Friday, August 17, 2012

Esta semana he visto y he leido







Dracula: pages of a Virgin´s diary es una de las muchas adaptaciones de la inmortal (uso esa palabra por el simple hecho de que parece que no hay modo de librarse de ella) novela de Bram Stoker que consiste en esta ocasión en representarla en forma de ballet.

A pesar de ella la película (muda y en blanco y negro con algunos virados en sepia y en otros colores con nombre interesante)  sigue más o menos la estructura del original literario con algunas variantes, como el hecho de que Jonathan Harker y Mina no aparezcan hasta casi la mitad del metraje. Aparte de esto lo cierto es que resulta bastante complicado ver la película sin ponerte a pensar en tus cosas al mismo tiempo, quizás sea lo mejor porque imágenes como las del duro Quincey Morris haciendo molinetes en el aire puede ser demasiado grotesca, por no hablar de ese Drácula chinorri. En fin, una curiosidad que dura poco y no molesta demasiado.  





Después de entregar al mundo la que posiblemente sea la primera película de culto del Siglo XXI (“Donnie Darko”) se esperaba con interés la segunda obra del cineasta Richard Kelly, una obra de facturación por lo visto bastante complicada pues tardó seis años en estrenarse El resultado ha sido “Southland Tales”.

Vamos a ver, a mí no me importa ver una película y no tener ni idea de qué es lo que intentan contarme, prefiero saberlo evidentemente, pero el no saberlo tampoco me ha resultado nunca un demérito siempre y cuando el espectáculo sea capaz de producir sensaciones positivas. Ahí están la propia “Donnie Darko” o “Primer” por poner los dos primeros ejemplos que se me vienen a la cabeza. ¡Qué diablos! “El año pasado en Marienbad” está considerada como una de las grandes obras de arte del cine y nadie ha sido capaz de entender un carajo acerca de qué va el tema (y el que diga que lo entiende miente como un bellaco).   

De este modo el problema no es el hecho de que se casi imposible seguir el hilo argumental de “Southland Tales”, el problema es que lo que te están contando te importa un pimiento o, peor aún, te resulta chirriante. De hecho ver esta película es lo más próximo –cinematograficamente hablando- a contemplar como se rasca un plato con un tenedor. O al menos esta ha sido la sensación que he tenido en los 40 minutos que le concedí a esta cosa, no creo que pudiera haber continuado así los largos 140 que dura la película (y por lo visto el montaje original llegaba a los 160 ¡horror!).

Lo más gracioso es que, leyendo algunos comentarios,  resulta que hay un cómic de tres volúmenes donde se explica todo y según dicen hay que leerlo todo antes de ver la peli. Pues que los lea el padre de Mister Kelly.      








No ha sido fácil ver “Dans ma peau”. En primer lugar ha costado más de lo habitual “comprarla”, en segundo lugar ha sido imposible encontrar subtítulos en castellano. Ni siquiera en la heroica “Subdivx” donde se puede encontrar casi todo ha sido posible, al final me he tenido que decidir entre una versión subtitulada en inglés y otra subtitulada en italiano, he elegido el inglés porque desconfío de un idioma que traduce “Top hat” por “Il capello cilindrico”.

Pero incluso una vez conseguido el material “Dans ma peau” sigue siendo una película difícil de ver, de hecho me ha parecido una de las más desagradables que he visto nunca, y no agradablemente desagradable sino desagradablemente desagradable (perdón por el trabalenguas cuyo significado trataré de explicar después).

En una entrada del singular blog “Lector constante” (  http://www.lectorconstante.com/2007/01/05/dios-mio-no-siento-las-piernas/#comments) se transcribía un extracto del libro del neurólogo Oliver Sacks  “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, en dicho extracto se narraba la historia de un paciente que manifestaba un horror irracional hacia su pierna izquierda que aseguraba que no le pertenecía. Un fenómeno semejante se describía también en un capitulo  de la serie “Nip tuck” (una fuente mucho menos ilustre que el doctor Sacks desde luego pero para el caso es lo mismo) donde otro individuo manifestaba un horror semejante por uno de sus miembros inferiores y pretendía que los simpáticos doctores Troy y Macnamara se lo amputaran.

En “Dans ma peau”,  la protagonista del drama (interpretada por Marina de Van que también escribe y dirige la película) siente una alineación respecto a su cuerpo igualmente extraña que la lleva al extremo de no sentir dolor cuando se provoca accidentalmente una grave herida en la pierna, a partir de ese momento la mujer inicia un incontrolable y terrible proceso de autoconocimiento carnal ilustrado a través de una serie de escenas que en ocasiones me han obligado a detener el visionado la película para coger resuello, y en otras me han puesto al borde del vómito (algo que como espectador de alguna clase de manifestación artística sólo me había ocurrido leyendo las confesiones del asesino Albert Fish y el segmento del concurso de tartas perteneciente al cuento “El cuerpo” de Stephen King).

Y no es que estemos ante un despliegue espectacular de efectos especiales hemoglobínicos, de hecho lo más aterrador de las escenas antes mencionadas es su apariencia de realidad, en ocasiones más sugerida que mostrada. Posiblemente muchos fans del cine de terror que son capaces de contemplar sin un pestañeo las imágenes de ficción más sórdidas sentirían repulsión al ser testigos, por ejemplo, de una operación a corazón abierto, algo semejante ocurre en esta película y precisamente por eso me gustaría recomendar su visión con toda clase de prevenciones gastroenteríticas. 





 

Aceptando que no tengo alma, corazón ni vida para leerme toda su obra (de hecho me faltan al menos cinco de sus títulos más conocidos para declararme al menos un simple aficionado a dicha obra) hay que reconocer que Stephen King es en ocasiones un escritor apasionante, y digo en ocasiones porque, por muy bicho raro que parezca, el hombre es más americano que echarle mantequilla a las palomitas y a veces es eso precisamente lo que hace, echar algo pringoso como condimento a algunos de sus relatos convirtiéndolos en un engrudo que dan ganas de ponerle por sombrero.

Después del (en mi opinión) fiasco de la lamentable “Cell” hace ya unos años, lo cierto es que siento algo de aprensión a volver a enfrentarme a alguno de esos enormes libracos que King saca de vez en cuando porque además de no ser un material barato la sensación que producen es una mezcla de pereza e incertidumbre. Pero como no quiero perder del todo el contacto con el gafotas de Bangore he decidido leer esta colección de cuentos cortos (es un decir, al menos tres de ellos podrían definirse más bien como novelas cortas) y aunque no hay ninguno que pueda calificarse de malo sí que he sentido al leerlo la misma sensación de ambigüedad que mencionaba antes, en concreto me han gustado más los relatos impares que los pares, pero vamos a concretar un poco más.

  1. 1922
Ambientado en la America profunda anterior a la Gran Depresión, este relato llama la atención por la atroz misoginia que desprende, pero más que un demérito me parece una honesta forma, no ya de contar una historia de aquella época, sino de tratar de imbuirse del ambiente social en el que dicha época tuvo lugar. Bajo la forma de un naturalismo-fatalismo que recuerda a las novelas decimonónicas, se narra la génesis de un crimen rural que, como en dichas novelas, supone una profunda transformación en la conciencia y en el alma de los que en él participan. Además el relato alcanza unas cotas de sordidez verdaderamente espeluznantes, de un modo que casi se puede olfatear.


  1. Camionero grande.

Aunque se tratara de una simple historia del subgénero violación y venganza (de hecho es eso exactamente lo que es) este cuento sería digno de leer solo por la embriagadora forma de narrar que tiene King, de hecho reconozco que mi libro preferido de este autor es  “Danza macabra” que no es una obra de ficción sino una suerte de ensayo literario-cinematográfico sobre el terror y la ciencia ficción del siglo XX, añadiría que en ocasiones los prólogos y epílogos de sus libros son tan interesantes como el libro mismo (y a veces incluso más ). Pero de todos modos es una lastima que “Camionero grande” caiga en el mismo error que todos los relatos del subgénero antes mencionado (que es por cierto un subgénero puramente cinematográfico) que es ceder ante la imbatible fantasía americana de la venganza perfecta.



  1. Una extensión justa.

El relato más corto, el único en el que entra en juego un elemento fantástico (o cuanto menos no realista), y el más gozosamente sádico del cuartero, un cuento rebosante de mala leche que es una prueba más de que lo que verdaderamente mueve el mundo es el odio.


  1. Un buen matrimonio

Las primeras páginas de este último cuento podrían definirse como la versión literaria del célebre segmento “vida matrimonial” de la película “Up”, y lo mejor de todo es que lo que ocurre después (que por supuesto no tiene nada que ver  con la emotiva película de Pixar) no desvirtúa en absoluto lo descrito hasta ese momento, de hecho el punto fuerte del relato consiste precisamente en una reflexión sobre la dualidad del hombre que se resume en la pregunta “¿Alguien conoce realmente a alguien”? que se formula la protagonista. Por desgracia el relato acaba por parecerse más a “Camionero Grande” que a una novela de Patricia Highsmith como parecía en un principio.            

2 Comments:

Blogger El Impenitente said...

El odio, la vanidad y el dinero. Y supongo que por ese orden.

1:10 PM  
Blogger SisterBoy said...

Vanidad de vanidades y todo vanidad

1:12 PM  

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