Personal Christmas. Capitulo 2 "Beggars Banquet"
Hablamos hoy de dos fenómenos navideños en los que se produce la misma clase de paradoja que se da en casi todos los aspectos de la fiesta: los despreciamos y nos reímos de ellos y sin embargo nos resultan imprescindibles. En este caso nos referimos a las cenas de empresa y a los lotes de Navidad.
Por fortuna la mayor parte de mi triste vida laboral se ha desarrollado en empresas tan miserables que a veces me veía obligado a robar el material de oficina de las diferentes asesorías que tenían la desgracia de tenernos de clientes (y a las que por además rara vez pagábamos). En esas condiciones, y salvo en una sola ocasión, está claro que de comida o cena de navidad nanay del Japón cosa que yo en el fondo agradecía.
Pero una cena de navidad de empresa es como la muerte: se puede esquivar un tiempo pero siempre acaba alcanzándote. Aún así seguí teniendo suerte ya que el segundo acontecimiento de estas características al que me vi obligado a asistir tuvo lugar apenas dos meses después de mi llegada a la empresa con lo que no había tenido tiempo aún de enemistarme con mis compañeros y al año siguiente fui despedido cuando ya me encontraba enfrascado en la búsqueda de alguna complicada excusa para evitar volver a compartir el queso empanado con unos compañeros con los que ya había tenido tiempo de enemistarme. Aun así recuerdo con desagrado como la jefa (o la mujer del jefe que viene a ser lo mismo) se empeñó en que todos y cada uno de los asistentes (excepto ella naturalmente) nos levantáramos y diéramos un discursito sobre lo mucho que nos gustaba estar en XXXXXXX Sociedad Limitada y de qué manera formábamos todos una gran familia. Yo también tuve que hacerlo claro.
Ayer mismo tuvo lugar la tercera vez aunque en este caso fue una comida. Desde el principio de la semana yo me había estado sintiendo un poco mal y en concreto el mismo día del acontecimiento mi estomago era una especie de Verdún en miniatura. No parecían las circunstancias apropiadas para meterse tremenda parrillada de cerdo con cerdo así que durante la mañana estuve lanzando insinuaciones acerca de que a lo mejor no podría ir, que me encontraba mal esto y lo otro, insinuaciones que eran recibidas como si yo estuviera gastando una broma o algo así. Nadie creía que no fuera a asistir. Porque amigo si has decidido no ir a la comida-cena de navidad por estar enfermo más te vale estar auténticamente enfermo MÁS TE VALE ESTAR MURIENDOTE MUCHACHO porque de otro modo estas acabado.
El hecho de que la cuchipanda navideña está tan imbuida en el inconsciente español como una obligación equivalente a vacunarse de la anti tetánica explica el hecho de que al final decidiera ir al martirio algo que en cualquier otra circunstancia no hubiera hecho. Efectivamente la no asistencia a esta clase de actos se considera una afrenta que puede ser irreparable. Conozco personalmente el caso de una mujer que fue despedida por excusarse de forma que hubiera sido considerada convincente para cualquier otro tipo de compromiso.
No hay mucho que contar del banquete, la comida estuvo bien aunque esto es lo de menos. Decía Maytena en una de sus tiras cómicas que en este tipo de celebraciones lo más interesante parece suceder siempre en el otro extremo de la mesa. A mi me tocó con las mujeres y cómo una de ellas estaba embarazada la conversación giró en torno a dilataciones, amniocentesis y vómitos matutinos. Perfecto para hablar en una comida, y más en mi estado. De todos modos me alegré de haber caído en ese rincón puesto que en el de los hombres las conversaciones seguramente fueron más nauseabundas a juzgar por las risas maniacas que llegaban desde ese lado. La cosa acabó después de unas tres horas y media de tortura, tras los cual conseguí escaparme de la prórroga, o sea las copitas de la digestión tomadas en algún mirador con mesas de plástico de coca cola. Pero esta vez nadie se preocupó por mi desafección. Yo ya había cumplido.
Creo que mi antipatía por estas cosas obedece al hecho de que nunca he comprendido la razón por la que los compañeros de trabajo tengan que ser también obligatoriamente amigos y deban mantener algún tipo de relación fuera del habitual buenos-días-hasta-mañana-que-tal-los-niños. O tal vez tenga que ver con todas esas leyendas urbanas (que como digo nunca he podido comprobar personalmente dada mi escasa experiencia) sobre cenas de empresa que acaban a silletazos en cuanto los Jägermeister empiezan a hacer efecto y Peláez de Contabilidad saca a relucir viejas pendencias con Marhuenda el del almacén. Pero en fin como navideño que soy el año que viene volveré a pasar por lo mismo. Suponiendo que tenga trabajo entonces naturalmente.
De la otra tradición navideña relacionada con el trabajo y la comida tengo una experiencia aún más exigua. Me refiero a la cesta o lote de navidad un regalo despreciado y criticado de forma transversal y longitudinal en todos los oficios. Pero ¡ah! aquella empresa que teniendo implantada la costumbre decida suprimirla provocara como mínimo rumores de que la quiebra está cercana. Y allí donde no existe la costumbre no faltaran nunca empleados que la reclamen mencionando tal o cual negocio donde dan unos lotes de órdago a pesar de ser más pobres o tener menos empleados.
Curiosamente la única ocasión en la que me encontré satisfecho con el regalito fue en mis tiempos de aprendiz (ni siquiera era un empleado formalmente hablando) en una gestoría no demasiado lujosa que sin embargo nos obsequió con una de esas cestas de Carpanta a la que uno piensa que jamás va a poder hincar el diente.
De resto nada, en la empresa cutre que mencione antes una vez el jefe tiró la casa por la ventana y nos dio a cada uno una botella de licor de plátano. Lo demás ha consistido en asépticas cajas de cartón donde uno se encontraba con tabletas de “Turrón Teclo” y otros horrores ignotos.
Y dado que la función pública no es partidaria de este tipo de obsequios este año no puedo contar ninguna historia sobre lotes de navidad ni describir con detalle su contenido para mofa, befa y escarnio del blog.
Así pues si alguien quiere contar alguna anécdota enriquecedora sobre estas dos costumbres navideño-laborales es muy libre de hacerlo en la sección de comentarios. De no ser así les sugiero que busquen cualquiera de los especiales de Navidad de El Jueves donde Oscar Nebreda ha diseccionado estos de manera con más minuciosidad y seguramente con mucha más gracia.
Por fortuna la mayor parte de mi triste vida laboral se ha desarrollado en empresas tan miserables que a veces me veía obligado a robar el material de oficina de las diferentes asesorías que tenían la desgracia de tenernos de clientes (y a las que por además rara vez pagábamos). En esas condiciones, y salvo en una sola ocasión, está claro que de comida o cena de navidad nanay del Japón cosa que yo en el fondo agradecía.
Pero una cena de navidad de empresa es como la muerte: se puede esquivar un tiempo pero siempre acaba alcanzándote. Aún así seguí teniendo suerte ya que el segundo acontecimiento de estas características al que me vi obligado a asistir tuvo lugar apenas dos meses después de mi llegada a la empresa con lo que no había tenido tiempo aún de enemistarme con mis compañeros y al año siguiente fui despedido cuando ya me encontraba enfrascado en la búsqueda de alguna complicada excusa para evitar volver a compartir el queso empanado con unos compañeros con los que ya había tenido tiempo de enemistarme. Aun así recuerdo con desagrado como la jefa (o la mujer del jefe que viene a ser lo mismo) se empeñó en que todos y cada uno de los asistentes (excepto ella naturalmente) nos levantáramos y diéramos un discursito sobre lo mucho que nos gustaba estar en XXXXXXX Sociedad Limitada y de qué manera formábamos todos una gran familia. Yo también tuve que hacerlo claro.
Ayer mismo tuvo lugar la tercera vez aunque en este caso fue una comida. Desde el principio de la semana yo me había estado sintiendo un poco mal y en concreto el mismo día del acontecimiento mi estomago era una especie de Verdún en miniatura. No parecían las circunstancias apropiadas para meterse tremenda parrillada de cerdo con cerdo así que durante la mañana estuve lanzando insinuaciones acerca de que a lo mejor no podría ir, que me encontraba mal esto y lo otro, insinuaciones que eran recibidas como si yo estuviera gastando una broma o algo así. Nadie creía que no fuera a asistir. Porque amigo si has decidido no ir a la comida-cena de navidad por estar enfermo más te vale estar auténticamente enfermo MÁS TE VALE ESTAR MURIENDOTE MUCHACHO porque de otro modo estas acabado.
El hecho de que la cuchipanda navideña está tan imbuida en el inconsciente español como una obligación equivalente a vacunarse de la anti tetánica explica el hecho de que al final decidiera ir al martirio algo que en cualquier otra circunstancia no hubiera hecho. Efectivamente la no asistencia a esta clase de actos se considera una afrenta que puede ser irreparable. Conozco personalmente el caso de una mujer que fue despedida por excusarse de forma que hubiera sido considerada convincente para cualquier otro tipo de compromiso.
No hay mucho que contar del banquete, la comida estuvo bien aunque esto es lo de menos. Decía Maytena en una de sus tiras cómicas que en este tipo de celebraciones lo más interesante parece suceder siempre en el otro extremo de la mesa. A mi me tocó con las mujeres y cómo una de ellas estaba embarazada la conversación giró en torno a dilataciones, amniocentesis y vómitos matutinos. Perfecto para hablar en una comida, y más en mi estado. De todos modos me alegré de haber caído en ese rincón puesto que en el de los hombres las conversaciones seguramente fueron más nauseabundas a juzgar por las risas maniacas que llegaban desde ese lado. La cosa acabó después de unas tres horas y media de tortura, tras los cual conseguí escaparme de la prórroga, o sea las copitas de la digestión tomadas en algún mirador con mesas de plástico de coca cola. Pero esta vez nadie se preocupó por mi desafección. Yo ya había cumplido.
Creo que mi antipatía por estas cosas obedece al hecho de que nunca he comprendido la razón por la que los compañeros de trabajo tengan que ser también obligatoriamente amigos y deban mantener algún tipo de relación fuera del habitual buenos-días-hasta-mañana-que-tal-los-niños. O tal vez tenga que ver con todas esas leyendas urbanas (que como digo nunca he podido comprobar personalmente dada mi escasa experiencia) sobre cenas de empresa que acaban a silletazos en cuanto los Jägermeister empiezan a hacer efecto y Peláez de Contabilidad saca a relucir viejas pendencias con Marhuenda el del almacén. Pero en fin como navideño que soy el año que viene volveré a pasar por lo mismo. Suponiendo que tenga trabajo entonces naturalmente.
De la otra tradición navideña relacionada con el trabajo y la comida tengo una experiencia aún más exigua. Me refiero a la cesta o lote de navidad un regalo despreciado y criticado de forma transversal y longitudinal en todos los oficios. Pero ¡ah! aquella empresa que teniendo implantada la costumbre decida suprimirla provocara como mínimo rumores de que la quiebra está cercana. Y allí donde no existe la costumbre no faltaran nunca empleados que la reclamen mencionando tal o cual negocio donde dan unos lotes de órdago a pesar de ser más pobres o tener menos empleados.
Curiosamente la única ocasión en la que me encontré satisfecho con el regalito fue en mis tiempos de aprendiz (ni siquiera era un empleado formalmente hablando) en una gestoría no demasiado lujosa que sin embargo nos obsequió con una de esas cestas de Carpanta a la que uno piensa que jamás va a poder hincar el diente.
De resto nada, en la empresa cutre que mencione antes una vez el jefe tiró la casa por la ventana y nos dio a cada uno una botella de licor de plátano. Lo demás ha consistido en asépticas cajas de cartón donde uno se encontraba con tabletas de “Turrón Teclo” y otros horrores ignotos.
Y dado que la función pública no es partidaria de este tipo de obsequios este año no puedo contar ninguna historia sobre lotes de navidad ni describir con detalle su contenido para mofa, befa y escarnio del blog.
Así pues si alguien quiere contar alguna anécdota enriquecedora sobre estas dos costumbres navideño-laborales es muy libre de hacerlo en la sección de comentarios. De no ser así les sugiero que busquen cualquiera de los especiales de Navidad de El Jueves donde Oscar Nebreda ha diseccionado estos de manera con más minuciosidad y seguramente con mucha más gracia.
22 Comments:
A mí en las cenas de Navidad me ocurre como en las bodas: en cuanto la cosa empieza a desmadrarse y las corbatas comienzan a desaparecer de los cuellos para empezar a anudarse en los sitios más insospechados, no puedo evitar preguntarme si la vida de la gente es realmente tan gris como parece. Es como si no se hubieran divertido jamás hasta ese momento.
Yo solo he asistido a una -en mi primer añito laboral- y fue de lo soso a lo lamentable. El resto de los años me he escaqueado puntualmente cogiéndome mi semana de vacaciones justo en la semana de la cena.
Mis experiencias con las cestas son bastante más positivas. Regalo las peladillas y me quedo con el jamón X-D
Lo de las vacaciones es buena idea, trataré de reservar unos días el año que viene. ¿Cesta con jamón? si viene un jamón por mi como si el resto son frutas escachadas o alguna porqueria por el estilo
Las cestas navideñas pueden ser maravillosas o una mierda pinchada en un palo, pero siempre, siempre, siempre, es una alegría recibirlas (aunque haya quien disimule). Gratis, palabra musical.
De las cestas de Navidad me quedo con las de mi marido, siempre llevan un jamoncito estupendo, y un surtido de ibéricos y quesos estupendo para chuparse los dedos, y eso que este año los voy a tener prohibidos, pero bueno. Las de mi empresa suelen ser cutres y la verdad es que me daría igual si no me la diesen algún año de estos.
De las cenas y comidas de empresa de Navidad diré que afortunadamente en mi empresa se abolió la que se hacía en plan todos los departamentos juntos y fue una bendición, porque en realidad era un ejercicio de alta hipocresía llevado al límite que no reportaba nada positivo. Algún año simulé estar enferma para no ir, todo sea dicho de paso. Ahora lo que hacemos es hacer mini comidas o mini cenas por grupos. Vamos a cenar o comer con quienes nos llevamos bien y sin ningún tipo de compromiso. En mi caso suelo ir a comer a un coqueto restaurante el último día de trabajo antes de Nochebuena, este año supongo que será el 21, con algunos compañeros de mi departamento. Buena comida, buena compañía, y todos tan felices a casa!
Yo también me quedo con la cesta de tú marido :). Pero como bien dice Ra apuesto a que si un año dejan de darles a ustedes el lote de carton llena de baratijas se monta un pollo, seguro.
Dios, cómo odio esos momentos de "cada uno que diga algo sobre X". Siempre me recuerdan a la gorda hermana de Tony Soprano cuando muere la madre.
Menos mal que la gente sabe que diré una burrada o algo "poco serio", por lo que evitan forzarme a hacer este tipo de cosas.
Saludos!
Te has olvidado "el amigo invisible".
En cuanto a cenas no he asistido a ninguna en mi vida. Sólo a una comida que organiza cada año la empresa en la que actualmente trabajo. Eso fue hace tres Navidades sin contar esta, el primer año que empecé, y por qué sigo trabajando ahí voy a obviar dar los detalles de porqué no he asistido en los años siguientes, pero la excusa de trabajar en el turno de noche me viene perfecta para poder escabullirme sin ser demasiado mal vista. Este año, han organizado una comida paralela parte de la plantilla, pero esta te la pagas de tu bolsillo, así que no necesito excusas: No estoy para gastar dinero (y menos para despilfarrarlo en una comida en la que probablemente ni el vino se salve, y ni lo bebería, y sin ánimo de compartir mesa con gente con la que no tengo nada en común, ni coincidimos en el horario laboral, ¿pues para qué comer juntos? y aunque así fuera, con más motivos: ¿Para qué prolongar la agonía con otra comida en la que encima no has de compartir mesa por obligación?
Que no, que no... que a lo sumo haría una comida o cena con parte de la gente con la que trabajo y me siento a gusto, y eso, ya lo he hecho y sin tener que ser Navidad.
Lo de la cesta o lote. Sí he recibido desde lo más cutre: una minicaja de "conguitos la casa" Y NADA MÁS. A la cesta más currada: Con paletilla ibérica incluida, y un largo etc... Y aunque agradezca el detalle, preferiría un aumento para llegar a un salario digno y si eso, ya me encargaría yo misma de ir al super a comprarme el lote.
Y ya que nadie pregunta... ¿Sales en la foto? ¿Sales en la foto? ¿Sales en la foto?
Nunca por navidad, me obsequiaron con una cesta. La única que por estas fechas multiplica su contenido en casa, es la de la ropa sucia. Por navidad regresan el turrón y los afectos. Los míos (familiares y amigos pródigos) acampan durante estos días a la lumbre de mi hogar, con el tiempo suficiente, como para que lo mucho no canse y lo poco no se aprecie.
De mi empresa estatal, nunca recibí felicitaciones ni víveres navideños. Únicamente la extra de navidad en un sueldo base congelado y con escarcha desde sus orígenes. No me quejo de lo primero. Con los que somos en el ente y lo poco que se nos estima, saldríamos a menos y de dudosa calidad.
Sobre las cenas, decir que me apunto a todas. Entre otras, porque son gratis y no amarga el rato de tertulia laboral. Casi empiezan a ser catárticas y según va entrando la noche, sicodélicas. Bien es cierto, que con poco me abstraigo o me divierto, sin pedir peras al olmo. Dado que el jefe, sigue siendo un ente (más alcornoque que fresno), que no se sienta a la mesa; las veladas laborales son más agradecidas…sin sus gracias. De nada.
¡Calla Calla PI! que lo del amigo invisible aun no la ha mentado nadie y toco madera para que tal cosa ocurra. Suerte que la más petarda de la oficina está de vacaciones (lo que no le impidió ir a la comida por cierto).
La foto la he cogido al azar de entre lo que salia en el google poniendo "cena de navidad". Pero fijense en la escena, es arquetipica. Dominando el cuadro ese encorbatado y felipegonzalezco ser que juraria que es el gerente, en la esquina inferior derecha tipico caso de chupatintas desmelando por el vino barato, encima de él el sosainas que no se desmelenaria ni aunque estuvieran bebiendo LSD en lugar de cava aragones. En todas las partes las chicas de la ofi en diferentes grados de sonrisa petrificada y completando el drama en la esquina superior izquierda el camarero don Venancio (treinta años doblando la cerviz en el restaurante La Parrillita Baratita) cagandose en los muertos de todos y cada uno de ellos porque ya es la una de la mañana y no ve la hora de llegar a casa y meter los carcañales en barreño de agua con sal. ESTO NO ES UNA FOTO, ESTO ES UNA OPERA.
Marina creo que olvidé mencionar que la comida NO la paga la empresa. Encima tuve que aflojar 25 euracos :(
JAJAJAJAJA, después de descojonarme con tu comentario de la foto te recomiendo ver "The Office" (yo estoy ya por la tercera temporada de la versión americana, pero me han dicho que la británica todavía es mucho más ácida)
PD: Ya imaginaba que la foto era extraída de la red al azar, era para picarte.
Todavía tengo en mi mente grabada la, creo, única foto que has cogado tuya, de lejines y con gafas de sol, ¡Tramposo!
Al menos es más de lo que sabemos de tí :)
eh! eh! Que una servidora se colgó (que mal suena eso) en una tierna imagen de cuando era una dulce e inocente niñita, y debo recordarte también que en una ocasión me desmonté en un megaprimerplano :))
Si quieres, Sisterboy, te mando una foto de Pi. Son cien mil. Euros, claro. También salimos Elbé y yo (cincuenta mil cada uno). Pero no nos podemos comparar, es cierto.
La verdad esta es la entrada en que más datos has dado sobre tu persona. Atando, atando va a resultar que eres de carne y hueso y que si se te pincha, sangras.
Nosotros este año, gracias a Llanera y a su suspensión de pagos o proceso concursal nos hemos quedado sin cena (no hay que por bien no venga) y sin lote navideño (esto me jode más, no porque fuese espléndido, sino por lo mismo que tan bien explica Ra).
En las cenas navideñas es cuando más lamento no ser Charles Bronson.
Halaaaa, ya me habeis deprimido pa toda semana.
Qué ganas de que sea 7 de enero, po dio
jaja..peor aun que la petarda de la oficina, hay gente que se coge fiesta el dia despues (si es laborable) para desfasar a gusto, o el dia de la cena (si al dia siguiente no se trabaja) para prepararse bien...y despues de todo igual se van a la cama a la 1!!
aki la verdad es que no hacemos cenas multitudinarias, pero con tu entrada me han dado ganas de organizar una, voy a sondear al personal ahora mismo.
¡Oh Dios mio que es lo que he provocado!
Juas, es verdad que la comida de navidad del trabajo es como la muerte. A veces incluso peor que la muerte.
La mía es mañana y aún estoy elucubrando excusas a la desesperada, aunque me crucifiquen por ello. Total, en Mayo se me acaba el contrato. Para lo que me queda de estar en este convento...
jajajaj, a mí me toca esta semana que viene y volverá a ser lo mismo, contratarán un restaurante para cerrarlo exclusivamente para la cena de empresa, contratarán al mismo cantante fracasado de turno que sólo hace tournées por la vecina benidorm y que nos hastiará a pasodobles de autor y canciones propias lamentables, volverán a ser todo risas y hablar de trapos, coches y lo bien que está creciendo en la empresa (cuando todos sabemos que nos deben mil horas extras y que nuestro jefe nos roba más que otra cosa y encima nos miente sabiendo como sabemos todos que ha construido un gigante con pies de barro que hace que los bancos se relaman esperando poder hincarle el diente y mandarlo a él y a los trabajadores a la mierda) y respectoa a las cestas, cajas, canastos de Navidad, cada vez son más grandes, pero nos mete paleta en lugar de jamón y luego dice que le han timado que él ha pagado por jamón!! y así lleva 2 años, a mí me da igual, porque lo regalo todo a la family, pero tío no te tires de la moto que se te ve el plumero asquerosa rata jefuna!!!
en fin, eso es mi relato, pero lo negaré delante de un abogado si se me vuelve a preguntar, jajajajaja!!
por cierto, voy a linkarte que a mí las historias de caníbales y demás me encantan!!!
¡Mujer Ninive! Cuchipandi con actuaciones incluidas y todo, eso ya es nivelazo.
Deberias tomar nota de todo lo que va a suceder en tu empresa, a lo mejor consigues una historia tan buena como la de "Enron" y haces un documental y te forras
jajajaj, no me des ideas,"developers, developers, developers..."
Ahora la empresa somos mi mujer y yo, así que las cenas de Navidad no pueden ser más plácidas...ahora, cuando era más joven, también agradecía las cenas en empresas con varias sedes, así podía intimar con la "cañón" de la empresa (que, lamentablemente, siempre estaba en la sede más lejana)
Ya pero seguro que es menos divertido que compartir cuchipanda con otros quinientos currifichantes. Suerte con la próxima temporada :)
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