¡OTRA VEZ FELIZ CUMPLEAÑOS NO!
Yo, como casi la mayoría de los espectadores de mi
generación, tuve noticias de “The twilight zone” por primera vez cuando se
estrenó en España la película “En los límites de la realidad” (por alguna razón
nadie ha querido traducir al español de forma literal el título de la serie que
sería algo así como “La zona crepuscular”, otras traducciones igualmente libres
hablan de “Dimensión desconocida”) allá por 1984. Aunque tardé unos años en verlo
ya por entonces fue un filme muy comentado, de hecho recuerdo haber escuchado
en un programa de radio el audio de la escena que prologaba la película, algo
que por aquel entonces me causó una viva impresión.
Tarde algo más de tiempo en averiguar que las historias que
se ilustraban en la cinta tenían su origen en una mítica serie que se emitió
por la televisión estadounidense a finales de los años cincuenta y principios
de los sesenta. Los directores de los cuatro segmentos (John Landis autor del
mencionado prólogo y del primer segmento, el único no basado directamente en un
capítulo de la serie, Steven Spielberg realizador del segundo segmento basado
en el episodio “Kick the can”, Joe Dante que dirigió el segmento tercero basado
en el episodio “It´s a good life” y George Miller director del último segmento
basado en el episodio “Nightmare at 20.000 feet”) nacieron entre 1945 y 1950 lo
que significa que sin duda fueron entusiastas espectadores de la serie (pensada
originalmente para un público adulto pero visionada de forma masiva por niños y
adolescentes de la época).
El descubrimiento de la existencia de la “The twilight zone”
como producto televisivo tuvo lugar una mañana de primavera de hará por lo
menos veinte años cuando, matando el tiempo en la Biblioteca local (algo que
todavía hago ahora y mejor no pensar en qué dice eso de mí), me encontré con una pesada revista estacional
(de esas que nadie compra y que sólo se encuentran en sitos subvencionados) en
la que se desgranaba la apasionante historia de la gestación de esta serie y en
la que se mencionaba por primera vez el nombre de su creador, Rod Serling.
Guardo un recuerdo especial de la fascinación (algo
estimulada por el porrete que me había fumado previamente, todo hay que
decirlo) que me produjo la lectura de aquella antología y el vivo deseo que
abrigué desde entonces por lograr ver alguna vez la serie.
Como digo aquello fue hace muchos años, en una época en la
que en la región más meridional de Europa no había muchas oportunidades de
hacerse con un material de esa categoría. Años más tarde llegó el DVD y en uno
de mis primeros vagabundeos por el recientemente inaugurado Corte Inglés local
me encontré con el pack completo de la serie, aquel día cometí la torpeza de no
comprarlo por el hecho de que aun no disponía de un reproductor, una decisión
tan estúpida como la de coger un vuelo a Helsinki en pleno invierno y no
comprarse un abrigo porque en el aeropuerto de Los Rodeos no hace frio. Me
arrepentí bastante de aquello hasta que por fin llegó Internet (y más
concretamente la tarifa plana) para ofrecer a todo aquel que tuviera interés
una casi ilimitada gama de posibilidades con las que hacerse con todas las
películas, telefilmes, series de televisión y documentales que el ingenio del
hombre ha generado a lo largo de los últimos cien años.
A pesar de ello lo cierto es que tardé bastante tiempo en
empezar la caza de la mítica serie sesentera hasta que un día por fin me puse a
ello y tras algunas peripecias conseguí hacerme con todos y cada uno de los 156
episodios (con el añadido de una breve entrevista televisiva con Serling en un
programa de televisión de la época) con sus correspondientes subtítulos
razonablemente sincronizados. Comencé a verla en el verano de 2008 (como parte
de la terapia para consolarme de un desengaño opositoril) y termine hace unos pocos meses. Cuatro años
pueden parecer demasiados pero este período tan extenso no se debió a la falta
de interés (todo lo contrario) sino más bien a que consideraba el hecho de ver los
capítulos de una serie de estas características algo digno de unas condiciones
especiales de soledad y silencio que no se suelen dar muy a menudo, vamos que
no se trataba de ver un vulgar episodio de “The Big Bang Theory” como esos que
se echa uno al coleto en una pausa antes de cenar.
A medida que avanzaba en el visionado de la serie sentía la
necesidad de compartir la experiencia de dicho visionado con alguien y como
naturalmente dentro de ese “alguien” no podía incluirse a nadie con quien
tuviera relación en la vida real, sólo quedaban ustedes escasos lectores de mis
tribulaciones. No obstante tenía también la sensación de que la mera
contemplación del espectáculo televisivo no bastaba para tratar, aunque sólo
fuera superficialmente, un fenómeno mediático de tan amplias implicaciones
sociales. El material existente en español que pude encontrar en Internet era,
como suele ser habitual, disperso y poco fiable hasta que por fin llegó a mi
conocimiento el que presumía ser como el primer libro dedicado íntegramente al
análisis de la serie en nuestro idioma.
Este libro, editado por “Scifiworld” y con el sello de
calidad del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, está escrito a
seis manos por un grupo de individuos que sólo tienen en común su origen
barcelones y el haber nacido a mediados de los años setenta con lo cual se
trata igualmente de personas que conocieron de la serie de una forma indirecta.
La excepción es Tomás Fernandez Valenti nacido justo el año que concluyó la
serie y que es además el único nombre que puede resultar familiar a los
aficionados al cine por su peculiar manera de criticar películas en la revista
“Dirigido” (ignoro si realiza semejante labor en algún otro medio).
El libro resultante contiene 430 páginas, no es
excesivamente caro (no recuerdo lo que pagué por él pero hubiera dado el doble
con gusto) y en efecto es una guía extraordinaria para todos aquellos que
quieran adentrarse por primera vez en los misterios de la serie o para aquellos
qué, como es mi caso sienten la necesidad de ir más allá del simple visionado
de los capítulos.
De modo que ahora que existe un texto de referencia al que
cualquier interesado puede acudir me ahorro el extenuante (y posiblemente
fallido) trabajo de tratar de teorizar con mis propios medios sobre el
significado del fenómeno TZ y me limitaré a contarles cuales son mis diez
capítulos preferidos. No ha sido fácil llegar a estos diez (no voy a decir
tampoco que todos los capítulos de la serie sean buenos, algunos son regulares
y otros digamos que no creo que volviera a verlos) , en una primera selección
yo he apartado 58 episodios que calificaría como dignos de figurar en esa top,
pero está claro que un análisis sobre cada uno de ellos sería algo que excede
de la intención de este comentario (que no es otra que despertar la curiosidad
y extender si es posible el culto) así que no sin poco trabajo, repito, he
logrado refinar la selección a la decena mencionada (que se comentara por orden
de emisión). Pero será mejor ir al grano y comenzar a hablar ya sobre…
DIEZ PASOS VACILANTES EN LA ZONA CREPUSCULAR
Pero eso será otro día (o mejor otros días), así tendré
posts de reserva para este momento de vacío bloguero que dura ya un año.