Busca, busca, Rafael
Ha muerto Rafael Arozarena. Quizás este nombre no les resulte conocido aunque a lo mejor si les digo que era el autor de ““Mararía”” les suene algo más. Desde luego si vivieran en Las Afortunadas posiblemente sabrían al menos que esta obra existe.
Rafael Arozarena no es desde luego el artista más célebre que ha nacido en Canarias. Es cierto que las placentas de Oscar Domínguez y Benito Pérez Galdos también fueron expulsadas aquí pero, que yo sepa, ni el pintor ni el novelista mostraron mucho interés en plasmar los avatares de su tierra en sus respectivas obras, más bien salieron escopeteados de aquí en cuanto se les presentó la ocasión (algo que nadie les puede reprochar por cierto).
Pero “Mararía” es otra cosa, es nuestro Pedro Páramo, nuestro Cien Años de Soledad. Y el lugar en el que transcurren los hechos que se narran (Femes, isla de Lanzarote) es posiblemente el paisaje seco, negro y marrón con el que generalmente se identifica a estas islas, un concepto erróneo como sabe todo aquel que conozca un poco la tierra en la que llueve por calles y en la que se puede pasar del Valle de la Muerte a la Selva Negra en un par de kilómetros recorridos en coche de alquiler.
“Mararía” cuenta la historia de un forastero que llega a Femes y queda cautivado por la imagen de una anciana enlutada de aspecto misterioso. En los días sucesivos varios hombres del pueblo le contaran la historia de María, una joven de excepcional belleza ambicionada por todos los hombres del pueblo y que sólo entregará su cuerpo a aquellos que piensa que pueden sacarla del secarral físico y humano en el que vive. Así pues María pasará por los brazos de capitanes de barco, médicos, indianos retornados y extranjeros. Todos ellos contaran al forastero su relación con la muchacha y todos acabaran confesando con mayor o menor sonrojo su lamentable comportamiento con Maria a la que mentirán y engañaran para obtener sus favores a cambio de nada. Un triste recorrido de una decepción a otra que culmina en una violenta catarsis que traerá la liberación de su cuerpo pero no de su alma.
““Mararía”” es como he dicho posiblemente la novela más celebre ambientada en esta tierra que se haya escrito nunca y convirtió a su autor en una celebridad local a pesar de que Arozarena acabó hasta las narices de la fama que le trajo una obra que el consideraba menor en comparación con su producción poética de la que la verdad es que muy poca gente sabe algo.
De hecho, llegados a este punto, tengo que confesar que yo no hubiera tocado “Mararía” de no ser por que era de lectura obligatoria en el Instituto aunque la verdad es que me gustó bastante. Algunos años después se hizo una película basada en la obra de Arozarena y que nunca he querido ver, quizás porque todos los lectores del libro tenemos a nuestra propia María fabricada por nuestra imaginación y desde luego la mía no tenía el rostro de la también conejera Goya Toledo
En fin, sólo quería dejar testimonio de la muerte de Rafael Arozarena y recomendarles que si algún día se tropiezan por casualidad con su obra harían bien en echarle un vistazo.
Antes de tener noticia de este óbito mi intención era dedicarle una entrada a Mister Polanski pero habrá que esperar. Y tengo la sensación de que tal y como se está poniendo el asunto es difícil que el tema pase de moda.
4 Comments:
No sé de nada tan puntual con uno mismo como la muerte. De lo que llevamos de septiembre hasta ahora han fallecido dos poetas canarios: Rafael Arozarena y José María Millares Sall. Enraizado en el paisaje isleño quedan sus palabras. Sobreviven a su geografía y a su tiempo y se abren como el mar a otros mundos. El íntimo de la palabra. Como dos guaguas pintadas con cerezas dirigiéndose a Liverpool.
http://www.radioecca.org/especiales/nosquedalapalabra/1130.html
http://alexisravelo.canariblogs.com/2009/09/08/el-hombre-que-despreciaba-los-microfonos/#comments
Saludos y esperaré a Polanski, sentada.
Ni siquiera conozco la obra de José María Millares, shame on me aunque tengo la excusa de que nunca me he sentido atraido por la poesía. De todos modos sigo estremeciéndome ante la sabiduria de los miembros del aura.
Pérez Galdós se convirtió en un urbanita madrileño. Se cuenta la anécdota de un día que iba paseando con Pío Baroja (otro madrileño converso) y andaban los dos ensimismados en su conversación. De repente don Benito se paró y exclamó horrorizado -cuidado, don Pío: el campo. Y ambos se volvieron por donde habían venido.
Curioso (y vergonzoso, supongo) enterarse de la existencia de una persona a su muerte. Me apunto la recomendación, desde luego. Con que sea una milésima parte de bueno que Bartleby me conformo.
Impenitente encantado de intercambiar descubrimientos contigo
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