Esta semana he leído y he visto...
Segunda novela romántica de Richard Matheson (ignoro si
tiene más pero aunque así fuera creo que ya es suficiente). Si “Más allá de los
sueños” empleaba el elemento fantástico en forma de historia de amor
ultraterrena aquí se usa la trama no menos fantástica del viaje en el tiempo.
Richard Collier es un escritor solitario y enfermo terminal
de cáncer que un día queda prendado de la foto de una actriz de finales del
Siglo XIX, el interés se va convirtiendo en obsesión hasta el punto de que
Collier decide viajar en el tiempo (más no en el espacio pues no se moverá de
la habitación del Hotel en el que habita pues fue en ese mismo establecimiento
en el que se tomó la fotografía mencionada).
El libro está divido en dos partes, la primera de ellas
narra precisamente lo que se acaba de describir en el párrafo anterior
incluyendo el sistema elegido por el protagonista para trasladarse al pasado,
no es que dicho método tuviera que convertirse en la clave de la historia (si
por mí fuese lo mismo hubiera valido con que Collier se encontrará un DeLorean
con condensador de fluzo aparcado por fuera del Hotel) pero al menos Matheson
tiene la deferencia de inventarse elegantemente una suerte de tele
transportación mental dotándole de la suficiente verosimilitud como para
convencer a cualquier lector que no sea un majadero.
Es en esta primera parte donde se concentra lo mejor del
libro y es en la segunda donde a mi entender todo se viene un poco abajo,
precisamente a partir del momento en el en el que se encuentran Richard y Elise
el relato se adorna con un tono sentimental e irisado verdaderamente intragable
(además de volverse arrítmico, inverosímil y por momentos incluso aburrido).
Quizás el problema es que el lenguaje romántico puesto en negro sobre blanco
siempre me ha transmitido impresiones parecidas, aunque con “Más allá de los
sueños” no tuve esa sensación, a lo mejor porque el amor maduro y conyugal de
sus protagonistas me resultó más digamos “serio” . Puede que la adaptación
cinematográfica de 1980 (con Christopher Reeves y Jane Seymour en los papeles
principales) sea más llevadera, lo comprobaré próximamente.
“The Deep Blue Sea” es un drama romántico con un desarrollo
muy heterodoxo, me imagino el desconcierto de los espectadores que esperaban
ver algo como “El diario de Noa” (con
todos mis respetos para esa película que de todos modos ni siquiera he visto) o
el de las numerosas fans de Tom Hiddleston (a quién yo recordaba por su papel
de Scott Fitzgerald en “Medianoche en Paris” pero que parece ser más popular
por interpretar a un personaje de una película de superhéroes).
La trama tiene lugar en la Inglaterra de los años cincuenta
pero tiene poco que ver con la de otra película con la que en principio se la podría comparar,
me refiero desde luego a un clásico del cine romántico inglés como “Breve
encuentro” que sin embargo era una historia de amor terriblemente apegada a la
realidad. La de “The Deep Blue Sea” me ha recordado más a la de la casi
impenetrable “Gertrud” la última obra del cineasta Carl Theodor Dreyer en la
que la protagonista homónima consagraba su vida a la búsqueda de una concepción
idealizada del amor absoluto.
Algo parecido ocurre
con Hester (Rachel Weisz), una mujer que abandona un matrimonio estable con Sir
William, hombre de elevada posición,
para entregarse en brazos de Freddy, un apuesto piloto veterano de guerra. El
drama de Hester es que ninguno de los dos hombres entre los que se debate es
capaz de responder a sus expectativas amorosas, y el acierto del argumento del
filme es no presentar a ninguno de ellos en la forma superficial y grosera que
suele ser habitual en este tipo de historias: Sir William es un marido
bondadoso y honesto (aunque con una madre abominable) incapaz de entender las
veleidades amorosas de su mujer mientras que Freddy es un individuo afable de
vida y aspiraciones sencillas que se ve abrumado y confundido por el feroz
apasionamiento del que es objeto por parte de Hester.
Pero quizás lo más llamativo de la película es el sugerente
tono en el que está filmado, con un comienzo de tintes casi oníricos que por
momentos me hizo recordar a Terence Malick y a las últimas obras de Lars Von
Trier y una continuación en forma de escenas de ritmo y duración discontinuos
reflejo quizás de la atormentada mente de Hester. Ya he comentado que no es
sencillo entrar en el juego de la película pero hacerlo permite asistir a algunas
de las escenas más estimables de la cinematografía que se ha estrenado en este
año, de entre ellas las que más me han llamado la atención son las que
escenifican ese retrato (nunca concienzudo ni explícito, sino más bien sutil)
de la Inglaterra de la época, un retrato que incluye la recurrente separación
de las diferentes clases sociales, desde la estirada y clasista madre de Sir
William hasta la proletaria y ruda patrona de la casa de huéspedes en la que
viven Hester y Freddie (una mujer que por añadidura hace una de las
declaraciones más rotundas que he oído nunca acerca del significado del amor) pasando
por ese impagable descripción del pub inglés
como un territorio casi mítico, único refugio de una realidad externa
pobre y deprimente y culminando con ese sobrecogedor travelling final, ochenta
y cuatro segundos de película que posiblemente sean más representativos del
país del pastel de riñones que cinco horas de pomposa ceremonia olímpica.
6 Comments:
Te veo muy romanticón últimamente. Y también muy influido por los recientes Juegos Olímpicos y no sólo por sus ceremonias. Te imagino viendo la película cronómetro en mano: este travelling final ha durado exactamente ochenta y cuatro segundos y veintitrés centésimas, lo cual supone la segunda marca mundial del año. El amor, el cronómetro y los viajes en el tiempo.
Pura casualidad ;)
La casualidad no existe.
¡Eso díselo al Real Madrid!
De Terence Davies había visto Voces distantes. Si no la has visto te la recomiendo.
He de reconocer que The Deep blue sea le gustó mucho mas a mi pareja que a mí. Y sin lugar a dudas, lo mejor es esa cita sobre el amor verdadero a la cual haces mención, Y que no revelaré por si hay alguien que todavía no la ha visto y siente curiosidad.
Voces distantes hace tiempo que la tengo en la recámara, y ahora que he conocido el trabajo de Davies no tardará en caer, ya les contaré.
Post a Comment
<< Home