Abecedario del Crimen Capitulo VII: Higher Learning
Pensaba dedicar el post de entre semana a un par de películas que había visto y tampoco tenía pensado hablar de este tema en las pocas ediciones que quedan del Abecedario del Crimen. ¡Pero la actualidad manda! Me refiero como es lógico a lo sucedido ayer en la universidad de Blacksburg, Virginia (por cierto el nombre parece de lo más adecuado a los acontecimientos que allí han tenido lugar) del que les supongo enterados.
La primera referencia de la Biblia del Mal sobre este tema va en el sentido de diferenciar a los asesinos de masas o mass murderes de los asesinos en serie o serial killers (algunos hablan de una tercera categoría denominada spree killers o asesinos frenéticos pero no es un término muy popular).
El asesino en serie mata en muchos lugares pero a una persona cada vez mientras que el asesino de masas mata un montón de gente en un solo lugar. Así pues el caso que nos ocupa sería el de un asesino de masas.
El perfil predominante de un asesino de esta clase es el de un sombrío varón blanco, de treinta a cuarenta años, abrumado por el fracaso. De este fracaso es responsable todo el mundo –mujeres, compañeros de trabajo, maestros, jefes, ciudades enteras, a veces el Demonio- salvo él mismo. Los malévolos planes de sus torturadores les infunden deseos de venganza, que se inflaman con películas sobre ajustes de cuentas y con la fascinación por las armas. Llegado este punto sólo hace falta una gota que colme el vaso. Puede ser que el sujeto pierda el trabajo o que lo deje la novia.
El asesino en masa mata indiferenciadamente; cualquiera que se cruce en su camino corre peligro y generalmente ponen fin a su carrera suicidándose o haciéndose matar por la policía. Así pues al contrario que otros criminales estos asesinos no buscan notoriedad. Han decidido que ese día no sólo sea el último de los que tengan la desgracia de tropezarse con él sino también el suyo propio. Es lo que se conoce como un “suicidio extendido” de manera similar al marido que mata a su mujer y luego se quita la vida aunque a una escala mucho más trágica como se ha visto.
A pesar de algunos precedentes inquietantes –en 1949 un hombre llamado Howard Unruth había recorrido las calles de Camden Nueva Jersey matando a las primeras trece personas que se cruzaron con él- el año 1966 está considerado como aquel en el que se inauguró la mala costumbre de desahogar la rabia interior disparando contra todo lo que se mueve. Sucedió en Austin capital del estado de Texas y sucedió también en un campus universitario.
Allí vivía Charles Whitman un joven de 25 años hijo modelo (antiguo boy scout, antiguo monaguillo, antiguo marine) de un empresario de fontanería. Charles vivía en Austin, donde alternaba trabajo y estudios, con su mujer, una profesora de 23 años. La tarde del 31 de Julio de 1966 el joven se dirigió a la casa de su madre a la que apuñalo y disparó en la nuca, luego regresó a su domicilio donde apuñalo a su mujer mientras dormía.
A la mañana siguiente se levantó temprano e hizo varias compras en ferreterías y tiendas de armas. Luego alquiló un carrito plegable de tres ruedas donde cargó una escopetas, tres rifles, tres pistolas, tres cuchillos de montaña y más de mil cartuchos. También metió en el carro comida y bebida para varios días, un radio y una amplia variedad de utensilios de acampada y otras herramientas.
Luego se dirigió a su punto de destino que era visible desde toda la ciudad: la torre de granito blanco que coronaba el edificio de administración de la Universidad de Texas.
Una vez en la torre subió hasta el último piso donde empezó matando a la recepcionista, luego disparó contra un grupo de personas que habían tenido la mala suerte de elegir ese día para visitar la torre matando a dos de ellas. Una vez libre de estorbos Whitman se atrincheró en la torre y empezó a disparar a las personas que paseaban por el campus 90 metros más abajo matando a quince de ellas e hiriendo a otras treinta antes de que la policía consiguiera matarlo.
El suceso produjo un fuerte impacto en toda la nación (más tarde sería llevado al cine de forma indirecta en la excelente “Targets” de Peter Bodganovich, en “Two-minute warning” la obra maestra del cine de catástrofes y en la película dirigida por John Singlenton que da nombre a este capitulo del Abecedario). Entre los que quedaron impresionados por lo sucedido se encontraba un estudiante de dieciocho años llamado Robert Smith que cuatro meses más tarde entró armado con dos pistolas en un Instituto de Belleza de Arizona. allí encontró a cinco mujeres y dos niñas a las que obligó a tumbarse en el suelo. Pensando que se trataba de un robo una de las mujeres le dijo “será mejor que se vaya pronto, en cinco minutos habrá aquí cuarenta estudiantes”. Smith respondió que lamentaba no tener balas suficientes para todas y luego disparó dos tiros en la cabeza a cada una de las siete personas que se hallaban a su merced. A continuación se sentó a esperar a la policía.
Aquello fue el comienzo de una larga serie de incidentes similares algunos de los cuales consiguieron destacar entre los demás.
Brenda Spencer estudiante ejemplar de una escuela de San Diego en
1979. Un lunes por la mañana con un rifle que le habían regalado
con ocasión de su decimosexto cumpleaños comenzó a disparar desde la
ventana de su habitación sobre un grupo de niños que iban a un
colegio al otro lado de la calle. Mato a uno de los porteros y al
director del colegio mientras intentaban llevar a once niños heridos
a un lugar seguro. Después de cinco horas la joven entregó a la
policía.
Los casos de Spencer y Smith son poco usuales ya que como se ha dicho la mayor parte de los asesinos de masas no sobreviven al gran día.
Así sucedió con James Huberty que en el año 1984 entró en un MacDonald´s donde liquidó a veinte personas antes de caer abatido por un francotirador. Este es por cierto el primer suceso de estas características que recuerdo haber visto en prensa y televisión en el momento en que tuvo lugar
La marca de Huberty fue superada por George Hennard quien el 16 de octubre de 1991 embestía con su camioneta el ventanal de la cafetería Luby´s en Killenn, Texas. A continuación el hombre saltó de su vehiculo, empuño su Glock semiautomática y abrió fuego de forma tranquila y metódica contra sus victimas. Hennard mató a 22 personas e hirió a 23 en aproximadamente un minuto. Y quien sabe hasta donde hubiera llegado (llevaba una pistola de recambio con 45 cargadores preparados) de no ser porque en las cercanías se encontraban por casualidad dos policías que acudieron a la cafetería y dispararon cuatro veces sobre el tirador. Hennard se tambaleó hasta un pasillo posterior donde se voló los sesos. Tenia 35 años y carecía de novia o amigos conocidos. Su licencia de marino, último vínculo con el mundo del trabajo, le había sido retirada. Durante un tiempo tocó la batería, pero al parecer a un ritmo distinto del resto del grupo
Volviendo al sub género de las matanzas en el ámbito escolar el 6 de diciembre de 1989 Marc Lepine de 25 años entró en el aula 230 de la Universidad de Montereal armado con un rifle semiautomático. Apartó a un lado a las chicas, ordenó a los hombres que se marcharan, y luego explicó a las nueves estudiantes de ingeniería que estaba allí para “luchar contra las feministas”. “Pero nosotras no somos feministas”, objetó una de ellas. Como respuesta Lepine apretó el gatillo, soltando una ráfaga de 30 disparos. Seis muchachas murieron. Disparó a otra en el pasillo, tres más en la cafetería y a cuatro en un aula contigua. Luego se voló la cabeza.
A estas masacres como digo siguieron muchas más (bastantes de ellas en colegios, institutos y universidades como la célebre del instituto Columbine de Colorado) hasta llegar a la que tuvo lugar ayer. De momento se sabe poco del asesino pero como decía el personaje que interpretaba John Cassavettes en la mencionada “Two- minute warning” (que algunos conocerán por su titulo español “Pánico en el estadio”) “mañana lo sabrán todo sobre él en las noticias de Televisión, como se llamaba, de donde era, el nombre de su madre y el de su perro”. Efectivamente pronto lo sabremos todo sobre el asesino excepto la eterna pregunta ¿por qué?
Se hablará de las presiones que supone vivir en la sociedad norteamericana (alguien dijo en cierta ocasión que cuando un japonés se cansa de la vida cierra las ventanas y se hace el hara-kiri y que cuando un norteamericano se cansa de la vida abre las ventanas y empieza a disparar a la gente de la calle). Se dirán también cosas sobre el fácil acceso a las armas que hay en USA (en España cuando a alguien se le hincha la vena gorda del cuello a lo máximo que puede aspirar es ha hacerse con un par de buenas escopetas de caza que siempre ocasionaran menos estropicio que un AK 47 que dispara 600 balas por minuto) y puede que haya algún Marylin Manson a quien echarle mano. Pero la realidad es que las verdaderas razones de estos actos están enterradas en las inescrutables mentes de los que los cometen.
Y no es que sus palabras ayuden mucho a entenderlos.
En el caso de Whitman se habló de la frustración que sentía al no haber podido llevar a cabo sus esperanzas (en parte alentadas por un padre violento que le exigía ser el mejor en todo) de conseguir el éxito en la vida que se suponía tenia que obtener un joven blanco de clase media y de inmejorable aspecto como él. Había hecho todo lo que se suponía que tenía que hacer y aún así no conseguía salir a flote. En unas notas que escribió el día anterior a la matanza manifestó un odio mortal hacia su padre y expresó su deseo de matar a su mujer para que no tuviera que soportar la vergüenza de sus actos. Tras matar a su madre escribió “12.30 de la noche. Madre muerta” y tras acabar con su mujer añadió “3.00 de la mañana. Madre y esposa muertas”. En la autopsia se le descubrió un tumor en el cerebro que le hubiera matado en menos de un año.
James Huberty entró en la hamburguesería al grito de “He matado a mil y mataré a otros mil”. En realidad antes de aquel día jamás había matado a nadie. Su pretendida experiencia de combate en Vietnam no existía más que en su imaginación.
Las claves de la naturaleza de Hennard habría quizás que buscarlas en las palabras que balbuceaba mientras acribillaba a sus víctimas: “¿Veis lo que me ha hecho Belton?. Decidme, ¿acaso valía la pena? ¡Esperad a que esas tías de Belton vean esto! ¡Me pregunto si ellas pensarán que valía la pena…! ¡Toma esto, zorra…! ¡Esto es lo que Belton me ha dado! ¿Vale la pena? ¿Acaso vale la pena…? ¿Te escondes de mí, zorra?” Hennard vivía solo en la localidad vecina de Belton. En enero de 1991 les había enviado una nota a dos hermanas del lugar, invitándolas a salir: “Por favor, dadme algún día la satisfacción de poder reírme en la cara de las mujeres viperinas y traicioneras de esos dos pueblos, casi todas ellas blancas, que trataron de destruirme a mí a y mi familia” Las hermanas rechazaron la invitación. La mayoría de las victimas de la matanza posterior eran mujeres.
En su nota de suicidio Marc Lepine mezclaba el deseo de mostrarse inteligente con sentimientos de venganza hacia el género femenino. “Seguí mis estudios de cualquier manera, pues, conociendo ya mi destino, nunca me interesaron realmente. Lo que no me impidió sacar buenas calificaciones, a pesar de no entregar los trabajos y no estudiar para los exámenes […] El otro día me enteré de que se estaba rindiendo honores a los hombres y mujeres que lucharon en el frente durante las guerras mundiales. ¿Cómo se explica entonces que las mujeres estuvieran autorizadas para ir al frente? A este paso oiremos hablar de las legiones femeninas de César y de que las esclavas de las galeras ocuparon el cincuenta por ciento de las filas de la historia, aunque nunca haya sido así” En pocos años Lepine había sido rechazado por la Universidad de Montereal, por el ejército y por su novia.
Otros asesinos en cambio no parecen tomarse a sí mismos tan en serio y resuelven con rapidez este tipo de cuestiones. Cuando a Robert Smith le preguntaron por qué había matado a aquellas mujeres respondió simplemente “para ser famoso, quería que todo el mundo me conociera”. A la misma pregunta respondió Howard Unruth con igual simpleza “No lo sé. Si hubiera tenido suficientes balas, hubiera matado a mil”
Pero la respuesta definitiva la dio la asesina adolescente Brenda Spencer. Al preguntarle a quien quería matar su respuesta fue: “a los que llevaban chaquetas rojas y azules”; y al preguntarle porque contesto: “porque los lunes son terriblemente aburridos”.
La primera referencia de la Biblia del Mal sobre este tema va en el sentido de diferenciar a los asesinos de masas o mass murderes de los asesinos en serie o serial killers (algunos hablan de una tercera categoría denominada spree killers o asesinos frenéticos pero no es un término muy popular).
El asesino en serie mata en muchos lugares pero a una persona cada vez mientras que el asesino de masas mata un montón de gente en un solo lugar. Así pues el caso que nos ocupa sería el de un asesino de masas.
El perfil predominante de un asesino de esta clase es el de un sombrío varón blanco, de treinta a cuarenta años, abrumado por el fracaso. De este fracaso es responsable todo el mundo –mujeres, compañeros de trabajo, maestros, jefes, ciudades enteras, a veces el Demonio- salvo él mismo. Los malévolos planes de sus torturadores les infunden deseos de venganza, que se inflaman con películas sobre ajustes de cuentas y con la fascinación por las armas. Llegado este punto sólo hace falta una gota que colme el vaso. Puede ser que el sujeto pierda el trabajo o que lo deje la novia.
El asesino en masa mata indiferenciadamente; cualquiera que se cruce en su camino corre peligro y generalmente ponen fin a su carrera suicidándose o haciéndose matar por la policía. Así pues al contrario que otros criminales estos asesinos no buscan notoriedad. Han decidido que ese día no sólo sea el último de los que tengan la desgracia de tropezarse con él sino también el suyo propio. Es lo que se conoce como un “suicidio extendido” de manera similar al marido que mata a su mujer y luego se quita la vida aunque a una escala mucho más trágica como se ha visto.
A pesar de algunos precedentes inquietantes –en 1949 un hombre llamado Howard Unruth había recorrido las calles de Camden Nueva Jersey matando a las primeras trece personas que se cruzaron con él- el año 1966 está considerado como aquel en el que se inauguró la mala costumbre de desahogar la rabia interior disparando contra todo lo que se mueve. Sucedió en Austin capital del estado de Texas y sucedió también en un campus universitario.
Allí vivía Charles Whitman un joven de 25 años hijo modelo (antiguo boy scout, antiguo monaguillo, antiguo marine) de un empresario de fontanería. Charles vivía en Austin, donde alternaba trabajo y estudios, con su mujer, una profesora de 23 años. La tarde del 31 de Julio de 1966 el joven se dirigió a la casa de su madre a la que apuñalo y disparó en la nuca, luego regresó a su domicilio donde apuñalo a su mujer mientras dormía.
A la mañana siguiente se levantó temprano e hizo varias compras en ferreterías y tiendas de armas. Luego alquiló un carrito plegable de tres ruedas donde cargó una escopetas, tres rifles, tres pistolas, tres cuchillos de montaña y más de mil cartuchos. También metió en el carro comida y bebida para varios días, un radio y una amplia variedad de utensilios de acampada y otras herramientas.
Luego se dirigió a su punto de destino que era visible desde toda la ciudad: la torre de granito blanco que coronaba el edificio de administración de la Universidad de Texas.
Una vez en la torre subió hasta el último piso donde empezó matando a la recepcionista, luego disparó contra un grupo de personas que habían tenido la mala suerte de elegir ese día para visitar la torre matando a dos de ellas. Una vez libre de estorbos Whitman se atrincheró en la torre y empezó a disparar a las personas que paseaban por el campus 90 metros más abajo matando a quince de ellas e hiriendo a otras treinta antes de que la policía consiguiera matarlo.
El suceso produjo un fuerte impacto en toda la nación (más tarde sería llevado al cine de forma indirecta en la excelente “Targets” de Peter Bodganovich, en “Two-minute warning” la obra maestra del cine de catástrofes y en la película dirigida por John Singlenton que da nombre a este capitulo del Abecedario). Entre los que quedaron impresionados por lo sucedido se encontraba un estudiante de dieciocho años llamado Robert Smith que cuatro meses más tarde entró armado con dos pistolas en un Instituto de Belleza de Arizona. allí encontró a cinco mujeres y dos niñas a las que obligó a tumbarse en el suelo. Pensando que se trataba de un robo una de las mujeres le dijo “será mejor que se vaya pronto, en cinco minutos habrá aquí cuarenta estudiantes”. Smith respondió que lamentaba no tener balas suficientes para todas y luego disparó dos tiros en la cabeza a cada una de las siete personas que se hallaban a su merced. A continuación se sentó a esperar a la policía.
Aquello fue el comienzo de una larga serie de incidentes similares algunos de los cuales consiguieron destacar entre los demás.
Brenda Spencer estudiante ejemplar de una escuela de San Diego en
1979. Un lunes por la mañana con un rifle que le habían regalado
con ocasión de su decimosexto cumpleaños comenzó a disparar desde la
ventana de su habitación sobre un grupo de niños que iban a un
colegio al otro lado de la calle. Mato a uno de los porteros y al
director del colegio mientras intentaban llevar a once niños heridos
a un lugar seguro. Después de cinco horas la joven entregó a la
policía.
Los casos de Spencer y Smith son poco usuales ya que como se ha dicho la mayor parte de los asesinos de masas no sobreviven al gran día.
Así sucedió con James Huberty que en el año 1984 entró en un MacDonald´s donde liquidó a veinte personas antes de caer abatido por un francotirador. Este es por cierto el primer suceso de estas características que recuerdo haber visto en prensa y televisión en el momento en que tuvo lugar
La marca de Huberty fue superada por George Hennard quien el 16 de octubre de 1991 embestía con su camioneta el ventanal de la cafetería Luby´s en Killenn, Texas. A continuación el hombre saltó de su vehiculo, empuño su Glock semiautomática y abrió fuego de forma tranquila y metódica contra sus victimas. Hennard mató a 22 personas e hirió a 23 en aproximadamente un minuto. Y quien sabe hasta donde hubiera llegado (llevaba una pistola de recambio con 45 cargadores preparados) de no ser porque en las cercanías se encontraban por casualidad dos policías que acudieron a la cafetería y dispararon cuatro veces sobre el tirador. Hennard se tambaleó hasta un pasillo posterior donde se voló los sesos. Tenia 35 años y carecía de novia o amigos conocidos. Su licencia de marino, último vínculo con el mundo del trabajo, le había sido retirada. Durante un tiempo tocó la batería, pero al parecer a un ritmo distinto del resto del grupo
Volviendo al sub género de las matanzas en el ámbito escolar el 6 de diciembre de 1989 Marc Lepine de 25 años entró en el aula 230 de la Universidad de Montereal armado con un rifle semiautomático. Apartó a un lado a las chicas, ordenó a los hombres que se marcharan, y luego explicó a las nueves estudiantes de ingeniería que estaba allí para “luchar contra las feministas”. “Pero nosotras no somos feministas”, objetó una de ellas. Como respuesta Lepine apretó el gatillo, soltando una ráfaga de 30 disparos. Seis muchachas murieron. Disparó a otra en el pasillo, tres más en la cafetería y a cuatro en un aula contigua. Luego se voló la cabeza.
A estas masacres como digo siguieron muchas más (bastantes de ellas en colegios, institutos y universidades como la célebre del instituto Columbine de Colorado) hasta llegar a la que tuvo lugar ayer. De momento se sabe poco del asesino pero como decía el personaje que interpretaba John Cassavettes en la mencionada “Two- minute warning” (que algunos conocerán por su titulo español “Pánico en el estadio”) “mañana lo sabrán todo sobre él en las noticias de Televisión, como se llamaba, de donde era, el nombre de su madre y el de su perro”. Efectivamente pronto lo sabremos todo sobre el asesino excepto la eterna pregunta ¿por qué?
Se hablará de las presiones que supone vivir en la sociedad norteamericana (alguien dijo en cierta ocasión que cuando un japonés se cansa de la vida cierra las ventanas y se hace el hara-kiri y que cuando un norteamericano se cansa de la vida abre las ventanas y empieza a disparar a la gente de la calle). Se dirán también cosas sobre el fácil acceso a las armas que hay en USA (en España cuando a alguien se le hincha la vena gorda del cuello a lo máximo que puede aspirar es ha hacerse con un par de buenas escopetas de caza que siempre ocasionaran menos estropicio que un AK 47 que dispara 600 balas por minuto) y puede que haya algún Marylin Manson a quien echarle mano. Pero la realidad es que las verdaderas razones de estos actos están enterradas en las inescrutables mentes de los que los cometen.
Y no es que sus palabras ayuden mucho a entenderlos.
En el caso de Whitman se habló de la frustración que sentía al no haber podido llevar a cabo sus esperanzas (en parte alentadas por un padre violento que le exigía ser el mejor en todo) de conseguir el éxito en la vida que se suponía tenia que obtener un joven blanco de clase media y de inmejorable aspecto como él. Había hecho todo lo que se suponía que tenía que hacer y aún así no conseguía salir a flote. En unas notas que escribió el día anterior a la matanza manifestó un odio mortal hacia su padre y expresó su deseo de matar a su mujer para que no tuviera que soportar la vergüenza de sus actos. Tras matar a su madre escribió “12.30 de la noche. Madre muerta” y tras acabar con su mujer añadió “3.00 de la mañana. Madre y esposa muertas”. En la autopsia se le descubrió un tumor en el cerebro que le hubiera matado en menos de un año.
James Huberty entró en la hamburguesería al grito de “He matado a mil y mataré a otros mil”. En realidad antes de aquel día jamás había matado a nadie. Su pretendida experiencia de combate en Vietnam no existía más que en su imaginación.
Las claves de la naturaleza de Hennard habría quizás que buscarlas en las palabras que balbuceaba mientras acribillaba a sus víctimas: “¿Veis lo que me ha hecho Belton?. Decidme, ¿acaso valía la pena? ¡Esperad a que esas tías de Belton vean esto! ¡Me pregunto si ellas pensarán que valía la pena…! ¡Toma esto, zorra…! ¡Esto es lo que Belton me ha dado! ¿Vale la pena? ¿Acaso vale la pena…? ¿Te escondes de mí, zorra?” Hennard vivía solo en la localidad vecina de Belton. En enero de 1991 les había enviado una nota a dos hermanas del lugar, invitándolas a salir: “Por favor, dadme algún día la satisfacción de poder reírme en la cara de las mujeres viperinas y traicioneras de esos dos pueblos, casi todas ellas blancas, que trataron de destruirme a mí a y mi familia” Las hermanas rechazaron la invitación. La mayoría de las victimas de la matanza posterior eran mujeres.
En su nota de suicidio Marc Lepine mezclaba el deseo de mostrarse inteligente con sentimientos de venganza hacia el género femenino. “Seguí mis estudios de cualquier manera, pues, conociendo ya mi destino, nunca me interesaron realmente. Lo que no me impidió sacar buenas calificaciones, a pesar de no entregar los trabajos y no estudiar para los exámenes […] El otro día me enteré de que se estaba rindiendo honores a los hombres y mujeres que lucharon en el frente durante las guerras mundiales. ¿Cómo se explica entonces que las mujeres estuvieran autorizadas para ir al frente? A este paso oiremos hablar de las legiones femeninas de César y de que las esclavas de las galeras ocuparon el cincuenta por ciento de las filas de la historia, aunque nunca haya sido así” En pocos años Lepine había sido rechazado por la Universidad de Montereal, por el ejército y por su novia.
Otros asesinos en cambio no parecen tomarse a sí mismos tan en serio y resuelven con rapidez este tipo de cuestiones. Cuando a Robert Smith le preguntaron por qué había matado a aquellas mujeres respondió simplemente “para ser famoso, quería que todo el mundo me conociera”. A la misma pregunta respondió Howard Unruth con igual simpleza “No lo sé. Si hubiera tenido suficientes balas, hubiera matado a mil”
Pero la respuesta definitiva la dio la asesina adolescente Brenda Spencer. Al preguntarle a quien quería matar su respuesta fue: “a los que llevaban chaquetas rojas y azules”; y al preguntarle porque contesto: “porque los lunes son terriblemente aburridos”.
Labels: mass murderers blacksburg
27 Comments:
"...el año 1966 está considerado como aquel en el que se inauguró la mala costumbre de desahogar la rabia interior disparando contra todo lo que se mueve".
En el año 1966 pasaron cosas mucho más bonitas, hombre.
La deseperación, la necesidad de desahogo, el odio como mecanismo de autodefensa (Fernando Alonso tiene todos los atributos para convertirse en un asesino en masa el día en que tarden una décima de más en cambiarle la rueda). Todo pude ser comprensible. Lo extraño es que siempre lo canalicen igual. Formará parte de su cultura. Aunque el de anteayer era coreano. Si esto forma parte de la globalización, habrá que empezar a acojonarse.
Voy a comprarme un chaleco antibalas.
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Llevaba en USA desde los ochos años tú sabes que todo se pega meneos la hermosura :)
yo diria que el facil acceso a las armas si es causa importante para estas cosas, no es normal que uno de cada tres ciudadanos de los USA este armado. de todos esos que tienen un arma, alguno hay que se china y se lia a tiros, como no.
a mi me parece escandaloso que ni siquiera se planteen el tema en las campañas politicas para las presidenciales, que sea tan facil comprarse una pistola y guardarla al lado de la caja de cereales, y que cada suceso de estos sea tratado como una tragedia natural como si hablaramos de un huracán.
deberia ser mas facil para una sociedad cambiar, ir hacia adelante, y si algo esta mal, hacer algo para mejorarlo...
La respuesta que dan los defensores del libre uso de armas a ese argumento es: "si alguna de las victimas hubiera ido armada podría haberse defendido"
Asi pues para ellos la solución es....¡Mas armas!
A mi me gustaría saber donde te documentas para estas entradas a medio camino entre Iker Jiménez y el Abellán.
Por cierto, ¿no hay asesinas de masas?
El Abecedario del Crimen también tiene respuesta para eso. En primer lugar las mujeres no suelen venerar las armas de fuego como los hombres (aqui podriamos entrar en el venenoso campo freudiano de los simbolos fálicos pero que lo haga otro que yo de eso no entiendo) y además las mujeres admiten más fácilmente la depresión, llaman a una amiga o van al psicologo.
Así que efectivamente excepto en el caso de Brenda "i dont like mondays" Spencer no conozco otro caso de asesina de masas.
Conclusion: Por mas respuestas posibles que se nos de, todas las consideraremos absurdas. En mi opinion no hay explicacion valida alguna y el puto azar te situa en el lugar equivocado en el momento mas inoportuno.
Es una conclusión correcta y en el fondo es lo que quería decir con este post.
Entonces resulta, que si ando de corresponsal en Irak, que me dispare un soldado sabiendo que cubro una noticia para una prensa libre; el tema no es crimen, sino puro azar. Mala pata. ¡Vaya, no hay que pedir responsabilidades ni de acción ni de omisión!. Estaba donde no tocaba y a la hora equivocada.
Podrá no haber explicación para un crimen, pero eso no niega a los culpables, cómplices, responsables, favorecedores.
Los lunes pueden ser muy aburridos, pero lo que realmente aburre todos los días, es ver cómo un país ha hecho de la obsesión y el miedo; un negocio y una excusa.
Bienvenido/a Anamar antes que nada.
No es que no haya posibles explicaciones es que ninguna convence del todo. A mi por lo menos no. Quizas es que simplemente hay cosas en el mundo que no tienen explicación.
Se trata de evitarlas, sisterboy, de hacer lo posible por evitarlas.
Creo que confundís dos perspectivas: puede ser que para las víctimas sea azar,azar en el sentido de que uno no puede controlar todas las cosas,entre otras el comportamiento de los demás,no en el sentido de que las cosas no tengan una causa (me refiero a una causa positiva,no a una causa esotérica tipo demiurgo);pero en este caso para el asesino no hay ningún azar,él hace y deshace,y que uno no comprenda sus motivaciones(o no las sepa)no significa que no existan,por muy desmadradas que sean,que los trastornados (si es que lo es) es lo que tienen.
También pienso que la legalización de las armas tiene mucho que ver. Aquí un chico mató a otro y la historia fue más o menos que la víctima,que era skin,entró con sus amigos en un bar y se empezaron a meter con el homicida,que era gitano:a reírse de él,a insultar a su novia,a darle golpecitos...Total que el chaval sacó la navaja y se lo cargó.Pues el hombre debía de estar destrozado diciendo que para qué coño habría llevado la navaja y tal.No,la historia no tiene nada de especial,pero es que es tal cual,si tienes un arma a mano en un momento de ofuscación,que de otro modo se te habría pasado en unos segundos, puedes usarla.
Parafraseando a Protágoras
"No existen razones, si existieran no podriamos conocerlas, si las conocieramos no las entenderiamos"
Parafraseando a un Protozoo:
“----------------------------------------------------”
Ya, ya,...el relativismo, los sofistas y el hombre como medida de todas las cosas.
Es muy diferente decir que el hombre es en si la medida de todas las cosas a decir que el hombre mide todas las cosas según su punto de vista. Y ambas cosas son completamente diferentes.
Por cierto, ..¿alguien me pasa el metro?
Entre los culpables además de los sospechosos habituales ya han incluído a Eminem y a navegar por internet (que no los videojuegos).
Lo que sigo sin entender es el razonamiento de que si todos fueran armados se podría haber evitado. Lo más preocupante es que esos juicios los emite gente que en la mayor parte de las facetas de su vida será inteligente.
Bueno al menos éste hombre mide todas las cosas según su punto de vista porque no dispone de otro :)
Si te vale una vieja regla Sefton de 60 cm tuya es.
Una vez más nos has puesto los pelos de punta,después de esto te dan ganas de no salir de casa o salir en tanque.Lo peor de esto es que algún pirado haya visto los telediarios y decida que el también quiere ser famoso, o qué por qué esa chica no le hace caso o que de repente odia los vaqueros y se dedique a darle plomo a todo el que se encuentre,aquí también es fácil tener un arma y está lleno de pirados/as no hace falta irse muy lejos. Por cierto ¿tú sabrías decirme porqué las mujeres cuando asesinan prefieren el veneno?
Bueno Ana en primer lugar las mujeres matan mucho menos que los hombres y en segundo lugar no tienen, como se ha dicho, esa adoración por las armas que tienen los machos
Y por otra parte es lógico que si tu adversario (suponiendo que una mujer quiera por ejemplo matar a su marido camionero de noventa kilos)tiene más fuerza que tú trates de liquidarle de forma subrepticia.
Es lo que tiene este blog: que las entradas a veces se me quedan zumbando en la cabeza, pero los comentarios aún más...
;)
¿Pero ves?Es que tú estás buscando una razón esotérica,en plan ¿por qué? y miras al cielo buscando una razón. Pero si dices ¿por qué? y miras al suelo sí que hay una razón,pongamos el caso:este hombre estaba un poco paranoico y pensaba que la gente le maltrataba,así que les da un escarmiento.
Precisamente eso es relativismo:lo que para ti no es una causa,sí lo es para ese hombre (chinao o no).No es que haya una razón absoluta de que las cosas ocurren por justicia cósmica y que sólo haya una forma de pensar que es la que está escrita en las estrellas.Para este tío había una razón suficiente y actuó en consecuencia.En el mundo las cosas funcionan con lo que hay en el mundo (valga la rebuznancia),que son agua,tierra, fuego,cerebros más o menos maltrechos...,no con las cosas que no existen:dioses,justicias divinas y demás.Si entiendes el mundo así todo tiene una causa (otra cosa es que te satisfaga).
bueno, en respuesta a anamar, creo que estar en medio de un conflicto bélico aumenta las posibilidades de recibir un tiro, eso no exime de pedir responsabilidades.
Lo que yo quería decir en mi comentario es que, todos salimos a la calle, o vamos a comer a un restaurante, a trabajar o estudiar... etc... y todos estamos expuestos a que un tarado/a decida ese día hacer una matanza. Es este uno de esos casos en que la víctima no puede hacer nada, ¿Explicación?, cargar la culpa al asesino.. sí, claro, pero el por qué mata es otro asunto, es ahí donde toda respuesta se escapa a la comprensión. A mí no me vale que fuera un marginado, perdedor al que hubieran echado del trabajo y su mujer le hubiera dejado... Para eso métete un tiro directamente si no puedes soportarlo y deja a los demás tranquilos.
En la viñeta de ayer de El Roto, en El Pais, salía un tipo con un rifle y el comentario era:
"Me dijeron que mi vecino tenía una pistola y me compré un rifle. Cuando me enteré de que era mentira ya tenía un cañón".
Ayyy, no. Que hoy estoy en "esos días". No puedo leer de crímnes. Ta luego, después vengo...;-)
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Geo te borro el segundo post que estaba repe. La próxima entrada hablaremos de Lars von Trier :)
"Durante un tiempo tocó la batería, pero al parecer a un ritmo distinto del resto del grupo".
Encima con humor negro, sí señor XD
P.D.: Yo también odio a las feministas, pero de ahi a disparar contra ellas hay un trecho.
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