Monday, March 31, 2014

¿COMO PIENSAS QUE PUEDES APROVECHAR AL MÁXIMO MI HISTORIA? ¿CREYÉNDOLA O NO CREYÉNDOLA?









Generalmente me entero de que Lars Von Trier ha dirigido una trilogía a toro pasado, la primera de ellas estaría formada por “El elemento del crimen”, “Epidemic” y “Europa”, de este primer trío tan solo he visto la primera y la última aunque sinceramente no entiendo que relación puede haber entre ellas.







La segunda es la más conocida como “trilogía corazón de oro” (aunque yo la rebauticé como “trilogía cabeza de chorlito” y es que personalmente las considero como el momento más bajo de la carrera del cineasta danés) y estaba compuesta por “Los idiotas”, “Rompiendo las olas” y “Bailar en la oscuridad”.





Luego vino la inconclusa trilogía compuesta en sus dos primeros elementos por “Dogville” y “Manderlay” que al menos tenían en común un mismo personaje protagonista. Ahora parece ser que acabamos de asistir al final de una cuarta trilogía que concluye con la película que nos ocupa que junto con “Anticristo” y “Melancolía” conformaría la denominada “trilogía de la Depresión” aunque opino que no es este elemento precisamente el que unifica formalmente los tres filmes pero luego hablaremos de eso (más bien creo que mejor no hablemos de eso).

“Nymphomaniac” tenía por lo visto una duración original de cinco horas (que dicen que estará disponible algún día) que se ha visto reducida (o censurada según otras fuentes) para dejarla en cuatro y presentada luego en dos películas separadas por motivos de funcionalidad, por lo tanto tendríamos que hablar no de dos películas sino de una sola dividida en dos por motivos extra cinematográficos aunque lo cierto es que yo al final he percibido otra cosa.





Tras una sugerente introducción asistimos al primer encuentro de los principales protagonistas de esta historia, por un lado Seligman (Stellan Skarsgard), un misántropo de edad madura y por el otro Joe (Charlotte Gainsbourg la musa que más tiempo le ha durado a Von Trier aunque tengo entendido que hasta aquí ha llegado) una mujer a la que Seligman ha encontrado inconsciente en medio de la calle. El hombre acoge a la desconocida en su casa e inmediatamente comienza entre ellos una vibrante conversación que hace que el filme adopte una estructura de cuento oral semejante a la –también- “trilogía de la vida” de Passolini, un cineasta con el que “Nymphomaniac” tiene mucho más en común que con los también homenajeados (aunque sólo sea musicalmente) Kubrick y Tarkovski.


La conversación en cuestión gira en torno a la biografía sexual de Joe (caracterizada por una precoz y desenfrenada promiscuidad) desde su infancia hasta el presente, pero no estamos ante el habitual recurso del monólogo dirigido a un escuchante silencioso -que funciona como representación del espectador-, por el contrario Seligman interrumpe, acota y disquisiciona continuamente los recuerdos de Joe contraponiendo el duro y descarnado realismo de las experiencias de la mujer con sus vastos conocimientos teóricos adquiridos exclusivamente a través de la lectura, lo que convierte el diálogo en una curiosa variante del clásico enfrentamiento filosófico entre lo apolíneo y lo dionisiaco.  





La acción avanza así en una constante definición de ambos caracteres a través del mencionado diálogo aunque en sí las imágenes describen en exclusiva las diferentes etapas de la existencia de Joe, lanzando diversos apuntes (que nunca terminan de ser conclusivos) que podrían explicar la ninfomanía de la mujer como son la relación con sus progenitores (adoración por el padre y desprecio por la madre en un freudianismo tan elemental que hasta yo puedo captarlo) o su sórdida y decepcionante iniciación al sexo con el personaje denominado Jerome que sin embargo se convertirá a la postre en el único hombre por el que llega a sentir algo parecido al amor, un personaje  al que por cierto interpreta Shia Labeouf, un dato que personalmente desconocía y que tuve que verificar en la imdb para poder creerlo.






Pero de todos modos el valor de “Nymphomaniac” reside sobre todo en la puesta en imágenes de las diversas etapas de la biografía de la protagonista, unas imágenes en las que Trier pone en juego sus indudables habilidades cinematográficas desgranando la historia en una serie de capítulos que oscilan entre el lirismo, la lascivia más lúdica y casi propia de una película porno de los setenta, lo trágico y lo grotesco, todo esto hasta llegar a un primer punto culminante que lo cierto es que desmiente la impresión original de encontrarnos ante una división meramente artificial de las dos películas.





Amen de quedar dividida por ese momento ya mencionado la trama varía también en función de la sustitución de la actriz que interpreta a Joe de joven (Stacy Martin) por la ya mencionada Charlotte Gainsbourg, a partir de ahí lo cierto es que el filme decae al volverse su argumento mucho más convencional en su puesta en imágenes y paradójicamente más extravagante en su contenido aunque no por ello deja de tener momentos extraordinarios como todo el que rodea al capítulo denominado “The Eastern & Western Church (The Silent Duck)” aunque repito que lo que predomina es un deficiente desarrollo argumental (mezclados con algunos insólitos ejercicios de auto exculpación por el escándalo de la presentación en Cannes de “Melancolía”) que quizás estén causados por esa hora recortada o censurada que se nos ha hurtado y que esperamos recuperar algún día y que no obstante desemboca en un asombroso final en el que a través del personaje del demiurgo Seligman se revela lo que podría ser el verdadero sentido de todo lo visto anteriormente y que sí conectaría esta película con otras de la obra precedente de Trier (especialmente “Anticristo” y “Dogville") al tiempo que se produce una emocionante comunión que une a dos personas tan aparentemente distintas. Pero con Trier nunca hay que irse antes de que salgan los títulos de crédito y el maquiavélico danés nos regala un epílogo tan sobrecogedor y desesperanzado como el “Los Idiotas”.





Al igual que todos los estrenos de Lars Von Trier este no ha estado exento de polémicas (aunque no tan aparatosas como las de hace algunos años lo cual no sé si es bueno o malo) y también de encendidos debates entre sus aficionados y detractores, yo no soy ni una cosa ni la otra a priori, algunas películas suyas me parecen obras maestras modernas y otras estupideces autocomplacientes, pero está claro que estamos ante uno de los escasos cineastas modernos cuyas películas significan un verdadero estímulo artístico e intelectual que nadie debería perderse.

      

             



Monday, March 24, 2014

DIEZ PASOS VACILANTES EN LA ZONA CREPUSCULAR. OCTAVO PASO. IT´S A GOOD LIFE



Emitido por primera vez el 3 de Noviembre de 1961 en la tercera temporada de la serie.

Aquí dejamos las debilidades personales, como la del episodio comentado anteriormente, y volvemos a los clásicos imprescindibles. “It´s a good life” es uno de los episodios más célebres de “Twlight Zone” que además ha sido homenajeado-parodiado en diversas manifestaciones artísticas incluyendo parte de un especial de Halloween de “Los Simpsons”.

 “It´s a good life” tuvo también el honor de ser uno de los capítulos seleccionados para la película de 1984, la que supuso un revival de la serie y un descubrimiento de la misma para las nuevas generaciones. De hecho hace poco hice una reflexión a propósito del visionado de dicha película, recuerdo que cuando la vi en su día había un acuerdo explícito entre los espectadores (al menos entre los que tenían la misma edad que yo) sobre cual era el fragmento más terrorífico, un mérito que pronto fue asignado a aquel que homenajeaba a “Nightmare at 20.000 feet”. Sin embargo con el paso de los años y el cambio de perspectiva que ofrece la edad estoy convencido de que dicho consenso señalaría ahora que no puede haber una situación más terrorífica que la descrita en esta historia que hoy nos ocupa.

En un pequeño pueblo perdido en mitad del mapa de los Estados Unidos vive Anthony Freemont (personaje protagonizado por Bill Mumy en un extraordinario acierto de casting), un niño de seis años que vive su infancia con la típica mezcla de ternura y crueldad pero con la extraordinaria característica de, por motivos que no se explican, es capaz de hacer realidad cualquiera de sus deseos. Esta cualidad convierte a Antonhy en la pesadilla de sus padres y vecinos pues además de reclamar ser complacido en sus caprichos más extravagantes, quiere asimismo que todos los que le rodean le muestren una disposición alegre e incluso piensen de manera positiva sobre él, en resumen Anthony exige ser amado y reserva castigos horripilantes (algunos de los cuales conectan con un conocido relato de Stephen King, pero seguro que es una casualidad ¿no es así Stephen?) para aquellos que no cumplen esa demanda.

Además de proporcionar un relato de tintes angustiosamente aterradores, producto de una situación que condena a sus protagonistas a una insoportable tiranía sin posibilidad de escapatoria, la historia de “It´s a good life” ofrece, como suele ser habitual en la serie, una gama de connotaciones implícitas que, como suele ser habitual asimismo, están imbricadas en el relato de forma tan difusa que permiten múltiples interpretaciones. Podríamos estar así ante una reflexión acerca de los efectos que sobre un grupo humano tiene la dictadura de una persona obsesionado no sólo con que le obedezcan sino también con que le quieran; o bien ante una suerte de inversión de papeles de una infancia generalmente acostumbrada a someterse a los deseos en ocasiones irracionales del mundo de los adultos; o incluso antes una metáfora de la figura del mismísimo Dios devenido en criatura caprichosa y necesitada de adoración.

 Como quiera que sea lo cierto es que estamos ante una historia extraordinaria que está asimismo extraordinariamente filmada, mucho mejor que en la versión que la homenajeaba en el cine que a mi entender erraba al darle al argumento un tono excesivamente artificioso y grotesco a un cuento de terror que no necesitaba más que el sencillo planteamiento que se le daba en la serie original: un niño de seis años que es capaz convertir en realidad cualquier cosa que se le pase por la imaginación ¿qué puede haber peor que eso?

Sunday, March 16, 2014

Estos dos ultimos meses he visto...

Pensaba dedicar esta entrada a un nuevo paso vacilante en la Zona Crepuscular pero quería hablar de un par de manifestaciones artísticas que he conocido en estas semanas y que me gustaría difundir porque tengo la sensación de que lo neceitan. Allá vamos


 YO FUÍ UN SOCIÓPATA ADOLESCENTE

 

 


Para un dibujante de cómics profesional la casualidad de haber compartido pupitre en el Instituto con uno de los peores asesinos de la historia se podría considerar algo así como un golpe afortunado de la vida y una oportunidad que sería un pecado desperdiciar (a ese respecto la conversación telefónica que se muestra en el epilogo de la historieta es una perfecta ilustración de ello), al menos en la tierra de las oportunidades, posiblemente en la hipócrita España se consideraría un detalle de mal gusto.

 De hecho esa sensación de buitroneo que planea sobre la gestación y el desarrollo del relato resulta ser uno de los aspectos más desagradables de este cómic, sobre todo cuando el propio autor desvela en el mismo que, contradiciendo el propio título de la obra, en realidad jamás fue amigo de Jeffry Dahmer aunque hay que decir en honor a la verdad que el carnicero de Milawaukee jamás tuvo amigos de ninguna clase.

 Derf Backderf (supongo que este no es su nombre de bautismo) acierta cuando narra los aspectos de la personalidad de Dahmer que tuvieron relación con su experiencia directa con él, así como cuando traza ese visión de la America de mediados de los setenta y el atemporal retrato del aterrador sistema de castas de las instituciones escolares norteamericanas, pero fracasa cuando elucubra sobre los oscuros motivos del precozmente perturbado carácter de su compañero de clase -algo que aunque fuera posible hacer desde luego no le correspondería a alguien como él- y también cuando trata de disculpar su propio comportamiento con respecto al chico raro de la clase y otros marginados por el estilo (como si un estudiante de 17 años en la salvaje América de 1978 pudiera haber hecho otra cosa que lo que hizo). Pese a ello una lectura muy recomendable incluso para gentes que, como yo, no son lectores habituales de este formato.


EL CASTILLO




"Edificio España" es un documental que gira en torno a esa mole estalinista situada al principio (o al final que nunca me ha quedado claro eso) de la Gran Vía madrileña y que provoca tanta fascinación como temor (lo mismo que Stalin). La verdad es que me esperaba una película que contara un poco la historia del edificio o al menos (dado que la cinta ha estado varios años en el congelador debido a que el Banco de Santander –propietario del mamotreto- ha boicoteado su exhibición) la historia del fallido intento de recuperarlo. Tampoco es, como se ha dicho, una involuntaria metáfora sobre la transición del período de esplendor urbanístico de principios del siglo XX  a la decadencia en la que ahora nos encontramos.


El documental básicamente consiste en filmar como un dicharachero grupo de operarios de origen multiétnico se dedica a vaciar por dentro la estructura del edificio lo que recuerdo un poco al “En construcción” de José Luis Guerín. Para algunos 94 minutos de escenas de derribo les parecerá un espectáculo monótono, a mí no me lo pareció aunque también reconozco que el documental en sí no cuenta nada ni significa nada pero repito que cualquier cosa que tenga que ver con ese encantador laberinto contará con mi presencia como espectador.      



Thursday, March 06, 2014

¿PERO QUÉ COÑO HACES TÚ SIN DISFRAZAR?



La escapada carnavalera de este año fue a Bilbao, ¿Qué por qué? Pues por la misma razón por la que Henri Verdoux aceptaba un vaso de ron camino del cadalso, era algo que nunca había hecho. Y no es que me muriese de ganas de ir, es sólo que aceptando que en cualquier parte de España (excepto en el sitio del que precisamente pretendía huir) hace frío en febrero-marzo, ya había tenido bastante del frío continental de la Meseta y ahora quería variar un poco probando el frío del atlántico norte.


 Dado que acepto que los conocimientos de la audiencia de este blog sobre la capital de Vizcaya no son tan amplios como los de la capital del reino variaremos un poco la estructura habitual de estas modestas crónicas de viajes convirtiendo la presente en una guía para los no iniciados en los húmedos placeres de la ciudad de las papeleras de hierro



CÓMO LLEGAR


 Bueno al menos yo he tenido que llegar por avión naturalmente y lo primero que tengo que recomendar a este respecto es nunca coger un taxi desde el aeropuerto ya que nada más traspasar la puerta del mismo hay un autobús baratito (línea 3247 de Bizkaibus) que sale cada 15 minutos y transcurre por varios puntos céntricos del casco urbano.


DÓNDE ALOJARSE 



Salvo que uno tenga por norma pernoctar en hoteles de cinco estrellas, considero imprescindible, en lo referido a establecimientos de menor constelación así como cuando hablamos de hostales o pensiones, acudir a referencias de alguien que ya se haya alojado previamente en el sitio que hayamos decidido como descanso de los mojados huesos. En nuestro caso el lugar recomendado era la Pensión Bilbao enclavada en una parte de la ciudad bastante céntrica (Calle Amistad al lado de la Plaza Circular y a cinco minutos de todo) que por el precio de 225 euros (por cinco noches, hagan cálculos) ofrecía habitación doble con baño, televisión y wifi. Eso sí, el gel de ducha mejor se lo traen ustedes. Como curiosidad señalar que al recepcionista le vimos únicamente a la hora de la entrega inicial de llaves y luego jamás se le volvió a ver el pelo (acabamos pagándole a la mujer de la limpieza).


 TRANSPORTE 



Bilbao es posiblemente la ciudad mejor comunicada que he visto, prácticamente no se puede mirar en ninguna dirección sin que haya algún medio de transporte al alcance de la mano ya sea autobús, metro o tranvía, medios por los que se puede ir a casi cualquier parte dentro y fuera de la ciudad. En ese sentido se reforzó mi opinión de que el grado de civilización de una urbe se mide por el nivel de seguridad en el acceso a sus medios de transporte, esto se traduce en TREMENDA COLADERA EN EL TRANVIA DE BILBAO. En serio, no había absolutamente ningún impedimento en el acceso ni tampoco había revisión posterior, me hizo recordar con tristeza el mismo medio de transporte en mi ciudad que para combatir el fraude necesita revisiones constantes que incluyen revisores camuflados e intercepciones aleatorias en cada parada.




La ciudad cuenta también con un funicular pero no se trata en absoluto de una atracción sino de un medio de transporte imprescindible si se quiere acceder a la zona alta, al contrario el aparato resulta una carraca tan sórdida que sorprende que nadie haya querido usarla como escenario de una película de terror.




VISITAS 





Bueno en primer lugar y como podrán imaginarse está el Guggenheim claro, edificio digno de visitar tanto por dentro como por fuera. Las tarifas son de 12 euros todos los días (lunes cerrado) excepto domingos que es de 8 euros, nosotros fuimos un viernes pero pagamos la tarifa reducida porque una de las salas estaba cerrada, se trataba de la dedicada a una exposición de Yoko Ono, lloré a gritos por la decepción.






 Tengo que decir que el Guggenheim responde a esa clase de establecimientos modernos en los que el continente es casi o más relevante que el contenido, y en que los que este último parece ser más bien una ludoteca para niños y turistas adultos que, lejos de los lugares donde son conocidos, no les importa hacer el canelo. Es el caso de la instalación permanente conocida como “La materia del tiempo” del escultor Richard Serra, una serie de laberintos de hierro macizo que el visitante puede recorrer y golpear a sus anchas.




Tres cuartos de lo mismo habría que decir de la obra que se exhibe en la segunda planta firmada por el artista brasileño Ernesto Neto, una sucesión de montajes fabricados con naylon y globos de colorines (entro otras muchas chucherías) que, según el folleto informativo “han sido creadas para atravesarlas, habitarlas, sentirlas, e incluso olerlas”, en resumen un parque cultural para niños de todas las edades y es que la era de los museos para muermos ha terminado.




Con respecto al resto de la ciudad hay que decir que estamos ante una urbe que tuvo que gastarse los dineros en crear algo que atrajera el turismo (antes del Guggi no recuerdo que Bilbao fuese señalada como destino de vacaciones en ningún caso), desde luego en ese aspecto la operación ha tenido éxito pero una conversación sobre turismo en Bilbao termina bruscamente una vez se ha elogiado con merecimiento el museo de marras. Resulta un poco injusto porque Bilbao no es tan feo como comúnmente se comenta, la Gran Vía resulta un paseo bastante agradable con muchos edificios de postín, lo mismo que la ría que no pudimos apreciar en su justa medida debido a que el tiempo impedía tanto el paseo a pie como en barca. También está el Casco Viejo aunque esta zona adolece de los mismo defectos que casi todos los centros históricos de las ciudades: resultan sobre todo un parque temático donde entre los comercios de toda la vida abundan establecimientos de lujo y cadenas alimenticias que se pueden encontrar en todas las ciudades del mundo.




También hay algunos museos aparte del ya mencionado que podríamos calificar como “museos de lluvia” pues su visita está supeditada precisamente a los días en los que el sirimiri castiga de forma inmisericorde, tal cosa sucede con el “Museo Arqueológico” (situado en medio del Casco Viejo) y el Museo Marítimo (cerca del Palacio Euskalduna) aunque este último fue especialmente de mi gusto ya que era pródigo en maquetas de barcos (que me chiflan) y en reproducciones a escala de cosas como motores de combustión y falúas de estilo veneciano. Muy recomendable.




Por último mencionar el espacio cultural “La Alhóndiga” (bien comunicado como casi todo en esta ciudad), impresionante conjunto de instalaciones que incluyen auditorios, museos, multicines, piscinas y una Biblioteca tan gigantesca que sólo la sección de cómics supera a mi Biblioteca Local. Ideal también para un día de lluvia.




Ya fuera de la ciudad en sí, una de las visitas que tenía programadas era al Puente Colgante de Portugalete (igualmente accesible por múltiples medios entre los que recomiendo el Metro de Bilbao), hay que decir también que dicha estructura tiene una finalidad eminentemente práctica ya que no hay otro modo de cruzar la ría en ese punto en concreto de la geografía ribereña vizcaína. Pero al contrario que con el funicular antes mencionado el Puente Colgante tiene un encanto steampunk verdaderamente irresistible.




Además para llegar hasta allí (desde la margen izquierda) hay que atravesar el propio Portugalete que cuenta con lo que podríamos denominar como un verdadero Casco Viejo urbano sin tiendas de pantalones ni nada por el estilo. Por añadidura al cruzar a la margen derecha se tiene acceso a parte de la costa vizcaína que la verdad no resulta demasiado alentadora (posiblemente debido a la época del año) aunque caminando por el paseo marítimo se puede disfrutar de una impresionante vista de las mansiones de principios del siglo XX de Getxo y Neguri, lujuriante exposición de la gran época de la burguesía industrial bilbaína que personalmente considero como la mejor visita de este viaje.




El penúltimo día de la incursión norteña apareció el sol y pensamos que era un buen momento para visitar San Sebastian, ciudad que personalmente yo había conocido quince años antes durante mi visita al Festival de Cine. Una de las cosas malas que tiene viajar es que no se suele prestar demasiada atención a los informativas así que hasta que estuvimos allí no nos enteramos de que se esperaba tremenda galerna de las muchas que han azotado el Cantábrico este invierno, algo nos olimos cuando al pasar por la parte vieja de la ciudad vimos los establecimientos tapados con tablas de manera y sellos de silicona pero cuando a eso del mediodía empezó a soplar el viento no tuvimos más remedio que refugiarnos en el FNAC local(que tampoco es mal sitio para pasar una tormenta qué caramba). Al menos tuve tiempo de volver a admirar el paisaje de la Playa de la Concha, echarle un vistazo al Kursaal (horrible edificio que no tiene otra explicación que la tradicional rivalidad interprovincial) y presenciar el impresionante espectáculo de las olas de la galerna remontando el río Urumea.





COMERCIO Y BEBERCIO 



Me sorprende que los vascos, siempre tan encantadoramente pagados de sí mismos, no hayan reivindicado nunca ser los inventores de la comida rápida. De las excelencias de los pintxos euskaldunes ya había tenido yo noticias en mi ya comentada primera visita al País Vasco, pero ahora he vuelto a comprobar que aquí generalmente se come de pié o ligeramente apoyado en un taburete de madera, fueron contadas con los dedos de una mano las veces que comí sentado ante una mesa con manteles y servilletas de hilo como Dios manda, el resto fue matar el hambre al estilo local. A este respecto hay que decir que tampoco es imprescindible perderse en el Casco Viejo (y en las denominadas “siete calles” que forman su núcleo duro) para apreciar esta forma de gastronomía minimalista, prácticamente en cualquier taberna de cualquier rincón de Bilbao o sus alrededores se puede encontrar la misma forma de servir y comer los pintxos. Precisamente considero la Taberna El Farol (situada en la misma calle donde se encontraba la Pensión y que, pese a ser tan céntrica como se ha dicho, no es especialmente conocida ni transitada) como un ejemplo del autentico garito vizcaíno mucho más genuino que las tabernas del Casco Viejo, esto es local minúsculo atestado de paisanos con txapela, con un suelo plagado de servilletas arrugadas, con camareros tristones y sobrios (aunque siempre de una educación irreprochable) y una barra en la que se pueden encontrar hasta siete clases de tortillas hechas con los ingredientes más insospechados. En fin, que en este punto del relato lo mejor es callarse e ilustrar.




EL TIEMPO 



Lluvia, hubiera sido idiota esperar otra cosa y sólo contaba con que dicha certeza permitiera al menos andar por la ciudad y que de vez en cuando concediera alguna tregua, por fortuna ocurrieron ambas cosas y la única vez que encontré el diluvio incompatible con la vida urbana fue en la mencionada visita a la Bella Easo (un diluvio acompañado de temperaturas de hasta ocho grados sobre cero circunstancias que convirtieron la vuelta a Bilbao en autobús en una experiencia aterradora) , de resto bastaba con cubrirse la cocorota, algo que los bilbaínos hacen empleando unos paraguas de dimensiones descomunales como jamás había visto antes, de resto los paisanos parecían llevar con desenvoltura las inclemencias del tiempo, supongo que por costumbre milenaria, algo que contrastaba claramente con la visión de dos paletos sureños armados con toda clase de prendas de invierno, circunstancia que nos delataba enseguida como turistas del subtrópico, al menos era Carnaval y yo podía aducir que iba disfrazado de Inspector Gadget.




THE PEOPLE



 El vascuence suele tener fama de ciezo y no puedo desmentir tal prejuicio por mi experiencia personal en este y el anterior viaje que hice (si exceptuamos nuestro paso por Portugalete, localidad de población eminentemente obrera en la que uno se sentía mucho menos intimidado que en zonas más tradicionales), nada que objetar siempre y cuando tal condición vaya acompañada (y en el 99% de los casos así era) de una educación intachable, aunque entre la atorrante charlatanería canaria y la sobriedad norteña el ideal sería un termino medio. Del habla local me llamaron la atención en primer término el tuteo que se aplica de forma unilateral e indiscriminada con niños y viejos, algo que resulta chocante si se procede de un territorio en el que se trata de usted incluso a los recién nacidos.




Y esto es todo lo que tengo que decir de una ciudad, una aglomeración urbana y una provincia que me gustaría volver a visitar en verano o al menos en primavera, algún día será.