Sunday, February 27, 2011

Versión española

DIBUJOS A LAS OCHO DE LA MAÑANA

No tengo una gran experiencia que contar sobre el 23-F, aquella tarde recibí las primeras noticias de lo que estaba ocurriendo en la farmacia del barrio a donde me habían mandado a comprar una caja de Magnesium Pyre (buen remedio para el estreñimiento por lo visto, el hecho de que recuerde esta gilipollez después de tanto tiempo es otro indicador de la inutilidad de la memoria, al menos de la mía, únicamente capaz de rememorar detalles absolutamente inútiles). Al volver a casa mi madre me confirmó que la Guardia Civil había entrado en el Congreso de los Diputados. No guardo un recuerdo especial de mi propia reacción ante esa noticia (suponiendo que la tuviera) o de cómo se tomó mi familia, en especial mi padre, lo que estaba sucediendo (quizás es que eso sí he querido olvidarlo por motivos que explicaremos más tarde) lo que sí recuerdo en cambio es que a la mañana siguiente cuando me desperté me encontré con la sorpresa de que estaban dando dibujos animados por la televisión. Este hecho, habitual en nuestros días, era algo totalmente extraordinario entonces, y además . ¡qué dibujos!, unas adaptaciones de relatos cortos de Julio Verne de lo más chulas.

Horas más tarde en el colegio las conversaciones se dividían entre lo sucedido en Madrid (de toda la clase sólo recuerdo a un compañero que estuviera sinceramente conmovido por lo que estaba pasando) y lo mucho que nos habían gustado aquellos dibujos emitidos a horas tan insólitas.




Aunque “El 23-F” fuera una mala película (que no lo es), sería una película ante todo necesaria. El hecho de que se haya tardado 30 años en hacerla (hace algún tiempo se hizo una serie de televisión pero no es lo mismo) dice bastante de la categoría que tienen el género histórico en nuestra industria, no me refiero por supuesto a la etapa de la Guerra Civil y la post Guerra (estaremos todos de acuerdo que dicha etapa ha sido suficientemente tratada, algunos incluso añadirían que de modo excesivo) sino a la más reciente, la que abarca precisamente todo lo sucedido durante el tardo franquismo y la Transición, una etapa cargada de acontecimientos que sin embargo ha sido muy poco tratada en el cine si exceptuamos el cine guerrillero desarrollado casi en el mismo instante en que estaban sucediendo los hechos (como en el caso de “Siete días de enero”).

¿A qué se debe esta omisión? ¿Falta de interés? ¿Presunción de falta de interés por parte del público? ¿Pudor a la hora de abordar una época en la que todavía permanecen vivos muchos de sus protagonistas reales? Con respecto a esto resulta inevitable volver a las comparaciones entre nuestro cine y el del extranjero. No es sólo el hecho de que algo como el 23-F posiblemente hubiera sido multi representado innumerables veces en todos los medios posibles si hubiese sucedido en E.E.U.U, Francia o Reino Unido, es el hecho de cómo se hubiera llevado a cabo. Hay algo en la realidad dramatizada que se hace en España que suena inevitablemente falso y forzado. Por eso siempre he sentido envidia al contemplar como otros países se enfrentan a sus propios fantasmas, incluidos los que tuvieron lugar en épocas muy próximas a las que se narran en la película que nos ocupa hoy: es el caso de Das Baader-Meinhoff Komplex (Alemania), “Bloody Sunday “ (UK-Irlanda) o “La mejor juventud” (Italia).




No creo que 23-F se baste por sí sola para terminar con tantos años de desidia pero es un comienzo. La película tiene varias circunstancias a su favor, en primer lugar ataca directamente al centro del conflicto iniciando la acción pocas horas antes de que comience el drama y terminándola justo 24 horas después, la explicación sobre las circunstancias que condujeron a lo que tuvo lugar aquel día se dejan al conocimiento previo del espectador. Y hay que añadir que, aunque dicho conocimiento no resulta imprescindible para apreciar el excelente trabajo de guión y dirección de esta primera fase del film, sí que supone una excitación especial para los que vivimos aquellas horas (por más que fuera de un modo tan despreocupado como el que se describe a la entrada de este comentario). En concreto el montaje de las escenas de la invasión del hemiciclo ponen literalmente la piel de gallina.



A partir de ese prematuro clímax la película prosigue por el buen camino limitándose a una narración precisa y sincopada de los hechos y consiguiendo que las interpretaciones sean razonablemente contenidas (excepto en el caso de personajes como el de Tejero donde dicha contención es imposible desde cualquier punto de vista).


La cosa empieza a flojear un poco cuando la cinta abandona la narración meramente descriptiva y entra en terrenos más floridos pero menos convincentes, tal cosa sucede cuando comienza la célebre intervención del Rey Juan Carlos en la trama. Aunque estoy muy lejos de ser uno de esos friki-conspiranóicos que ponen en duda el papel del monarca en todo lo que tuvo lugar aquel día, es difícil no sentir cierto desagrado ante la imagen eternamente edulcorada del Jefe del Estado, algo a lo que contribuye este filme con imágenes como la de esos contraplanos de la esposa y el heredero del gran hombre, o escenas como las de las conversaciones entre el Rey y Sabino Fernández Campos. Decía Carlos Pumares hace mucho tiempo que en España la democracia estaría consolidada cuando se pudiera hacer algo como “Loca Academia de Policía”, dado que esto ya se ha hecho hasta la saciedad yo propondría ahora que tal cosa sucederá cuando se puedan hacer películas como “The Queen” o “El discurso del Rey”.




De todas maneras hay que decir que la película no decae del todo al abandonar el tono documentalista por uno más dramático, y ello sucede gracias a los personajes, sobre todo a dos, uno de ellos el propio Tejero. Hubiera sido muy sencillo, e incluso disculpable, trazar esta figura histórica de forma grosera o caricaturesca, pero lejos de presentarle simplemente como un facha estúpido (como sí se hace con otros caracteres de la historia como Milans del Bosch o el comandante Pardo Zancada), y aunque la película no rehúye en ningún modo las cualidades más desagradables del golpista (si les parecen grotescas las escenas del diálogo telefónico entre Tejero y el ultra derechista García Carres deberían oír las cintas originales), prefiere mostrarle más bien como un hombre consumido por el odio y la confusión ante el desmoronamiento del mundo en el que había vivido y se sentía seguro.





El otro personaje a tener en cuenta es el shakesperiano (calificativo empleado por el propio director de la película) Alfonso Armada, al que da vida -de forma tan solvente como de costumbre- Juan Diego (qué bien hace de fascista este señor), un individuo de comportamiento y moral ambiguas que trata de asegurar para sí mismo una posición de privilegio sea cual sea el resultado de la asonada, mientras que Tejero y los demás son simples reliquias del pasado Armada se presenta como alguien capaz de apreciar el cambio de los tiempos a la vez que es consciente que sólo logrará sobrevivir a dicho cambio mediante una adaptación casi animal.




Es, repito, todo lo que tiene que ver con estos dos personajes lo que sostiene el segmento más especulativo de la película, y compensa así la falta de rigor histórico de dicho segmento, algo inevitable si se tiene en cuenta que todavía no se conocen muchas de las conversaciones, alianzas, desacuerdos y otras interacciones que tuvieron lugar entre todos los implicados en la conjura, y que posiblemente nunca se conocerán.

Del resto de personajes únicamente señalar el regocijo que causa ver tantos rostros conocidos del pasado trasladados a la ficción, algunos de forma correcta (tal y como sucede con los golpistas, el Rey o Adolfo Suárez) y otros de forma lamentable (Felipe González y Alfonso Guerra parecen el dúo sacapuntas) aunque hay que hacer mención especial a la escalofriante caracterización de Santiago Carrillo, pareciera que alguien simplemente hubiera metido al viejo en una máquina del tiempo para ahorrarse el salario de un actor





Para terminar me gustaría añadir que los responsables de “El 23-F” tienen para mí la virtud (desconozco si involuntaria) de no concluir la película con la gran manifestación de apoyo a la Democracia que tuvo lugar días después en las calles de Madrid, porque de haberlo hecho así es posible que algún integrante que pertenezca a las nuevas generaciones se pregunte dónde estaba toda esa gente durante las 24 horas que duró el intento, y entonces habría que explicarles que la mayor parte de los españoles aquel día y aquella noche no hicieron N-A-D-A y las únicas reacciones oscilaron entre el pasmo y el canguelo. Las anécdotas son múltiples: matrimonios de progres que se pasaron la noche quemando libros, un sindicalista de C.C.O.O. al que un compañero de trabajo le susurró “si esto sigue así será mejo que no me deje ver hablando contigo”, un olvidado presidente autonómico que tuvo por lo visto un comportamiento próximo a la histeria, un militante de Herri Batasuna que se echó al mar en una motora tratando de ganar la costa francesa y que, tras quedarse sin gasolina, tuvo que ser remolcado por la Guardia Civil del mar para mayor befa…Los héroes de aquel día, si los hubo, fueron los que ya conocemos y también un grupo de individuos anónimos como ese fotógrafo que guardó el carrete de fotos en los calcetines o ese otro periodista que rasgó el forro de un sillón para esconder la cintad de vídeo gracias a la cual pudimos tener testimonio histórico del día que terminó la Transición.




EL PAÍS DEL MIEDO






No es “Secuestrados” la clase de películas por las que me siento atraído a ir al cine, pero tras su pase en el Festival de Sitges algunas comentarios elogiosos de gente cuyo criterio estimo (y que pienso seguir estimando aunque un poco menos que antes) me convencieron de comprar la entrada (y digo la entrada en singular porque durante la sesión estuve más solo que un ocho).

No hay para tanto ni mucho menos, en primer lugar la película es un grosero ejercicio de sadismo cinematográfico sin fundamento y sin objetivo que algunos han asimilado al estilo de “Funny Games”, una comparación que me asombra y que no tengo modo ni intención de combatir, sería como explicar cual es la diferencia entre un elefante y un clip sujetapapeles.

En segundo lugar el tan apreciado, para algunos, modo de filmar la trama mediante el empleo de largos planos-secuencia resulta de un efectismo no sólo molesto e innecesario, sino incluso perjudicial en un género –el de acción- en el que el uso del montaje lo es todo.

En tercer lugar, y en contraposición con lo que se dijo sobre la otra película comentada en esta entrada, “Secuestrados” parece adolecer de todos los males tradicionales del cine nacional, sobre todo en lo referente a la absoluta falta de contención en las actuaciones de los protagonistas, la película es en el fondo una narración absolutamente convencional -con la excepción de una absurda y tramposa variación final-, y en la forma un verdadero guirigay, un pandemónium, una orgía sónica de gritos y alaridos que transforma su visión en una experiencia decididamente desagradable, pero no en el sentido que pretenden sus autores, sino en el sentido de estar sentado escuchando a un tipo rascar un plato con un tenedor durante 86 minutos.

Monday, February 21, 2011

Dancing with tears in my eyes

Se habla de “Cisne negro” con spoilers



El hecho de que una película sea considerada como un producto multi referencial, o, dicho de una forma más grosera, que su visionado recuerde al de muchas otras películas precedentes, a estas alturas sólo debería resultar un problema para personas con escasa experiencia como espectadores.

Pero hay que decir también que, una vez asumida dicha condición multi referencial de forma general y explícita tanto por el creador como por la crítica y el público, no basta desde luego con apoyarse en grandes obras artísticas del pasado para conseguir hacer una buena película, los buenos ingredientes mal combinados garantizan un resultado final decepcionante pero por fortuna no es el caso.




Darren Aranosfki ha recorrido en su escasa filmografía casi todos los estados posibles en los que se puede encontrar un director de cine: el prometedor comienzo de un primerizo con “Pi”, el inolvidable impacto de “Réquiem por un sueño”, el estruendoso y merecido fracaso de crítica y público con “The Fountain”, la rehabilitación con la minimalista “El luchador” y lo que puede ser la consagración definitiva con “Cisne negro”.

En esta ocasión el director norteamericano parece aglutinar las virtudes de sus filmes anteriores (excepto en el caso de “The fountain” que ya hemos dicho que no tenía ninguna) tan diferentes entre sí pero dejándose influir, como hemos dicho, por toda clase de títulos ilustres. En las diferentes críticas y comentarios que he leído antes y después de ver la película he visto relacionar lo visionado, como hemos dicho, con obras del propios Aranofski (sobre todo en relación con “Réquiem por un sueño” aunque también con “El luchador”), de Roman Polanski (“Repulsión”, “The tenant”), con “All about Eve” y también con la inevitable “Las zapatillas rojas” de Michael Powell y Emeric Pressburger.




Sin embargo mientras veía la película yo personalmente no dejaba de rememorar otro título del que parece que nadie se acuerda, me refiero a “La pianista”, un film que encuentro tan parecido a este como si de un remake se tratara, no en la forma desde luego sino en el fondo.



Al igual que en la obra de Haneke, en “Black Swann” se apunta a la influencia de una madre castradora y dominante como origen de la locura que padece Nina, la obsesión de la muchacha por obtener el doble papel principal de “El lago de los cisnes” no deja de ser una consecuencia del trastorno que le ocasiona la perturbadora relación con su progenitora (al igual que en “La Pianista” se materializaba a través de la sexualidad enfermiza y heterodoxa de la protagonista). El resto de los síntomas no dejan de ser otras manifestaciones del pecado original por más que se desplieguen de forma brillante y hagan referencia a multitud de aspectos.


La progresiva e imaginaria transformación de Nina en un cisne recuerda, por ejemplo, en su vertiente más física a “La mosca” de David Cronemberg (similitud aportada por el propio director, a mí sinceramente jamás se me hubiera ocurrido a priori) y en su vertiente más psicológica a la ya reseñada “Las zapatillas rojas”, al ilustrar el resultado de la obsesión que lleva al artista a identificarse de forma absoluta con el objeto de su arte, algo que entronca también con el tema de la renuncia, personificada en ambas películas, por la figura mefistofélica del maestro de marionetas: el director de escena capaz de practicar y exigir el abandono de cualquier veleidad moral para conseguir el éxito.




De “All about Eve” se rescata la devastadora idea de que los dos únicos caminos que se le abren a Nina son el del fracaso (personificado de nuevo en la figura de su madre que vierte en ella sus propias esperanzas truncadas) o el del éxito siempre efímero reflejado a su vez por un lado en Beth (qué duda cabe que el momento más terrorífico de la película para el espectador de mi generación es ver a la eterna adolescente Winona Ryder transformada en la ficción en un juguete roto) y por otro en Lily (Mila Kunis) que aparece ya como su futura sustituta además de su alter ego demoníaco.




El resto es una sinfonía del horror que muestra la paulatina caída en la locura de Nina, escenificada en la transfiguración de su propio cuerpo y en ese apartamento plagado de fantasmas metáfora de la psique despedazada de la joven. Es en estas escenas donde Arafanosfki da muestras de la misma maestría que ya nos había adelantado en sus primeras obras y que conecta también con el estilo de otros referentes muy señalados como los de las polanskianas “Repulsión” y “The tenant”. Algunas críticas observan, de forma negativa, el uso (o abuso según dichas críticas) de esta clase de recursos efectistas que conectan la película con el estilo del cine de puro terror, pero reconozco que (al igual que sucedía en las películas del cineasta polaco antes mencionadas) la sensación de inquietud y desasosiego que causan estas escenas alcanza una intensidad que pocos realizadores son capaces de transmitir en un público acostumbrado ya a toda clase de agresiones. De cualquier manera no se puede negar que al menos este vez (y no por ejemplo como en el caso de “Réquiem por un sueño” por más que dicha circunstancia no supone un demérito para esa película en cuestión) los trucos de Aranofski son el contrapunto adecuado a un argumento ya de por sí notablemente sórdido, están al servicio de dicho argumento y no son un fin en sí.



En efecto todas estas referencias ilustres se mezclan y se conjugan en las manos de un artesano habilidoso que las emplea para contar la historia de una mujer incapaz de escapar de un destino en el que todas las alternativas resultan abominables, y cuyo único consuelo consiste en una obsesiva huída hacia adelante en post de una perfección que no pretende otro fin que un inútil y efímero -pero bello- goce. Quizás sea esa la razón por la que en el momento de la conclusión de todo (tras una escena extasiante) sea el único en el que veamos a Nina sonreír.

Thursday, February 17, 2011

No sleep till Kodak

Seguimos analizando las diferentes películas que concurren a los Oscars y que sean por añadidura películas que hubiera visto en circunstancias normales, tal es la razón por la que no se si llegaré a darle un chance a “The fighter”.

WINTER´S BONE



La pequeña gran sorpresa de la edición de 2011 es esta modesta (al menos en presupuesto) producción que opta a cuatro premios de los considerados gordos (Película, Actor y Actriz principal y Guión adaptado). El hecho de que consiguiera llevarse alguno de esos premiso resultaría una sorpresa todavía mayor y es algo que sinceramente no creo que ocurra, y además con toda justicia.

Una breve frase extraída del comentario de un crítico profesional (Jordi Battle del diario “La Vanguardia”) decía exactamente: "Salvando el aroma de película prediseñada, 'Winter's bone' es una obra excelente”. Estoy de acuerdo en la primera parte de la frase más no en la segunda ya que yo personalmente no puedo hacer tal salvedad. “Winter´s bone” es una película demasiado autoconsciente, cada personaje, cada diálogo, cada escena parece estar efectivamente diseñada para crear un aura de excelencia extra cinematográfica que mi me resulta bastante desagradable. Una vez más hay que repetir que en cine el truco no está en sacar un conejo del sombrero sino en no desvelar cómo ha llegado a parar allí. Repito que no creo que esta producción se merezca nada pero quien sabe, unos académicos que han premiado a “Crash” y “Slumdog Millonaire” son capaces de todo.

TRUE GRIT




Es inevitable sentir cierto desinterés ante el estreno de un nuevo western, un género cinematográfico que ha sido explotado, desventrado y vuelto a coser después desde las perspectivas más extravagantes que se pueda imaginar.

Creo que en los primeros 15 ó 16 primeros años vi casi todas las películas célebres de John Wayne con o una o dos excepciones. “True Grit” (titulada en español “Valor de ley”) nunca me pareció gran cosa y creo que únicamente se la recuerda por haber sido la película con la que John Wayne consiguió el Oscar.




Posiblemente sólo el hecho de que la película esté dirigida por los Coen (que se han cansado de repetir que no es un remake del film protagonizado por Wayne sino una película basada en el original literario, aunque al final resulta que, salvo algunos cambios, es prácticamente la misma historia que se narraba en aquella primera versión) fuera el único estímulo para ir a verla.

De todos modos tampoco debería nadie acudir a esta película esperando encontrarse con una aguda deconstrucción del género como las que se practicaron en la década de los sesenta (por parte de Sergio Leone y sus innumerables y casi siempre patéticos seguidores) o más recientemente en “Dead man”, el experimento de Jim Jarmusch. En efecto, salvando algunas escenas que sí podrían recordar el peculiar estilo narrativo de los dos hermanos, “True Grit” resulta un ejercicio bastante ortodoxo. Ni siquiera la extremada violencia de algunas imágenes puede ser calificada como propia de una visión más moderna del género ya que la versión de 1969 era tanto o incluso más violenta que la de 2010.

En lo que sí difieren ambas versiones es en el punto en el que sus respectivos realizadores deciden enfocar la acción, en el caso de la obra de Henry Hathaway el peso de dicha acción recae en el argumento (Hay que decir que Wayne no daba para más y sólo John Ford supo extraer de él caracteres con interés y no en todas sus películas), mientras que en el caso de los Coen se centra en los personajes y es aquí donde reside la principal virtud de “True Grit”: los hermanos consiguen, como suele ser habitual, hacer memorables a todos y cada uno de dichos personajes, desde el trío protagonista hasta el más fugaz de los secundarios, aunque lógicamente todo giro alrededor de Cogburn (Un Jeff Bridges que es casi el único que puede birlarle el Oscar a Colin Firth) y su interacción con los demás personajes. Especialmente afortunadas me parecen las escenas en las que dicha interacción se establece con el personaje de LaBoeuf (irreconocible Matt Damon). Y sí, admito que la niña (Hailee Stanfield) puede resultar un poco redicha pero es una cualidad del personaje.
En resumen una película con algunos buenos momentos mezclados con otros como mínimo correctos. Esperemos que gane en las categorías en las que merezca hacerlo-


OFF OSCAR


Fuera de la competición hacer referencia a otros dos títulos que he tenido ocasión de ver estos días, uno es “Devil” la trampa del mal, película no dirigida por M. Night Shyamalan pero-como-si-lo-fuera. Un thriller excelentemente filmado y extraordinariamente entretenido siempre y cuando uno se olvide de la infinita imbecilidad de su argumento.

También he visto (con un año de retraso) “500 days of summer”. No suelo ver comedias románticas en el cine, primero porque es un género que no me suele gustar y segundo porque (y esto es algo que me ocurre también con las de dibujos animadas) un hombre solo yendo a ver este tipo de filmes resulta un poco weird. Pero tengo que decir que esta producción me ha sorprendido de forma agradable, posiblemente sea una de las pocas películas de este género que han sido hechas pensando en los hombres pero sin denigrar a las mujeres. Por supuesto resulta un producto tan prefabricado como Winter´s Bone (esos chicos tarareando canciones de Smiths, Pixies y The Clash) pero yo prefiero ver a gente guapa antes que a un montón de paletos feos con las narices llenas de crystal meth.

Friday, February 11, 2011

Don´t come around here no more


El que quiera conocer toda la historia desde el principio puede encontrar aquí un resumen bastante completo.

La mayor parte de las opiniones expresadas a propósito de este tema oscilan entre la indignación por la broma a costa del Holocausto y la indignación por la caza de brujas subsecuente. En resumen: gente indignada vs gente indignada, algo que casi nunca trae nada positivo y que además suele ser una pesadez.

De todas maneras hay un par de detalles sobre este caso que sí me parecen interesantes. En primer lugar podríamos traer a colación el post de hace algunas semanas que trataba sobre la actuación de Ricky Gervais en los Globos de Oro, porque nos viene al pelo para hablar de este tema. Hace ya tiempo que la corrección política goza de bastante mala prensa, sin embargo yo opino que esa filosofía forma parte de unas normas de convivencia sin las cuales la vida no sólo podría ser menos agradable sino que incluso podría ser difícilmente tolerable. Lo mismo ocurre con las normas sociales de conducta generalmente aceptadas y que tampoco suelen tener buena fama por su señalada hipocresía (como si la hipocresía no fuera un pecado tan inevitable como tener páncreas), son esas que obligan a que, por ejemplo, cuando tienes un apretón te aguantes hasta llegar a tu casa y no te bajes los pantalones en mitad del vagón del tranvía.

Así pues al final todo se reduce a un problema de formas, hay cosas que no se dicen, no porque esté prohibido decirlas sino porque si lo haces te puede caer el mundo encima (y de paso también El Mundo lo que puede ser mucho más jodido), al igual que la ley no prohíbe robar sino que castiga al que roba. El único punto en el que opino que no deben entrar nunca las normas que rigen la corrección política es en el artístico, quizás por eso me preocupa más el reciente caso de censura contra la película “The Serbian Film” que el hecho de que alguien haya recibido una reprimenda por bromear en público con cosas con las que sólo debería bromearse en privado.

Sí, en privado ¿Por qué no? ¿De verdad nadie ha oído chistes más fuertes que ese? Yo mismo se algunos que serían irreproducibles incluso desde este relativo anonimato, y estoy seguro de que todos ustedes también, que alguien irrumpa en una conversación particular reprochando alguna de estas chanzas sería inadmisible, pero que un personaje público pague las consecuencias de un comportamiento similar me parece una actitud que incluso podría definir como muy saludable.

Desde que irrumpiera de forma brillante en la escena cinematográfica nacional con su cortometraje “7.35 de la mañana” (que por añadidura fue nominado a los Oscars del 2003), Nacho Vigalondo se ha convertido en un dinamizador de la industria nacional (no demasiado prolífico todo hay que decirlo), un personaje público que casi siempre dice cosas interesantes sobre multitud de temas y sobre todo un tremendo relaciones públicas de sí mismo (en este sentido me recuerda al joven Alex de la Iglesia). Resumiendo digamos que en estos ocho años Vigalondo ha ganado muchas cosas pero también ha perdido otras, y entre las cosas que ha perdido se encuentra el derecho a bromear con según qué temas, eso se queda para el común de los mortales, pero ¿alguien que fue elegido no hace mucho (aunque ya ha sido defenestrado) como la nueva imagen de “El País”? No way Nacho, quédate en el lado bueno y políticamente correcto de la vida, y no vengas más por el otro.

Sunday, February 06, 2011

Niño atrapado en el refrigador se come su propio pie.

Hablamos de “127 horas” con spoilers.



¡Bah! Al cuerno con eso de los spoilers. Todo el mundo sabe que esta es la película en la que un barranquista se corta el brazo para poder escapar tras quedarse atrapado en una grieta, “Titanic” es la película donde se hunde el barco y “127 horas” es esa donde un tipo se corta el brazo y ese es el motivo por el que casi todo el mundo irá a verla, independientemente de quien la dirija y quien la interprete.



Pero resulta que dirige Danny Boyle, un realizador que irrumpió en la escena con la impactante “Trainspotting” y que luego fue dando bandazos antes de recobrar el favor del público (que no el de la crítica por muchos Oscars que ganase) con la irregular “Slumdog Millonaire” (lo de “28 días después” fue sólo un guiño para freaks). Ignoro cómo le irá a su película en esta edición de la Gala (parece dudoso que vaya más allá de optar a las categorías técnicas pero cualquiera sabe) pero opino que, tal y como ocurrió con su anterior entrega, “127 horas” no pasará de ser una película de temporada.

Y no creo que merezca otra cosa. Yo particularmente le encuentro bastantes defectos, el principal de ellos sería que filme carece de un ritmo adecuado: el prólogo, a pesar de resultar bastante extenso en metraje, no consigue que la introducción de la historia en lo que es la trama principal (momento que incluso queda remarcad cuando se sobreimpresiona en la pantalla el título de la película cuando Aron queda atrapado en la grieta) deje de resultar brusca y anti climática. A partir de ahí resulta evidente que Boyle no consigue en ningún momento comunicar la sensación de angustia que debería sentir alguien inmerso en una tribulación tan horrenda, lo que afecta a todos y cada uno de los momentos que, en teoría, deberían impactar al espectador (lo que incluso incluye el momento “brazo” que todos estaban esperando ver). Además la película tampoco logra encontrar la manera de transmitir cómo la gravedad de la situación se acrecenta con el paso de las horas, algo que entronca incluso con el propio título del filme dado que la ya reseñada falta de ritmo despoja el elemento del transcurso del tiempo de cualquier peso dramático en la trama.

Podría argumentase también que, el hecho de que durante la acción se necesite acudir continuamente a todo tipo de recursos (flashbacks, alucinaciones, etc...) que distraigan la atención sobre el hombre atrapado en la grieta, podría ser un indicio de la poca confianza que Boyle tiene en su propia habilidad para restringir la acción en un espacio tan reducido sin que dicha acción resulte monótona (algo que sí consiguió evitar de manera brillante Rodrigo Cortes en su “Buried”). Pero para ser justos hay que decir que es precisamente en esa trama “off roca” donde parece residir lo que se podría considerar como la autentica razón de la película, por más que ello de pie a posiblemente la cualidad más desagradable de la misma.




Las evocaciones del protagonista (en algo hay que tener ocupada la mente si se está cinco días con la barbilla apoyada en una piedra) dan paso a escenas brillantes (como cuando recuerda su breve encuentro con las dos excursionistas y se imagina a sí mismo acudiendo a la fiesta de Scooby Doo con su lujuriante impedimenta de cerveza fresquita) y otros directamente sonrojantes, como todas las que ilustran alguna clase de explicación determinista a la razón de que el chico haya terminado en el fondo del pozo, he ahí el motivo de esas escenas que contraponen el caos de las aglomeraciones urbanas con la vida y aficiones solitarias de Aron, o esas en las que una antigua novia le recrimina su individualismo, aunque el colmo de todo esto sería el momento de la mama y el contestador telefónico. En fin que parece que si el ingeniero aventurero hubiera pisado sólo cinco centímetros más a la izquierda seguiría teniendo el brazo en su sitio pero seguiría también siendo un egoísta hijo de puta.

Es todo demasiado ridículo para tomarlo en serio, yo prefiero pensar simplemente que cuando uno lleva cinco días bebiéndose sus propios meados la adrenalina se dispara de tal manera que puedes acabar imaginando las asociaciones más inverosímiles, como en aquella escena del docu-drama “Touching the void” (que tiene bastantes puntos en común con la película que hoy nos ocupa al menos en lo referido al argumento) en la que un montañero exhausto, tras pasar muchos días en la intemperie, sólo tenía en la cabeza la melodía de una canción de “Boney M” que ni siguiera le gustaba



¿Significa todo esto que “127 horas” es un espectáculo desagradable o aburrido? Pues no, la película, a pesar de los deméritos reseñados, tiene momentos buenos y se mantiene en pie gracias sobre todo al trabajo de James Franco que consigue lo que no es capaz de hacer el hombre que le dirige: una cierta implicación emocional en la historia y un sincero interés por los sufrimientos que padece su protagonista, y esto repito que sería mérito de Franco, vamos que si el protagonista hubiera sido por ejemplo mi odiado Joseph Fiennes me hubiera pasado todo el metraje descojonándome.




Pero, al margen de esto, lo más importante es que me pasé los 94 minutos que dura “127 horas” recordando otros títulos que expresaban de un modo mejor las situaciones que estaba presenciando, y eso no es ningún cumplido. Cualquier telefilme de mediodía podría darle lecciones a la película de Boyle sobre el sentido del ritmo; de la habilidad para mantener el interés con unos elementos mínimos la lección podría darla la ya mencionada “Buried” y sobre cómo dramatizar hechos reales relacionado con el instinto de la supervivencia podríamos acudir a la también mencionada “Touching the Void”. Incluso si se quiere hablar de la soledad del urbanita en la naturaleza salvaje y del aprovechamiento de los recursos que ofrece el medio me siento más implicado si recuerdo cuando Krusty el payaso trataba de continuar su show en medio del desierto de Springfield.