Street fighting man
En cierta ocasión asistí con mi padre a un mitin de Felipe González durante la campaña electoral de 1982. Durante su discurso, el que algunos días más tarde se convirtió en Presidente del Gobierno, dijo que el que por entonces líder de Alianza Popular tenía al menos una virtud: había conseguido englobar bajo un solo partido a casi toda la derecha española (excepción hecha de algunos grupúsculos extremistas a los que la historia y las urnas acabaron por borrar del mapa posiblemente para siempre) materializando así una delicada transición del franquismo hacia una opción conservadora de corte más europeo. No era habitual en aquellos años de posturas políticas tan enconadas elogiar de ese modo una personalidad pública tan denostada.
Y supongo que esto es lo mejor que se puede decir de Manuel Fraga. Otra cosa es que dicha transformación obedeciera a fines más personales que altruistas, resulta difícil que un político, sobre todo en las esferas en las que ejercían su actividad Fraga o el propio González, se mueva por otra cosa que no sea el interés propio, a lo más que podemos aspirar es a que para alcanzar dicho interés se empleen unos medios que más o menos favorezcan, aunque sea de forma subsidiaria, el interés general.
Ayer, hoy y en los próximos días se hablará mucho de Fraga elogiando su capacidad de adaptación a los cambios sociales que le tocó vivir, yo nunca he visto en él otra cosa que un individuo cuyo fervor por el lujuriante ejercicio de la política (al margen de cualquier interés económico pues no es nunca el dinero lo que estimula a esta clase de hombres) le llevó a aceptar cualquier régimen que le permitiera mantenerse en ese ejercicio. No se explica de otro modo el hecho de que alguien criado a los pechos de una dictadura intransigente no tuviera objeciones en participar de forma decidida en la transición hacia una Monarquía Parlamentaria y que incluso culminó su carrera política (prescindamos de sus últimos años de Senador bamboleante) presidiendo una Autonomía, forma de administración que posiblemente una decena de años antes le hubiera producido el más profundo rechazo.
De todos modos resulta difícil sustraerse a la sospecha de que en el fondo el sistema político preferido de Don Manuel (algo que posiblemente podría extenderse a otros líderes de semejante cariz como Margarte Tatcher o Charles De Gaulle) era la democracia orgánica a la que sirvió durante tantos años, por muchos esfuerzos que hiciera por ofrecer una imagen moderna al viejo tiburón se le escapaba de vez en cuando el ramalazo reaccionario con declaraciones inquietantes como aquella que hizo en cierta ocasión cuando manifestó que en el caso de llegar al poder hubiese acabado con el terrorismo en seis meses. Posiblemente fueran actitudes como esas las que le bloquearon su ascenso definitivo al poder y que, por más que se resistió con todas sus fuerzas, acabó por apartarle definitivamente de un actividad política en la que la sinceridad no es otra cosa que un molesto inconveniente que al menos debe reservarse como máximo para el primer Consejo de Ministros posterior a la victoria electoral.
7 Comments:
Cuánto tiempo sin ver / oir a la Trinca.
(La verdad es que no lo echaba de menos)
Mi madre siempre decia "Yo soy muy de Fraga" y a mí me daba un miedo...
Entre tú y yo a mí La Trinca nunca me hizo la más puñetera gracia.
Empiezas por los Rolling y terminas con La Trinca, que no, no tenían gracia y nunca la tuvieron, pero se ganaron la vida con ello, así que poco les importó nuestra opinión.
¿Sobre Fraga? Pues que daría miedo pero tenía personalidad y si tenía que soltar un mecagüen lo soltaba y eso es de agradecer en los tiempos de los tibios políticamente correctos de la era del marketing tipo Zapatero, Obama, Camps, Rajoy, Cameron y similares.
Estoy con El Impenitente. De igual modo que se echa en falta a los Bogart, Newman, Brando o Clift en el cine, en el mundo de la política añoramos a los tipos con personalidad. Y de eso Fraga tenía para aburrir. Camps no podría ni llevarle el café a don Manuel. Y lo mismo diría de Anguita, de Guerra, incluso de Suárez. Si hasta el pesadísimo Punset llegó a ser miembro del extinto CDS.
Jejeje a Punset le vi también en un mitin en la misma Plaza de Toros en la que vi a Gonzalez. Ahora que lo pienso qué mitinero era yo.
Con Fraga me pasa como con Jose María García: me alegré mucho de su caida pero visto lo que vino después ahora mismo le añoro intensamente.
¡García! ¡Dios mío! ¿Quién iba a decirnos que el periodismo deportivo iba a acabar basándose en "El informal" y "Caiga quien caiga"!
Periodismo deportivo es un oxímoron u oximorón que ya no sé cómo se dice.
Y yo también añoro al Butano.
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