Monday, October 11, 2010

Call me Irresponsible

A mí me gusta leer aunque sin exageraciones, no soy un devorador de libros como por ejemplo esa mujer que se oculta tras el apodo de “Lector constante” (la pongo como ejemplo por ser la persona más leída a quien jamás haya besado en las mejillas). En la época pre Internet (o más concretamente en la época pre tarifa plana) posiblemente leía mucho más que ahora debido a la falta de estímulos alternativos pero ahora que tengo a mi disposición, por ejemplo, los 156 episodios de “The Twilight Zone” amen de incontables películas y series con los que poblar las horas muertas, he de decir que la lectura ya no se encuentra entre mis pasatiempos favoritos.




Pero ya sea una afición a la que se dedique poco o mucho tiempo yo estimo que un aficionado a la lectura debería siempre mostrar algún tipo de inquietud por los clásicos (aplicando esta palabra en la acepción que le da Borges que define un clásico como algo eminente en su género).Bien es cierto que uno se puede conformar con leer los libros, ver las películas o escuchar la música que se ofrece como producto de consumo mayoritario pero me gusta pensar que, en mi caso, tengo interés por ir más allá.




“Moby Dick” es uno de esos libros eminentes que se-supone-que-ya-deberías-haber-leído-chico y que por añadidura tiene la virtud de ser además un clásico –en principio- asequible, de –aparente- fácil lectura y con una temática –en teoría- correspondiente al género de aventuras marinas lo que le da apariencia de ser de esos clásicos que son, por añadidura, de masiva aceptación por el público (vamos que no son las Églogas de Garcilaso de la Vega).

La primera señal de alarma me vino de los dedos de El Impenitente, el cual siempre que yo le nombraba el libro en cuestión, no perdía un momento en echar pestes del texto y de su autor. Me resultó algo extraño ya que “Moby Dick” no figuraba en esas listas de grandes obras considerados indiscutibles pero que están considerados igualmente como un coñazo (el ejemplo más recurrente sería el de el “Ulises” de James Joyce quizás el libró más célebre que más veces se haya arrojado a la basura en las primeras 50 páginas, seguro que conocen a alguien que lo ha hecho). Pero de todos modos, y teniendo en cuenta que el citado Melville es el autor del que para mí es el relato corto más genial de todos los tiempos, decidí correr el riesgo.





Terminé de leer libro hace algunos días y lo cierto es que tengo que darle la razón a Impenitente aunque de forma parcial. Quizás lo más insólito que se pueda decir de este libro es que la historia de un marinero obsesionado por vengarse de una monstruosa ballena blanca que le arrebató una pierna, no es sino un enorme macguffin.

En primer lugar la condenada ballena no asoma su marfileño cabezón (es un cachalote o ballena espermática como parece que se denomina en inglés a este animal) hasta la página 700 un dato que debemos unir al de que el libro (en la edición que poseo) tiene un total de ¡736!. Esto podría no ser un problema si se tratara de uno de esos libros que giran en torno a un personaje que no aparece hasta la conclusión del mismo y cuyo desarrollo está destinado precisamente a elevar la tensión hasta que se produce dicha aparición. Tal cosa ocurre por ejemplo en “El corazón de las tinieblas” de Jospeh Conrad (otro marinero metido a escritor) en el que la malsana presencia de Kurt se deja sentir a lo largo del relato aunque dicha presencia no se produce físicamente hasta el final.






Pero no es el caso. De hecho durante la lectura de “Moby Dick” incluso llegué casi a olvidarme de lo que -el lector incauto supone que es- el argumento principal mientras me perdía en una inacabable perorata acerca de los dos temas que verdaderamente parecían interesar a Melville: las ballenas y los balleneros. De este modo el relato de las andanzas del Pequod en busca del leviatán blanco se ve continuamente interrumpido por capítulos en los que se describen los diferentes tipos de cetáceos, los diversos modos y maneras (en pintura, en marfil, en madera, en láminas de hierro, en piedra) en los que erróneamente se ha representado a la ballena a lo largo de la historia, qué comen las ballenas, cómo se descuartiza una ballena, como se extrae el aceite de una ballena, diferencias entre la cabeza de un cachalote y la cabeza de una ballena común, disquisiciones sobre si Jonás conoció de verdad el vientre de la ballena o se quedó atascado en las barbas, la cola de la ballena, el esqueleto de la ballena, el trabajo del tocinero de abordo, el del carpintero, el del herrero y bla bla bla.



En resumen que el libro es a medias una reivindicación de la figura del pescador de ballenas (el escritor se queja de que dicha figura no estaba muy bien considerada y eso que aún no habían surgido las sociedades protectoras de animales) y a medias un estudio naturalista de este cetáceo (algo que tenía poco sentido en la época y mucho menos ahora casi 150 años después). De hecho es curioso cómo el propio Melville parece anticiparse a estas objeciones cuando le hace decir a su alter ego literalmente: “Pero ¿cómo es eso, Ismael? ¿Es que pretendes tú, simple remero que eres en las pesquerías, conocer algo de los órganos recónditos de la ballena?”




Me parece lógico que el mundo ignorara esta novela en la fecha de su publicación y aun hoy me sigue parece insólito (y casi un acto de mala fe) el hecho de que entre los numerosos elogios que dedican al libro apenas se haga mención a esas partes tan indigestas (salvo que los que dediquen dichos elogios gusten de esas partes algo que dudo pues jamás se refieren a ellas).

De todos modos sería igualmente injusto no mencionar las partes “buenas” de Moby-Dick (que posiblemente no ocupan sino un tercio del libro): el sermón del padre Maple, el juramente de Ahab, los encuentros del Pequod con los demás balleneros -que se tornan más dramáticos a medida que se acerca el rastro del leviatán asesino-, las escenas de caza, el desafío del capitán a la tormenta eléctrica (quizás la máxima expresión del supuesto contenido blasfemo de la empresa en la que está empeñado, aunque este extremo resulta mucho más sutil en el libro que en las interpretaciones que se han hecho a posteriori “No me hables de blasfemias muchacho. Si el sol me ofendiera le pegaría”) las reflexiones de Ahab sobre su propia locura cuando en ocasiones parece recobrar la razón. Sin olvidar esos tres últimos capítulos que escenifican (apenas en unas treinta páginas como se ha dicho antes) la dramática batalla final cuando Ahab cumple fielmente la estremecedora profecía de su lúgubre mercenario parsí, los oficiales del Pequod se despiden del mundo cuando la ballena se les echa encima, y el buque finalmente se va a pique con los tres arponeros (el negro, el indio y el canibal) montando guardia en los palos.




En resumen leído de forma discrecional (es inevitable pensar lo bien que quedaría el libro si se descuartizara como una ballena separando las partes mejores del sebo y el pellejo) Moby-Dick es magistral, leído en conjunto es un coñazo marinero y que conste que me fastidia enormemente que los clásicos me confundan.


18 Comments:

Blogger Dorita said...

Coñe, parece que nos hemos puesto de acuerdo. Tenía intención de empezar con Moby Dick en breve. En la carrera me dieron bastante la paliza con su simbolismos, alegorías y demás, pero es una lectura que me no me apetecía nada. Era más diver leer Moll Flanders :)
http://es.wikipedia.org/wiki/Moby-Dick#Interpretaciones

7:28 AM  
Blogger El Impenitente said...

No me hiciste caso. Te dije que te leyeses una versión reducida juvenil de Moby Dick. Entonces te hubieses divertido más.

Y a la inversa. Después de "Moby Dick" me juré no leer ni una sílaba más de Melville. Tanto leer tu entusiasmo por Bartleby que al final me ablandé y hube de darte la razón.

Y hablando de escritores marineros. Estoy con "Nostromo" de Conrad. Éste sí que es un fenómeno, uno de los grandes, de los muy grandes.

John Bonham y su momento de gloria.

10:46 AM  
Blogger SisterBoy said...

¿Moll Flanders? pienso en ella y veo la cara de la Robin Wright Penn, si me borran ese reflejo con electro shock a lo mejor le doy un chance.

Para compensar el mal sabor de boca me puse a leer "El largo adios" ¡que diferencia! ¡que dinamismo en la acción! ¡qué dialogos! Marlowe escupe más frases memorables por segundo que el mismisimo Lord Henry en "El retrato de Dorian Gray". Me zampé casi un tercio del libro en la primera tacada, así debería ser la lectura.

11:38 AM  
Blogger Deckard said...

Aunque Impenitente tal vez me agreda, suscribo tu comentario sustituyendo Moby Dick por Crimen y Castigo. Partes apasionantes con otras que me hacían dormirme con solo medio párrafo.

El mundo del clásico es duro.

Hace poco leí El corazón de las tinieblas y me encantó. Ayer terminé El guardián entre el centeno y solo puedo decir "pero que mierda es ésto".

3:14 AM  
Blogger SisterBoy said...

Morajela: es siempre bueno tener criterio propio.

Mi problema con Crimen y Castigo es que detesto a Raskolnikov y deseaba que la hacharan el colodrillo pero en cambio soy un entusiasta de todos los personajes que rodean al principal, en especial el canalla de Svidrigailov. "El jugador" por ejemplo me parece una novela muy superior a C&C.

Con "El guardian entre el centeno" temía que me ocurriera lo mismo, es decir que no me gustara Holden pero afortunadamente eso no ocurrió.

8:30 AM  
Blogger El Impenitente said...

No soy integrista con los libros. Desde luego que hay que tener criterio propio. Y no avergonzarse de él. A mí "Crimen y castigo" me gustó mucho, casi tanto como "Demonios" y "Los hermanos Karamazov". Dostoievski me parece uno de los grandes, pero esa es mi opinión y no va a misa.

Lo que si produce placer es que te parezca un coñazo cualquiera de los intocables y decir a los cuatro vientos -pues menuda puta mierda es el "Leviatán" de Paul Auster.

Y el mundo de los clásicos es duro pero fabuloso.

Por cierto, no he leído nada de Chandler. Igual me animo.

1:07 PM  
Blogger SisterBoy said...

A mí "Brooklyn Follies" me vacunó de Auster para mucho tiempo, quizás lo retome en otra vida. Chandler te gustará

1:14 PM  
Blogger Torrance said...

Moby Dick figura en mi top three de libros preferidos (junto a Lolita y MacBeth (las pasiones extremas son mi debilidad). Nunca he intentado defenderlo porque me parece absurdo hacer una cosa así. Estas cosas te entran o no te entran. Eso sí, advierto una cosa: si alguna vez me invitas a tu cumpleaños, cuenta con que mi regalo será el tocho de Melville.

El clásico del que me gusta despotricar a mí es La divina comedia. Por suerte, hace ya tiempo que perdí el complejo y cuando un libro se me atasca no tengo problema en mandarlo a paseo antes de terminarlo (muchos libros y pocos años de vida). El caso es que La divina comedia empieza bien, pero chico, es...

SPOILER

...salir del infierno y comenzar el coñazo.

1:56 PM  
Blogger Deckard said...

Mi problema con C&C por resumirlo es que toda la parte de la investigación los interrogatorios, etc... me tenían en vilo. Pero todo el tema de la viuda, el entierro... no me importaba nada.

A pesar de lo bueno del giro con Svidrigailov la forma de meterlo me pareció un poco Deux est machina. De todas maneras no tacho a Dostoievski y probaré con El jugador en algún momento.

Ahora me toca cerrar el cuarteto de L.A. de Elroy con Jazz Blanco.

5:35 PM  
Blogger SisterBoy said...

Jejejeje de la Divina Comedia sólo me leí la parte del infierno y el purgatorio, el cielo ya me imaginaba yo que sería un coñazo porque al fin y al cabo todos hemos oído hablar de "el infierno de Dante" pero ¿alguien menciona alguna vez "el cielo de Dante"?. Pues eso.

9:23 PM  
Anonymous Ra está en la aldea said...

Total, que si lo que a uno le gusta de verdad es "Los hombres que no amaban a las mujeres" o "Los pilares de la tierra", no hay que ponerse con el Ulises ni con Rayuela, pero cualquiera con un poco de voluntad, por burro que sea, puede disfrutar del Quijote, de Tolstoi o de Charles Dickens.

1:18 AM  
Blogger SisterBoy said...

Hay una diferencia entre te "pueda" gustar y que te "tenga" que gustar. Lo que no quiero es ser uno de esos tíos que alaban tal o cual obra literaria porque hay un acuerdo general sobre su maestría mientras por dentro se dicen a sí mismos "vaya mierda estoy leyendo".

8:23 AM  
Blogger El Impenitente said...

Prueba con "El jugador", Deckard, aunque no sea más que porque sale Mary Santpere.

Sisterboy, supongo que cuando dices literaria vale para musical, cinematográfica y para el resto de las artes. Y luego está a la inversa, cuando ves que te gusta algo que es de consumo masivo y que está de moda y has de mantener el prurito pedante y pretencioso que te hace tener la nariz levantada y mirar por encima del hombro y has de renegar en público de lo que bailas como un poseso o lees en privado.

4:57 AM  
Blogger SisterBoy said...

Elemental querido Watson, tener criterio propio incluye, cuando ello es necesario, tanto denostar cosas que todo el mundo considera buenas como alabar cosas que todo el mundo considera mierda.

5:12 AM  
Blogger El Impenitente said...

¿Y alabar cosas que todo el mundo que te cae mal y que deploras considera maravillosas?

5:19 AM  
Blogger SisterBoy said...

El criterio propio tiene sus miserias, y esta que mencionas es una de ellas. Pongo por ejemplo mi crítico inverso favorito (un crítico inverso es alguien cuyas críticas sigues de modo inverso, esto es, vas a ver lo que a él no le gusta y viceversa) que es Carlos Boyero. Por el hecho de que sea un típo cuyos gustos suelen ser opuestos a los mios no quiere decir que no coincidamos alguna vez.

5:25 AM  
Anonymous Anonymous said...

REFRESCOSPEPITO DIXIT:

Brillante como siempre, querido SisterBoy.
De todas maneras, y referente al vídeo de Led Zeppelin, dudo que el bruto de Bonzo haya leído ya no sólo la novela sino algo en su vida, puesto que se vanagloriaba muy mucho de ser un mago (*).


(*) Nota aclaratoria para los no canarios: Mago = paleto.

1:24 PM  
Blogger SisterBoy said...

¡Hermano! a ver si messengereamos un día de estos

2:02 PM  

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