Thursday, June 28, 2007

¡FELIZ DIA DEL ORGULLO GAY!

Y ojala que toda esta gente pueda algún día celebrarlo como Dios manda







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Monday, June 25, 2007

At the count of 10 you are in Europa



Es decir Hostel 2 sin spoilers.

Hostel 2 no es una simple secuela de Hostel. Es más bien como una nueva versión de la misma historia corregida y aumentada. Estos elementos que se añaden al argumento original son como el nuevo tranvía de Santa Cruz de Tenerife: no eran imprescindibles pero una vez hechos bienvenidos sean. La repetición de la misma estructura no hubiera sido un problema para un amante del género pero que duda cabe que hubiera sido mucho menos interesante que lo que se ha visto en esta segunda parte.

Este cambio en la forma de contar la historia tiene que ver sobre todo con la introducción del punto de vista de los asesinos (o mejor dicho de los clientes de la empresa) y de sus motivaciones así como con una mayor atención a la psicología de las victimas, al menos de una de ellas. En la primera parte esto no era necesario, se trataba simplemente de tres estudiantes que recorrían Europa y que acababan en manos de una organización que les ofrecía como victimas a ricachones psicópatas. No era necesario nada más. Pero Eli Roth quería ir algo más lejos esta vez.

Quizás por esta razón (y aunque tampoco era estrictamente necesario) la película tiene el detalle de comenzar con la liquidación de los cabos sueltos que quedaron al terminar el primer Hostel en un prólogo bastante logrado. Tras eso y como se ha dicho la acción se divide en dos historias paralelas: la de las futuras victimas y la de sus verdugos que son presentados en una sugerente escena en la que la macabra empresa lleva a cabo una subasta on line en la que participan hombres de negocios de todo el mundo con un aspecto de lo más convencional (a excepción de una versión moderna de la condesa Bathory que luego será protagonista de una de las grandes escenas de la película).

Las motivaciones de estos asesinos son complicadas. En particular las de los dos ganadores de la subasta tienen que ver a la vez tanto con la típica actitud hiperhedonista del yuppie de clase media (los dos hombres se preparan para la acción como si estuvieran a punto de participar en un curso de ala delta para aventureros de fin de semana) como con el afán de superar complejos personales a través de una catarsis violenta que les conceda la sensación de poder y la seguridad en sí mismos de las que normalmente carecen. Precisamente todo lo que tiene que ver con la psique de los dos verdugos y de una de sus victimas (factor este último que resulta algo más descuidado lo que perjudica algo la historia) termina por convertirse en el aspecto más interesante y reseñable de Hostel 2 además de proporcionar sorprendentes giros en el argumento y eso que no es esta una película demasiado dada a la sorpresa.

De todos modos Eli no se olvida de sus fans y prescindiendo de estas elucubraciones psicológicas da al público lo que quiere en forma de sangrientas escenas de tortura y asesinato cuidadosamente elegidas para convertirse en el futuro en el santo y seña de su nueva película (al igual que las dos anteriores películas de Roth que tienen también sus escenas emblemáticas).

Y como conclusión lo que gira en torno a todo el díptico hosteliano es una vez más el dinero como el lubricante que engrasa toda la maquinaria demoníaca. Al fin y al cabo lo que se muestra en la película no es más que un gran negocio. El dinero es lo que hace que todo suceda, es lo que consigue que la gente muera o se salve dependiendo de quien pueda pagar más.

Señalar por último que en esta segunda película la visión de Europa (no sólo de Eslovaquia) resulta todavía más oscura que en la primera. Pareciera que el continente donde vivimos no fuera otra cosa que una enorme trampa en la que las turistas norteamericanos pueden ser robados, violados, torturados o asesinados en cualquier momento. Resulta chocante pero bueno, todo el mundo tiene derecho sus propios prejuicios. Nosotros también los tenemos respecto a ellos.

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Friday, June 22, 2007

El show de Truman


Casi siempre que se estrenan dos películas de semejante temática (o que al menos hablen de lo mismo) hay una que sale perdiendo y a menudo de forma injusta. Es el caso de la historia que cuenta “Infamous” (llamada en España “Historia de un crimen” supongo que para atraer a algún despistado cosa que por cierto fue exactamente lo que ocurrió en mi sesión) que es más o menos la misma que en “Capote” a la que podríamos llamar la vencedora de esta curiosa competición cinéfila.

No voy a decir que una sea mejor que la otra, sólo que me parece injusto que sólo una haya atraído toda la atención y la otra esté pasando casi desapercibida pero la verdad es que las dos me parecen buenas e incluso diría que una mezcla de lo mejor de ambas podía haber dado como resultado casi una obra maestra. En concreto hablando de “Infamous” el retrato del personaje que se hace aquí resulta mucho más encantador que en el de la película que protagonizó Philipp Seymour Hoffman y esto sucede sobre todo en la introducción, esto es, todo lo que sucede antes del primer viaje a Kansas donde la película adopta un tono (y un diseño de producción) muy próximo a la comedia urbana de los años cincuenta.

También me parece que “Infamous” retrata mucho mejor la extrañeza mutua que se establece entre los habitantes de Holcomb y la pareja Capote-Lee y desde luego las escenas que narran la relación entre el escritor y el asesino Perry Smith son excelentes (algo en lo que ayuda muchísimo la interpretación de Daniel Craig) prescindiendo de las licencias que se toma la película (o el libro en el que está basada) a la hora de narrar dicha relación.

De todas maneras a este respecto hay algo que me llamó la atención. El titulo del filme es como se ha dicho “Infamous” que según mi diccionario de ingles-español quiere decir infame, denigrante, vergonzoso, etc… Es sabido que la frase “A sangre fría” tiene un doble sentido que hace referencia por un lado el asesinato de la familia Clutter y por otro la ejecución de los dos criminales. Quizás el titulo de la película (y el del libro) quiere establecer el mismo doble sentido con referencia tanto a la brutalidad de los asesinatos como al provecho personal que el escritor sacó de los mismos algo para lo que tuvo que modificar la realidad de manera que se adaptara a su idea de mezclar la novela con el reportaje periodístico. El guión parece homenajear esa técnica literaria cuando va mucho más allá de lo que nadie podría esperar en las escenas que comparten el escritor y el asesino.

Por otro lado no todo ha sido tan bueno. Por ejemplo la escena en la que Capote visita por primera vez la casa del crimen tiene mucha más fuerza en la película homónima que en “Infamous”, lo mismo cabría decir de la presentación del dúo de asesinos o el momento en el que el escritor se despide de ellos antes de que partan hacia el patíbulo (que era sin duda la mejor escena de la película predecesora) asi como en el flashback en el que se muestran los crímenes. Y en cuanto al momento de la ejecución, sinceramente me llegó a parecer risible aunque es justo decir que buena parte de culpa la tiene el doblaje.

Por último añadir que nunca pensé vivir lo bastante para decir que hay una película en la que Sandra Bullock hace una gran interpretación. Sí que la hay.

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Monday, June 18, 2007

La frase de la semana

¡NO QUIERO MORIR! ¡HAGAN ALGO!

Ultimas palabras de Vladimir Komarov el primer hombre que murió durante una misión espacial.

Thursday, June 14, 2007

Inauguración

Aunque soy tan partidario de la libertad de expresión como cualquier otra persona (al menos cualquier otra de las que no tienen una bandera de España con el escudo del Real Madrid) la verdad es que tampoco creo que ningún propietario de blog tenga porque soportar determinados comentarios, generalmente anónimos, que se suelen dejar en la sección correspondiente.

No me refiero naturalmente a críticas sobre el estilo o los temas que se tratan en el blog, por muy agresivas o sarcásticas que sean. Me estoy refiriendo más bien a simples insultos o expresiones desagradables. Y no es que los insultos sean algo que me moleste especialmente, tengo demasiado ego para que eso suceda, pero llevo algunos años en este mundo de los foros y/o blogs y sé lo que suele pasar: este tipo de comentarios son motivo de interminables réplicas y contra replicas de tal manera que cualquier tema del que se pretenda hablar queda desvirtuado y al final a uno le da la impresión de que todo el trabajo que lleva (poco o mucho pero trabajo y tiempo al fin y al cabo) hacer un blog puede terminar porque dicho blog se convierta en el escaparate para que cualquier atontolinado deje caer sus ideas sobre el mundo.

Pero por otro lado…..sean sinceros, recuerden una de las escasas escenas afortunadas de Tesis: aquella del principio en la que los pasajeros del metro trataban de acercarse a la vía para ver el cadáver del desgraciado al que había atropellado el tren. De verdad, cuando entran en la sección de comentarios de alguno de sus blogs favoritos y ven un comentario borrado ¿no les entran unas ganas tremendas de saber a quien pertenecía y por qué ha sido eliminado? ¿no han sentido rabia por no haber podido entrar en dicha sección cuando la refriega estaba en pleno apogeo?. Bueno al menos a mí si me pasan estas cosas.

Pero claro ¿cómo hallar una solución conveniente a esta contradicción? ¿cómo seguir protegiendo tu blog de malandros y al mismo tiempo satisfacer la (in)sana curiosidad de los lectores por lo que decía el comentario borrado?.

Pues aquí está la solución: he decidido reconvertir el blog de pruebas en un blog donde todos los comentarios borrados serán oportunamente transferidos junto con la fecha en la que fueron borrados y a que entrada se referían. Así cuando alguien entre y vea eso de “comentario suprimido por el administrador” sólo tendrá que ir al blog de los comentarios borrados (que podrán encontrar pinchando en mi perfil) y todos contentos jejejeje.

Pero bueno con este blog pasa como con la botella de cava que sobra de Navidades: estas esperando a que haya motivo para sacarla de la nevera. Y hasta ahora no había ningún motivo para inaugurar este blog-basura algo que por cierto me tenia preocupado ya que soy de la opinión de que una persona sin enemigos no es digna de existir. Pero por fin en la entrada correspondiente al aniversario del estreno de “La guerra de las galaxias” el sujeto conocido como “geografía” (cuyo comentario figura ya en el blog remozado) me ha dado la oportunidad de romper la botella de cava contra el casco del barco.

En fin, pues eso..

Saturday, June 09, 2007

Lo prometido es deuda

Pues que le habia prometido a Geo una entrada bonita después de los horrores del abecedario del crimen y yo siempre cumplo mis promesas (excepto cuando prometo no volver a ver futbol jamás). De todas formas a mí también me hace falta algo leer algo bonito. Con ustedes "El principe feilz" de Oscar Wilde







En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.

Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.

Por todo lo cual era muy admirada.

-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte-. Ahora, que no es tan útil -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico.

Y realmente no lo era.

-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedía la luna-. El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.

-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.

-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.

-¿En qué lo conocéis -replicaba el profesor de matemáticas- si no habéis visto uno nunca?

-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.

Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen soñar.

Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.

Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedó atrás.

Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.

-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.

Y el Junco le hizo un profundo saludo.

Entonces la Golondrina revoloteó a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.

Era su manera de hacer la corte. Y así transcurrió todo el verano.

-Es un enamoramiento ridículo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobretón y tiene realmente demasiada familia.

Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.

Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.

Una vez que se fueron sus amigas, sintióse muy sola y empezó a cansarse de su amante.

-No sabe hablar -decía ella-. Y además temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.

Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus más graciosas reverencias.

-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mí me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.

-¿Quieres seguirme? -preguntó por último la Golondrina al Junco.

Pero el Junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.

-¡Te has burlado de mí! -le gritó la Golondrina-. Me marcho a las Pirámides. ¡Adiós!

Y la Golondrina se fue.

Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.

-¿Dónde buscaré un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habrá hecho preparativos para recibirme.

Entonces divisó la estatua sobre la columnita.

-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.

Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.

-Tengo una habitación dorada -se dijo quedamente, después de mirar en torno suyo.

Y se dispuso a dormir.


Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una pesada gota de agua.

-¡Qué curioso! -exclamó-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro egoísmo.

Entonces cayó una nueva gota.

-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.

Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota.

La Golondrina miró hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!

Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.


Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintióse llena de piedad.

-¿Quién sois? -dijo.

-Soy el Príncipe Feliz.

-Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? -preguntó la Golondrina-. Me habéis empapado casi.

-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placeres la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.

«¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?», pensó la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observación en voz alta sobre las personas.

-Allí abajo -continuó la estatua con su voz baja y musical-, allí abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas está abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro está enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el próximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarla el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos al pedestal, y no me puedo mover.




-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mis amigas revolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey está allí en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una cadena de jade verde pálido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y serás mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!

-No creo que me agraden los niños -contestó la Golondrina-. El invierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras las golondrinas, volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco a una familia célebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.

Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedó apenada.

-Mucho frío hace aquí -le dijo-; pero me quedaré una noche con vos y seré vuestra mensajera.

-Gracias, Golondrinita -respondió el Príncipe.

Entonces la Golondrinita arrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y llevándolo en el pico, voló sobre los tejados de la ciudad.

Pasó sobre la torre de la catedral, donde había unos ángeles esculpidos en mármol blanco.

Pasó sobre el palacio real y oyó la música de baile.

Una bella muchacha apareció en el balcón con su novio.

-¡Qué hermosas son las estrellas -la dijo- y qué poderosa es la fuerza del amor!

-Querría que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial -respondió ella-. He mandado bordar en él unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!

Pasó sobre el río y vio los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el ghetto y vio a los judíos viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.

Al fin llegó a la pobre vivienda y echó un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre habíase quedado dormida de cansancio.

La Golondrina saltó a la habitación y puso el gran rubí en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteó suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.

-¡Qué fresco más dulce siento! -murmuró el niño-. Debo estar mejor.

Y cayó en un delicioso sueño.

Entonces la Golondrina se dirigió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho.

-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frío.

Y la Golondrinita empezó a reflexionar y entonces se durmió. Cuantas veces reflexionaba se dormía.

Al despuntar el alba voló hacia el río y tomó un baño.

-¡Notable fenómeno! -exclamó el profesor de ornitología que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!

Y escribió sobre aquel tema una larga carta a un periódico local.

Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podían comprender!...

-Esta noche parto para Egipto -se decía la Golondrina.

Y sólo de pensarlo se ponía muy alegre.

Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.

Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciéndose unos a otros:

-¡Qué extranjera más distinguida!

Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz.

-¿Tenéis algún encargo para Egipto? -le gritó-. Voy a emprender la marcha.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás otra noche conmigo?

-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mañana mis amigas volarán hacia la segunda catarata.

Allí el hipopótamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnón se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegría y luego calla. A mediodía, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del río. Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos más atronadores que los rugidos de la catarata.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, allá abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío para escribir más. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.



-Me quedaré otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tenía realmente buen corazón-. ¿Debo llevarle otro rubí?

-¡Ay! No tengo más rubíes -dijo el Príncipe-. Mis ojos es lo único que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traídos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, se comprará alimento y combustible y concluirá su obra.

-Amado Príncipe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso.

Y se puso a llorar.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te pido.

Entonces la Golondrina arrancó el ojo del Príncipe y voló hacia la buhardilla del estudiante. Era fácil penetrar en ella porque había un agujero en el techo. La Golondrina entró por él como una flecha y se encontró en la habitación.

El joven tenía la cabeza hundida en sus manos. No oyó el aleteo del pájaro y cuando levantó la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.

-Empiezo a ser estimado -exclamó-. Esto proviene de algún rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.

Y parecía completamente feliz.

Al día siguiente la Golondrina voló hacia el puerto.

Descansó sobre el mástil de un gran navío y contempló a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.

-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.

-¡Me voy a Egipto! -les gritó la Golondrina.

Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvió hacia el Príncipe Feliz.

-He venido para deciros adiós -le dijo.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamó el Príncipe-. ¿No te quedarás conmigo una noche más?

-Es invierno -replicó la Golondrina- y pronto estará aquí la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los árboles, a orillas del río. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Príncipe, tengo que dejaros, pero no os olvidaré nunca y la primavera próxima os traeré de allá dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rubí será más rojo que una rosa roja y el zafiro será tan azul como el océano.

-Allá abajo, en la plazoleta -contestó el Príncipe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caído las cerillas al arroyo, estropeándose todas. Su padre le pegará si no lleva algún dinero a casa, y está llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arráncame el otro ojo, dáselo y su padre no le pegará.




-Pasaré otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedaríais ciego del todo.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te mando.

Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe y emprendió el vuelo llevándoselo.

Se posó sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y deslizó la joya en la palma de su mano.

-¡Qué bonito pedazo de cristal! -exclamó la niña.

y corrió a su casa muy alegre.

Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe.

-Ahora estáis ciego. Por eso me quedaré con vos para siempre.

-No, Golondrinita -dijo el pobre Príncipe-. Tienes que ir a Egipto.

-Me quedaré con vos para siempre -dijo la Golondrina.

Y se durmió entre los pies del Príncipe. Al día siguiente se colocó sobre el hombro del Príncipe y le refirió lo que habla visto en países extraños.



Le habló de los ibis rojos que se sitúan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ámbar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ébano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual están encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y están siempre en guerra con las mariposas.

-Querida Golondrinita -dijo el Príncipe-, me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso aún es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.

Entonces la Golondrinita voló por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magníficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.

Voló por los barrios sombríos y vio las pálidas caras de los niños que se morían de hambre, mirando con apatía las calles negras.

Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.

- ¡Qué hambre tenemos! -decían.

-¡No se puede estar tumbado aquí! -les gritó un guardia.

Y se alejaron bajo la lluvia.

Entonces la Golondrina reanudó su vuelo y fue a contar al Príncipe lo que había visto.

-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Príncipe-; despréndelo hoja por hoja y dáselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.

Hoja por hoja arrancó la Golondrina el oro fino hasta que el Príncipe Feliz se quedó sin brillo ni belleza.

Hoja por hoja lo distribuyó entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.

-¡Ya tenemos pan! -gritaban.

Entonces llegó la nieve y después de la nieve el hielo.

Las calles parecían empedradas de plata por lo que brillaban y relucían.

Largos carámbanos, semejantes a puñales de cristal, pendían de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubría de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.




La pobre Golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.

Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía, e intentaba calentarse batiendo las alas.

Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez más sobre el hombro del Príncipe.

-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitid que os bese la mano.

-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.

-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?

Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.

En el mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.

El hecho es que la coraza de plomo se habla partido

en dos. Realmente hacia un frío terrible.

A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.

Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.

-¡Dios mío! -exclamó-. ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz!

-¡Sí, está verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinión del alcalde.

Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.

-El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado -dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que está lo mismo que un pordiosero.

-¡Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.

-Y tiene a sus pies un pájaro muerto -prosiguió el alcalde-. Realmente habrá que promulgar un bando prohibiendo a los pájaros que mueran aquí.

Y el secretario del Ayuntamiento tomó nota para aquella idea.

Entonces fue derribada la estatua del Príncipe Feliz.

-¡Al no ser ya bello, de nada sirve! -dijo el profesor de estética de la Universidad.

Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunió al Concejo en sesión para decidir lo que debía hacerse con el metal.

-Podríamos -propuso- hacer otra estatua. La mía, por ejemplo.

-O la mía -dijo cada uno de los concejales.

Y acabaron disputando.

-¡Qué cosa más rara! -dijo el oficial primero de la fundición-. Este corazón de plomo no quiere fundirse en el horno; habrá que tirarlo como desecho,

Los fundidores lo arrojaron al montón de basura en que yacía la golondrina muerta.

-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ángeles,

Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.

-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.

Arriba

Tuesday, June 05, 2007

Abecedario del Crimen Capitulo VIII: Las brujas de Olympia

Este capitulo de la Biblia del Mal trata sobre abusos a menores, incesto, violación, sacrificios satánicos y bestialismo. Una vez hechas las prevenciones oportunas les presentó a la familia Ingram.







Durante los 17 años previos a Agosto de 1988 los Ingram llevaron una vida aparentemente intachable. Paul Ingram, el padre, trabajaba en la oficina del sheriff de Olympia, en Washington.

A finales de la década de los setenta la familia se sintió atraída por el pentecostalismo. Paul era un padre severo y sus dos hijas, Erika y Julie eran muy reservadas con los chicos. Cuando se encontraba ya al final de su adolescencia Erika solamente había tenido dos citas.

En Agosto de 1988 las dos hermanas asistieron a unos ejercicios espirituales de dos días patrocinados por la Iglesia del Agua Viva donde una de las ponentes, la carismática Karla Franko, ilustró a la juvenil audiencia sobre el abuso sexual. Después de la sesión varias muchachas trémulas, Erika entre ellas, se declararon victimas.

Tras su confesión Erika decidió no regresar a casa y le comunicó a su madre que había soportado años de abusos sexuales por parte de su padre y sus dos hermanos. “Tú eras la única que no lo sabía”, le dijo. De todas maneras ni ella ni Julie podían afirmar si sus sufrimientos habían cesado hacía diez años o el mes anterior y sólo respondían a las preguntas después de largas pausas.

El 28 de Noviembre el aturdido padre fue detenido. Ansioso por cooperar, Paul dijo: “Si esto ha sido así, tenemos que arreglarlo”, y en su primer interrogatorio pronunció varios intentos de confesión algo vacilantes del estilo “Le habría quitado la ropa”. El psicólogo de la policía le aseguró que, una vez confesara, sus fechorías volverían torrencialmente a su memoria.

Mientras tanto Julie escribía sus recuerdos: “Un montón de hombres venían de visita y jugaban al póquer con mi papá, y todos se emborrachaban y uno o dos a la vez entraban en mi habitación para tener relaciones sexuales conmigo.” De modo que ahora se trataba de un grupo de pedófilos.

Con la nueva información se le pidió a Paul que tratara de visualizar los abusos y el hombre lo intentó pronunciando frases como “No veo nada”, “Voy a ver si consigo entrar allí”. Entre silencios de diez minutos el hombre se devanaba los sesos mientras los interrogadores lo exhortaban a “vivir en vez de seguir muriendo en vida”, gritándole “Dios te ha dado herramientas para hacerlo”.

Empleando todas sus fuerzas Ingram vio el pasado, y a su mente acudieron imágenes de Julie con las manos atadas a la cama, percibió también “un pene que se alzaba en el aire”. Le preguntaron si alguien tomaba fotos, y él replicó “Es probable, voy a ver. Sí, veo una cámara pero no veo a nadie detrás de ella….bueno sí, veo a Ray Risch”. De manera que Ray Risch amigo de Paul fue también arrestado lo mismo que Jim Rabie que resultó ser el propietario del mencionado miembro ondeante.

El interrogatorio de Jim Rabie fue igualmente sorprendente. La policía le señaló que permanecía en una etapa de negación y el hombre declaró “Debe ser como ustedes dicen porque, sinceramente, no tengo ningún recuerdo de esos sucesos”.

Mientras tanto la memoria de Paul fue mejorando con la ayuda del pastor Bratun que le practicó un exorcismo. Primero Ingram recordó haber sido el asesino de Green River. Luego vio a Rabie violando a su hijo Chad.

Turno para Chad. El muchacho fue convencido por los detectives de que padecía una “destrucción del sentido de la realidad y una total subordinación al grupo” y el muchacho lo aceptó. Luego habló de sueños de su infancia sobre “gente fuera, mirándome por la ventana…personas bajitas caminando sobre mi”. El agente Schoening le dijo “quieres creer que son sueños, no quieres creer que es real. Fue real Chad.

Por esas fechas Sandy la madre de los chicos escribía en su diario “¿Ha sido mi vida una mentira? ¿Me han lavado, oprimido, controlado el cerebro sin yo saberlo?. Sandy buscó el consuelo del pastor Bratun quien le dijo que era mala “en un ochenta por ciento” recomendándole que recordara y confesará.

Sólo faltaba por hablar el hijo mayor de la familia, Paul Junior, que vivía en Reno. La policía le localizó el 18 de diciembre y el chico tras manifestar un odio mortal por su padre (del que afirmó que “me gustaría pegarle un tiro”) hizo su propia confesión describiendo una escena espantosa que había visto por la puerta entreabierta de la habitación de sus padres. En sus propias palabras “mi madre estaba atada a la cama, Jim Rabie se la estaba tirando y mi padre tenía la polla en la boca de ella. También estaban Ray Risch y otro hombre masturbándose el uno al otro”. Pero Junior no creía que le hubieran hecho nada a él ni a sus hermanas y persistió en esa negación a pesar de que el detective Schoening le gritaba “Sabemos que eres una victima”.

Mientras tanto las confesiones de Erika tomaron un giro inesperado. La muchacha presentó un escrito sobre ceremonias satánicas de las que su padre era el principal responsable. En esa redacción se leían cosas como “A medianoche….altos sacerdotes….papá llevaba un traje y un sombrero con cuernos parecido al de los vikingos….sangre por todas partes…sacrificio….canto…un bebé muerto…mi padre me obligaba a realizar actos sexuales con animales incluidos perros y cabras”.

Cuando el caso entró en la fase prejudicial la acusación era un verdadero embrollo. Julie se escondió bajo la mesa mientras Erika describía el sacrificio de 25 bebes. Más tarde la oficina del sheriff del condado de Thurston recogió en una pizarra la estructura secreta de la recién revelada secta satánica que recogía 225 apartados interconectados con nombres como “Culto fibinite” “Heavy metal” “Comer excrementos” “enterrados vivos con insectos y serpientes” “matar bebés” “comer animalitos” “morirás si no olvidas” etc…

Mientras tanto el doctor Richard Ofshe, a quien se le pidió que explicara los mecanismos de control mental que hacían picadillo los recuerdos de los sospechosos, demostró que Paul era sumamente sugestionable, que tenía una capacidad especial para entrar en estados de trance y que además deseaba complacer a la autoridad. Ofshe sospechaba que se trataba de un caso de locura colectiva iniciada por las hermanas, que desataron avalanchas de nuevas alegaciones para cubrir viejas inconsistencias. Pero el doctor no pudo convencer a Paul de que se retractara y el 13 de abril de 1989 el padre de familia aumentó la confusión dando los nombres de diez miembros del culto que además eran compañeros suyos en la oficina del Sheriff y que actuaban en connivencia con la unidad de perros policía. Los animales habrían violado a su esposa. Luego quiso simplificar algo el caso y decidió dividir sus recuerdos en tres categorías: “Definitivamente ocurrió”, “No está muy claro que ocurrieses” y “No es seguro”. De manera que al final simplemente se confesó culpable de seis cargos de violación en tercer grado.

Pero mientras esperaba la sentencia tuvo una nueva y definitiva revelación y se dio cuenta de que se lo había inventado todo. Quizás la cercanía del veredicto y el cese de la presión de los interrogatorios y la atención mediática le llevaran por fin a reflexionar con calma sobre todo aquel asunto. En abril de 1990 declaró al tribunal “Me pongo ante ustedes, me pongo ante Dios. Nunca he abusado sexualmente de mis hijas. No soy culpable de esos crímenes”. A los jueces les sonó a excusa de última hora y le sentenciaron a veinte años.

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