The girl with kaleidoscope eyes
Ha muerto Elizabeth Taylor, y como siempre que muere alguien como Elizabeth Taylor es necesario prescindir de toda la farfolla habitual de estilo “desaparece uno de los últimos mitos de Hollywood” y acudir a los recuerdos personales que todo espectador (no necesariamente cinéfilo y mucho menos en este caso) tiene de una mujer conocida durante la primera parte de su vida por su excepcional belleza y en la segunda por motivos mucho menos líricos.
Como ocurre con muchos actores del Hollywood mítico, no sabría decir cuál fue la primera película suya que vi tal era el grado de familiaridad que con dichos actores se tenía en la época en la que yo empecé a ver películas por televisión de manera que, como es costumbre, hay que seguir el hilo temporal que marca la imdb.
No recuerdo haber visto ninguna de las películas de Lassie con las que Taylor inició su larga carrera cuando todavía era una niña, no es de extrañar porque sinceramente detestaba esas películas y al perro que las protagonizaba. Sí tengo en cambio un recuerdo muy claro de “National Velvet” (“Fuego de juventud”) que seguramente vi durante alguno de esos programas infantiles vespertinos presentados por María Luisa Seco, aunque la verdad la escena que más tengo grabada es aquella en la que el simpático enano Mickey Rooney (un habitual de dichas sesiones infantiles de tarde) interpretando a un jockey traumatizado.
La siguiente película que recuerdo haber visto (posiblemente también en aquellos años) fue “Mujercitas” aunque la participación de la joven actriz en ella no resulte, al menos para mi, especialmente memorable. Y no porque Liz diera vida a la pija Amy (que con el tiempo ha terminado por convertirse en el único personaje con semblante humano de esa extraña familia) sino por el pelo pajizo y atirabuzanado que lucía en pantalla. Vamos, que por una vez estaba fea.
Todos esto títulos pueden resultar hoy bastante ñoños (incluyendo las dos películas en las que Taylor interpretaba a la hija perdida de Spencer Tracy) pero son recordados con cariño por el público que los vio en su infancia, yo sin embargo considero que “Un lugar en el sol” es posiblemente la primera gran película protagonizada por Elizabeth Taylor
Basada en la novela “An american tragedy” (que ya había sido llevada al cine con anterioridad) y dirigida por el prestigioso George Stevens, Liz más que un personaje de carne y hueso era la representación de un modo de vida que se convertía en el objeto del deseo del proletario Montgomery Clift que no dudará en matar para lograr su lugar en el sol. ¡Y quien no!, aunque yo preferiría que la víctima no hubiese sido la pobre Shelley Winters.
Fue en esta película donde Monty y Liz dieron comienzo a una estrechísima amistad, se dice que incluso podía haber habido algo más que amistad entre ellos de no ser porque su unión física era más improbable que la de los amantes de “Lady Halcón”.
Dejando aparte algún título perteneciente al género de aventuras como “Ivanhoe” (donde interpretaba a la morbosa judía Rebeca por la que todos los niños que vieron la película hubieran dejado de lado a la pavisosa Joan Fontaine) o “La senda de los elefantes” (yo ni siquiera la recuerdo a ella entre tanto paquidermo), se puede considerar que la siguiente película importante de Taylor fue “Gigante”. Dirigida también por George Stevens y con la participación de otro maldito de Hollywood, James Dean (se cuenta que el arisco rebelde sólo se llevó bien con Liz durante el rodaje), la película ha envejecido bastante mal y precisamente es sólo la relación que se establecía entre los personajes interpretados por ambos actores lo único que sigue siendo memorable
Aun así qué duda cabe de que “Gigante” fue un gran éxito, algo que no se puede decir de la siguiente película de la lista. “El árbol de la vida” lo tenía todo para triunfar, otro director de renombre -Edward Dmytryk-, el retorno del magnético dúo Clift-Taylor, un presupuesto ilimitado y una de esas historias de tono épico tan del gusto de las superproducciones americanas. Pero al final el filme resultó un fiasco y se la consideró en su día como un simple y frustrado intento de rescatar el tono de la inmortal “Lo que el viento se llevó”.
Por añadidura la filmación se vio trágicamente interrumpido debido al grave accidente de tráfico de Montgomery Clift en el cual su rostro quedó gravemente desfigurado con la consecuencia de que, durante el visionado de la película, se podía distinguir claramente los planos que habían sido filmados antes y después del accidente. Se cuenta que Liz corrió en auxilio de Monty nada más producirse el siniestro y que incluso le salvó de morir atragantado por sus propios dientes.
En 1957 Taylor tenía ya 25 años y su carrera prácticamente se reducía a papeles de niña bonita o de joven esposa ejemplar, pero a partir de ese momento, de forma intencionada o casual, lo cierto es que en los dos años siguientes se produjo un cambio espectacular en su imagen pública al menos en cuanto al cine se refiere
“La gata sobre el tejado de zinc” estaba basada en una obra de Tenesse Williams (posiblemente tras Shakespeare el dramaturgo más adaptado al cine), una obra que por lo visto fue suavizada de forma notoria para permitir su traslado a la pantalla grande. No he visto ni leído el original aunque sí he visto otras adaptaciones (incluyendo una terrible con Jessica Lange haciendo de Maggie) y fiel o no me sigo quedando con la versión que todos conocemos. Prescindiendo del contenido dramático del filme (que es bastante apreciable) nadie puede olvidar la sensual imagen de la otrora angelical Liz triscando en paños menores alrededor del indiferente y alcoholizado Brick Pollit.
Pero si “La gata sobre el tejado de zinc” podía considerarse para la época como una obra subidita de tono al final se quedó en anécdota comparada con el sensacional escándalo que supuso el estreno de “De repente, el último verano”. La película no sólo estaba basada igualmente en una obra de Tenesse Williams sino que fue el propio autor el que escribió el guión junto con Gore Vidal (ahí es nada). Un furibunda crítica de un periódico neoyorquino decía algo así como:“Si le gusta la sodomía, el canibalismo y el incesto esta es su película”, al día siguiente la cola ante las taquillas daba varias vuelvas a la manzana.
Aquí no había veladas insinuaciones a la orientación sexual del personaje principal del drama como ocurría en “La gata…” (Sólo un zoquete podía ignorar que Brick y Skip eran algo más que amigos íntimos), en este caso el invisible Sebastian era un homosexual declarado aficionado a los chicos de la calle, que no dudaba en emplear los encantos de su prima para atraer la atención de los golfillos, algo que por cierto daba lugar a la escena que yo considero como la más tórrida interpretada nunca por Liz. (Se recomiendo ver el vídeo sin sonido)
El escándalo no pareció afectar a la carrera de Taylor que a continuación protagonizó “Una mujer marcada” (que desgraciadamente nunca he visto) película por la que recibió su primer Oscar y varios años más tarde tuvo sin duda su mayor éxito popular (que no de taquilla) en un filme que marca una frontera personal en lo que al aspecto físico de la hermosa actriz se refiere
“Cleopatra” es una superproducción muy del gusto de la época, más aparatosa que efectiva, concebida como un auténtico espectáculo que hoy en día solo es tolerable en un viernes santo en Rabat. Por añadidura el rodaje fue un infierno y la recaudación resultó ruinosa comparada con el desorbitante coste. Pero nada de eso importa porque “Cleopatra” sólo será recordada por ser la película en la que se produjo el encuentro entre los amantes más célebres de la historia del cine.
Cuando empezaron a trabajar juntos los dos actores no sólo estaban casados y con hijos sino que además venían de numerosas y accidentadas relaciones matrimoniales previas, pero nada de eso impidió que surgiera un apasionado romance que fue seguido con igual pasión por el mundo entero (en serio, lo de Brangelina no fue nada comparado con esto).
No sólo la vida personal de Elizabeth quedaría marcada por este encuentro, también lo sería su carrera profesional. A partir de “Cleopatra” y hasta su primer divorcio de Burton es difícil encontrar algún título que no usara la presencia de los dos actores como gancho para atraer a un público que no se cansaba de la turbulenta historia de amor.
De entre todos esos títulos sólo recuerdo brevemente uno llamado “Castillos en la arena” y no creo que haya demasiados motivos para buscar los demás con excepción por supuesto de “¿Quién teme a Virginia Woolf?”
No conozco lo suficiente sobre la relación Burton-Taylor así que resulta un poco aventurado (aunque inevitable) pensar en que los dos actores se interpretaban a sí mismos en la historia de este matrimonio de edad media, formado por dos seres amargados y alcoholizados incapaces de separarse y al mismo tiempo incapaces de dejar de agredirse verbalmente con unas lenguas tan afiladas como los brazos metálicos de T1000
Cuando la película se estrenó Liz y Dick llevaban sólo cuatro años juntos y todavía faltaban siete para que se divorciaran pero qué duda cabe de que no se trataba de una pareja al uso, por lo que se sabe los dos enamorados tenían una relación de amor-odio muy semejante a la que se muestra en la película, Burton era un alcohólico incurable que se despachaba tres botellas de vodka al día, motivo por el que era propenso a ataques de violencia incontrolada. Por su parte Liz arrastraba un largo historial de problemas médicas que la tenían sujeta a una larga lista de sustancias ilegales.
Lo cierto es que tanto si estamos ante una ficción como ante un escalofriante autorretrato aquella interpretación le valió a la actriz un merecidísimo segundo Oscar
Taylor, siempre tan precoz, tenía sólo 34 años cuando interpretó a la avejentada Martha, tan sólo un año más tarde y con un aspecto mucho más mejorado vino el que posiblemente sea su último gran papel. Se trata de “Reflejos en un ojo dorado” adaptación de una novela de Carson Macmullers en la que compartía pantalla con otro mito de Hollywood, Marlon Brando bajo la dirección de John Houston. Una mezcla de talentos de lo más atractivo que nunca he tenido ocasión de ver entera aunque la he tenido en la lista de pendientes.
A partir de aquí resulta difícil encontrar algo que valga la pena en los siguientes treinta y cinco años que duro la agonía artística de Taylor, una circunstancia que vino acompañada del inevitable decaimiento físico, acentuado en su caso por su mala salud, sus adicciones y sobre todo por el recuerdo que todo el mundo tenía de su increíble belleza juvenil. El resto de su vida sólo estuvo animado (hablando de su imagen pública) por sus múltiples matrimonios y por su transformación en protectora y confidente de nuevos iconos de la cultura norteamericana como Michael Jackson así como por su activismo social en causas como la del SIDA.
Elizabeth Taylor ha muerto, su vida fue tan larga, intensa y variada que ofrece la ventaja de extraer de ella la parte que queramos conservar en el recuerdo: la niña ingenua de increíbles ojos violeta, la joven de belleza arrebatadora, la pasional actriz intérprete de papeles de carácter, la amante fatal o la diva decadente. Que cada cual escoja lo que prefiera.
8 Comments:
Mi madre siempre me dijo que la desgracia de Montgomery Clift y su descenso a los infiernos fue porque él estaba enamorado de ella y ella nunca le hizo caso. Nunca he querido descubrirle la verdad.
En "Ivanhoe" yo era de los de Joan Fontaine. Siempre he sido de ella. Es pavisosa, pero es mi pavisosa.
No recordaba la escena de la playa (aunque parezca mentira). Y sí que he visto la película. Y eso que el Tenessee Williams es un tío que me irrita bastante. Estoy perdiendo facultades, porque la escena es tremenda.
Y yo me quedo con la Elizabeth Taylor de Montgomery Clift. Siempre me creí la historia de mi madre. Es más bonita que la de Richard Burton.
Monty se enamoraba de las mujeres pero se acostaba con los hombres, como Marcel Proust. La historia de desamor hollywodiense preferida de mi madre era la de Pier Angeli y James Dean. Y mi pavisosa favorita siempre fue Teresa Wright.
Lo de olvidar la escena de la playa es imperdonable, volveré a interrogarte sobre ello exactamente dentro de un año.
lo que me gustaba a mi Mickey Rooney de pequeña y lo repelente que me parece ahora!! brrr...
la verdad es que esta mujer era guapisima, y a mi siempre me ha dado la sensacion de ser una superviviente nata. nos quedan sus pelis para recordarla a gusto.
Es que antes ponían una película de Mickey Rooney una tarde sí y otra también, sobre todo aquellas que hacía con Judy Garland, no se si podría ver alguna de esas ahora
Judy Garland, a quien atiborraban de anfetas durante el día para que siempre fuese graciosa y pizpireta y a tranquilizantes de noche pues la pobre muchacha no podía dormir. Luego decían que era inestable emocionalmente. El libro de ética en Hollywood es tan delgado como el de los médicos.
Mickey Rooney estaba muy gracioso en "Desayuno con diamantes" (antes de que lo diga alguien lo digo yo).
Y dentro de un año todavía tendré los pelos de punta y te contaré la escena fotograma a fotograma.
lo malo es que de los 50 ahora siguen igual, no hay mas que ver a las estrellas del disney channel entrando y saliendo de las clinicas de rehab que tan bien conocia Liz Taylor-
y mickey rooney no estaba nada gracioso en desayuno con diamantes. lo dices de broma, no?
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De hecho las escenas de Mister Yuniushi están consideradas como el epitóme del casi siempre lamentable tratamiento de los asíaticos en el cine americano :)
Señorita Holly proteeeeeeeeeeeeeesto
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