Monday, September 17, 2012

Esta semana he leído y he visto...

Segunda novela romántica de Richard Matheson (ignoro si tiene más pero aunque así fuera creo que ya es suficiente). Si “Más allá de los sueños” empleaba el elemento fantástico en forma de historia de amor ultraterrena aquí se usa la trama no menos fantástica del viaje en el tiempo.

Richard Collier es un escritor solitario y enfermo terminal de cáncer que un día queda prendado de la foto de una actriz de finales del Siglo XIX, el interés se va convirtiendo en obsesión hasta el punto de que Collier decide viajar en el tiempo (más no en el espacio pues no se moverá de la habitación del Hotel en el que habita pues fue en ese mismo establecimiento en el que se tomó la fotografía mencionada).

El libro está divido en dos partes, la primera de ellas narra precisamente lo que se acaba de describir en el párrafo anterior incluyendo el sistema elegido por el protagonista para trasladarse al pasado, no es que dicho método tuviera que convertirse en la clave de la historia (si por mí fuese lo mismo hubiera valido con que Collier se encontrará un DeLorean con condensador de fluzo aparcado por fuera del Hotel) pero al menos Matheson tiene la deferencia de inventarse elegantemente una suerte de tele transportación mental dotándole de la suficiente verosimilitud como para convencer a cualquier lector que no sea un majadero. 

Es en esta primera parte donde se concentra lo mejor del libro y es en la segunda donde a mi entender todo se viene un poco abajo, precisamente a partir del momento en el en el que se encuentran Richard y Elise el relato se adorna con un tono sentimental e irisado verdaderamente intragable (además de volverse arrítmico, inverosímil y por momentos incluso aburrido). Quizás el problema es que el lenguaje romántico puesto en negro sobre blanco siempre me ha transmitido impresiones parecidas, aunque con “Más allá de los sueños” no tuve esa sensación, a lo mejor porque el amor maduro y conyugal de sus protagonistas me resultó más digamos “serio” . Puede que la adaptación cinematográfica de 1980 (con Christopher Reeves y Jane Seymour en los papeles principales) sea más llevadera, lo comprobaré próximamente. 







“The Deep Blue Sea” es un drama romántico con un desarrollo muy heterodoxo, me imagino el desconcierto de los espectadores que esperaban ver algo como “El diario de Noa”  (con todos mis respetos para esa película que de todos modos ni siquiera he visto) o el de las numerosas fans de Tom Hiddleston (a quién yo recordaba por su papel de Scott Fitzgerald en “Medianoche en Paris” pero que parece ser más popular por interpretar a un personaje de una película de superhéroes).

La trama tiene lugar en la Inglaterra de los años cincuenta pero tiene poco que ver con la de otra película  con la que en principio se la podría comparar, me refiero desde luego a un clásico del cine romántico inglés como “Breve encuentro” que sin embargo era una historia de amor terriblemente apegada a la realidad. La de “The Deep Blue Sea” me ha recordado más a la de la casi impenetrable “Gertrud” la última obra del cineasta Carl Theodor Dreyer en la que la protagonista homónima consagraba su vida a la búsqueda de una concepción idealizada del amor absoluto.

 Algo parecido ocurre con Hester (Rachel Weisz), una mujer que abandona un matrimonio estable con Sir William, hombre de  elevada posición, para entregarse en brazos de Freddy, un apuesto piloto veterano de guerra. El drama de Hester es que ninguno de los dos hombres entre los que se debate es capaz de responder a sus expectativas amorosas, y el acierto del argumento del filme es no presentar a ninguno de ellos en la forma superficial y grosera que suele ser habitual en este tipo de historias: Sir William es un marido bondadoso y honesto (aunque con una madre abominable) incapaz de entender las veleidades amorosas de su mujer mientras que Freddy es un individuo afable de vida y aspiraciones sencillas que se ve abrumado y confundido por el feroz apasionamiento del que es objeto por parte de Hester.

Pero quizás lo más llamativo de la película es el sugerente tono en el que está filmado, con un comienzo de tintes casi oníricos que por momentos me hizo recordar a Terence Malick y a las últimas obras de Lars Von Trier y una continuación en forma de escenas de ritmo y duración discontinuos reflejo quizás de la atormentada mente de Hester. Ya he comentado que no es sencillo entrar en el juego de la película pero hacerlo permite asistir a algunas de las escenas más estimables de la cinematografía que se ha estrenado en este año, de entre ellas las que más me han llamado la atención son las que escenifican ese retrato (nunca concienzudo ni explícito, sino más bien sutil) de la Inglaterra de la época, un retrato que incluye la recurrente separación de las diferentes clases sociales, desde la estirada y clasista madre de Sir William hasta la proletaria y ruda patrona de la casa de huéspedes en la que viven Hester y Freddie (una mujer que por añadidura hace una de las declaraciones más rotundas que he oído nunca acerca del significado del amor) pasando por ese impagable descripción del pub inglés  como un territorio casi mítico, único refugio de una realidad externa pobre y deprimente y culminando con ese sobrecogedor travelling final, ochenta y cuatro segundos de película que posiblemente sean más representativos del país del pastel de riñones que cinco horas de pomposa ceremonia olímpica.


     



6 Comments:

Blogger El Impenitente said...

Te veo muy romanticón últimamente. Y también muy influido por los recientes Juegos Olímpicos y no sólo por sus ceremonias. Te imagino viendo la película cronómetro en mano: este travelling final ha durado exactamente ochenta y cuatro segundos y veintitrés centésimas, lo cual supone la segunda marca mundial del año. El amor, el cronómetro y los viajes en el tiempo.

4:01 AM  
Blogger SisterBoy said...

Pura casualidad ;)

7:44 AM  
Blogger El Impenitente said...

La casualidad no existe.

8:14 AM  
Blogger SisterBoy said...

¡Eso díselo al Real Madrid!

9:36 AM  
Blogger 3'14 said...

De Terence Davies había visto Voces distantes. Si no la has visto te la recomiendo.
He de reconocer que The Deep blue sea le gustó mucho mas a mi pareja que a mí. Y sin lugar a dudas, lo mejor es esa cita sobre el amor verdadero a la cual haces mención, Y que no revelaré por si hay alguien que todavía no la ha visto y siente curiosidad.

10:06 AM  
Blogger SisterBoy said...

Voces distantes hace tiempo que la tengo en la recámara, y ahora que he conocido el trabajo de Davies no tardará en caer, ya les contaré.

10:53 AM  

Post a Comment

<< Home