The circus is over

Según la página web “Distancias entre ciudades”, Madrid y Cartagena están separadas por 462 kilómetros lo que equivale a un viaje en coche de cuatro horas y cuarenta y cuatro minutos. En la última película de Alex De la Iglesia, “La chispa de la vida”, el personaje de Roberto Gómez (interpretado por José Mota), deprimido por una frustrante entrevista de trabajo mantenida con personas que pensaba que le tenían aprecio, decide ir desde la capital de España hasta la ciudad murciana, en la que él y su esposa pasaron su luna de miel, en busca de alguna clase de rememoración que le alivie de su ataque de ansiedad. Este transito se produce de una forma tan brusca y con una ausencia de sentido de la continuidad tan acusada que produce una verdadera impresión de extrañeza en el espectador.

Para algunos de ustedes la circunstancia anteriormente señalada podría considerarse una anécdota menor pero para mí es un ejemplo de una historia llevada a la pantalla de un modo terriblemente descuidado y desafortunado. Tras un breve prólogo-introducción en el que ya se manifestaban algunos síntomas inquietantes (que se confirmaron más tarde de un modo que ya comentaremos) y el viaje relámpago anteriormente mencionado, la película prosigue su atropellado ritmo en lo que parece ser una sorprendente impaciencia por llegar a la situación que constituye la base principal de la trama: Roberto Gómez tendido boca arriba sobre un montaje de ferralla con un hierro clavado en la cabeza. De la Iglesia consigue llegar a la situación que le interesa a los quince minutos (contados) de comenzar la película, pero para ello ha tenido que transitar un camino a veces, como hemos visto, abrupto y a veces, como sucede con todas el encadenamiento de fatalidades que conducen a la ordalía de Roberto, directamente vergonzantes, impropias de alguien que ha filmado cosas como “El día de la bestia”, “La Comunidad” e incluso “Balada triste de trompeta” (aunque sí propias de alguien que ha filmado “800 balas”).

Todas estas circunstancias ofrecían más bien malos augurios sobre todo lo que vendría después (unos malos augurios que para ser sinceros ya tenía antes incluso de entrar a ver la película). Pero ya metidos en el terreno al que quería llevarnos De la Iglesia ¿qué encontramos allí? Pues varias cosas y ninguna buena, lo primero que falla es lo que se supone que debería ser la base del argumento: la interpretación de José Mota, un buen cómico pero un mediocre actor. Echando una ojeada a la carrera de Mota nos encontramos con un puñado de papeles secundarios que posiblemente podrían ser intercambiables con algunos gags de sus espectáculos televisivos, aquí en cambio tiene su primer papel protagonista y nada menos que en un drama en una producción de cierta enjundia, un desafío en el que no sale bien parado, no puede entender su inclusión en esta película de otra manera que no sea un truco publicitario para atraer a un público que posiblemente entre a ver la película pensando en encontrarse con algo muy distinto a lo que al final se le ofrece.

Tampoco es que los actores que rodean al protagonista ayuden mucho a sacar adelante el proyecto, algunos de ellos parecen tener también una función meramente decorativa con la idea de dar algún prestigio a la producción (Salma Hayek, Santiago Segura) y otros, como Fernando Tejero, Juanjo Puigcorbe o Juan Luis Galiardo fracasan sobre todo por tener que dar vida a personajes imposibles de admitir. El resultado es un filme cuyo gusto por el trazo grueso y la moralina digna de un capítulo de “El club de la herradura” hace que fracase tanto en su vertiente dramática (sustancia sobre la que en teoría se basa la película) como en sus escaso momentos cómicos (escasos y sin puñetera gracia habría que añadir).
Soy de los que aplaudieron el arriesgadísimo salto al vacío que De la Iglesia dio con “Balada triste de trompeta”, nunca esperé que su nueva película fuera en esa dirección porque se trataba de un camino cerrado, o más bien de un portazo definitivo a los demonios de la infancia, pero nunca esperé tampoco que el nuevo estreno del director vizcaíno fuera tan decepcionante.
En resumen si de verdad quieren ver una sátira sangrienta sobre la explotación capitalista de un tragedia humana y sobre lo morbosa complacencia del público por asistir a dicha explotación, les recomiendo que busquen donde sea “Ace in the hole” de Billy Wilder, y si quieren ver a José Mota haciendo lo que mejor sabe hacer ahí está youtube.