá prediciendo su futuro siempre vinculado a la parte más malvada de sus diferentes personalidades. El guión de esta película (al igual que el de otras ya comentadas y otras que todavía están por comentar) viene firmado por Robert Bloch.

1. “Enoch” Un vividor de clase alta visita a su moribundo tío con objeto de obtener dinero suficiente para alguna de sus triquiñuelas, pronto descubrirá que el tesoro que se oculta en la casa viene acompañado de un terrible secreto.




2. “Terror over Hollywood” una poco escrupulosa aspirante a actriz se convierte en la amante de un atildado galán del cine que la introduce en el cerrado círculo de los “top ten de Hollywood”, un grupo de estrellas para las que no parece pasar el tiempo aunque hay un espeluznante razón para ello. Un episodio apreciable sobre todo por el lujurioso ambiente “sixties” en el que se desarrolla y que le da un aspecto semejante al de una película de James Bond. 



3. “Mr Steinway”, otra ambiciosa jovencita británica (para colmo prima de la protagonista del episodio anterior) seduce a un afamado y edípico músico, aunque para lograrlo tendrá que luchar contra un rival tan inverosímil que hace que el “Christine” de Stephen King parezca un argumento realista.         



4. “The man who collected Poe”, duelo interpretativo entre Peter Cushing y el habitualmente sobrio Jack Palance que sin embargo aquí actúa como si estuviera bajo los efectos de un serio caso de síndrome de abstinencia causado por el opio. Los dos hombres se consideran los más fieles y enfervorizados admiradores de Edgar Allan Poe, la obsesión de ambos por el bostoniano bigotudo cristalizará en una resolución que al menos a mí ha hecho que se me caigan los huevos al suelo.      









Empiezan a escucharse las primeras notas de “Una noche en el monte pelado” de Mussgorsky  mientras un vehículo se acerca a la amenazadora mole de un sanatorio mental. Es el impactante comienzo de “Asylum” (“Refugio Macabro”), una película de la “Amicus” por la que siento un cariño especial por ser la primera de esta productora que vi (en un pase televisivo hace por lo menos veinticinco años) y porque hasta el momento sigue siendo la mejor de todas las que he visto posteriormente.



En el vehículo antes mencionado viaja el Doctor Martin (interpretado por Robert Powell conocido sobre todo por haber interpretado al Jesús de Franco Zefirelli, mira tú que casualidad), un psiquiatra recién licenciado dispuesto a comenzar su actividad profesional en el asilo en el que se desarrollará el drama. En lugar de ser recibido por el director de la institución, el Doctor Starr, el hombre encargado de darle la bienvenida es el Doctor Rutheford (Patrick Magee en silla de ruedas ¿no les recuerda a algo?) que le comunica que Starr ha perdido la razón y es ahora un paciente más del manicomio. De hecho Rutheford (tras una breve conversación en la que se pone de manifiesto las radicales diferencias entre el joven e idealista licenciado y el veterano y desencantado profesional) le propone a Martin una prueba para darle el trabajo: tendrá que entrevistar a un grupo de internos uno por uno y descubrir quién es el enloquecido ex – director.

1. “Frozen Fear”. El primer paciente entrevistado es Bonnie, una mujer que le narra al Doctor Martin una macabra historia de magia negra y venganzas de ultratumba escenificada de un modo particularmente macabro que no recuerdo haber visto antes ni después (al menos no con esa “integridad” y este comentario es algo que sólo comprenderán cuando vean la historia). Un segmento brillante aunque la estremecedora decoración de la casa donde sucede todo (volvemos a estar en el año 1973), contribuye a desviar un tanto la atención.





2. “The Weird Taylor”. El segundo alienado es Bruno (interpretado por Barry Morse al que algunos recordamos de “Espacio 1999”), que cuenta la historia de su antigua profesión de sastre  y cómo creyó haber salvado su apurada situación económica cuando un misterioso caballero (el recurrente Peter Cushing) le encargó un traje que debía ser confeccionado con una tela muy especial (de hecho parece a la que lleva Nick Kershaw en el vídeo de “Wouldn´t it be good”) y siguiendo unas instrucciones muy estrictas. Naturalmente el traje acabará luciéndolo el espécimen menos indicado para ello. Destaca la tenebrista y casi dickensiana ambientación.








3. “Lucy Come to Stay”. La tercera lunática es Bárbara, un caso grave de trastorno múltiple de personalidad. Ya en aquella exhibición televisiva antes mencionada este episodio fue considerado (entra la audiencia escolar que vio la película) como el más flojo y la verdad es que visto ahora lo sigue siendo reduciéndose su interés a ver a Charlotte Rampling y Britt Ekland meneando sus setenteras melenas al viento.



4. “Manikkins of Horror”. El cuarto y último chiflado es Bryron, protagonista del mejor y posiblemente más recordado segmento de la película. En este caso no hay flashback y la acción transcurre en tiempo real describiendo como el científico loco ejecuta su venganza contra la institución que le mantiene encerrado de manera tan escalofriante como simpática (yo tampoco lo entendería si no hubiese visto la película).







De “Asylum” opino casi lo mismo que de la fundacional (de la productora en cuestión de y de esta serie de comentarios) “Doctor Terror…”: resulta casi más atractiva por su introducción y su resolución que por los episodios en sí (que como se ha visto suelen ser bastante desiguales). Es insuperable ese comienzo con la ya comentada llegada de Martin al sanatorio y la lúgubre promesa de los horrores que le esperan en la galería donde se custodia a los pacientes, a la que hay que acceder por una escalera decorada con una serie de pinturas del estilo de los cuentos morales de William Hogarth en la que se describe la caída en la locura de un hombre. Lo mismo cabría decir del espeluznante e inolvidable final de una película que sería la que recomendaría ver en el caso de que sólo se pudiera elegir una de todas las que hemos comentado hasta el momento.



El eje de “From beyond the grave” es una tienda de antigüedades llena de los cachivaches más extravagantes y regentada, como no podía ser menos, por Peter Cushing. Los protagonistas de las diversas historias son clientes que entran de manera casual en la tienda y tratan de engañar al viejo trapero de diversas formas. Todos ellos naturalmente recibirán el correspondiente castigo.

1. “The gate crasher”. Un joven snob (interpretado por David Warner, un rostro muy popular en los setenta) adquiere, con malas artes, un espejo de cuatrocientos años de antigüedad que trae incorporado un espíritu maligno que se activa tras una sesión de espiritismo. El espanto empieza a exigir continuamente sacrificios de sangre (especialmente de señoritas londinenses como es habitual) a los que el petimetre no se puede negar. Una historia que empieza no demasiado bien pero que culmina en un brillante final.


2. “An act of kindness”. No sólo una gran historia, sino posiblemente la más interesante y sugerente no ya de esta película sino de todas las que hasta el momento he visto. Además es la única que yo recuerde en la que se aborda de forma más o menos explícita la invisible pero férrea división de clases de la sociedad británica.

Mister Lowe, un gris oficinista casado con la versión inglesa del travesti “Divine”, roba de la tienda de antigüedades una medalla militar con objeto fingir un ficticio pasado como ex combatiente y ganarse así la admiración de Jim, un auténtico veterano (Donald Pleasence seis años antes de convertirse él mismo en un icono del moderno cine de terror) que sobrevive vendiendo cerillas en la calle. A partir de ese momento el alienado burócrata de clase media y el servil veterano de clase trabajadora entran en una extraña relación a la que se une Emily, la hija de Jim (y que está interpretada además por la auténtica hija de Pleasance que además contaba con unas características físicas que bien podían haberle granjeado una larga y provechosa carrera en el género del que estamos hablando). El resultado es un segmento cargado de verdadero suspense (algo poco habitual en esta clase de películas en las que resulta relativamente sencillo saber qué va a pasar a continuación) y con un tono semejante a los “giallo” italianos que también hacían furor por aquellos años. Lastima que una coda cargada del ineludible sentido moral de estos cuentos estropee un poco un grandioso final.  




3. “The elemental”. Quizás el episodio más flojo de todos aunque es un segmento que cuenta con un carácter especial por el insólito tono de comedia con el que se aborda (otras historias hacen reír aunque de forma involuntaria). Un en apariencia perfecto gentleman inglés de bombín y paraguas se apropia de una cajita de rapé cambiando la etiqueta del precio con la de otra de calidad inferior. El resultado es que el individuo se lleva también consigo (y colgado del hombro por añadidura) un poltergeist que les hará la vida imposible a él y a su mujer. Para deshacerse del espanto tendrán que recurrir a los servicios de una médium que resulta un ejemplo de manual del espécimen humano denominado “inglesa excéntrica”.



4. “The Door”. Un joven recién casado (al que da vida Ian O´gilvy, actor cuya única contribución a la cultura de masas del siglo XX fue protagonizar una justamente olvidada versión televisiva de las aventuras de “El Santo”) adquiere una barroca puerta cuya inocente función es la de cerrar un aparador de papelería pero que en realidad es una ventana a los dominios de un brujo de los tiempos de Enrique VIII. A pesar de su espléndida ambientación (que recuerda a las coloristas adaptaciones de Poe que hizo en su día Roger Corman) es un episodio que sólo debería ser recordado por que en él aparece una Lesley Anne-Down de 20 años.              








“Tales from the crypt” (que en España recibió el asombroso título de “Condenados de ultratumba”) es anterior en el tiempo a “The vault of horror” (de hecho el éxito de la primera provocó la realización de la segunda) pero la idea es la misma: poner en imágenes en movimiento una serie de cómics de la revista homónima articulándolos en torno a un nexo común, en esta ocasión se trata de grupo de visitantes de unas catacumbas inglesas del Siglo XVI que se pierden y van a parar a una cripta en la que un monje (interpretado por el prestigioso actor Ralph Richardson) les hará la ya clásica predicción de su futuro.     


“Tales from the crypt” (que en España recibió el asombroso título de “Condenados de ultratumba”) es anterior en el tiempo a “The vault of horror” (de hecho el éxito de la primera provocó la realización de la segunda) pero la idea es la misma: poner en imágenes en movimiento una serie de cómics de la revista homónima articulándolos en torno a un nexo común, en esta ocasión se trata de grupo de visitantes de unas catacumbas inglesas del Siglo XVI que se pierden y van a parar a una cripta en la que un monje (interpretado por el prestigioso actor Ralph Richardson) les hará la ya clásica predicción de su futuro.       

1. “And all through the house” una mujer (nada menos que Joan Collins) es sorprendida en pleno uxoricidio por un maniaco escapado del manicomio y disfrazado de Santa Claus. La asesina tendrá que luchar para que el loco no invada la casa al mismo tiempo que trata de esconder el cuerpo de su marido y por si esto fuera poco tendrá también que procurar que su hija no se entere ni de lo uno ni de lo otro. ¡Esto sí que era una súper mujer! Todo ello además amenizado por una banda sonora incesante de clásicos navideños emitidos por radio, en resumen un episodio delicioso.







2. “Reflection of death”, volvemos al puro cuento de horror de cómic: breve, macabro y sin más reflexión que el escalofrío inmediato. Un hombre abandona a su familia por otra mujer, en la huída del hogar conyugal se produce un accidente que hará que el adultero caiga en una pesadilla circular filmada de modo especialmente aterrador.


3. “Poetic Justice”, un ambicioso vecino quiere apoderarse de la casa viejo Mister Grimsdyke y para ello comienza un implacable acoso desde todos los frentes que provocará que la sencilla vida del anciano se derrumbe, aunque la venganza, por supuesto, está servida. Un episodio con un contenido más social que terrorífico (si salvamos el final) y que se recuerda especialmente por la conmovedora interpretación de Peter Cushing.


4. “Wish you were here”, adaptación del clásico cuento de horror “La pata de mono” (que han llevado a imágenes desde Chicho Ibáñez Serrador hasta los responsables de “Los Simpson”). Un hombre de negocios en plena debacle descubre que una de las muchas chucherías que adquirió cuando tenía dinero es un jarrón chino que tiene el poder de concederle tres deseos. El hombre se muestra un tanto reticente pero su entrometida esposa se le adelanta y consigue embrollar las cosas de tal manera que el individuo acaba teniendo sin duda uno de los finales más crueles que se hayan visto nunca, otro enfoque clásico del sadismo comiquero.



5. “Blind alleys”, un envarado ex militar se hace cargo de una residencia para ciegos. Pronto sus restricciones en comida y calefacción, con la excusa del recorte en el presupuesto (¡qué poco han cambiado las cosas!), tendrán fatales consecuencias que se traducirán en una venganza especialmente imaginativa por parte de los invidentes comandados por Patrick Magee, de hecho gran parte del mérito de este episodio reside en elucubrar qué estarán tramando esos cieguitos hijueputas.           




Y eso ha sido todo amigos.


 

Monday, March 25, 2013

DIEZ PASOS VACILANTES EN LA ZONA CREPUSCULAR

PASO NÚMERO CUATRO.

THE MONSTER ARE DUE ON MAPLE STREET

Emitido por primera vez el 4 de marzo de 1960.

Los episodios anteriormente comentados figuran entre los más populares de la serie pero no hay ninguna seguridad de que fueran necesariamente incluidos en una antología que se hiciera de forma objetiva. Sin embargo es casi imposible pensar en una lista de los mejores capítulos que no incluyera el que se comenta hoy.

Como se ha dicho Rod Serling era un liberal (todo lo que se podía ser en la época sin ser acusado de comunista) y un hombre en el que predominaba un sentido moral de la vida, algo que siempre trató de reflejar en la serie (aunque por desgracia los episodios en los que esta filosofía se expresa de forma más explícita no se encuentran entre lo mejores), sin embargo era también un hombre que en ocasiones dejaba traslucir un profundo pesimismo sobre la condición humana –producto seguramente de su traumática experiencia en primera línea durante la Segunda Guerra Mundial- y el episodio de hoy es una buena muestra de ello.

Maple Street es un típico suburbio de clase media trabajadora en el que un día cualquiera, y sin que haya ningún motivo lógico para ello, la vida  se detiene: se apagan las luces, los teléfonos dejan de funcionar, es imposible arrancar ningún vehículo, incluso las máquinas cortadoras de césped se quedan muertas. De este modo el barrio queda aislado del mundo exterior y sus habitantes, desprovistos de la seguridad que proporcionan los medios que hacen la vida moderna y cómoda, se ven reducidos a un estado emocional primitivo. En un instante se dispara la paranoia (no olvidemos que estábamos en una época muy propicia para ello) y comienza una pesadilla de sospechas y recriminaciones sin fundamento, cualquier actitud poco ortodoxa, que hasta ese día había sido vista como una excentricidad inocua, se convierte en motivo de acusación,  y a medida que va cayendo la noche la paranoia se transforma en pánico y la pequeña comunidad termina por sumirse en un pavoroso caos de violencia.

La explicación final de lo sucedido, no imprescindible pero tampoco superflua, no desmerece el valor de esta impactante metáfora sobre fragilidad de la condición humana siempre a un paso de caer en la barbarie en cuanto desaparecen los elementos que le dan la falsa seguridad de la que disfruta, un tema que Serling volvería a abordar en otros capítulos como “The shelter” (en muchos aspectos un segmento mucho más duro que el que se describe aquí), “People are alike all over”,   o “Elegy” y que ha sido igualmente tratado desde entonces en otras manifestaciones artísticas (incluyendo una firmada por Stephen King que no obstante en su, por otro lado brillante, ensayo sobre el género fantástico en siglo XX “La danza macabra” se permitía mirar con condescendencia el trabajo de Serling por más que él mismo fusilara alegremente este y otros argumentos de la saga). 

Tuesday, March 19, 2013

Estas semanas he visto...


Vamos con algunos estrenos de hace algunas semanas y de esta misma semana.

 

UN ASUNTO REAL




Coproducción europea que narra una historia que, de no haber sido nominada la película en cuestión a un Oscar, posiblemente hubiéramos tenido que esperara a una hipotética nueva versión americana para poder conocer.

 

“Un asunto real” está ambientada a finales del Siglo XVIII, un momento de la Historia en el que las ideas de la Ilustración recorren Europa y se respira un ambiente prerrevolucionario. La película está estructurada en una doble vertiente, por un lado la historia personal de la Reina Carolina de Dinamarca, de su infeliz matrimonio de conveniencia con el Rey Christian y de su posterior romance con el doctor Struensee, el médico real. La otra vertiente habla precisamente de la influencia que Struensee tiene sobre el Rey y de su empeño en implantar las nuevas ideas ilustradas en el reino.

 

La vertiente romántica de la historia no resulta demasiado interesante debido al poco cuidado con el que está filmada y sobre todo al escaso tirón de sus dos protagonistas y la inexistente química que se produce entre ellos, en resumen en ese remake americano del que hemos hablado antes estoy seguro de que esto sí lo harían mejor porque en la película danesa el romance resulta más frío que un trozo de arenque ahumado.



La vertiente histórica resulta mucho más interesante, sobre todo si (como se hizo recientemente en el caso de “Los Miserables”) se la compara con la situación en nuestros días o más bien con la situación en casi cualquier época. Me refiero a la recurrente disputa entre el progresismo y la reacción, las medidas con las que Struensee intenta modernizar el país (potenciación de los servicios públicos, mayor imposición a las rentas más altas, recorte de gastos militares, abolición de la tortura como método de interrogatorio a criminales,…) podrían incluso hoy en día ser asumidas como parte del ideario de cualquier partido reformista, al igual que la reacción a dichas medidas por parte de los estamentos establecidos (el clero, la nobleza y el ejercito), apelando a las tradiciones y al nacionalismo y la xenofobia más rancia podría tener su equivalencia tanto en aquélla misma época (Motines de Aranjuez y Esquilache) como en la nuestra.

 

En resumen un drama histórico bien rodado pero repito que algo falto de pasión. Eso sí, al menos esta película nos ha permitido conocer a un personaje que entrará en el futuro en una dura competencia con el de Mozart en “Amadeus” por ver cual era el individuo más botarate del Siglo XVIII.



THE PAPERBOY



“The Paperboy” (no sé si la traducción española del título como “El chico del periódico” es adecuada pero como suena fatal no vamos a utilizarla) y “Bestias del Sur salvaje” son dos películas del año 2012, ambientadas ambas en el profundo sur, y marcadas por una estética voluntariamente feísta y desagradable (gente sudorosa y asquerosa haciendo cosas sudorosas y asquerosas). El hecho de que la segunda de ellas recibiera varias nominaciones a los Oscar, convirtiéndose así en la película independiente que cada año es  aupada por la academia a un nivel por encima de sus expectativas y posiblemente también de sus merecimientos, y la primera haya pasado completamente desapercibida es algo que nadie sería capaz de explicar.

 

De todos modos hay que reconocer que al menos “Bestias…” fui capaz de terminarla algo que no ha sucedido con “The paperboy” cuyo visionado abandoné a la hora de comenzarlo, no considero pues ético extenderme sobre una película que en el fondo se puede decir que no he visto.

 
Del reparto destacar sobre todo a una Nicole Kidman tratando de reorientar su carrera haciendo de putón basura blanca, posiblemente pensó que si a Charlize Theron le había funcionado a ella también, por desgracia lo único que ha conseguido es hacer el ridículo. Lo de John Cusack ya tiene menos explicación.


ANNA KARENINA



Yo no le pedía nada especial a esta película, sólo quería pasar un rato agradable viendo la adaptación de un clásico de la literatura rusa que conozco precisamente de otra adaptaciones previas (lo que incluye una película de Greta Garbo, una miniserie de televisión y un telefilme con el mismísimo Christopher Reeves haciendo de Conde Vronsky).

 

Pero Joe Wright (conocido por títulos como “Orgullo y Prejuicio” y “Expiación”), ha preferido incluir su película en esa tendencia de algunos otros realizadores a la hora de adaptar obras clásicas de la literatura mundial de una manera bastante heterodoxa quién sabe si con el fin de modernizarla o simplemente de tratar de dejar una impronta personal en un tipo de cine que suele carecer de ella. El resultado no se presenta tan extravagante como el de, por poner uno de los ejemplos que primero me vinieron a la cabeza, el “Romeo y Julieta” de Baaz Luhrman (o el de “Moulin Rouge” y no soy el único que ha hecho esta comparación específica) y está más cerca de lo que hizo Coppola con su “Drácula de Bram Stooker”, aunque más a un nivel estético que temático pues, cómo sabrá todo aquel que haya leído la novela del escritor irlandés, el conde transilvano ni tenía este aspecto ni hacía todas esas gilipolleces que se ven en la película.

 


 En esta ocasión la historia permanece más o menos invariable (repito que la conozco básicamente de otras adaptaciones previas) pero se introducen algunos elementos que pretenden una explícita teatralización de la narración representándola en parte como una suerte de ensayo general con una intención metalingüística bastante difusa. Repito que no es algo que yo le hubiera pedido a esta película pero tampoco es algo que incomode demasiado si exceptuamos una de las escenas de baile más idiotas de la historia del cine.

 

 

 


 

Otro pero que le pondría a la película es el desequilibrado ritmo que se le imprime al último tercio del metraje (que por algún motivo parece interesar menos al director que el espectacular comienzo de la acción) incluyendo un desenlace muy flojo y falto de tensión emocional.  

 

Sin quejas del reparto si exceptuamos al greñudo jovenzuelo que hace de Vronski que no está a la altura de las circunstancias. Como de costumbre mi personaje preferido sigue siendo Karenin al que curiosamente da vida un ex – guapo de moda como Jude Law que interpreta su papel con gran arte e inteligencia si exceptuamos esos gestos tan característicos de él (como Robert de Niro que se rasca la ceja en todas y cada una de sus películas) y que posiblemente le acompañaran hasta el final de su carrera profesional.


De resto, como de costumbre en toda novela decimonónica y rusa por añadidura, una inacabable caterva de secundarios (la mayor parte de ellos interpretados por actores de lujo) con mayor o menor grado de histrionismo eslavo. Por cierto que no recordaba que la historia de Levin y Kitty (aunque he comprobado que estos personajes están presentes en todas las adaptaciones que he visto) tuvieran tanta importancia sobre todo en esa intención (fallida) de establecer una dualidad entre esta  pareja y la que forman los principales protagonistas del drama. Habrá que leer el libro para comprenderlo mejor. 

Monday, March 11, 2013

King Nine will no return.


Pedro Almodóvar es el cineasta español vivo más importante, no digo que sea el mejor ni que haga las mejores películas, pero al menos ha conseguido algo notable en una industria nacional tan maltrecha: que todos sus estrenos se conviertan en un pequeño acontecimiento social multi promocionado y además a precio de ganga (por lo que me han dicho se ha producido una verdadera retrospectiva de su obra en muchas de las principales cadenas de televisión generalistas).

 

Se esperaba además con especial interés (que de momento se ha visto corroborado con unas cifras espectaculares de taquilla lo cual es bueno en cualquier caso) a “Los amantes pasajeros” que se anunciaba como una vuelta a los territorios de la comedia que Almodóvar llevaba abandonados desde hacía 25 años, un lapso en el que había dado paso a una larga serie de argumentos melodramáticos, dramáticos o directamente trágicos (aunque en ninguno de esos casos se dejaba de condimentar estas historias con alguna pincelada del particular sentido del humor del director español).

 

A este respecto lo primero que hay que comentar es que, de esta presunta vuelta al estilo que caracterizó la primera etapa de la carrera de Almodóvar, se podría decir casi lo mismo que comentamos hace unos meses del, igualmente presunto, retorno de David Cronemberg a los viejos postulados de su cine más característico: se trata de dos intentos fallidos por reverdecer viejos laureles porque ni ellos son los mismos de entonces ni probablemente tampoco lo sea su público más fiel.

 

“Los amantes pasajeros” tiene muchos problemas pero posiblemente podríamos resumirlos en los dos más llamativos. El primero de ellos es la sorprendente deficiencia a la hora de estructurar el filme, sorprendente porque es en este aspecto de la realización cinematográfica donde Almodóvar suele ser más cuidadoso, incluso cuando sus guiones son completamente absurdos (como en el caso de por ejemplo “La piel que habito”). No ocurre tal cosa en esta ocasión ya que desde el mismo comienzo de la película –tras un prólogo algo sonrojante en el que Antonio Banderas y Penélope Cruz parecen estar ejecutando un acto de caridad antes que un trabajo profesional- adolece de una irrupción brusca en el conflicto principal al que se ven abocados los pasajeros del vuelo en cuestión, ofreciéndose así una desagradable sensación de descuido y apresuramiento por llegar a lo que verdaderamente parece interesar al autor del guión: una serie de sketchs inconexos que tienen lugar exclusivamente en la cabina del avión, en una unidad de acción, tiempo y lugar que sólo se ve interrumpida por una incongruente pieza separada que funciona mal en sí misma y también como auto homenaje precisamente a “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (la hasta ahora considerada última película de Almodóvar adscrita totalmente al género de la comedia). Otro tanto sucede con el desenlace del embrollo que además deja la dolorosa certeza de que ni el más prestigioso director español es capaz de conseguir el presupuesto necesario para filmar una gran escena de acción como Dios manda.   

 


 

 

Pero con todo lo peor de “Los amantes pasajeros” no es este desequilibrio en el desarrollo de su argumento, tampoco las torpes y poco reflexivas alusiones a la actualidad política y social de nuestro país, ni la profusión de lenguaje subido de todo y escenas sexuales (a este respecto comentar como anécdota que junto a mí había una niña pequeña a la que su madre indicaba cuando tenía que bajar la vista ¿?). Lo peor de todo es que “Los amantes pasajeros” no tiene la menor gracia, y a eso se reduce el gran problema de esta película, en este aspecto se nota también el afán casi desesperado de provocar escenas, situaciones y diálogos que deberían provocar asimismo la risa en el público algo que (salvo en algún momento aislado) no se produce en absoluto, así pues estamos ante una producción que no solamente es mala como película, sino que además ni siquiera resulta divertida, ¿qué puede haber peor que eso?. Digamos que es la prueba definitiva de que Almodovar necesita trabajar bastante más si quiere recuperar sus innegables (aunque por lo visto añejas) aptitudes para la comedia, suponiendo que valga la pena el esfuerzo.



Protagonizan el fiasco un puñado de caras muy conocidas de la última generación de cómicos y actores españoles más una irreconocible (con razón) Cecilia Roth y un irreconocible (sin razón) Guillermo Toledo, de todos ellos destacaría únicamente al gran Carlos Areces pero es que tengo debilidad por este hombre, a mí me basta con verle mirando a la cámara para despollarme.



En fin, que más les vale alquilar (es un decir) otra vez “Aterriza como puedas”.