Thursday, March 06, 2014

¿PERO QUÉ COÑO HACES TÚ SIN DISFRAZAR?



La escapada carnavalera de este año fue a Bilbao, ¿Qué por qué? Pues por la misma razón por la que Henri Verdoux aceptaba un vaso de ron camino del cadalso, era algo que nunca había hecho. Y no es que me muriese de ganas de ir, es sólo que aceptando que en cualquier parte de España (excepto en el sitio del que precisamente pretendía huir) hace frío en febrero-marzo, ya había tenido bastante del frío continental de la Meseta y ahora quería variar un poco probando el frío del atlántico norte.


 Dado que acepto que los conocimientos de la audiencia de este blog sobre la capital de Vizcaya no son tan amplios como los de la capital del reino variaremos un poco la estructura habitual de estas modestas crónicas de viajes convirtiendo la presente en una guía para los no iniciados en los húmedos placeres de la ciudad de las papeleras de hierro



CÓMO LLEGAR


 Bueno al menos yo he tenido que llegar por avión naturalmente y lo primero que tengo que recomendar a este respecto es nunca coger un taxi desde el aeropuerto ya que nada más traspasar la puerta del mismo hay un autobús baratito (línea 3247 de Bizkaibus) que sale cada 15 minutos y transcurre por varios puntos céntricos del casco urbano.


DÓNDE ALOJARSE 



Salvo que uno tenga por norma pernoctar en hoteles de cinco estrellas, considero imprescindible, en lo referido a establecimientos de menor constelación así como cuando hablamos de hostales o pensiones, acudir a referencias de alguien que ya se haya alojado previamente en el sitio que hayamos decidido como descanso de los mojados huesos. En nuestro caso el lugar recomendado era la Pensión Bilbao enclavada en una parte de la ciudad bastante céntrica (Calle Amistad al lado de la Plaza Circular y a cinco minutos de todo) que por el precio de 225 euros (por cinco noches, hagan cálculos) ofrecía habitación doble con baño, televisión y wifi. Eso sí, el gel de ducha mejor se lo traen ustedes. Como curiosidad señalar que al recepcionista le vimos únicamente a la hora de la entrega inicial de llaves y luego jamás se le volvió a ver el pelo (acabamos pagándole a la mujer de la limpieza).


 TRANSPORTE 



Bilbao es posiblemente la ciudad mejor comunicada que he visto, prácticamente no se puede mirar en ninguna dirección sin que haya algún medio de transporte al alcance de la mano ya sea autobús, metro o tranvía, medios por los que se puede ir a casi cualquier parte dentro y fuera de la ciudad. En ese sentido se reforzó mi opinión de que el grado de civilización de una urbe se mide por el nivel de seguridad en el acceso a sus medios de transporte, esto se traduce en TREMENDA COLADERA EN EL TRANVIA DE BILBAO. En serio, no había absolutamente ningún impedimento en el acceso ni tampoco había revisión posterior, me hizo recordar con tristeza el mismo medio de transporte en mi ciudad que para combatir el fraude necesita revisiones constantes que incluyen revisores camuflados e intercepciones aleatorias en cada parada.




La ciudad cuenta también con un funicular pero no se trata en absoluto de una atracción sino de un medio de transporte imprescindible si se quiere acceder a la zona alta, al contrario el aparato resulta una carraca tan sórdida que sorprende que nadie haya querido usarla como escenario de una película de terror.




VISITAS 





Bueno en primer lugar y como podrán imaginarse está el Guggenheim claro, edificio digno de visitar tanto por dentro como por fuera. Las tarifas son de 12 euros todos los días (lunes cerrado) excepto domingos que es de 8 euros, nosotros fuimos un viernes pero pagamos la tarifa reducida porque una de las salas estaba cerrada, se trataba de la dedicada a una exposición de Yoko Ono, lloré a gritos por la decepción.






 Tengo que decir que el Guggenheim responde a esa clase de establecimientos modernos en los que el continente es casi o más relevante que el contenido, y en que los que este último parece ser más bien una ludoteca para niños y turistas adultos que, lejos de los lugares donde son conocidos, no les importa hacer el canelo. Es el caso de la instalación permanente conocida como “La materia del tiempo” del escultor Richard Serra, una serie de laberintos de hierro macizo que el visitante puede recorrer y golpear a sus anchas.




Tres cuartos de lo mismo habría que decir de la obra que se exhibe en la segunda planta firmada por el artista brasileño Ernesto Neto, una sucesión de montajes fabricados con naylon y globos de colorines (entro otras muchas chucherías) que, según el folleto informativo “han sido creadas para atravesarlas, habitarlas, sentirlas, e incluso olerlas”, en resumen un parque cultural para niños de todas las edades y es que la era de los museos para muermos ha terminado.




Con respecto al resto de la ciudad hay que decir que estamos ante una urbe que tuvo que gastarse los dineros en crear algo que atrajera el turismo (antes del Guggi no recuerdo que Bilbao fuese señalada como destino de vacaciones en ningún caso), desde luego en ese aspecto la operación ha tenido éxito pero una conversación sobre turismo en Bilbao termina bruscamente una vez se ha elogiado con merecimiento el museo de marras. Resulta un poco injusto porque Bilbao no es tan feo como comúnmente se comenta, la Gran Vía resulta un paseo bastante agradable con muchos edificios de postín, lo mismo que la ría que no pudimos apreciar en su justa medida debido a que el tiempo impedía tanto el paseo a pie como en barca. También está el Casco Viejo aunque esta zona adolece de los mismo defectos que casi todos los centros históricos de las ciudades: resultan sobre todo un parque temático donde entre los comercios de toda la vida abundan establecimientos de lujo y cadenas alimenticias que se pueden encontrar en todas las ciudades del mundo.




También hay algunos museos aparte del ya mencionado que podríamos calificar como “museos de lluvia” pues su visita está supeditada precisamente a los días en los que el sirimiri castiga de forma inmisericorde, tal cosa sucede con el “Museo Arqueológico” (situado en medio del Casco Viejo) y el Museo Marítimo (cerca del Palacio Euskalduna) aunque este último fue especialmente de mi gusto ya que era pródigo en maquetas de barcos (que me chiflan) y en reproducciones a escala de cosas como motores de combustión y falúas de estilo veneciano. Muy recomendable.




Por último mencionar el espacio cultural “La Alhóndiga” (bien comunicado como casi todo en esta ciudad), impresionante conjunto de instalaciones que incluyen auditorios, museos, multicines, piscinas y una Biblioteca tan gigantesca que sólo la sección de cómics supera a mi Biblioteca Local. Ideal también para un día de lluvia.




Ya fuera de la ciudad en sí, una de las visitas que tenía programadas era al Puente Colgante de Portugalete (igualmente accesible por múltiples medios entre los que recomiendo el Metro de Bilbao), hay que decir también que dicha estructura tiene una finalidad eminentemente práctica ya que no hay otro modo de cruzar la ría en ese punto en concreto de la geografía ribereña vizcaína. Pero al contrario que con el funicular antes mencionado el Puente Colgante tiene un encanto steampunk verdaderamente irresistible.




Además para llegar hasta allí (desde la margen izquierda) hay que atravesar el propio Portugalete que cuenta con lo que podríamos denominar como un verdadero Casco Viejo urbano sin tiendas de pantalones ni nada por el estilo. Por añadidura al cruzar a la margen derecha se tiene acceso a parte de la costa vizcaína que la verdad no resulta demasiado alentadora (posiblemente debido a la época del año) aunque caminando por el paseo marítimo se puede disfrutar de una impresionante vista de las mansiones de principios del siglo XX de Getxo y Neguri, lujuriante exposición de la gran época de la burguesía industrial bilbaína que personalmente considero como la mejor visita de este viaje.




El penúltimo día de la incursión norteña apareció el sol y pensamos que era un buen momento para visitar San Sebastian, ciudad que personalmente yo había conocido quince años antes durante mi visita al Festival de Cine. Una de las cosas malas que tiene viajar es que no se suele prestar demasiada atención a los informativas así que hasta que estuvimos allí no nos enteramos de que se esperaba tremenda galerna de las muchas que han azotado el Cantábrico este invierno, algo nos olimos cuando al pasar por la parte vieja de la ciudad vimos los establecimientos tapados con tablas de manera y sellos de silicona pero cuando a eso del mediodía empezó a soplar el viento no tuvimos más remedio que refugiarnos en el FNAC local(que tampoco es mal sitio para pasar una tormenta qué caramba). Al menos tuve tiempo de volver a admirar el paisaje de la Playa de la Concha, echarle un vistazo al Kursaal (horrible edificio que no tiene otra explicación que la tradicional rivalidad interprovincial) y presenciar el impresionante espectáculo de las olas de la galerna remontando el río Urumea.





COMERCIO Y BEBERCIO 



Me sorprende que los vascos, siempre tan encantadoramente pagados de sí mismos, no hayan reivindicado nunca ser los inventores de la comida rápida. De las excelencias de los pintxos euskaldunes ya había tenido yo noticias en mi ya comentada primera visita al País Vasco, pero ahora he vuelto a comprobar que aquí generalmente se come de pié o ligeramente apoyado en un taburete de madera, fueron contadas con los dedos de una mano las veces que comí sentado ante una mesa con manteles y servilletas de hilo como Dios manda, el resto fue matar el hambre al estilo local. A este respecto hay que decir que tampoco es imprescindible perderse en el Casco Viejo (y en las denominadas “siete calles” que forman su núcleo duro) para apreciar esta forma de gastronomía minimalista, prácticamente en cualquier taberna de cualquier rincón de Bilbao o sus alrededores se puede encontrar la misma forma de servir y comer los pintxos. Precisamente considero la Taberna El Farol (situada en la misma calle donde se encontraba la Pensión y que, pese a ser tan céntrica como se ha dicho, no es especialmente conocida ni transitada) como un ejemplo del autentico garito vizcaíno mucho más genuino que las tabernas del Casco Viejo, esto es local minúsculo atestado de paisanos con txapela, con un suelo plagado de servilletas arrugadas, con camareros tristones y sobrios (aunque siempre de una educación irreprochable) y una barra en la que se pueden encontrar hasta siete clases de tortillas hechas con los ingredientes más insospechados. En fin, que en este punto del relato lo mejor es callarse e ilustrar.




EL TIEMPO 



Lluvia, hubiera sido idiota esperar otra cosa y sólo contaba con que dicha certeza permitiera al menos andar por la ciudad y que de vez en cuando concediera alguna tregua, por fortuna ocurrieron ambas cosas y la única vez que encontré el diluvio incompatible con la vida urbana fue en la mencionada visita a la Bella Easo (un diluvio acompañado de temperaturas de hasta ocho grados sobre cero circunstancias que convirtieron la vuelta a Bilbao en autobús en una experiencia aterradora) , de resto bastaba con cubrirse la cocorota, algo que los bilbaínos hacen empleando unos paraguas de dimensiones descomunales como jamás había visto antes, de resto los paisanos parecían llevar con desenvoltura las inclemencias del tiempo, supongo que por costumbre milenaria, algo que contrastaba claramente con la visión de dos paletos sureños armados con toda clase de prendas de invierno, circunstancia que nos delataba enseguida como turistas del subtrópico, al menos era Carnaval y yo podía aducir que iba disfrazado de Inspector Gadget.




THE PEOPLE



 El vascuence suele tener fama de ciezo y no puedo desmentir tal prejuicio por mi experiencia personal en este y el anterior viaje que hice (si exceptuamos nuestro paso por Portugalete, localidad de población eminentemente obrera en la que uno se sentía mucho menos intimidado que en zonas más tradicionales), nada que objetar siempre y cuando tal condición vaya acompañada (y en el 99% de los casos así era) de una educación intachable, aunque entre la atorrante charlatanería canaria y la sobriedad norteña el ideal sería un termino medio. Del habla local me llamaron la atención en primer término el tuteo que se aplica de forma unilateral e indiscriminada con niños y viejos, algo que resulta chocante si se procede de un territorio en el que se trata de usted incluso a los recién nacidos.




Y esto es todo lo que tengo que decir de una ciudad, una aglomeración urbana y una provincia que me gustaría volver a visitar en verano o al menos en primavera, algún día será.



8 Comments:

Blogger Slim said...

Ya tengo una razón para volver a Bilbao: “La Alhóndiga” , que no visité cuando estuve. El resto-sin san sebastián- si que pude disfrutarlo, incluidos esos pinchos tan deliciosos que nos muestras. Por mi, me pueden hablar de tú, de usted, o incluso no hablar, si te ponen delante esas gulas con jamón.

11:25 PM  
Blogger SisterBoy said...

Cuando vuelvas deja la visita a La Alhondiga para el día que llueva (que lloverá) porque ya te digo que si te gustan las Bibliotecas (y algo que me dice que así es) tienes como mínimo para 10 horas de entretenimiento. Y también hay tabernas cerca :)

12:07 AM  
Blogger El Impenitente said...

En Bilbao sólo estuve una vez. Era agosto, hacía mucho calor y tuvimos que dar muchas vueltas hasta encontrar un sitio donde preparasen marmitako. No eran fechas pero me empeñé y lo conseguí. Y mereció la pena.

De Bilbao todo el mundo te dice lo mismo -tenías que haberla visto antes. Además de lo que has contado, me gustó Deusto visto desde el Guggen. Neguri (y lo que supone) también me impresionó.

Me sorprende que no hayas citado al Athletic, no tanto por tu condición de futbolero sino porque allí es una religión que prácticamente supera al resto de las aficiones. Y, por último, no sé qué complemento te sienta mejor, si el Teide o el puente de Portugalete.

2:48 AM  
Blogger SisterBoy said...

Hombre en Bilbao sólo hay dos cosas omnipresentes: Dios y el Athletic, y ni siquiera estoy seguro de lo primero. Los colores rojiblancos están por todas partes, incluso en lo paraguas. El partido del equipo local lo vi un bar, de haber ido solo posiblemente me hubiera acercado al nuevo San Mames (tan nuevo que todavía les falta un rato para terminarlo) pero así son los viajes con gente que sólo comparte contigo el hecho de estar vivo.

3:45 AM  
Blogger SisterBoy said...

This comment has been removed by the author.

3:45 AM  
Blogger 3'14 said...

Espero que tu acompañante no te lea...
Por otra parte, cuando preguntaste qué se podía hacer en Bilbao (Bilbado para los fisnos) creía que estabas de broma... Pero veo que has sabido sacarle muy buen rendimiento a tu estancia.
Nunca he estado en Bilbao, sí en Donosti, pero todo el mundo nos desaconsejaba que la visitáramos, decían que era una ciudad industrial y muy fea... pero por tu crónicano me lo parece en absoluto... Supongo que allí existe la rivalidad entre ciudades como aquí ente Girona y Figueres. Esta gente de provincias...

Pero vamos, mi consejo tampoco iba desencaminado, has podido hacer lo mismo que en cualquier otro lugar, incluso disfrazarte :)

6:47 AM  
Blogger SisterBoy said...

1. Descuida sólo mi hermano conoce mi identidad secreta virtual.

2. Mis próximas preguntas giraran en torno a qué se puede hacer en Santander o quizás en Santiago de Compostela ¡espero que esta vez haya respuesta!

3. Cuando estuve en Dononosti en el 97 me dijeron lo mismo cuando pregunté si valía la pena ir a Bilbao, no sabía yo de esa rivalidad entre Figueres y Girona pero tomo nota.

10:59 AM  
Blogger 3'14 said...

1. Tu hermano es un santo. No se bien por qué pero seguro que me das la razón :P

2. Pues no podré ayudarte... no he estado en ninguna de las dos ciudades. No estoy muy viajada yo...

3. Yo estuve en el 95. Al igual desde entonces la cosa ha cambiado. En cuanto a lo de Figueres vs Girona, se dice, se comenta, pero bueno... Yo vivo en Girona desde el 98 y tampoco lo he notado demasiado. Lo que se decía es que Figueres tenía cierta pelusilla hacia Girona por no ser la capital de provincia.

12:23 PM  

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