Si “Cuento de Navidad” de Dickens es el clásico indiscutible de la literatura navideña “Que bello es vivir” de Frank Capra –que tiene más de un punto en común con el relato de Dickens- es el clásico indiscutible del cine navideño sin lugar a dudas y su programación en estas fechas en la televisión USA es un compromiso tan ineludible como el discurso de Navidad del Jefe del Estado en España.
La primera vez que vi esta película debió ser seguramente en Navidad pero en aquella época ni siquiera sabia su título, aunque desde luego quedé muy impresionado con la historia de George Bailey, de hecho durante los años siguientes mi hermano y yo solíamos referirnos a ella como “¿te acuerdas de aquella película donde a un tipo le enseñaban como hubiera sido el mundo si él no hubiese nacido?”. No fue hasta unos años más tarde en el programa de radio “Polvo de estrellas” de Carlos Pumares (nada de lo que hiciera después puede empañarme el hecho de que este hombre y su programa contribuyeron decisivamente a convertirme en un cinéfilo) cuando supe el nombre de la película y el hecho de que era uno de los filmes no mejores pero sí más queridos y más vistos de la historia del cine.
Una parte importante de la comunidad cinéfila nunca ha mirado con buenos ojos la obra de Frank Capra tachada frecuentemente de simplista, lacrimógena, con una irritante tendencia a los finales felices, e incluso profundamente reaccionaria. Es cierto que (con la excepción de “Sucedió una noche” y “Arsénico por compasión”) buena parte de la historias más conocida del director ítaloamericano se caracteriza por una aguda crítica social y una ilustración de la lucha de la moral individual y los valores tradicionales de la democracia y la familia enfrentada con la corrupción del sistema político y monetario aunque no es menos cierto también que al final de todas estas historias -algunas de las cuales rozaban el drama sin contemplaciones- siempre ocurría “algo” que salvaba el día y hacia que todo terminara bien para los buenos chicos.
Y así fue sin duda durante la primera gran época de Capra entre 1936 y 1941 con títulos como “El secreto de vivir” (Mr. Deeds goes to town), “Vive como quieras” (You can´t take it with you) “Caballero sin espada” (Mr. Smith goes to Washington) y “Juan Nadie” (Meet John Doe).
Pero “Que bello es vivir” se rodó en el año 1946 y por aquel entonces algo había cambiado en la vida de Frank Capra. Durante los años en los que su país combatió en la Segunda Guerra Mundial el cineasta, como muchos otros de sus colegas, colaboró activamente en el programa “Why we fight”, una serie de documentales en torno a los combates que se producían en los diferentes escenarios bélicos. Según confesión propia la brutalidad del conflicto afectó profundamente a su visión de la realidad haciéndole más consciente de ella, una visión que se manifestaría en su película más famosa. Las causas en las que Capra creía seguían vigentes pero el tono del relato es notablemente más sombrío, en ocasiones incluso lúgubre.
La historia de “Que bello es vivir” está basada en un relato corto llamado “The Greatest Gift” de un autor llamado Philip van Doren Stern y guarda algunas diferencias con el guión que todos conocemos. El protagonista del relato escrito quería suicidarse por que estaba convencido de que su existencia no era otra cosa que una miserable rutina pero antes de arrojarse a las aguas se le aparece un forastero sin otra peculiaridad especial que el poder de concederle el deseo de ver como seria el mundo si él no hubiese nacido.
Después de que la RKO adquiriera los derechos del libro y después de que la historia pasara por las manos de tres guionistas (algunos tan prestigiosos como Dalton Trumbo o Clifford Odets) y estuviera a punto de ser protagonizado por Cary Grant (que se había mostrado muy interesado en adaptar el relato al cine) el proyecto fue confiado a las manos de Frank Capra. Tras algunas vicisitudes más y más intervenciones en el argumento que dieron como resultado el hecho de que diez escritores habían intervenido a partir del relato original (incluyendo al propio Capra y a la no menos prestigiosa Dorothy Parker) el guión quedo terminado y se había decidido que la película fuera protagonizada por James Stewart que ya había colaborado con Capra en otros filmes anteriores y que además era también un veterano que quedó aún más afectado por el conflicto que el director ya que llegó a tomar parte personalmente en la lucha.
La película fue estrenada en el invierno de 1945 y fue un fracaso de crítica y público, no obtuvo ninguna nominación a los oscars y acarreó perdidas de alrededor de 400.000 dólares. Capra quedó muy decepcionado por el fiasco. Pero curiosamente en concordancia con la propia filosofía del filme del triunfo final de la bondad (o de lo bueno) la película acabó por convertirse en la extraordinaria experiencia cinematográfica y extra cinematográfica que ahora es.
Yo siempre he sostenido que una obra de arte pertenece a sus autores hasta el momento en el que es mostrada al público. En ese instante la película o lo que sea es ya propiedad del que la ve que la incorpora a su propia experiencia y la transforma según su personalidad y su manera de ver la vida, independientemente de las intenciones del director y los guionistas. Si esto fuera sí, y yo pienso que lo es, es indudable que a medida que creces y va cambiando tu perspectiva sobre las cosas en general también necesariamente cambia tu perspectiva sobre las obras de arte que aprecias: no es que dejen de gustarte pero ya empiezas a verlas de otra manera. Esto me ha sucedido con algunas películas, opino que no es lo mismo ver por ejemplo “El apartamento” con diez u once años que con treinta y cinco, lo mismo pasa con la también navideña (o mejor dicho también con otra historia que sucede en navidad) “Placido”. Lo que era comedia puede convertirse en tragedia. Algo así me sucede con “Que bello es vivir”
La primera vez que la vi era, como he dicho, un niño y entonces la película no era otra cosa que un encantador cuento de navidad con una historia de espíritus benevolentes (una vez más igual que “Cuento de navidad” de Dickens) que hacían entrar en razón a un hombre equivocado mediante una experiencia mágica. Pero con el tiempo no puedo evitar pensar que la película no es otra cosa que una descripción de la titánica lucha de George Bailey por escapar de Bedford Falls y la vida que le espera allí. De hecho pareciera que Bailey es objeto de una gigantesca conjura celestial para evitar que se cumplan sus sueños.
George empieza siendo un niño apasionado por las historias de viajes exóticos y grandes exploraciones; ya de joven su viaje a Europa es frustrado por la muerte de su padre; sus planes de estudiar en la Universidad truncados por tener que hacerse cargo de la compañía de empréstitos para evitar que el malvado Potter se apodere de ella; luego se ve obligado a romper el pacto que tenia con su hermano menor para que éste se hiciera cargo de la compañía ya que el chico vuelve de la Universidad casado y con planes sólidos fuera del pueblo; el dinero de su luna de miel deberá gastarlo en proporcionar fondos a la compañía durante el desastre de 1929; tampoco podrá participar en la Segunda Guerra Mundial debido a la sordera que adquirió tras salvarle la vida a su hermano y por último se verá obligado a rechazar un suculento puesto en el imperio de Potter al ser incapaz de traicionar el papel que le ha sido asignado en la comunidad.
En fin, una historia de sueños rotos y esperanzas truncadas. Pero Bailey lo soporta todo con paciencia sin dejar de permitirse algún rasgo de rebeldía, como en la conversación con su padre antes de la fiesta del instituto (“muchos de mis amigos han terminado ya sus estudios y a veces pienso que no llegaré a ser nada y reviento”)
o en el dramático estallido de desesperación del que es testigo Mary (Donna Reed) después de que su amigo Sam (Frank Albertson) le ofrezca la oportunidad de su vida (“no me interesan los plásticos ni las puertas grandes y no quiero casarme nunca, con nadie, ¿me has oído? Quiero hacer lo que me parezca bien y tú eres…tú eres…”).
Todos en fin parecen aliarse para impedir que George abandone el cálido útero de Bedford Falls, sus padres, su hermano, su propia familia, los socios de la compañía y los ciudadanos del pueblo que tienen en torno a él una serie de lazos, de amor y gratitud, pero lazos al fin y al cabo. La situación de George se ve además subrayada por el éxito de los que le rodean, sus amigos triunfan en la vida, Potter sigue siendo rico y poderoso a pesar de su maldad, su hermano además se ha convertido en un héroe de guerra (curiosamente en el arma de aviación donde Stewart combatió en el conflicto real), la guerra a la que George no pudo ir por salvarle la vida, incluso la casquivana Violet (Gloria Grahame) tiene su oportunidad de mejorar, ayudada por George como no podría ser menos.
La compensación de George tras cada una de estas decepciones es su condición de hombre valioso para la pequeña comunidad y también su familia pero ¿es esto suficiente? Después de rechazar la atractiva propuesta de Potter, George vuelve a casa y camina por su habitación a oscuras mientras en su mente resuenan las palabras del viejo avaro, despierta a su mujer buscando consuelo y ella le dice que está embarazada. Los lazos del amor vuelven a atraparle.
Pobre George, tal y como dice una de las voces en off al principio de la película “el nunca ha pensado en sí mismo”. Siempre dócil, siempre en segundo plano, siempre sacrificándose por los demás, siempre así hasta la nochebuena de 1945…
El incidente de la pérdida de los ocho mil dólares por el tío Willie (un simpático inútil que George tiene que soportar en su ya muy cargada espalda y al que sin duda y por más que diga lo contrario acabará por sustituir en el camino a la cárcel) funciona como una catarsis. A su vuelta a casa tras el desastre George se muestra cínico, violento, rebelde, la amenaza de la ruina y la cárcel parecen la última jugarreta del destino y el pago a una vida de sacrificios y oscuridad. Por fin estalla en una retahíla de amargas quejas sobre lo que ha sido su vida hasta ese momento, pero no se trata de un nuevo George sino quizás del autentico George que hasta ese momento había ocultado su pesadumbre bajo una capa de humildad y resignación, quizás en esas pocas horas de liberación puede acercarse un poco a la clase de hombre que siempre ha querido ser.
En ese momento el cielo muestra su última carta. En el fragmento más celebre de la película el ángel Clarence impide el suicidio (¿o quizás simplemente la tan anhelada fuga?) y cumple con el deseo de George (I wish I´d never been born) o quizás con el deseo de “Nunca quise vivir como he vivido hasta ahora”. El sortilegio (o la alucinación) tiene lugar dentro de las claves no ya del cine fantástico sino directamente del cine de terror, véase si no las dos terribles escenas en las que George se enfrenta a su madre y luego a su esposa sin que ambas le reconozcan, no creo que puede haber nada más terrorífico que eso. El mundo sin George parece ser una pesadilla, es en este momento en el que se manifiesta el que parece ser el mensaje de la película, el cielo le dice a George que todos los hombre son importantes, que cada uno tiene su lugar en el mundo por pequeño que parezca y que la pérdida de una sola vida humana es una tragedia para toda la humanidad. Pero siguiendo con este juego de buscar nuevas intenciones lo que en realidad el cielo parece decirle a George es “no te rebeles, no busques nada fuera de aquí, confórmate con lo eres y con lo que tienes, quédate en Bedford Falls, es lo único que necesitas”.
Milagro o alucinación del subconsciente lo cierto es que George vuelve renovado, por supuesto los demás no ven en él ningún cambio, siguen teniendo delante al George de toda la vida, seguirá siendo el de siempre pero ha dejado atrás la amargura y el resentimiento, ahora está convencido de que es allí donde debe estar. Nunca saldrá de Bedford Falls vivo o muerto.
Pero bueno, quizás estemos sacando las cosas de quicio ¿no les parece?. Quedemos con la historia de siempre, una gran historia de navidad con Ángeles y milagros y George es el hombre más rico de la ciudad, y Bedford Falls es un pueblo encantador y al final las cosas tienen sentido y son lo que deben ser y todos cantan “Hark! The Herald Angels Sing”