Una Semana Santa entre "Amicus"
Como les adelanté en la sección de comentarios de la
anterior entrada, el número correspondiente al mes de Marzo de la revista
“Dirigido” dedicaba uno de sus dosieres (prácticamente el único motivo para
seguir leyendo esta publicación) a la “Amicus”, una productora inglesa que tuvo
su momento de esplendor entre mitad de los sesenta y principios de los setenta,
en su día se la consideró como rival directa de la también británica “Hammer” y
fue célebre sobre todo por sus películas de terror estructuradas en historias
cortas.
Dada la proximidad de la Semana Santa juzgue apropiado pasar
estas aburridas mini vacaciones dándome un atracón a base de las películas
mencionadas en dicha revista en su antología para luego contarle lo visto a
ustedes. De las doce películas recomendadas he conseguido hacerme con diez
aunque he elegido escribir sólo acerca de las siete películas que contienen la
estructura por la que esta productora ha pasado a la historia del género. Como
es costumbre se ha omitido específicamente cualquier spoiler así que si estas
palabras consiguen despertar su curiosidad sobre este tipo de cine habrá valido
la pena el esfuerzo.
“Doctor Terror House of Horrors” (En España simplemente
“Doctor Terror”) es una película bastante característica del estilo narrativo de
una parte de las producciones de “Amicus”, esto es una serie de historias
inconexas de personajes reunidos de forma casual en torno a una figura que
ejerce como demiurgo. En el caso “Doctor Terror…” esa labor descansa en las
ilustres y huesudas manos de Peter Cushing que interpreta a un adivinador que
se propone entretener a sus compañeros de viaje (entre ellos Donald Sutherland
y Christopher Lee) prediciéndoles el futuro mediante las cartas del tarot.
Las cinco predicciones dan paso a su vez a cinco historias
donde se tratan temas como la licantropía, el vampirismo, la magia negra amen
de otros algo más extravagantes. Como suele ocurrir algunos segmentos rozan el
ridículo, otros mantienen el tipo y otros son verdaderamente brillantes, mi
preferido es ese clásico cuento de horror protagonizado por Lee en duelo
artístico –dicho sea en sentido tanto literal como figurado- con Michael Gough.
Sin embargo lo mejor de la película reside en el encanto de casi cualquier cosa
filmada en el Reino Unido en el año 1965 (música incluida, hay un episodio ambientado
al ritmo del calipso) y casi más en la introducción y en la interacción de los
diversos personajes, en las pausas que se producen entre cada predicción, que
en las predicciones en sí, sin olvidar ese impresionante final que, al estilo
de tantas historias que se filmarían después, da sentido a todo lo presenciado
hasta ese momento.
“The vault of horror” (“La bóveda de los horrores”) tiene
una estructura semejante a “Doctor Terror…”: un grupo de hombres se encuentra
de forma casual (en este caso la excusa argumental resulta algo menos
verosímil, de hecho es totalmente absurda, algo que comprobaran si tiene
ocasión de ver la película) y para entretenerse deciden narrar una serie de obsesiones,
sueños y visiones que han tenido en el pasado. También están presentes los
temas habituales del género como el vudú, el vampirismo, la magia y algunos
otros que recuerdan a relatos de Edgar
Allan Poe.
La diferencia es que han pasado ocho años desde 1965 y en
aquella época ocho años eran muchos años, al menos en el aspecto formal, de
esta manera la agradable estética de mediados de los sesenta se ha transformado
en la pesadilla kirscht británica de principios de los setenta (lo que yo llamo
el look “naranja mecánica”). Además también el lenguaje del género ha cambiado
durante este lapso, la insinuación y la violencia fuera de campo dan paso a la
alegre y colorista efusión de sangre y a la depravación más desprejuiciada. Por
añadidura cada uno de los episodios de “The vault of horror” está basado en
historias del cómic homónimo, historias qué, como es propio del estilo de los
cómics de horror, resultan breves, directas, brutales y carentes de cualquier
pretensión de lógica o coherencia.
Posiblemente el mayor error de la película consista en
colocar sus dos historias más potentes al principio y dejar las menos
interesantes para el final con lo cual es inevitable que a la conclusión quede
un mal sabor de boca. En concreto el primer segmento, titulado “Midnight Mess”,
es de esos que da la sensación no sólo de que debería durar más, sino de que
podría dar para una película entera e incluso para una serie de televisión al
introducir una novedosa (dicho sea esto con todas las reservas del mundo)
visión del mundo del vampirismo que prefigura algunas de las ficciones del
subgénero tan en boga en nuestros días, este cuento concluye además con una
escena sobrecogedora que sin duda debería haber pasado a los anales del cine de
colmillos como uno de sus iconos más perdurables.
La segunda historia, que lleva el nombre de “The neat job”,
es un claro ejemplo tanto del cine “explotaition” tan de moda en aquella época
como del estilo macabro y “grandguiñolesco” del cómic de terror en el que está
inspirado, en concreto el plano con el que termina esta historia podría ser
considero incluso hoy como de excesivo mal gusto. El resto de las historias,
como se ha adelantado, no están a la altura y en concreto una (la protagonizada
por Curd Jürgens, uno de los escasos rostros conocidos de este filme) es
directamente ridícula.
En “The house that dripped blood” (“La mansión de los
crímenes”) la excusa argumental para dividir la trama en varias historias es
situar la acción en un caserón inglés en el que sus sucesivos habitantes (cuyas
desventuras son narradas por el jefe de la policía local y un agente
inmobiliario a un inspector de policía que investiga la misteriosa desaparición
del último inquilino de la casa) van cayendo en desgracia de forma igualmente
sucesiva.
En este caso lo de excusa argumental resulta bastante
apropiado dado que la mansión en sí tiene bastante poco que ver con lo que le
acontecerá a sus moradores (de hecho la mayor parte de dichos acontecimientos
tienen lugar precisamente fuera del inmueble) que por así decirlo ya estaban
bastante jodidos antes de vivir allí. Con respecto a la película comentada
anteriormente decir que hemos retrocedido tres años en el tiempo con lo que el
impacto visual resulta algo más soportable. Si se tiene pensado ver este filme se
recomienda no echar un vistazo al cartel oficial so pena de spoiler de grueso
calibre.
1. “Method for murder”. Un escritor de novelas de misterio
(interpretado por Denholm Elliot, uno de esos familiares rostros que hemos
visto en infinidad de películas y series de televisión británicas pero cuyo
nombre jamás podemos recordar) se instala junto con su esposa en la sórdida
casa de marras buscando inspiración para su próxima novela, a partir de
ahí realidad y la ficción empiecen a
mezclarse arrojando un resultado que recuerda mucho a cierta película filmada
doce años más tarde y cuyo nombre no vamos a desvelar. Lo peor, el espanto en
cuestión que tiene un horrible parecido con el monstruo de Sancheztein.
2. “Waxworks”, para mí el mejor segmento, claro que se trata
de una debilidad personal, yo con ver a Peter Cushing paseando por un pueblo
británico del año 1970 elegante pero informal con pañuelo de seda anudado al
cuello tengo más que suficiente. Además se trata de una historia de un tono
extrañamente sutil, teniendo en cuenta el grueso sentido del espectáculo de las
películas de esta productora, de dicho tono salvamos la escena final que
resulta especialmente mórbida algo que, al fin y al cabo, es lo que esperan
todos los que se acercan a ver estos filmes
3. “Sweets to the sweet”, otra buena historia con otro peso
pesado del género como protagonista, hablamos por supuesto de Christopher Lee
que aquí interpreta al adusto padre de una criatura inquietante que
progresivamente va desarrollando cierta habilidad para las artes oscuras.
4. “The cloak”, posiblemente la peor de todas, una historia
de vampirismo con el mismo atractivo que la española “Un vampiro para dos” (una película con el
mismísimo Fernando Fernán Gómez haciendo de conde colmillos). Salvaría de este
episodio únicamente el carisma de su interprete principal (el para mí
desconocido Jon Pertwee) y una simpática broma de los guionistas a costa del
propio carácter de la “Amicus” y de su histórico rival por el dominio del
género de terror británico.
“Torture garden” (1967) comienza en el prometedor escenario
de un parque de atracciones donde varios paseantes son seducidos por el
espectáculo del “Jardín de las torturas del Doctor Diábolo”.
En esta ocasión el maestro de ceremonias, o sea el Doctor Diábolo
en cuestión, es un Burgess Meredith un tanto histriónico que parece todavía
poseído por su papel de Pingüino en la serie de televisión de “Batman”. El
feriante introduce a los personajes en una atracción en la que la figura de una
tejedora les irá prediciendo su futuro siempre vinculado a la parte más malvada
de sus diferentes personalidades. El guión de esta película (al igual que el de
otras ya comentadas y otras que todavía están por comentar) viene firmado por
Robert Bloch.
1. “Enoch” Un vividor de clase alta visita a su moribundo
tío con objeto de obtener dinero suficiente para alguna de sus triquiñuelas,
pronto descubrirá que el tesoro que se oculta en la casa viene acompañado de un
terrible secreto.
2. “Terror over Hollywood” una poco escrupulosa aspirante a
actriz se convierte en la amante de un atildado galán del cine que la introduce
en el cerrado círculo de los “top ten de Hollywood”, un grupo de estrellas para
las que no parece pasar el tiempo aunque hay un espeluznante razón para ello.
Un episodio apreciable sobre todo por el lujurioso ambiente “sixties” en el que
se desarrolla y que le da un aspecto semejante al de una película de James
Bond.
3. “Mr Steinway”, otra ambiciosa jovencita británica (para
colmo prima de la protagonista del episodio anterior) seduce a un afamado y
edípico músico, aunque para lograrlo tendrá que luchar contra un rival tan
inverosímil que hace que el “Christine” de Stephen King parezca un argumento
realista.
4. “The man who collected Poe”, duelo
interpretativo entre Peter Cushing y el habitualmente sobrio Jack Palance que
sin embargo aquí actúa como si estuviera bajo los efectos de un serio caso de
síndrome de abstinencia causado por el opio. Los dos hombres se consideran los
más fieles y enfervorizados admiradores de Edgar Allan Poe, la obsesión de
ambos por el bostoniano bigotudo cristalizará en una resolución que al menos a
mí ha hecho que se me caigan los huevos al suelo.
Empiezan a escucharse las primeras notas de “Una noche en el
monte pelado” de Mussgorsky mientras un
vehículo se acerca a la amenazadora mole de un sanatorio mental. Es el
impactante comienzo de “Asylum” (“Refugio Macabro”), una película de la
“Amicus” por la que siento un cariño especial por ser la primera de esta
productora que vi (en un pase televisivo hace por lo menos veinticinco años) y
porque hasta el momento sigue siendo la mejor de todas las que he visto
posteriormente.
En el vehículo antes mencionado viaja el Doctor Martin
(interpretado por Robert Powell conocido sobre todo por haber interpretado al Jesús
de Franco Zefirelli, mira tú que casualidad), un psiquiatra recién licenciado
dispuesto a comenzar su actividad profesional en el asilo en el que se desarrollará
el drama. En lugar de ser recibido por el director de la institución, el Doctor
Starr, el hombre encargado de darle la bienvenida es el Doctor Rutheford
(Patrick Magee en silla de ruedas ¿no les recuerda a algo?) que le comunica que
Starr ha perdido la razón y es ahora un paciente más del manicomio. De hecho
Rutheford (tras una breve conversación en la que se pone de manifiesto las
radicales diferencias entre el joven e idealista licenciado y el veterano y
desencantado profesional) le propone a Martin una prueba para darle el trabajo:
tendrá que entrevistar a un grupo de internos uno por uno y descubrir quién es
el enloquecido ex – director.
1. “Frozen Fear”. El primer paciente entrevistado es Bonnie,
una mujer que le narra al Doctor Martin una macabra historia de magia negra y
venganzas de ultratumba escenificada de un modo particularmente macabro que no
recuerdo haber visto antes ni después (al menos no con esa “integridad” y este
comentario es algo que sólo comprenderán cuando vean la historia). Un segmento
brillante aunque la estremecedora decoración de la casa donde sucede todo
(volvemos a estar en el año 1973), contribuye a desviar un tanto la atención.
2. “The Weird Taylor”. El segundo alienado es Bruno
(interpretado por Barry Morse al que algunos recordamos de “Espacio 1999”), que
cuenta la historia de su antigua profesión de sastre y cómo creyó haber salvado su apurada
situación económica cuando un misterioso caballero (el recurrente Peter
Cushing) le encargó un traje que debía ser confeccionado con una tela muy
especial (de hecho parece a la que lleva Nick Kershaw en el vídeo de “Wouldn´t
it be good”) y siguiendo unas instrucciones muy estrictas. Naturalmente el
traje acabará luciéndolo el espécimen menos indicado para ello. Destaca la
tenebrista y casi dickensiana ambientación.
3. “Lucy Come to Stay”. La tercera lunática es Bárbara, un
caso grave de trastorno múltiple de personalidad. Ya en aquella exhibición
televisiva antes mencionada este episodio fue considerado (entra la audiencia
escolar que vio la película) como el más flojo y la verdad es que visto ahora
lo sigue siendo reduciéndose su interés a ver a Charlotte Rampling y Britt
Ekland meneando sus setenteras melenas al viento.
4. “Manikkins of Horror”. El cuarto y último
chiflado es Bryron, protagonista del mejor y posiblemente más recordado
segmento de la película. En este caso no hay flashback y la acción transcurre
en tiempo real describiendo como el científico loco ejecuta su venganza contra
la institución que le mantiene encerrado de manera tan escalofriante como
simpática (yo tampoco lo entendería si no hubiese visto la película).
De “Asylum” opino casi lo mismo que de la fundacional (de la
productora en cuestión de y de esta serie de comentarios) “Doctor Terror…”:
resulta casi más atractiva por su introducción y su resolución que por los
episodios en sí (que como se ha visto suelen ser bastante desiguales). Es
insuperable ese comienzo con la ya comentada llegada de Martin al sanatorio y
la lúgubre promesa de los horrores que le esperan en la galería donde se
custodia a los pacientes, a la que hay que acceder por una escalera decorada
con una serie de pinturas del estilo de los cuentos morales de William Hogarth
en la que se describe la caída en la locura de un hombre. Lo mismo cabría decir
del espeluznante e inolvidable final de una película que sería la que
recomendaría ver en el caso de que sólo se pudiera elegir una de todas las que
hemos comentado hasta el momento.
El eje de “From beyond the grave” es una tienda de
antigüedades llena de los cachivaches más extravagantes y regentada, como no
podía ser menos, por Peter Cushing. Los protagonistas de las diversas historias
son clientes que entran de manera casual en la tienda y tratan de engañar al
viejo trapero de diversas formas. Todos ellos naturalmente recibirán el
correspondiente castigo.
1. “The gate crasher”. Un joven snob (interpretado por David
Warner, un rostro muy popular en los setenta) adquiere, con malas artes, un
espejo de cuatrocientos años de antigüedad que trae incorporado un espíritu
maligno que se activa tras una sesión de espiritismo. El espanto empieza a
exigir continuamente sacrificios de sangre (especialmente de señoritas
londinenses como es habitual) a los que el petimetre no se puede negar. Una
historia que empieza no demasiado bien pero que culmina en un brillante final.
2. “An act of kindness”. No sólo una gran historia, sino
posiblemente la más interesante y sugerente no ya de esta película sino de
todas las que hasta el momento he visto. Además es la única que yo recuerde en
la que se aborda de forma más o menos explícita la invisible pero férrea
división de clases de la sociedad británica.
Mister Lowe, un gris oficinista casado con la versión
inglesa del travesti “Divine”, roba de la tienda de antigüedades una medalla
militar con objeto fingir un ficticio pasado como ex combatiente y ganarse así
la admiración de Jim, un auténtico veterano (Donald Pleasence seis años antes
de convertirse él mismo en un icono del moderno cine de terror) que sobrevive
vendiendo cerillas en la calle. A partir de ese momento el alienado burócrata
de clase media y el servil veterano de clase trabajadora entran en una extraña
relación a la que se une Emily, la hija de Jim (y que está interpretada además
por la auténtica hija de Pleasance que además contaba con unas características
físicas que bien podían haberle granjeado una larga y provechosa carrera en el
género del que estamos hablando). El resultado es un segmento cargado de
verdadero suspense (algo poco habitual en esta clase de películas en las que
resulta relativamente sencillo saber qué va a pasar a continuación) y con un
tono semejante a los “giallo” italianos que también hacían furor por aquellos
años. Lastima que una coda cargada del ineludible sentido moral de estos
cuentos estropee un poco un grandioso final.
3. “The elemental”. Quizás el episodio más flojo de todos
aunque es un segmento que cuenta con un carácter especial por el insólito tono
de comedia con el que se aborda (otras historias hacen reír aunque de forma
involuntaria). Un en apariencia perfecto gentleman inglés de bombín y paraguas
se apropia de una cajita de rapé cambiando la etiqueta del precio con la de
otra de calidad inferior. El resultado es que el individuo se lleva también
consigo (y colgado del hombro por añadidura) un poltergeist que les hará la
vida imposible a él y a su mujer. Para deshacerse del espanto tendrán que
recurrir a los servicios de una médium que resulta un ejemplo de manual del
espécimen humano denominado “inglesa excéntrica”.
4. “The Door”. Un joven recién casado (al que da
vida Ian O´gilvy, actor cuya única contribución a la cultura de masas del siglo
XX fue protagonizar una justamente olvidada versión televisiva de las aventuras
de “El Santo”) adquiere una barroca puerta cuya inocente función es la de
cerrar un aparador de papelería pero que en realidad es una ventana a los
dominios de un brujo de los tiempos de Enrique VIII. A pesar de su espléndida
ambientación (que recuerda a las coloristas adaptaciones de Poe que hizo en su
día Roger Corman) es un episodio que sólo debería ser recordado por que en él
aparece una Lesley Anne-Down de 20 años.
“Tales from the crypt” (que en España recibió el
asombroso título de “Condenados de ultratumba”) es anterior en el tiempo a “The
vault of horror” (de hecho el éxito de la primera provocó la realización de la
segunda) pero la idea es la misma: poner en imágenes en movimiento una serie de
cómics de la revista homónima articulándolos en torno a un nexo común, en esta
ocasión se trata de grupo de visitantes de unas catacumbas inglesas del Siglo
XVI que se pierden y van a parar a una cripta en la que un monje (interpretado
por el prestigioso actor Ralph Richardson) les hará la ya clásica predicción de
su futuro.
“Tales from the crypt” (que en España recibió el asombroso
título de “Condenados de ultratumba”) es anterior en el tiempo a “The vault of
horror” (de hecho el éxito de la primera provocó la realización de la segunda) pero
la idea es la misma: poner en imágenes en movimiento una serie de cómics de la
revista homónima articulándolos en torno a un nexo común, en esta ocasión se
trata de grupo de visitantes de unas catacumbas inglesas del Siglo XVI que se
pierden y van a parar a una cripta en la que un monje (interpretado por el
prestigioso actor Ralph Richardson) les hará la ya clásica predicción de su
futuro.
1. “And all through the house” una mujer (nada menos que
Joan Collins) es sorprendida en pleno uxoricidio por un maniaco escapado del
manicomio y disfrazado de Santa Claus. La asesina tendrá que luchar para que el
loco no invada la casa al mismo tiempo que trata de esconder el cuerpo de su
marido y por si esto fuera poco tendrá también que procurar que su hija no se
entere ni de lo uno ni de lo otro. ¡Esto sí que era una súper mujer! Todo ello
además amenizado por una banda sonora incesante de clásicos navideños emitidos
por radio, en resumen un episodio delicioso.
2. “Reflection of death”, volvemos al puro cuento de horror
de cómic: breve, macabro y sin más reflexión que el escalofrío inmediato. Un
hombre abandona a su familia por otra mujer, en la huída del hogar conyugal se
produce un accidente que hará que el adultero caiga en una pesadilla circular
filmada de modo especialmente aterrador.
3. “Poetic Justice”, un ambicioso vecino quiere apoderarse
de la casa viejo Mister Grimsdyke y para ello comienza un implacable acoso
desde todos los frentes que provocará que la sencilla vida del anciano se
derrumbe, aunque la venganza, por supuesto, está servida. Un episodio con un
contenido más social que terrorífico (si salvamos el final) y que se recuerda
especialmente por la conmovedora interpretación de Peter Cushing.
4. “Wish you were here”, adaptación del clásico cuento de
horror “La pata de mono” (que han llevado a imágenes desde Chicho Ibáñez
Serrador hasta los responsables de “Los Simpson”). Un hombre de negocios en
plena debacle descubre que una de las muchas chucherías que adquirió cuando
tenía dinero es un jarrón chino que tiene el poder de concederle tres deseos.
El hombre se muestra un tanto reticente pero su entrometida esposa se le
adelanta y consigue embrollar las cosas de tal manera que el individuo acaba
teniendo sin duda uno de los finales más crueles que se hayan visto nunca, otro
enfoque clásico del sadismo comiquero.
5. “Blind alleys”, un envarado ex militar se hace cargo de
una residencia para ciegos. Pronto sus restricciones en comida y calefacción,
con la excusa del recorte en el presupuesto (¡qué poco han cambiado las
cosas!), tendrán fatales consecuencias que se traducirán en una venganza
especialmente imaginativa por parte de los invidentes comandados por Patrick
Magee, de hecho gran parte del mérito de este episodio reside en elucubrar qué
estarán tramando esos cieguitos hijueputas.
4 Comments:
Muy interesante el repaso a la Amicus, creo que vi alguna en las madrugadas de hace algunos años, pero no recuerdo con claridad cuál era. Recuerdo ver uno de Ibáñez Menta que imitaba este tipo de cine de episodios a la española, pero no valía mucho más allá de la curiosidad.
En fin, cuanto más leo tu blog más echo de menos el ADSL.
Un saludo.
Sin ADSL hace tiempo que me habría dado al alcohol, las drogas, las mujeres y la lectura.
Si en vez de mujeres hubieses dicho señoras habrías clavado lo de ADSL. Sin ADSL con ADSL. Gran chiste.
Me he leído la entrada de cabo a rabo. No veré ninguna, dado que lo de pasar miedo no me seduce y menos si, además, te producen algunas el efecto de que se te caigan (¡A ti!) los huevos al suelo. De todas formas, enhorabuena por el esfuerzo divulgativo. Se lee muy bien y contagias el entusiasmo.
Por lo demás, sólo añadir con pesar una cosa que no puedo evitar: Luis Ricardo, cantidubidubidubi, cantidubidubidá.
¡Calla! Que me ha dado por recordar a María Luisa Seco y me he ha entrado la bajona :(
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