Wednesday, February 27, 2008

Birmingham Sunday

Entre “oscares” y debates electorales se ha abierto paso en el día de hoy la noticia de la muerte de cuatro mujeres a manos de sus maridos o parejas sentimentales. Y aunque todo el tema no deja de tener el típico regusto hipócrita de escándalo provocado por el número y no por el hecho lo cierto es que es imposible no sentirse impresionado y en la necesidad de decir alguna cosa. Y ya que mi amigo Cinephilus ha empezado me siento en la obligación de hacer lo mismo.

Esta clase de sucesos merece tratarse con más profundidad otro día pero el de hoy simplemente lo dedicaremos a horrorizarnos.

En cuanto oí la noticia en seguida me vino a la cabeza esta canción de Joan Báez aunque en un principio las dos historias no tienen nada en común. De modo que este es mi homenaje.



Come round by my side and I'll sing you a song.
I'll sing it so softly, it'll do no one wrong.
On Birmingham Sunday the blood ran like wine,
And the choirs kept singing of Freedom.

That cold autumn morning no eyes saw the sun,
And Addie Mae Collins, her number was one.
At an old Baptist church there was no need to run.
And the choirs kept singing of Freedom,

The clouds they were grey and the autumn winds blew,
And Denise McNair brought the number to two.
The falcon of death was a creature they knew,
And the choirs kept singing of Freedom,

The church it was crowded, but no one could see
That Cynthia Wesley's dark number was three.
Her prayers and her feelings would shame you and me.
And the choirs kept singing of Freedom.

Young Carol Robertson entered the door
And the number her killers had given was four.
She asked for a blessing but asked for no more,
And the choirs kept singing of Freedom.

On Birmingham Sunday a noise shook the ground.
And people all over the earth turned around.
For no one recalled a more cowardly sound.
And the choirs kept singing of Freedom.

The men in the forest they once asked of me,
How many black berries grew in the Blue Sea.
And I asked them right back with a tear in my eye.
How many dark ships in the forest?
The Sunday has come and the Sunday has gone.
And I can't do much more than to sing you a song.
I'll sing it so softly, it'll do no one wrong.
And the choirs keep singing of Freedom.

Sunday, February 24, 2008

There will be blood (con spoilers)




Hay algo, aparte de sus candidaturas a los diversos premios de la academia en la edición de este año, en lo que compiten “There will be blood” y “No es país para viejos”. Se trata de dos películas que se apartan notoriamente de las estructuras tradicionales de la narración cinematográfica en lo que se refiere al desarrollo del guión. Esto suele causar siempre una cierta desazón en el público, especialmente cuando se trata de dos películas que han sido bastante promocionadas debido a las nominaciones recibidas a los premios antes mencionados.

Si ya en lo relativo a “No es país para viejos” hablábamos de las muestras de desconcierto del respetable, en el caso de “There will be blood” algunos espectadores directamente han abandonado la sala antes de que terminara la película. Es posible que, como de costumbre, esos espectadores entraran con una idea equivocada de la película (a la que no es ajena el título que le han dado en España aunque es posible que de haberse hecho una traducción más literal la confusión hubiera sido aún más grande) que en un principio podría parecer una de esas biografías de tintes épicos que giran en torno a la muy cinematográfica figura del gran hombre hecho a sí mismo.

Pero la película parece tener unos intereses que van más allá de ser otra gran epopeya americana. Esto es algo que se vislumbra ya desde la larga introducción en la que se encadenan varias escenas mudas (aunque no carentes de una inquietante banda sonora que estará presente durante todo el metraje) que muestran la evolución de Plainview desde sus tiempos de minero solitario a sus comienzos como magnate del petróleo y la primera aparición de su hijo cuyo origen será un misterio casi hasta el final de la película (e incluso entonces).

Lo que podríamos llamar el cuerpo central de la historia comienza con la misteriosa proposición de de Paul Sunday y sí que podría responder al estilo de película que se esperaba cuando se entra en la extraordinaria descripción de la transformación del yermo y atrasado territorio en una sucia y oleosa metrópoli. Sólo esta parte de la película (que a mí me ha recordado más a Terence Malick que a Kubrick o Scorceses como he oído mencionar en otros foros) merece ya el haber pagado la entrada.

De todos modos como se ha dicho no parece que Paul Thomas Anderson este especialmente interesado en narrar una gran historia americana de rise and fall o una espectacular metáfora sobre el capitalismo o la industrialización. Los verdaderos intereses de There will be blood son más enrevesados y tienen que ver en parte con la tortuosa personalidad de Plainview un hombre al que no parece motivar el dinero sino una insaciable afán por la dominación y una ciega lucha basada únicamente en el movimiento perpetuo (abrir pozos para ganar dinero con el abrir más pozos para sacar más dinero con el abrir más pozos).

Pero también está la contienda de Plainview contra Dios (que no puede existir porque de otro modo sería él mismo) que se manifiesta a través del enfrentamiento con el clérigo Eli y también está el desarraigo familiar del magnate con ese hijo al que no duda en usar como “atrezzo” en sus encendidos discursos comerciales pero con el que tiene un comportamiento torpe y negligente en privado y también la relación de Plainview con su hermanastro, que aparte de servir para que el insostenible personaje revele algo de las oscuras motivaciones de su personalidad demuestra también sus ansias por desvincularse de cualquier atadura que le impida progresar en su loca carrera. Ni Dios, ni la familia serán obstáculos para él.

Pero para mí el mayor misterio reside en el juego de la doble personalidad de Paul-Eli Sunday que explota en ese violento final y que hace que la película abandone el territorio de la realidad (en el que de todas maneras tampoco estaba muy cimentada) y se interne por un camino que mezcla la alegoría religiosa con la alucinación psicótica, un camino en el que yo personalmente me he perdido por completo. Y bien que me fastidia decir eso.

De todos modos este hecho no impide asistir a un espectáculo cinematográfico arrebatador en el que la larga duración del metraje apenas se nota y en el que destaca especialmente (aparte de la fotografia y la omnipresente música) el trabajo de Daniel Day Lewis que no obstante algunos califican de excesivamente histriónico. A este respecto me gustaría decir que algunos caracteres no hay más remedio que interpretarlos así. Si Lewis estuviera haciendo de un funcionario del catastro con cinco trienios que duda cabe que estaría sobreactuando pero cuando se trata de dar vida a un loco, codicioso, manipulador demonio hijo de mala madre hay que echar el resto y pueden apostar que eso es exactamente lo que ocurre.

Sunday, February 17, 2008

Abecedario del crimen capitulo XIII. Algunas veces he vuelto al lugar donde enterré a Mary Ann. La quiero cerca de mí porque la amo y la deseo.

A modo de comienzo me gustaría decirles algo: al contrario de lo que nos han mostrado durante años los libros y las películas de cine los asesinos en serie son unas personas completamente desprovistas de encanto y no demasiado inteligentes. El hecho de que algunos de ellos puedan eludir durante una larga temporada la acción de la justicia se debe sobre todo a un instinto de conservación que tiene más de animal astuto que de premio Nobel. Sin embargo hay algunas excepciones y Edmund Kemper es una de ellas.


|Kemper es un asesino que sobresale por encima de los de su clase por varios motivos: en primer lugar su imponente físico de más de dos metros de altura y 140 kilos de peso


, en segundo lugar porque es uno de los pocos asesinos en serie (si no el único) que se entregó a la policía de forma voluntaria cuando decidió poner fin a su carrera y en tercer lugar, con un cociente intelectual de 140 y una sorprendente lucidez a la hora de juzgar sus propias acciones, el gigante asesino es uno, también, de los escasos criminales capaces de un sincero y profundo autoanalisis sobre su conducta, lejos de las torpes y poco convincentes excusas que se oyen en otros casos. Por lo visto es él y no Ed Gein (un paleto que habitaba en los linderos del retraso mental y que era incapaz de hacer una reflexión tan singular sobre este o sobre cualquier otro asunto) el autor de la conocida cita que dice: “Cuando veo a una chica bonita una parte de mi piensa en decirle algo bonito e invitarla a salir mientras que la otra parte se pregunta como quedaría su cabeza clavada en un palo.”

Por lo demás la historia de personal de Kemper es bastante arquetípica: madre dominante y tiránica, padre ausente, humillaciones en el hogar y en la escuela, aislamiento social, crueldad con los animales…en resumen una serie de circunstancias adversas que afectan a la infancia y la adolescencia y que son posiblemente el único nexo en común entre todos los asesinos en serie. Condiciones necesarias aunque no suficientes desde luego pero no es el objetivo de hoy entrar en la larga e irresoluble cuestión entre los factores ambientales y los factores genéticos a la hora de analizar la mente criminal. Vamos a centrarnos en la historia de Ed y hagámoslo además (en homenaje a su mencionada capacidad de expresarse de forma tan aguda sobre sí mismo) en buena parte usando sus propias palabras.

Edmund Emil Kemper III nació el 18 de Diciembre de 1948 en Burbank California. Fue el segundo hijo y único varón del electricista Edmund Emil Kemper II y de su esposa Clarnell. La pareja tenía ya una hija y posteriormente tuvo otra más. Sus padres discutían con frecuencia. Clarnell reprochaba a su marido que no tuviera estudios y no ganara bastante dinero. Edmund padre a pesar de su imponente físico era un hombre débil y pasivo que no pudo soportar la tensión y en 1957 abandonó a su familia. El “pequeño” Ed adoraba a su padre a quien solía comparar con John Wayne a quien también admiraba.

Cuando estuve por primera vez en Los Ángeles fui a poner mis pies en las huellas de los de John Wayne inmortalizadas delante del Teatro Chino. Me enorgulleció ver que mis pies eran mayores que los suyos”.

Edmund empezó en esta época a sentir un profundo odio por su madre. Una animadversión recíproca ya que Clarnell, que además había empezado a beber, encontraba cada vez mayor similitud entre padre e hijo: los dos eran enormes y con poco carácter. Aparte la mujer cree que el chico se está homosexual y necesita disciplina. Las hermanas de Ed tampoco le tenían aprecio de manera que el muchacho sentía que el mundo entero estaba contra él y acumulaba cada vez más deseos de odio y venganza.

Sus actividades se vuelven cada vez más morbosas. A los ocho años solía jugar con su hermana mayor a la silla eléctrica o a la cámara de gas “Me dejo atar con una cuerda a un sillón, finjo retorcerme de dolor cuando mi hermana hacer como que pone el contacto…”

Algún tiempo más tarde asiste a un espectáculo de magia en un centro comercial. Es el truco de la guillotina falsa. Una chica se ofrece a probar el aparato. Ed sufre una conmoción y empieza a fantasear sobre que haya un accidente y la chica quede decapitada. “Estaba fascinado, esa idea de la decapitación era tan excitante para mí que me acosó durante semanas”. Mucho antes de primer crimen ya sabía que iba a matar, que todo acabaría así,. Las fantasías eran demasiado fuertes”.

El comportamiento del niño se vuelve más y más extravagante, empieza a mutilar las muñecas de sus hermanas cortándoles las cabezas y las manos. Un día al volver del colegio descubre que su madre había cogido sus pertenencias y las habían trasladado al sótano. Su madre le dice que la vida con él es insoportable. Todas las noches le encierra en el sótano arrastrando la mesa de la cocina para cerrar la trampilla. Aquello se prolonga durante ocho meses hasta que el padre se entera y le pone fin.

Mientras tanto Ed sigue bajando peldaños en el descenso a la locura. Deja de mutilar muñecas y empieza a ocuparse de los seres vivos. Primero le arranca la cabeza al gato de la familia, la ensarta en un palo y la coloca en el cabecero de la cama para dirigirle sus oraciones. A los trece años mata a tiros al perro de uno de sus compañeros de clase, incidente que le vuelve aún más impopular en el colegio.

En 1963 Ed se marcha a vivir con su padre que se había casado de nuevo. Entra en un colegio de Los Ángeles pero de nuevo es rechazado por sus compañeros y su madrastra le tiene pánico. Su padre decide entonces llevarle a North Fork a la granja de los abuelos paternos. Su abuela es también una mujer dominante. “Mi abuela espera librarme de la influencia negativa de mi madre, pero de hecho la sustituye por la suya. Y yo soy completamente incapaz de comprender relaciones psicológicas tan complejas”.

Como siempre Ed alivia sus frustraciones con la violencia. Durante su estancia en la casa de los abuelos se agencia un rifle del 22 y literalmente dispara contra todo lo que se mueve. Causa tal sangría en los pájaros de la comarca que los animalitos deciden evitar la granja. El 27 de agosto de 1964 Ed da un nuevo salto cualitativo en la escala de la violencia y dispara a sus abuelos causándoles la muerte. También apuñala el cuerpo de la anciana, luego llama a su madre y le da la noticia. Cuando la policía le interroga dice que sólo quería saber lo que se sentía matando a su abuela, dice también que lamenta no haber tenido el valor de desnudarla.



Un tribunal psiquiátrico le diagnostica como esquizofrénico paranoide y decide enviarle a un hospital para criminales dementes donde pasa los siguientes cinco años. Pronto se convierte en un recluso de confianza e incluso acaba ayudando al director de la institución a evaluar a los otros reclusos. Adquiere el dominio de los conceptos y terminología psicológicos y llega a adivinar lo que los doctores querían que diga. Por fin en junio de 1969 le ponen en libertad. Los médicos del hospital habían aconsejado que Ed se mantuviera lejos de su madre pero ante la falta de alternativas (era incapaz de sobrevivir solo y su padre se había evaporado borrando incluso su nombre de la guía) las autoridades decidieron volver a confiárselo. Clarnell vivía ahora en la ciudad californiana de Santa Cruz y trabajaba en la Universidad.

Ed se siente de nuevo extraño en un mundo que además ha cambiado rápidamente Tenía casi 21 años y ninguna experiencia sexual o amorosa. Tampoco había trabajado nunca”. Kemper detesta la nueva sociedad juvenil imbuida de la filosofía hippie. Los problemas con la madre vuelven a reproducirse, la mujer sigue inmersa en el alcoholismo pero a pesar de todo sigue teniendo planes para él, le acucia para que termine sus estudios y obtenga una plaza en la Universidad. Aunque Kemper era muy capaz de graduarse, se negaba a tal compromiso. En cambio intenta entrar en la policía pero es rechazado debido a su estatura. Un día la mujer le comenta que no quiere que él se relacione con las chicas de la Universidad en la que trabaja porque le considera un botarate y no merece conocerlas. Al oír estas palabras Kemper empieza a tener fantasías sobre matar a esas chicas uniendo así por fin el odio contra su madre y sus morbosos deseos sexuales en una única y aterradora realidad.

Por aquella época encuentra trabajo de guardavías lo que le permite dejar la casa de su madre e instalarse en un piso compartido donde comienza a preparar con cuidado sus futuras acciones. Durante dos años recorre las autopistas y carreteras del estado de California recogiendo a cientos de autoestopistas (abundantes en aquellos primeros años setenta) y perfeccionando tácticas psicológicas para conseguir, a pesar de su perturbador aspecto, ganarse su confianza. También las somete a un escrupuloso cuestionario para ver si son las victimas adecuadas “no quería tener nada que ver con las sucias hippies que se veían en todas partes. Quería herir a la sociedad donde le hiciera más daño”. También empieza a coleccionar navajas y varias pistolas que guarda en el maletero de su coche al que ha hecho algunos arreglos como el añadir una palanca debajo del asiento del conductor que permite bloquear la puerta del asiento del copiloto. Por último convence a su madre para que le consiga un pase de la Universidad de California lo que le daba acceso a todos los campus del estado. En la primavera de 1972 todo está preparado pero Ed aplaza continuamente el comienzo de la culminación de sus fantasías, bordea continuamente el abismo sin decidirse a dejarse caer en él. Falta la gota que colma el vaso. Por fin otra discusión especialmente angustiosa con su madre hace que estalle la pesadilla. Ed sale de la casa de Clarnell dando un portazo y se dice a sí mismo que la primera mujer atractiva que vea esa noche va morir.

Esa presunta primera victima nunca se encontró y Kemper jamás fue acusado de ese asesinato sobre el que proporcionó pocos detalles.

Lo que sí se ha verificado es que el 7 de mayo de 1972. se encontró con Mary Ann Pesce y Anita Luschessa, dos estudiantes universitarias de 18 años están haciendo autostop en la carretera de San Francisco. “Mary Ann es una experta autoestopista. No quería subir al coche pero yo había perfeccionado una técnica infalible. Miraba siempre mi reloj con el aire de alguien que se pregunta si tiene tiempo de detenerse. Es increíble lo bien que funciona esto. Algo me atrae hacia Mary Ann. No quiero decir que sienta compasión por ella cuando hablo de ella. De hecho, representa precisamente lo que me impulsa al crimen. Es altiva, algo desdeñosa, me hace caer en el crimen a causa de su refinamiento, de la distancia que establece entre nosotros. Ella colaboró bastante en su propia muerte






Al contrario que su compañera, Anita es la primera vez en su vida que hace autoestop. Usando su experiencia Kemper se da cuenta de que ninguna de las dos conoce bien la zona lo que le permite desviarse por carreteras secundarias hasta que por fin las muchachas se dan cuenta de que algo malo está pasando. En ese momento Ed saca la pistola. Anita se muestra acobardada y termina en el maletero, Mary Ann trata de razonar con el maniaco pero ya no hay vuelta atrás. “Cuando actúo es un choque terrible. Multiplico las tonterías. Quiero estrangularla y no lo consigo. Se agita, empieza a gritar. Me siento frustrado. Tomo mi cuchillo y la apuñalo. No se muere. En las películas se supone que la gente muere en seguida. En la realidad, las cosas no son así. Acaba con la garganta cortada. Ya está ya está ahora tengo que matar a la otra. Tengo la impresión de que me va a estallar la cabeza. Es como una pesadilla psicótica. Saco a la otra del maletero empiezo a apuñalarla. Espero que caiga pero continua gritando por fin pierde el conocimiento. Se está muriendo. Es insensato pero recobra el conocimiento y me pregunta ¿por qué?. Yo también quiero saber por qué. Hay sangre en todas partes y ella continua hablando. Repite alternativamente no, no, no y ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?. Es una locura. No siento nada, ya no formo parte de la raza humana. Unos instantes después muere.

Kemper lleva los cuerpos a su casa allí los mutila y se queda con las cabezas con las que se dedica a jugar encima de la cama. Una de las cabezas cae rondando al suelo y hace mucho ruido, su vecino de abajo se queja y Kemper le grita “Compañero, lo siento mucho, he dejado caer mi cabeza”.

Vivas, las mujeres se muestran distantes conmigo,. No comparten nada. Trato de establecer una relación pero no la hay…Cuando las mato sé que me pertenecen. Es la única manera que tengo de poseerlas. Las quiero para mí solo.

Pasaron cuatro meses en los que Kemper se contenta con los recuerdos que le quedan de sus primeros crimenes: los objetos personales de las muchachas y las fotografias que sacó de sus cadaveres. Pero a finales del verano volvió a la carga. El 14 de Septiembre recoge a Aiko Koo de 15 años y la mata poco después.

Kemper estudia los objetos personales de la victima tratando de averiguar algo de la vida a la que había dado fin. Tiene dudas sobre la respetabilidad de su victima, hasta el punto de que pasa en coche por delante de su domicilio para contemplar la clase de de casa donde vivía. Dos días después con la cabeza de su victima aún en el maletero, viajó hacia Fresno para ver a una pareja de psiquiatras forenses, los cuales declararon que había hecho muchos progresos y recomendaron la cancelación de sus antecedentes juveniles.

Kemper es a la vez un feroz asesino y un vecino bien considerado al que todos tienen por un buen tipo que y que progresa en sus relaciones con la comunidad. Suele frecuentar un bar local donde conoce a policías algunos de los cuales participan en la investigación de sus crímenes y le comentan detalles del caso. Kemper sale incluso con la hija de un jefe de la brigada criminal de Santa Cruz, que suele invitarle a su casa y le considera un buen partido para su hija. Durante las cenas en casa de su suegro Kemper se imagina sacando un revolver y matándoles a todos para luego decapitarles y dejar las cabezas sobre los platos. Posteriormente el policía le preguntó por qué no les había hecho nada y Kemper le contestó que porque le había tratado con consideración, lo mismo que su hija.

Kemper vive pués en un estado de disociación como si de un Jeckill y Hyde moderno se tratara. He aquí como describe una semana cualquiera en aquella época. “La mato un jueves. A la mañana siguiente comunico a mi patrón que estoy enfermo. Desmiembro el cuerpo de la chica. El viernes por la noche me deshago del cadáver pero conservo la cabeza y las manos. El sábado por la mañana salgo de mi casa para llevármelas y enterrarlas luego visito a mi psiquiatra y por la tarde visito al otro. El sábado por la noche voy con mi novia y su familia a Turlock y el domingo por la noche regreso a mi casa.

Pasan otros cuatro meses. En ese interludio Kemper no puede trabajar debido a un accidente y no tiene más remedio que volver a casa de su madre. El 09 de enero de 1973 vuelve a matar. Esta vez se trata de Cindy Schall una canguro de 18 años. La mata, decapita el cadáver y entierra la cabeza al pie de la ventana del cuarto de su madre



El 05 de febrero le toca a Rosalind Thorpe y a Alice Lin dos jóvenes a las que recogió la misma noche en sitios distintos. Rosalind Thorpe iba al campus todos los días en bicicleta excepto el día en que murió. En esta ocasión el ritual se desarrolla más rápido de lo normal: asesinato a tiros, necrofilia y decapitación. Pero aquello cada vez le produce menos placer. Se vuelve descuidado, se pasea por el campus con los cuerpos agonizantes amontonados en el asiento de atrás sin que nadie se de cuenta de lo que pasa.



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“El objetivo original había desaparecido. Empezaba a pesarme. La necesidad de seguir con la muerte era superflua. No me estaba sirviendo para ningún propósito físico ni emocional. Era una pura pérdida de tiempo. Se había agotado.”

Kemper sigue frecuentando el bar de la policía donde empieza a beber en exceso y a tomar barbitúricos. Mientras está borracho no puede actuar y desea mantenerse así el máximo tiempo posible. Pero no se puede estar borracho todo el tiempo a pesar de que bebe una media de cinco litros de vino al día.

Ed desea acabar con todo pero quiere hacerlo con un acto definitivo. Primero piensa en liquidar a todos sus vecinos, una docena de familias pero rechaza la idea y por último llega a la conclusión de que la pesadilla terminará con la muerte de su madre.

El viernes por la tarde regreso pronto a casa y bebo durante toda la tarde. Cuando mi madre regresa, estoy dormido. Me despierto después de su llegada. Las últimas palabras, la última disputa. Voy a su cuarto. En el fondo de mí mismo deseaba pronunciar la palabra apropiada, o que ella dijese algo que detuviera aquella locura. Tenia esa pequeña e ingenua esperanza. Pero nada…está leyendo, deja su libro para decirme “Vaya por Dios, ¿te quedarás de pie toda la noche para hablarme?” Era una de sus frases favoritas cuando iba a hablarle a su cuarto. La mayor parte de las veces yo contestaba que no y me marchaba. Ella sabía entonces que me había herido, que a la mañana siguiente todo volvería a ser normal. Esa noche yo había decido que ya no hablaríamos más. Regreso a mi cuarto para tenderme un rato. Dos o tres horas sin podré dormirme. Deben ser las cuatro o las cinco de la mañana.

Kemper regresa al cuarto de Clarnell con un martillo y le hunde el cráneo, le corta la garganta, le arranca la laringe y la arroja al triturador de basura en un gesto claramente simbólico. Pero cuando Kemper pone en funcionamiento la máquina, ésta se obstruye y devuelve la garganta. Incluso muerta seguía quejándose de mí. No conseguía hacerla callar. Coloca la cabeza sobre la repisa de la chimenea y la convierte en diana para jugar a los dardos mientras le grita cosas que no había podido decirle nunca en vida.

Siempre consideré a mi madre como alguien muy impresionante, un ser casi indestructible. Tuvo una enorme influencia en mi vida. Me sorprende mucho darme cuenta de hasta qué punto es vulnerable, tan humana como mis demás victimas. Esto me sobrecoge un buen rato, y todavía me conmueve aunque su muerte me alivie.

Podría pensarse que al terminar con lo que él suponía el origen de todos sus problemas sus ansias de matar cesarían o al menos se aplacarían pero ocurrió todo lo contrario. Al día siguiente va en busca de un amigo que le debe diez dólares con intención de matarle pero cuando el hombre paga su deuda salvando así la vida. Entonces Kemper telefonea a Sally Hallett, una amiga de su madre y le invita a una cena sorpresa. Otras versiones dicen que Kemper quería explicar la ausencia de su madre y pensó en decir que se había marchado con su amiga.

Como quiera que fuese la mujer acudió a la cita.

Apenas llega, se deja caer en un sillón y dice que está muerta de cansancio. A fin de cuentas, le tomé la palabra

Kemper usó de nuevo el martillo y coloca el cuerpo sobre su cama antes de irse a dormir al cuarto de su madre. Al despertarse, el domingo de Pascua, se marcha de su casa en coche y deja esta nota:

Sábado, 5.15 de la mañana. No es necesario que ella sufra a causa del horrible carnicero sangriento. Fue breve –ella dormía-, yo quise que fuese así. Muchachos, no es un trabajo incompleto y descuidado. Simplemente, falta de tiempo ¡¡¡Tengo cosas que hacer!!!

Siguen 48 ininterrumpidas de huida mientras se atiborra de pastillas No-Doz para no dormirse y sigue su ruta hacia el Estado de Colorado. Por fin se detiene y telefonea a sus amigos de la policía para entregarse pero nadie le cree. Después de muchos intentos consigue convencer por fin a uno de los policías y le detienen.

En los interrogatorios posteriores Kemper hizo una detallada confesión de sus crímenes pero los motivos siguen siendo algo confusos. Por ejemplo en el tema de las decapitaciones –que aplicó a todas sus victimas- decía por una parte que la intención era evitar que se identificaran los cuerpos pero otras veces las consideraba trofeos personales como los de los cazadores que cuelgan las cabezas de ciervos y alces que han abatido. Kemper también trató siempre de culpar de sus crímenes al violento y abusivo carácter de su madre pero las personas del entorno de Clarnell nunca creyeron ciertas las declaraciones de Kemper sobre el carácter dominante y pendenciero de la mujer. Lo cierto es que casi todos los crímenes se produjeron después de alguna clase de discusión con su madre y que posteriormente el asesino encontraba sumamente placentero charlar con Clarnell mientras tenia alguno de los cadáveres en su dormitorio o en el maletero de su coche.


Los amigos de Kemper no podían creer la noticia. Lo habían visto siempre como a un gigante amable y sociable, un hombre cordial, contrario a todo tipo de violencia o estallido de cólera. Lo cierto es que esos estallidos tenían lugar únicamente cuando Kemper se sentía capaz de dominar completamente la situación. Los psiquiatras que lo habían atendido en el hospital psiquiátrico durante su adolescencia no lograban tampoco explicar lo sucedido. En general la psiquiatría penitenciaria fue duramente atacada.

Mientras aguardaba el juicio, Kemper intentó por dos veces suicidarse cortándose las muñecas. El juicio fue rápido, las pruebas eran abrumadores incluso si se hubiera obviado la completa confesión que hizo el asesino que a pesar de todo se declaró “no culpable por motivos de locura” aunque su abogado no fue capaz de encontrar a ningún psiquiatra o psicólogo que testificara en su favor. Al preguntársele cual sería un castigo adecuado para él Kemper respondió “muerte por tortura”. Pero como le tocó una época en la que en el estado de California no se aplicaba la pena capital, en su lugar fue sentenciado a siete condenas de cadena perpetua consecutivas. Lleva ya 35 años encerrado en la prisión de Vacaville (la más poblada del mundo con cerca de diez mil reclusos) y es seguro que morirá allí.

Los asesinos en serie no suelen ser muy populares entre sus compañeros de reclusión, especialmente sin son famosos, algunos hasta han sido asesinados en prisión. Sin embargo Kemper ha logrado sobrevivir ayudado sin duda por su corpulencia y también por su conocida capacidad de adaptación. Incluso ha terminado por convertirse de nuevo en un preso modelo, se ha convertido en profesor de Informática y en 1981 recibió públicamente un premio por sus trabajos de reproducción de libros para ciegos con un equipo de quince reclusos a sus ordenes. Tampoco ha descuidado sus relaciones públicas y durante todos estos años ha estado siempre disponible para cualquier periodista, investigador o documentalista que haya querido entrevistarle







También ha ayudado a las autoridades penitenciarias para conseguir meter en cintura a otros presos menos dispuestos a colaborar. Es el caso de Herbert Mullin que asesinó a trece personas en cuatro meses según él para evitar unos terremotos que habrían destruido California. Es uno de los pocos asesinos en serie cuyos crímenes no están motivados directa o indirectamente por el sexo.

En prisión Mullin se muestra problemático, a menudo interrumpe a los demás reclusos cuando están viendo la televisión y se pone a leer discursos a pleno pulmón o a cantar con una horrible voz de falsete. Hasta los guardias quieren partirle la cara pero Kemper encuentra la manera de domesticarle. Descubre que adora los cacahuetes de la marca Planters. Cuando se porta bien le tira cacahuetes a su celda pero cuando se porta mal se las arregla para lanzarle un cubo de agua en la cabeza dejándole completamente mojado. Tras tres semanas de tratamiento Mullin parece calmarse, su comportamiento se vuelve más sociable y tiene frecuentes conversaciones con Kemper que se convierte en su confesor. Kemper le dice “Sobre todo, Herbie, no me hables más de tus bobadas de los terremotos o de que Dios te ordena esto o aquello. Todo eso es un cuento chino y lo sabes muy bien.” Mullin responde “Tienes razón, Ed, pero nunca se lo dije a nadie”.

No obstante en ocasiones pare que las ascuas homicidas siguen ardiendo o eso se deduce de una anécdota narrada por Robert Ressler ex agente del F.B.I. y una de las máximas autoridades en lo que se refiere a criminales en serie.


Era la tercera vez que Ressler visitaba a Kemper. Al cabo de cuatro horas, da por terminada la entrevista y aprieta el timbre para llamar al guardia. Llama tres veces en un cuarto de hora. Sin respuesta. Kemper advierte a su entrevistador que no sirve de nada ponerse nervioso, pues es la hora del relevo y de la comida de los condenados a muerte. Con un toque de intimidación en la voz, Kemper agrega, haciendo una mueca, que nadie contestará a la llamada antes de otro cuarto de hora por lo menos: “Y si de repente me vuelvo majareta, vaya problema que tendrías ¿verdad?. Podría desenroscarte la cabeza y ponerla encima de la mesa para darle la bienvenida al guardia…”

Nada tranquilo, Ressler le contesta que esto volvería aún más difícil su estancia en la cárcel. Kemper le responde que tratar así a un agente del F.B.I. provocaría, al contrario, un enorme respeto entre los demás prisioneros: “No te imagines que he venido aquí sin medios de defensa” dice el policía. “Sabes tan bien como yo que está prohibido a los visitantes llevar armas”, responde Kemper mofándose.

Conocedor de las técnicas de negociación en los casos de rehenes, Ressler trata de ganar tiempo. Habla de artes marciales y de autodefensa. Finalmente el guardia aparece y Ressler lanza un suspiro de alivio”.

Al salir de la sala de entrevistar, Kemper le dirige un guiño y, poniéndole el brazo sobre el hombre, sonríe: “Ya sabes que sólo bromeaba ¿no?!”.

Wednesday, February 13, 2008

Ever Fallen in Love (With Someone You Shouldn't Have)

Mañana 14 de febrero hay dos celebraciones importantes. Una es la del día de San Valentín y la otra es el segundo aniversario del blog. Como hace poco celebramos el post número doscientos (una celebración qué al fin y al cabo y como reconocí entonces no tuvo otro objetivo que tapar un tiempo muerto que no sabía como llenar) no es cuestión ahora de volver a dar el coñazo así que hablaremos de lo otro.

En este blog no hay costumbre de tratar temas personales (al menos en lo que se refiere al autor del mismo) así que como de costumbre hablaremos del amor en relación con el celuloide.

En un capitulo de Futurama los chicos de la serie están en el cine viendo una película del héroe de acción robótica Calculón. En el siglo XXX se permite a los espectadores decidir qué va a hacer el protagonista de la película en la siguiente escena (como en aquellos libros donde tú eras el protagonista y acababas muerto de cien maneras diferentes). En concreto en un momento de la proyección se pide al público que elija si quiere que lo que pase a continuación sea una espectacular escena de tiros y explosiones o diez minutos de aburrido papeleo. Es de suponer que la mayor parte de los espectadores (excepto el puñetero de Bender) elegirían siempre (en el futuro y en el presente) lo primero.

Algo así pasa con el amor en el cine. Las cosas que deseamos que nos sucedan en la vida real (entre ellas una historia de amor verdadera y eterna) es justo lo que no queremos que pase en la pantalla grande. Nadie quiere ver la vida de Millakito y Millakita que se conocieron en parvulario aprobaron juntos el MIR y vivieron felices hasta la muerte tras haber engendrado cuatro hijos (dos niños y dos niños) con cuatro años de separación entre cada uno. Lo que buscamos en el cine en cambio son amores imposibles, celos irracionales, el porquerizo y la princesa, amantes suicidas, amantes apuñalados, amantes criminales, amantes separados para siempre, amantes con cáncer terminal….las únicas historias de amor que sobreviven son las que acaban mal.

Bueno no sé, al menos así es en mi caso y por esa razón he elegido diez películas que creo que responden a este criterio. Algunas de ellas estarán siempre en mi top ten de películas de amor fou otras en cambio podrían variar si volviera a hacer la lista dentro de 48 horas de manera que son todas las que están pero no están todas las que son. Hay numerosos spoilers así que avisados quedan



Carta de una desconocida de Max Ophüls que siempre será la primera en mi lista, una de las historias de amor más trágicas del cine. La conmovedora confesión póstuma de un amor secreto que arrojada a la cara del amado ignorante le proporcionaran el único momento de autentica pasión de su superficial existencia.




Kin Kong (en cualquiera de sus tres versiones aunque a ser posible que sea la de 1933). Bueno ¿no es acaso la expresión máxima del amor imposible? ¿Quién puede negar eso? La inmortal historia de la bella y la bestia elevada a dimensiones inabarcables




La momia. (sólo en la versión de 1932 por favor) Boris Karloff resucita después de 3700 años y tiene la fortuna de reencontrarse con la mujer amada que además fue la que provocó su desgracia. Cuando la muchacha rehúsa participar en la sangrienta ceremonia de unión eterna que el resucitado planea para los dos Boris le responde con una frase desgarradora “¡Pero si me enterraron en vida por ti”



Vértigo. Mmm ahora que lo pienso hay una historia de amor más imposible aún que la de Kin Kong. Ocurre cuando amas a alguien que ya está muerto y tratas de revivir su recuerdo en otra mujer lo que no conduce más que a una desesperada obsesión. Decía Scorcese que prefería a Hitchcock cuando se volvía loco y ponía esta película como ejemplo. El momento mágico es esa persecución de James Stewart a Kim Novak por las calles de un San Francisco del que parece haber desaparecido el resto de la humanidad.




Sueño de amor eterno. (Peter Ibbetson). Desconocida película de amor imposible con una poderosa derivación onírica dirigida por Henry Hathaway e interpretada por Gary Cooperl Los amantes forzosamente separados encuentran un lugar en el mundo de lo sueños donde nadie podrá detenerles




La ley del más fuerte de R.W. Fassbinder. Se dice que en una relación desigual el que ama es esclavo del que no ama (o del que ama menos). Esta película es un claro ejemplo. La triste historia de un ingenuo y enamorado joven de clase trabajadora que es explotado sentimental y económicamente de forma implacable por su burgués y culto amante. Más que un drama una tragedia griega.




Robin y Marian de Richard Lester. La aplicación de los postulados del western crepuscular a la Edad Media inglesa. No es propiamente una película de amor pero aparte de terminar como deberían terminar todas las pelis del género (es decir con los amantes tomando una buena ración de veneno) contiene una declaración amorosa -nacida de los labios de Audrey Hepburn- tan inolvidable que no tengo más remedio que traerla aquí




Perdición (Double Indemnity). Un tipo que no está dispuesto a matar por la mujer que ama vale menos que un eunuco. Y si resulta que el objeto de tus desvelos es una vamp que te está usando como un trapo viejo ¿qué se le va a hacer?. Esta película contiene otra inolvidable declaración de amor no tan bucólica como la de la película precedente pero igualmente demostrativa. Esta vez son los labios de Barbara Stanwyck los que hablan.

“Yo no te quiero. Tampoco quería a mi marido. Yo no he querido nunca a nadie. Estoy podrida hasta el alma. O eso era lo que pensaba hasta el momento en el que no he podido pegarte el segundo tiro”







La sirena del Mississipi. Es cosa sabida que a los viejos maestros de la Nouvelle Vague les chiflaban las películas de género negro. Esta de aquí es la transposición de una de esas historias al exótico paisaje de las islas Reunión. En esta ocasión el idiota enamorado, explotado e inducido al crimen es Jean Paul Belmondo. Para el recuerdo dos escenas, la de Belmondo pidiéndole a su vamp que acabe de envenenarle de una vez (“sé lo que estas haciendo y lo acepto pero echa todo el veneno, acaba ya con esto”) y la imagen de los dos amantes escapando montaña arriba para morir inevitablemente de frío




Para el final he dejado una historia que excepcionalmente termina bien discho sea entre comillas. Digamos que al menos los amantes acaban juntos. Estamos hablando de “La muerte en vacaciones” de Mitchell Leisen. Si “Sueño de amor eterno” es desconocida esta es desconocidisima. Tanto que no se encuentran imágenes en youtube ni enlaces en el emule. Tal y como dice el título la muerte decide tomarse un descanso y darse un garbeo por el mundo adoptando la forma humana del apuesto Frederic March. Naturalmente se enamora de una mortal y decide llevársela al reino de las sombras. Tremenda escena final con la muchacha dudando entre seguir a la parca o permanecer con sus seres queridos. “Sólo hay un breve paso entre vuestro mundo y el mío, atravesadlo sin temor”.








Feliz día de San Valentín.



Sunday, February 10, 2008

No country for old men






Imprescindible haberla visto para leer este comentario.

Puede resultar petulante deducir que muchas de las personas que formaban el nutrido público que acudió el viernes pasado al estreno de la película (al menos en Santa Cruz de Tenerife) no tenía ni idea de quienes eran los Coen y se acercaron a verla debido a la promoción extra que suponen los éxitos que ha conseguido Javier Bardem por su interpretación. Esto incluiría “No country for old men” en la categoría de películas quebienestá., es decir aquellas de las que se comenta únicamente “que bien está fulanito” o “que bien está menganita” aunque la peli sea un bodrio (algo que por cierto era exactamente lo que ocurría en “Antes que anochezca”)

Lo cierto es que fueran o no los espectadores fans de los Coen era evidente que el desconcierto se estaba apoderando de ellos a medida que transcurría el metraje. Pero lo cierto es que a mí me estaba pasando exactamente lo mismo y yo sin ser fan de los Coen (más bien todo lo contrario) he visto todas sus películas excepto tres.

Mucha gente se ha quejado de que el giro drástico que da el argumento después de que tenga lugar el confuso asesinato de Llewelyn Moss (Josh Brolin) hace que decaiga mucho el interés de la película. Confieso que a mí también me dio esa impresión e incluso añado que me había olvidado por completo del personaje del Sheriff Bell (Tommy Lee Jones) imbuido en la hipnótica persecución de Llewelyn por parte del satánico Anton Chriguh (Javier Bardem).

De todos modos no hay que olvidar cual es el espíritu de la historia que se revela ya desde su propio titulo y se adivina también en la voz en off con la que da comienzo ilustradas por una serie de lánguidas estampas del desierto tejano que recuerdan un poco al comienzo de “Sangre Fácil” (“este el sur de Texas y aquí nadie ayuda a nadie”) y que por último se recupera por completo a raíz de ese twist argumental ya mencionado.

En realidad no es la historia de Llewelyn y Chriguh sino la del viejo policía y su certeza de que el mundo en el que él y sus antepasados habían vivido ha desaparecido para siempre. Posiblemente no es ninguna casualidad que la acción tenga lugar en el año 1980 con el país aún bajo la resaca de la traumática guerra de Vietnam (a la que se hace referencia en varias ocasiones) y recién terminada la desastrosa administración Carter, es decir en uno de los momentos más bajos en la moral del pueblo estadounidense antes de que llegara Regan y relanzara el país hacia no se sabe muy bien donde.

De esta manera se muestra como el Sheriff Bell va siempre por detrás de los acontecimientos, le resulta imposible comprender la brutalidad de los nuevos criminales y en consecuencia no sabe como luchar contra ellos.

En este sentido podríamos decir que existe como una evolución disociada en varios personajes que comenzaría por el propio Sheriff Bell, luego vendría Llewelyn que conserva algunos rasgos de humanidad (por más que, paradójicamente, uno de ellos –el regresar al lugar de la matanza para dar de beber al moribundo- sea el que le haga caer en desgracia) aunque también se ve dominado por una implacable codicia que le hace poner en juego su vida y la de su familia. Carson Wells (Woody Harrelson) también muestra alguna voluntad de arreglar las cosas por las buenas pero también termina derrotado por el individuo que está en el fondo de la evolución: Anton Chigurh asesino implacable y despiadado al que no estorban ningún tipo de escrúpulos morales y que se lleva el triunfo final. Aunque el hecho de no tener escrúpulos morales no quiere decir que no tenga su propio código de conducta por más que dicho código sea tan retorcido como sus crímenes, véase si no el macabro juego de la moneda o esa desoladora escena en la que acude a casa de la mujer de Llewelyn (Kelly Macdonald) sin ninguna necesidad, simplemente porque había prometido que lo haría (al estilo de Lee Van Cleef en “El bueno, el feo y el malo”).




Las escenas en las que Llewelyn y Chriguh juegan al escondite en una serie de desolados paisajes urbanos son desde luego un extraordinario ejercicio de dirección, un duelo tenso y sostenido en el que el silencio es roto únicamente por el sonido de las herramientas con las que los profesionales hacen su trabajo con una dedicación sólo superada por su tenacidad. La brusquedad –y sin duda voluntaria- interrupción de ese ritmo tan cuidado es lógico que produzca perplejidad y posteriormente decepción (quizás todos esperábamos un espectacular tiroteo final de todos contra todos en algún hotel fronterizo como en “La huida”) pero como se ha dicho la derivación de la película esta más cercana que nunca a aquello de lo que en realidad se quiere hablar aparte de ofrecer algunos momentos extremadamente emotivos como la conversación de Bell con su antiguo camarada o la descripción del sueño con el que finaliza la película.

Thursday, February 07, 2008

Afraid to speak in public



El otro día estuve viendo la gala de los Goya. No tenía pensado hacer un comentario demasiado extenso porque no soy el más adecuado para ello (además esa labor ya se ha llevado a cabo a la perfección en los blogs Prime Time y Las horas del lobo, cuyos enlaces encontraran en la columna de la derecha) pero sí quería hablar sobre algo que pasó esa noche.

Me refiero a lo que tuvo lugar en el momento en el que subió al escenario Alfredo Landa y trató agradecer el Goya honorífico que se le había concedido en la gala de este año. Para los que no lo vieron en su momento ó para los que ni siquiera saben de que estoy hablando aquí esta el vídeo.





Yo lo estaba viendo en directo y lo primero que pensé es que se trataba de un problema del micrófono que entrecortaba o distorsionaba la voz pero luego me di cuenta de que no era eso sino…..no lo sé, no tenía idea de lo que estaba pasando. Lo primero que piensa uno es que se trata de los nervios o de la emoción del momento. ¿Nervios? No se trata de un escolar recogiendo el premio nacional de Coca Cola a la mejor redacción sino de un actor de 75 años y con más de 40 de carrera en la que por descontado ha tenido que hablar en público muchas veces. ¿Emoción? He visto muchos oscares, goyas, palmas, conchas, osos y trofeos varios entregados a veteranos actores y actrices y que duda cabe que es un momento emocionante pero ¿tanto como para que uno acabe hecho un lío tan grande en la cabeza y diciendo cosas como “perfado” –que parece una coyunda anti natura entre las palabras “pensado” y “por favor”- “mefien” o “fleogorita”?. Yo jamás había visto ni oído una cosa así.

Y eso que sólo pudimos ver un extracto ya que por lo visto en vivo y en directo el horror duró 15 largos minutos, nosotros vimos la versión corta debido a la conocida técnica del falso directo con la que se retransmite la gala con la excusa de ofrecer un montaje más ágil de la pesada ceremonia pero que no cabe duda que también sirve para atenuar el efecto de momentos como este. Estoy convencido de que si el incidente se hubiera producido en el discurso de agradecimiento de un premiado a alguna de las categorías menores se hubiera cortado íntegramente. Pero se trataba del Goya honorífico y además otorgado a un actor muy conocido, se había hablado mucho de ello a lo largo de la semana e incluso había una nota de interés añadida por la polémica que el premiado había mantenido con su antiguo mentor José Luís Garci. O sea que no podían ignorarlo y decidieron resumirlo cortando, me imagino, las partes más grotescas del despropósito lo que nos hace pensar en cómo serían esas partes teniendo en cuenta lo que sí pudimos ver y oír.

Yo descubrí el video al día siguiente de emitirse la gala y con la distancia contemplativa que dan 24 horas tengo que confesar con vergüenza (y sin ironía) que me dio un ataque de risa como sólo me ha dado otras dos veces en toda mi vida. Sé perfectamente que no es algo como para reírse pero yo no tengo control sobre las cosas que me hacen reír al igual que tampoco tengo control sobre las cosas que me ponen triste. Es cierto que la risa no se puede fingir pero tampoco disimular y un ataque de risa es tan poco voluntario como un ataque de asma.

No soy el único al que llamó la atención el incidente; en los días posteriores a la noche del domingo se ha comentado bastante en medios serios y no tan serios (a saber periódicos nacionales y blogs, que cada uno decida a qué categoría pertenece cada cual) y se han hecho muchas especulaciones: que si se trataba de un síntoma de ictus, que si un principio de Alzheimer, que si el hombre se había echado unas copillas para templarse, que si se había confundido de drogas con Ángeles González Sinde (de ahí la sobreexcitación de uno y el apollabobamiento de la otra) que si Garci le había hecho Vudú….¿Cual fue en realidad el motivo de que el discurso del insigne actor se pareciera cada vez más al prólogo de un capitulo de House?

El propio Landa se mostró bastante apenado por lo sucedido y echó la culpa de la dislexia a unos tranquilizantes que había tomado esa noche lo que equipara el incidente con aquel otro celebre desaguisado protagonizado por Fernando Arrabal que en su día se excusó con el pretexto de haber padecido los efectos de una insólita mezcla de Chinchón y opio.



Pero al margen de las causas de lo sucedido lo que más me llama la atención de todo esto es lo injusto que es el mundo y, como de costumbre, la desazón que produce ver la diferencia entre la perfección de la fantasía y la frustrante realidad. Si estuviéramos en una película biográfica al uso, tras hacer un recorrido breve pero intenso por la vida y las películas del actor, la escena final nos mostraría al viejo profesional recibiendo el cálido aplauso de sus colegas mientras con lagrimas en los ojos pronunciaría unas palabras con voz conmovida pero firme y luego abandonaría el escenario en medio de una nueva salva de aplausos mientras se escuchaba en off una vibrante partitura y empezaban a salir los títulos de crédito, un poco al estilo de la despedida de Gary Cooper en “El orgullo de los Yankees” o cuando Tom Cruise se dirigía hacia el estrado en “Nacido el cuatro de julio” o el alegato final de Paul Muni en “La tragedia de Louis Pasteur”.

En fin un momento de esos que uno sueña durante toda su vida, el perfecto colofón a una larga y provechosa carrera y hete aquí que cuando llega ese momento al bueno de Landa le sale un speech digno de Manuel Chaves colocado de LSD. Es uno de esos momentos en los que la vulgaridad de la vida se revela con todo su poderío, es como cuando te pones a vomitar en el altar el día de tu boda o como cuando vas a recoger tu diploma de graduación y se te caen los pantalones o como cuando en la cena en la que conoces a tus suegros el vino se te va por el camino viejo (esto es que se te sale por la nariz) o al ir a darle un beso a la esposa de tu jefe en medio de una fiesta de empresa mides mal la distancia y le das un cabezazo. Uno de esos momentos terribles en los que se congela el tiempo y en que los que te rodean no pueden sacarte del lío porque sabido es que las personas pueden reaccionar instantáneamente ante cualquier cosa excepto ante lo grotesco.

Pero así es la vida amigos: los bebes se mueren de muerte súbita a los siete meses, los gatitos pequeñitos se ahorcan con el cordón de la lámpara, las novias se electrocutan con el secador cuando se están acicalando para el día de la boda y en el discurso de agradecimiento por un Goya honorífico te salen culebras por la boca. Pero bueno siempre nos quedara el cine.

Sunday, February 03, 2008

JESUS FUCKING CHRIST!!!



Cloverfield (obviemos el lamentable título que le han puesto en español) no supone ninguna novedad. No es desde luego una novedad a nivel de argumento que podríamos resumir en monstruo-destruye-ciudad. Tampoco lo es a nivel formal ya que la compulsiva, y para algunos nauseabunda y mareante, técnica de cámara en mano como un falso documento filmado por los propios protagonistas del drama se podría remontar (pasando por los obvios precedentes de “Holocausto Caníbal” “El proyecto de la Bruja de Blair” o incluso la más reciente “REC”) a más de cuarenta años atrás con la británica “The War Game” y es posible que ni esta fuese la primera.




Ni siquiera la inteligente promoción de la película se puede considerar algo innovador. Pero bueno al fin y al cabo estamos hablando de una peli de monstruos y como tal estamos ante un trabajo extraordinariamente bien hecho en todos los aspectos, sobre todo en el aspecto técnico. Por eso no entiendo los muchos comentarios negativos tanto de crítica como de público que esta provocando esta cinta y que deben provenir sin duda de advenedizos que no han visto una de monstruos en su vida.. Cloverfield cumple el expediente mínimo que deben cubrir las películas adscritas a este género pero aporta también algunas cualidades a resaltar.

En primer lugar me parece un acierto esa forma tan elegante de ocultar el autentico semblante del monstruo (un poco al estilo Alien) hasta el final de la película en el que por añadidura se muestra como una pesadilla anamórfica de la que es imposible recordar otra cosa aparte del horror que causa.




También me resultó agradable ver la forma en la que los guionistas ponían remedio a los diferentes problemas que les planteaba el argumento. Así por ejemplo toda la introducción, con la historia de amor incluida, por mucho que causara cierta impaciencia se entiende por el hecho de que era el único modo de justificar que los protagonistas corrieran hacia donde se encontraba el monstruo en lugar de huir de él.

Asimismo esas repulsivas arañas que de alguna manera son generadas por la criatura tienen la función (a parte de dar un miedo que te cagas) de multiplicar el peligro que corren los personajes y que un único monstruo no sería capaz de generar por más que este monstruo en particular parece sentir especial predilección por atormentar a nuestros héroes y esto es algo que sí me disgustó un poco en lo que se refiere al argumento.

Pero quizás la principal aportación de Cloverfield se encuentre en el hecho de haber sido capaz de volver a usar Nueva York como escenario de una película catastrofista (aunque para ser justos la notable –siempre dentro del género- “El día de mañana” ya había hecho eso en 2004) y usando además elementos claramente reconocibles del numeroso archivo de imágenes que genero la tragedia del 11 de Septiembre: la confusión y el horror de los que presenciaron la catástrofe captados de primera mano por videos domésticos, esa imagen del derrumbe del –supongo- Empire State Building, las masas de refugiados huyendo por los puentes sobre el Hudson, la tormenta de polvo, la lluvia de hojas de papel, et…. Y creo que es algo bueno que se haya roto un poco el tabú porque Nueva York tiene que seguir siendo destruida en el cine, esta hecha para eso. Es un derecho que tenemos. Que así sea.

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