LA SINDROME DI STENDHAL
Al final de la película “La Dolce Vita” de Federico Fellini se establece una simbólica disyuntiva. Después de una de sus grotescas francachelas, Marcello Rubini y sus amigos desembocan por la mañana en una playa donde unos pescadores acaban de sacar del agua una monstruosa raya. En ese momento, al otro lado de la playa, aparece una muchacha de aspecto angelical (que previamente había aparecido en la secuencia en la que Marcello trataba infructuosamente de escribir algo que no fuera una mierda) que trata de llamar la atención del escritor, la comunicación es imposible y tras hacer un gesto de impotencia, Rubini le da la espalda a la chica y se marcha con sus amigos y su monstruo.
Para todos aquellos que se preguntaron qué fue de Marcello (aunque tampoco es necesaria demasiada imaginación para averiguarlo) “La Gran Belleza” podría ser la respuesta. Por más que mi propia impresión pueda estar influenciada porque hace muy poco tiempo que vi por primera vez la obra maestra de Fellini. lo cierto es que la relación entre ambas películas y sus personajes es tan insoslayable que prácticamente no he encontrado ninguna crítica que no hiciera referencia a ella.
En el filme de Paolo Sorrentino (del cual he visto “Las consecuencias del amor” y “This must be the place” que me gustaron con reparos) el célebre personaje de “La Dolce Vita” aparece reencarnado en la piel de Jep Gambardella, un diletante escritor que ha llevado a lo sublime el adagio que dice “cría fama y échate a dormir” ya que lleva toda la vida mantenido por un éxito literario de juventud. La película comienza (tras un enigmático prólogo) con la celebración del 65 aniversario de Jep y lo primero que llama la atención de ella es la paradoja de que, siendo una película con un metraje bastante extenso, (2 horas y 20 minutos) se podría quizás resumir en los siete primeros minutos que dura esta introducción, una de las más impresionantes que nos ha dado el cine europeo desde los tiempos del “Underground” de Emil Kusturica.
El filme de Sorrentino es un recorrido por una sociedad grotesca, y moralmente corrompida (exactamente lo que se plasma en la desaforada fiesta de cumpleaños) que resulta aún más ridícula por el barniz cultural con el que trata de recubrirs, una historia que podría contarse en otros países de la vieja Europa (hay toneladas de literatura sobre la decadencia de la clase alta británica por no hablar de la española) pero que está centrada en Italia lo cual le proporciona posiblemente un encanto que sería difícil reproducir en cualquier otra cultura. De este modo Sorrentino tiene la inteligencia de apostar más por la ironía que por el dramatismo (aunque la película no elude los momentos dramáticos) y de no convertir a su personaje protagonista en un individuo despreciable o carente de cualidades humanas (es capaz de llorar sinceramente alguna de las pérdidas personales por las que atraviesa a lo largo del filme), por el contrario Jep resulta una persona encantadora, que contempla con ironía pero con tolerancia e incluso con afecto a la bufonesca tribu que le rodea, una tolerancia que precisamente sólo quebrará para poner en evidencia a uno de los miembros de esa tribu que pretende de forma hipócrita trascender de entre los miembros de su clase.
Pero “La gran belleza” es algo más que la descripción del declive de una determinada clase social, es también un ejercicio de reflexión personal de alguien que empieza a entrar de lleno en la vejez y vuelve la mirada hacia los escasos momentos de autentica verdad que ha tenido en su vida, en especial un pasaje de su juventud que revive de forma obsesiva, pero ni este retorno momentáneo al pasado, ni las pocas relaciones francas que Jep es capaz de establecer (la hija de un viejo amigo, su asistenta, su editora o una monja centenaria cuya sincera religiosidad contrasta de forma llamativa con la de sus hermanos de fe), ni la certeza de que la muerte o el hastío limitan cada vez más su círculo personal son suficientes para hacer que Jep abandone una corte de los milagros que en el fondo siente como el único lugar al que verdaderamente pertenece.
No se trata de un filme redondo, el alargado metraje se deja notar en el último tercio de la película que se me asemejó a sucesión de finales inacabable, algunas situaciones son excesivamente grotescas incluso para un filme como este y otras un tanto repetitivas pero en conjunto creo que estamos ante uno de los grandes filmes del año que acaba de terminar y que es a la vez una suerte de compendio del gran cine europeo de todos los tiempos (a los mencionados Fellini y Kusturica se podrían añadir Bergmann, Fassbinder o Luís Buñuel y eso sin entrar a fondo en la multitud de referencias) a la vez que un estremecedor homenaje a la absurda y desproporcionada belleza de la Ciudad Eterna que se resume en uno de los títulos de créditos más hermosos que recuerdo.
9 Comments:
Pues no se donde he escuchado que, tras ver esta película, te entran unas ganas enormes de ver "La dolce vita" y de escuchar a Raffaella Carra. ¿Te ocurrió también lo segundo?
De escuchar a Rafaella siempre hay ganas
http://youtu.be/n7_MRQTCOjo
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La verdad es que la Carrá es un genero en sí misma.
Mi favorita es ésta:
http://www.youtube.com/watch?v=EPRB5V-7Jg8
Y esa y su misteriosa trama filo gay
http://youtu.be/GhI87sm9YDs
Hola Rafaella! sois unos horteras. yo a la carra sólo la bailo en nochevieja (y fiestas de guardar)
pues te diré que hace pocos meses me puse a ver la dolce vita y no la aguanté entera!! ya se que me lo perdonarás porque me quieres mucho a pesar de mi ignorancia cinéfila.
Lucas se fue con uno de los bailarines, sin duda. O con los seis.
¿Hortera? Pues sí. En esta noche cambiará mi vida, en esta noche, en esta noche. Un himno.
Slim eso no se trata de horterismo, Rafaella Carras es como Torrebruno, odiales es odiar nuestra infancia.
Si "La dolce vita" te resultó grotesca mejor no te metas con la etapa auto-consciente de Fellini.
Por cierto ¿Tú no tenías que estas examinándote?
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