NUIT PERMET LE JOUR
El 12 de enero de 2013 puse en este blog mi crítica de la
película “Los Miserables”, en la sección de comentarios explicaba que, como
parte de la buena impresión que me produjo el argumento del filme, había
decidido abordar el original literario. Hoy, más de un año y medio después, he
conseguido terminarlo.
Podría aducir para justificar la tardanza la extensión del
libro (2000 páginas de vellón por más que la lectura se haya producido en el
entrañable soporte de un libro de pasta dura de páginas nunca antes despegadas
y de traducción antigua en la que se convierte un Jean en un Juan) o como cada
vez es más complicado leer a medida que aumentan las distracciones que
dificultan ese ejercicio (cuando tenía 13 años posiblemente leía el doble de lo
que leo ahora).
Pero lo cierto es que la explicación tiene algo más que ver con
lo que también comentábamos a propósito de la lectura de “Moby Dick” y en
ocasiones anteriores sobre otros autores clásicos y populares del Siglo XIX.
Puede resultar arriesgado hacer una valoración conjunta de la amplia y variada
literatura de dicho siglo pero lo cierto es que la tendencia al enciclopedismo
de algunos escritores de entonces resulta cuanto menos sorprendente cuando se
leen hoy en día. En el mencionado caso de “Moby Dick” se comprobaba cómo el
célebre relato no parecía otra cosa que un concienzudo tratado de cetología
camuflado de libro de aventuras marinas. Asimismo en algunas obras de Julio
Verne ocurría otro tanto, la historia narrada en “20.000 leguas de viaje
submarino” se veía continuamente alternada con extensas descripciones de la
fauna, la flora y la geografía submarina,
“De la Tierra a la Luna” tuve que abandonarlo al encontrarme empantanado
por inacabables disquisiciones sobre astronomía, física, hipérbola y parábola.
Y según me han dicho con “Viaje al centro de la Tierra” ocurre otro tanto en lo
que respecto a la geología.
Es posible que muchos de estos autores se vieran en la
obligación de proporcionar al lector no sólo un relato apasionante, sino
también un acompañamiento de conocimientos didácticos de imposible o difícil
adquisición en una época en la que la ignorancia sobre el mundo y sus
circunstancias era la norma casi general, incluso en el escaso porcentaje de
población que sabía leer.
En el caso de Víctor Hugo y otros autores cuasi contemporáneos
suyos como Balzac, Flaubert y compañía se aprecia, por encima de cualquier veleidad
artística, un deseo de retratar la estructura de la sociedad en la que
vivían. Sin embargo cuando leí “Madame
Bovary” por ejemplo, las detalladas descripciones que se hacían de la pequeña
comunidad rural en la que se desarrollaba la acción y de los hombres y mujeres
que la habitaban no me parecieron tan extrañas al cuerpo de la historia como me
ha resultado en el libro que nos ocupa, aunque tampoco he tenido la sensación
de estar leyendo un tratado pseudo-científico con un barniz dramático como en
el ya mencionado caso de Moby Dick. Aquí pienso sencillamente que el bueno de
Don Víctor se iba por los cerros de Úbeda de vez en cuando.
El libro comienza de modo bastante desalentador dedicando
las primeras 78 páginas a describir la vida y milagros del Obispo Myriel cuya
función en la historia es importante (reconducir al salvaje Jean Valjean hacia
los linderos de la santidad) pero en absoluta merecedora de tal minuciosidad. Y esta es más o menos la tónica que prosigue a
lo largo del libro, en el que se alterna el argumento que todos más o menos
conocemos con insertos sorprendentes como ese que tiene lugar en el comienzo de
la segunda parte en el que se emplean otros 83 páginas en una narración de la
batalla de Waterloo sólo porque es allí donde tiene lugar el encuentro entre
Thernadier y el padre de Marius.
Pero la cosa se empieza a poner verdaderamente fea (tanto
que ahí estuve a punto de abandonar la lectura o peor aún, saltarme
directamente según qué partes) cuando el autor dedica otra larga parrafada a
contar con pelos y señales la historia de la orden religiosa en la que Valjean
y Cosette se refugian de la policía. Y cuando Víctor Hugo interrumpe el
apasionante relato de la huída de Valjean con Marius a cuestas a través de las
catacumbas de París para iniciar un estomagante estudio del pasado, presente y
futuro del alcantarillado de la ciudad de las luces ya dan ganas directamente
de resucitar al barbón para volver a mandarlo a la tumba.
No quiero desanimar a nadie de la lectura de un clásico
inmortal que ha jugado un papel tan destacado en la cultura occidental (y cuya
influencia llega incluso hasta nuestros días con la película anteriormente
mencionada) y que sin duda abunda en momentos inolvidables (como la
desgarradora narración de la caída en desgracia de Fantine o el célebre
episodio del levantamiento de 1832) pero está claro que el hipotético lector
debe acercase a dicho clásico con las prevenciones oportunas, teniendo en
cuenta además que, como por otro lado suele ser habitual en las novelas
decimonónicas o al menos en las que he leído, los personajes principales (Jean
Valjean, Marius, Cosette) suelen ser estereotipados e incongruentes y su
principal función es servir de marco para que muchos otros (Fantine, los
jóvenes revolucionarios, el fanático funcionario Javert, los Thernadier,
Eponine, Gavroche y los demás habitantes
del arroyo) nos desborden con su humanidad. Porque al fin y al cabo es la
humanidad (ya sea la del siglo XIX o la del presente pues ya advertimos en su
momento las aterradoras similitudes entre la historia de entonces y la que hoy
nos atormenta) la verdadera protagonista de este drama.
8 Comments:
Hay que reivindicar los clásicos aquellos de Bruguera, creo que era. Ediciones resumidas con una página de cómic intercalada entre cada par de texto. La mejor forma de acercarse a los clásicos pero sin arrimarse en exceso.
¡Y tanto Impenitente! empezabas leyendo el cómic y acababas leyendo el texto, así lo hice yo en miles de ocasiones.
O saltarse las partes más pesadas leyéndolas en diagonal, algo de lo que no hay que avergonzarse y que no creo que a Victor Hugo le supusiese el menor drama.
El guiño a la adaptación Disneyana me ha llegado al corazón.
Mmm eso es como darle al ffw en las partes aburridas de una película, siempre me he resistido a hacerlo pero no lo descarto en el futuro cuando se me empiece a agotar la paciencia con la edad (como la vidas).
No hay de qué, la existencia de ese cómic debe ser conocida por el mundo.
Mi profesor de Literatura Inglesa, inglés de Hull, nos animaba siempre a saltarnos las partes aburridas de los libros del XIX, aduciendo que no tenían nada que ver con la comprensión de la novela.
yo estoy con el profesor, con tantos libros que hay disponibles...¿para qué leer cosas aburridas? (y en el caso de Los Miserables, yo adoro la peli). Yo leo en diagonal hasta los contemporáneos cuando se ponen pesados. Pero es verdad lo que dices de la lectura de hoy y ayer, a mi cada vez me cuesta mas leerme un libro largo. este verano me lei El Jilguero (de donna tart), y tarde todo el mes! y eso que leia en la playa, en la siesta y a la noche. será que nos hacemos mayores y nos falta atención.
Pues yo ahora estoy con "Si novedad en el frente" (por eso del centenario) y creo que lo despacharé en dos tardes. ¡Se lee solo!
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