Thursday, March 29, 2012

The monsters are due on Maple Street



La historia de los últimos 30 años de cine español nos ha enseñado hasta qué punto una adecuada campaña de autopromoción puede levantar una carrera cinematográfica. Este camino lo inició hace tiempo Pedro Almodóvar y lo han proseguido otros aspirantes como Alex de la Iglesia. Por supuesto no es algo que sea fácil de conseguir y la prueba es que muchos otras producciones que trataron de hacerse un hueco en la industria nacional por esta vía se han quedado en el camino. Después de una impactante irrupción en la citada industria cuando su cortometraje “7.35 de la mañana” fue nominado a los Oscar, Nacho Vigalondo no ha tenido demasiado éxito en el aspecto de la autogestión publicitaria, imprescindible para tratar de lograr una taquilla decente que permite alimentar nuevos proyectos. Su primer largometraje, “Los Cronocrímenes” (del que hablamos aquí hace tiempo), gustó mucho a casi todos los que fueron a verlo (yo incluido), el problema es que no fue a verlo demasiada gente. Y después de haber conseguido, de forma involuntaria, mucho más atención con un desagradable incidente twittero (del que también hablamos aquí) llega ahora su segunda película, “Extraterrestre”, que tampoco parece que haya despertado demasiada expectación.

Pero bueno, no son desde luego las perspectivas de recaudación en taquilla lo que le mueve a uno a ir al cine, tampoco me desanimaba la extrañamente ambivalente (lo digo por venir de alguien que no se caracteriza por este rasgo de la personalidad) crítica que escribió Carlos Boyero en “El País” del pasado viernes. Sin embargo un par de comentarios de personas (sobre todo el de una que es un fan devoto del trabajo del cineasta cántabro) cuyo criterio estimo bastante más que el de “cara cráter” me hicieron entrar en dudas. Por fortuna decidí mantenerme en mi decisión original de ir a ver la película y tras hacerlo creo que “Extraterrestre” es una producción en la que bien vale la pena detenerse por un momento.




Sobre el origen de esta historia habría que hacer algún apunte, por lo que he leído podría considerarse como una versión ampliada de uno de sus celebrados cortometrajes (el titulado “Domingo”), con el abono de la notable influencia que títulos como “Cloverfield” (película agudamente diseccionada por el propio director en su añorado blog) o “Señales” han tenido en lo que a la (ciencia) ficción alegórica se refiere. Según esta teoría la trama de la invasión extraterrestre no sería sino un pretexto para escenificar las inquietudes filosóficas o sociales de los creadores de dicha ficción.

Pero la verdad es que viendo “Extraterrestre” en ningún momento he tenido la sensación de encontrarme ante una alegoría, la historia del triangulo (o más bien del cuarteto) amoroso imbricada en la trama principal de la película carece del suficiente calado como para ser tenida en cuenta por sí sola o en relación al entorno que la ¿Es entonces “Extraterrestre” simplemente una simple película de marcianos?, imposible, la presencia del elemento fantástico es demasiado inmaterial como para que tal cosa sea tenida en cuenta. ¿Qué es entonces “Extraterrestre”?. Pues en mi opinión es una pequeña pieza maestra, difícil de encuadrar en género alguno, que demuestra antes que nada el talento del director para manejarse con unos medios muy limitados sin que ello vaya en detrimento de la historia, la capacidad de Vigalondo para situar la acción en medio del familiar entorno post-apocalíptico, empleando únicamente a cinco actores y cortando un par de calles en Madrid, resulta verdaderamente elogiable pues paradójicamente consigue un efecto muy veraz al mismo tiempo que muestra una evidencia insoslayable de que ha hecho esta película con cuatro duros.

Otro de los puntos fuertes del filme son sus personajes, bueno mejor dicho algunos de sus personajes entre los cuales no se encuentra precisamente la pareja protagonista formada por Julián Villagrán, un actor con una extensa carrera -de la que sólo recuerdo el simpático corto “Bailongas”- y en la que me imagino que se habrá prodigado en el papel de adolescente treintañero del que hace gala aquí y Michelle Jenner una clase de actriz española de la que lo único que se puede decir es que si se remontara la película sustituyendola por Marta Etura nadie se daría cuenta.









Cuando hablaba de actores me refería a la colaboración en la película de dos destacados miembros de la pandilla chanante que interpretan a un par de personajes tragicómicos cuyo comportamiento irracional y perturbador se revela, una vez más, como un rasgo independiente de la situación insólita en la que se ven envueltos en el sentido de que no es provocada (todo lo más potenciada o liberada) por ella, hablo de Raúl Cimas y Carlos Areces que demuestra que no necesita maquillaje para dar vida a un tipo inquietante.




En definitiva repetimos que “Extraterrestre” no es una película de ciencia ficción ni tampoco una metáfora en la que la ciencia ficción es un pretexto para describir comportamientos y relaciones humanas, es otra cosa que no puedo definir con claridad y de la que sólo puedo decir que me ha gustado.

Thursday, March 22, 2012

Working with fire and steel



Voy a hacer huelga el próximo día 29. No porque crea que sirva para algo, de hecho hace bastante tiempo creo que sucede exactamente lo contrario. Desde la primera huelga general en democracia que recuerdo (allá por 1989), este tipo de demostraciones consisten básicamente en concentrarse en el centro de las grandes ciudades e impedir que los clientes de algún Macdonald cercano puedan comer sus porquerías en un espacio de tiempo aproximado de entre las diez de la mañana y las dos de la tarde, efectivamente cuando se leen las proclamas y se disuelven las manifestaciones las cosas vuelven más o menos a la normalidad. Seamos serios, esto no son huelgas, son huelguitas. Y no son huelgas porque las huelgas sólo valen cuando joden a alguien, por eso las que tienen éxito son las de pilotos, controladores aéreos, estibadores, trabajadores del metro y demás colectivos pequeños, compactos y con una gran capacidad para perturbar la rutina diaria de un país (que repito que al fin y al cabo es de lo que se trata en una huelga).

Por eso lo del jueves que viene será posiblemente un fracaso. En un país en el que la cantidad (y la calidad) de masa asalariada industrial se ha ido reduciendo progresivamente la huelga sólo la harán aquellos que no van a sufrir consecuencias por ello, esto es trabajadores veteranos con empleos fijos, funcionarios públicos y sindicalistas profesionales y por lo tanto blindados ante represalias. En resumen una minoría en estos tiempos que vivimos, el resto de la sociedad cotizante está formado por individuos con profesiones mal pagadas, parcializadas y con la espada de Damocles balanceándose sobre ellos, individuos que aun así se consideran privilegiados que no están dispuestos a jugarse lo poco que tienen por una huelga que en el fondo no cambiará nada.

Yo pertenezco al primer grupo, soy uno de los pocos trabajadores que no será despedido si hace huelga y que tampoco encontrará piquetes a la puerta de su banco de remos si decide no hacerla, por lo tanto tengo completa libertad y decido usarla a favor de no ir a trabajar ese día, no porque, repito, piense que sea algo útil, sino porque alguien tiene que hacerla y yo que nunca he podido ir a la huelga ahora que puedo ejercer ese derecho sin problemas me parece un pecado no hacerlo.

Mi opinión sobre los sindicatos no es mucho mejor que la de todos esos columnistas de extrema derecha que están bramando contra la convocatoria del 29, todos podemos contar historias de terror sobre liberados sindicales gandules (o directamente invisibles) o piquetes violentos (un error que supongo se volverá a repetir ese día por más que la violencia de signo contrario se producirá de forma más extendida, virulenta y también de forma más soterrada). Puede que un país con sindicatos fuertes y combativos sea un fastidio, pero un país con poca o nula actividad sindical es una tragedia, quizás los que no piensen así crean que la jornada de 40 horas semanales, los 30 días de vacaciones al año, las bajas por enfermedad pagadas y el seguro de desempleo se algo que los empresarios regalaron a los trabajadores por buen comportamiento y no algo que hubo que ganarse durante doscientos años de ladrillazos en la jeta de policías y esquiroles, barricadas, cristales rotos y sabotajes varios.

En resumen aquellos en cuya mano esté que lo del 29-M sea un fracaso lo más moderado posible que vayan a la huelga, y aquellos que no puedan hacerla por temor a perder sus precarios trabajos harán bien en no hacerla. Puede que sea un poco hipócrita subirse al carro cuando sólo se tiene que perder el salario de un día pero muchos hipócritas hacen bastante bulto que es de lo que se trata.

Friday, March 16, 2012

¿A qué dedica el tiempo libre?



Podríamos coger el comentario de hace algunas semanas acerca de “Margin Call” y, sustituyendo el término “drama financiero” por “drama político”, nos quedaría algo bastante parecido al comentario que merece “Los idus de Marzo”. Efectivamente la sensación que transmite el visionado de esta película resulta tan sobriamente placentera como la de “Margin Call”, resulta muy difícil pasar un mal rato viendo esta clase de filmes aunque uno tampoco tiene ninguna sensación de pérdida dejándolas pasar para verlas dentro de un par de años en la tele.

El título que nos ocupa hoy se aparece como un producto con algo más de empaque, posiblemente debido al carácter de estrella de George Clooney, actor, director y co-guionista del filme. Al contrario que en “Buenas noches y buena suerte” (una película con más pretensiones artísticas pero también mucho más aburrida que ésta) Clooney opta por un tono decididamente clásico en esta recreación de unas primarias demócratas en el que predomina el mismo tono desencantado y cínico de otros títulos de temática semejante, estoy pensando en nombres como “El político” (All the king´s men), “The best man” y sobre todo en “El candidato”, una película de 1972 protagonizada por Robert Redford (cuyo estatus de sex symbol con cerebro de aquella época podría equipararse al del Clooney del siglo XXI) que interpreta asimismo a un aspirante demócrata que tiene que ir desprendiéndose de sus elevados ideales liberales en el imprescindible camino enfangado que conduce a la cumbre.




Aunque toda la acción transcurre en torno a la figura del Gobernador Morris (inspirada según dicen en George Clinton), no es éste en teoría el protagonista de la película, ese papel le corresponde al personaje interpretado por Ryan Gosling, el ególatra jefe del gabinete de prensa del candidato que se revela casi desde el principio como un animal político cuyo única lealtad está con aquellos que le pueden seguir proporcionando un puesto de privilegio en el gran juego de gobernar el país.

“Los idus de marzo” tiene, como hemos dicho, una factura que no por clásica resulta menos eficiente, en ella la acción transcurre de forma fluida, con diálogos magnéticos y golpes de efecto brillantes (aunque no por ello menos previsibles y en cierto modo algo ingenuos) y todo sostenido por un cuadro de actores de primera fila. De hecho sólo por contemplar el espectáculo que ofrecen Gosling, Philip Seymour Hoffman y Paul Giamatti haciéndose hijoputeces el uno al otro valdría la pena pagar la entrada del cine




La conclusión de la película resulta tan pesimista como suelen serlo todas las de este subgénero incluyendo las antes mencionadas (con la excepción de “The best man”, algo que incluso estropea un poco este excelente filme) y sobre todo incide en la conocida paradoja de todo candidato a la presidencia, cuyo discurso se enmascara de un torrente de meliflua palabrería que hace hincapié en virtudes como la de la humildad cuando detrás de todo candidato se esconde antes que nada un individuo dominado por una denodada soberbia. Una paradoja que hace recordar aquel cuento de Isaac Asimov que describía una sociedad en la que la sólo se permitía acceder al cargo de presidente a aquellos individuos que en realidad no querían serlo.

En definitiva “Los idus de marzo” es un estreno recomendable para todos aquellos espectadores dispuestos a contemplar una aceptable producción cinematográfica dirigida a la parte del gran público que desea contemplar algo con más enjundia que digamos un “Battleship” o alguna otra cosa por el estilo.

Thursday, March 08, 2012

¡Feliz dia de la mujer trabajadora!

Sunday, March 04, 2012

Sleeping village



Casi todo lo que he leído sobre esta película hacía hincapié, señalándolo como su mayor virtud, en el hecho de ser un filme con el ambiente y el estilo de las historias clásicas de fantasmas, no sólo en lo que respecta al séptimo arte sino incluso en lo que refiere a la literatura. Con el cine de terror invadido por originales o réplicas de películas orientales, frustrados intentos de recuperar, mediante remakes o productos renovados, el cine de terror adolescente de los ochenta y noventa y las múltiples variantes del “torture porn¨ (género que supuso un interesante soplo de aire fresco a principios de la década pasada pero que hoy en día ha devenido en un espectáculo hecho por enfermos y para enfermos) la idea de ver una película de miedo hecha a la antigua resultaba lo bastante sugerente como para justificar una visita al cine. Por añadidura conseguí una sesión en la que me encontré completamente solo lo que me permitió adoptar comportamientos que mi orgullo masculino me impide mostrar en público como taparme la cara con la chaqueta o dar alegres saltos durante las numerosas escenas de sustos que abundan en el metraje.

Para no alargar esto demasiado decir que sí, efectivamente “La mujer de negro” es una película de fantasmas “de las de antes”, con ambiente decimonónico (bueno la acción más bien parece desarrollarse en la primera década del siglo XX pero todo el mundo sabe que el siglo XIX terminó en realidad en algún momento entre el 28 de julio de 1914 y el 11 de noviembre de 1918), mansiones decrépitas, marismas brumosas, aldeanos primitivos, apariciones gemebundas, cajas de música y muñecas de mirada vidriosa. La trama de la película tiene igualmente una orientación tradicional: un caballero inglés (verdadera reencarnación del Jonathan Harker de “Drácula”) es enviado por su bufete a una apartada población costera con el fin de hacerse cargo de la herencia de una terrateniente fallecida.

La cinta cuenta con un prólogo impactante (muy de agradecer por mostrar algo difícil de ver hoy en día y que hubiera sido imposible mostrar en una producción norteamericana), un inicio que hace progresar adecuadamente la trama y una extensa escena que ocupa la parte central del metraje, un segmento devenido en un verdadero “tour de force” pródigo en de toda clase de trucos del género (efectos de sonido, una sordidez cuidadosamente elaborada en la decoración y el atrezzo, uso tanto del efecto pausado de profundidad de campo como del montaje trepidante, etc…) y alargado hasta el límite de lo tolerable para los nervios del espectador, una conclusión lógica teniendo en cuenta que engloba posiblemente la situación más aterradora que se pueda imaginar: la de encerrar a un hombre en un entorno físico en el que cualquier clase de peligro es verosímil.

Como suele ser habitual el filme funciona mejor cuando sugiere que cuando muestra de forma explícita, pero está claro que “La mujer de negro” tiene vocación de película taquillera de modo que no puede en ocasiones evitar acudir a la reiteración del susto fácil y al espectro de factura “oriental”, supongo que resulta demasiado arriesgado apostar, en los tiempos que corren, por una forma de narrar semejante a la sutileza mostrada en, por poner un ejemplo que debe estar siempre en la mente del aficionado cuando se menciona esta clase de terror victoriano, “The innocents”.




El otro banderín de enganche de la película es la presencia en ella de Daniel Radcliffe (al que rodea un grupo de actores desconocidos si exceptuamos a Ciarán Hinds cuya presencia desprende el magnetismo habitual), su interpretación no debe tenerse en cuenta ni para lo bueno ni para lo malo ya que el papel asignado es el de simple sujeto pasivo de la acción, basta con el hecho de que no de la impresión de gritar “¡Petrificus Totalus!” en cualquier momento, así pues el actor británico puede seguir en su empeño de alejarse del espectro de Harry Potter sin tener que acudir a recursos tan extremos como los de enseñar la chipichanga en una obra de teatro.



Como decía un poco más arriba, el inicio y el nudo de “La mujer de negro”, mantienen un ritmo y un desarrollo notables, con un guión muy bien estructurado (algo que nunca ha sido el punto fuerte del género) que justifica de forma aceptable algunas cuestiones recurrentes en este tipo de películas (aquí en concreto se da una explicación perfectamente valida de por qué el protagonista no sale cagando leches de la mansión tras su primer encuentro con el espanto). Por desgracia el desenlace de la película no está a la altura y en él se manifiestan casi todos los defectos señalados antes, sobretodo lo referido al abandono de la contención narrativa para adoptar un tono más efectista y espectacular como el que se reclama en toda película de terror así como el abuso del susto (o más bien del subidón de volumen de la banda sonora). La película concluye con una escena que quiere jugar al clásico epílogo tremendista y al mismo tiempo ofrecer una suerte de satisfacción a todos aquellos espectadores que hayan sentido algún tipo de empatía con el protagonista y sus avatares. Como suele ser habitual cuando se hacen estas cosas dicha conclusión no dejará satisfecho a nadie, una lastima para un filme que tanta audacia había mostrado en sus primeros treinta segundos.

De todos modos nada de esto puede estropear las buenas sensaciones que ofrece el visionado de “La mujer de negro” película con la que les aseguro que pasaran un estupendo mal rato.