Tuesday, December 30, 2008

But the kid is not my son



"El Intercambio" con spoilers

Hubo una época (lo sé por que la viví en parte) en la que las películas que dirigía o protagonizaba Clint Eastwood eran casi uniformemente consideradas como una mierda fascista y egocéntrica. Más tarde (seguramente en algún momento entre “Bird” y “Sin perdón”) eso cambió por completo y se empezaron a considerar casi como una obra maestra no solo todas las películas que Eastwood hizo a partir de ese momento sino también todas las que había hecho antes y que tanto desprecio habían generado.

Posiblemente ambas posturas son erróneas. Personalmente no he sido nunca un fan excesivo de ningún director, algo que te obliga a reivindicar (o al menos disculpar) cualquier bodrio que firme aquel al que has decidido elegir como tu director favorito. Yo prefiero distinguir las películas de una a una. En el caso de Eastwood hay que decir que es un director que cuenta con algunas obras maestras como “Mystic River” “Los puentes de Madison” o “Sin Perdón”, un buen puñado de grandes películas, algunas no tan buenas pero tolerables por motivos extra cinematográficos (“Heartbreak Ridge” es el ejemplo más claro que se me ocurre) y otras que son directamente muy malas (incluidas las incomprensiblemente reivindicadas “El jinete pálido” o “The outlaw Josey Wales” que a mí me resultan ridículas).

“El intercambio” no es una obra maestra pero tampoco es una mala película ni mucho menos. Presentada en forma de thriller la película goza de todas las cualidades de un buen producto perteneciente a dicho género como son una adecuada dirección, unas acertadas actuaciones, una historia que, prescindiendo de la cuestión de si es o no fiel a su origen verídico, tiene una progresión dramática casi perfecta que hace que apenas se nota su larga duración y que sobre todo causa una enorme intriga en el espectador por conocer cual será el desenlace del argumento. Si algún pero le pondría en este sentido sería esa sucesión de clímax finales, hasta tres seguidos (como me adelanto alguien que fue a verla antes que yo) que coinciden con la resolución del doble proceso (el judicial y el administrativo), la ejecución del asesino y esa ultima escena que funciona a modo de epilogo y que en conjunto producen una cierta sensación de agotamiento.

No comparto sin embargo las críticas que he escuchado respecto al maniqueísmo con el que se tratan algunos personajes (como el caso del mefistofélico Capitán Jones) y cómo se manipulan con fines emocionales algunas situaciones como la de la liberación de las mujeres internadas bajo el código 12 o ese ya mencionado epílogo que facilita una falsa sensación, no ya de final feliz sino de final un poco menos infeliz, que se ofrece como alivio para el personaje protagonista (y de paso para el espectador). Es lógico que haya gente que piense así e incluso no negaré que he tenido esa sensación en otras películas en las que ha ocurrido lo mismo pero lo cierto es que es el caso de “El intercambio”, quizás por la ya mencionada maestría de Eastwood a la hora de narrar los hechos y de conseguir la implicación del espectador en la historia

Lo que sí es cierto es que no se aprecia en la película ningún trasfondo filosófico o mensaje moral subyacente al estilo de muchos otros títulos del cineasta (Mystic River, Sin perdón, Banderas de nuestros padres, etc…) aunque algo sí me ha llamado la atención al margen de la simple descripción de los hechos es, lo que yo supongo, un esfuerzo por parte de Eastwood en relativizar la sensación de extrañamiento del espectador con respecto a la sociedad estadounidense de 1928. La protagonista es una madres soltera que trabaja como teleoperadora (una condición y una profesión perfectamente extrapolable a nuestros días) y que deja a su hijo frente a la radio como hoy en día podría dejarle frente al televisor. Claro que, como es lógico, resulta imposible pensar que ahora se pudiera dar el caso de que un niño desaparecido pudiera ser sustituido por otro diferente. Pero lo que no resulta tan anacrónico es la constatación de la desfachatez de unas fuerzas políticas y sociales empeñadas en valerse de cualquier tropelía con tal de lavar su imagen ante su incapacidad por resolver un crimen aunque para ello tengan que desviar las sospechas hacia las propias victimas. Vamos que si ahora, ochenta años después de los sucesos narrados en la película podemos sorprendernos de lo bestias que eran en 1928 puede que dentro de otros ochenta años haya personas que, al ver la manera en la que fue tratada la familia de Madeleine MacCann, también se sorprendan de lo bestias que éramos en 2008.

Si algo tuviera que destacar especialmente son todas las escenas relacionadas con los crímenes de Gordon Northcott que no por estar narrados por medio del uso de elipsis y planos fuera de campo resultan menos escalofriantes así como la propia personalidad del asesino: perturbada, irritante, contradictoria e imposible de analizar racionalmente como pocas veces se ha visto en pantalla.


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Tuesday, December 23, 2008

Cool Christmas

And God bless us everyone

Monday, December 22, 2008

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Wednesday, December 17, 2008

Grizzly ryder




Hoy en la Audiencia Nacional han juzgado (y absuelto) a los autores de un viñeta humorística, publicada en su día en algunos periódicos vascos, en la que se hacía alusión a una supuesta cacería de osos protagonizada por el Rey Juan Carlos en Rusia y en la que el plantígrado en cuestión había sido previamente emborrachado con vodka para que no causara excesivos problemas a la puntería real.

A mí las tonterías del Rey me dan igual. Una vez que se asume el absurdo de la monarquía hay que aceptar todo lo que traiga consigo. Lo que me ha llamado la atención de todo este asunto es una anécdota que contaban en el programa de radio que dio la noticia de la absolución. Por lo visto es bastante común que se invite a políticos y otras personalidades extranjeras a que cacen también su oso en los bosques de Rusia. Por lo visto en cierta ocasión las autoridades locales compraron para tal propósito un oso de circo ya que no tenían ningún otro mano. Se cuenta que mientras le perseguían a través de una aldea el oso encontró una bicicleta en la que se montó y en la que trató de huir pedaleando. Cierto o no es una de las cosas más tristes que he oído en mi vida.

Friday, December 12, 2008

Adios Betty

No te dedicaran tantos panegíricos como a otros que han muerto este año pero en cierto modo fuiste tan importante como ellos

Monday, December 08, 2008

Las 110 escenas que me traumatizaron de niño. Escena número II:

Supongo que mi miedo a morir ahogado proviene de haber pasado toda mi vida a menos de un kilómetro del mar y haberme criado, por lo tanto, escuchando historias de personas que un día se metieron en el agua y nunca regresaron. Recuerdo que me impresionaban especialmente los relatos de niños que morían de un corte de digestión por haberse bañado demasiado pronto después de comer, lo que motivó que durante muchos años no me acercara al agua ni para lavarme los dientes hasta que no pasaban al menos dos horas después del ultimo bocado.

Tampoco es que contribuyera mucho a calmar mi temor la actitud de algunos familiares que encontraban muy divertido meterme la cabeza debajo del agua cuando estábamos en la playa o llevarme mar adentro y bromear con la posibilidad de abandonarme allí a mi suerte. Pero lo peor de todo es que parte de mi infancia transcurrió en medio del gran pánico marino que se inicio en 1975 con el estreno de “Tiburón”.

Después del impresionante éxito de esta película tuvo lugar una verdadera fiebre por rodar cualquier película con tal de que tuviera por protagonista alguna amenaza que proviniera del fondo del mar, ya fueran orcas asesinas, pirañas, pulpos gigantes, cocodrilos o incluso ¡una barracuda! (se ve que los guionistas de esta última película no habían prestado atención a esa escena de “Tiburón” en la que el alcalde de Amity Island dice eso de “Gritas ¡Barracuda! Y la gente responde ¿y que?”).

La mayor parte de estos productos, para que nos vamos a engañar, eran mierda (o al menos lo eran antes de que la irrupción en el mundo del cine de un acromegálico director italoamericano provocara una entusiasta revisión del cubo de la basura del cine en el que reposaban tranquilamente todas estas películas) pero nunca ha hecho falta gran cosa para aterrorizar a un niño o al menos a un niño de aquella época

La película que contiene la escena de la que les quería hablar hoy es “Los abismos de las bermudas” (The Bermuda Depths) y dado que, según la imdb, fue estrenado en 1978 (es una película hecha para televisión aunque desde luego yo la vi en el cine) hay que deducir que entra de lleno en la categoría de película de monstruos marinos que trataron de aprovechar el éxito de Spielberg. “Los abismos de las Bermudas” narra la historia de la amistad entre un niño y su amiga imaginaria, una especie de ser mitológico llamada Jenny Haniver (término por el que se conoce a una criatura falsa fabricada a base de restos de animales auténticos).





Los niños sellan su relación inscribiendo sus iniciales en el caparazón de una tortuguita. Los años pasan y los niños se hacen mayores lo mismo que la tortuga que más bien se hace supergigante.



La película estaba protagonizada por Connie Selleca (en el papel de Jenny Haniver) una de las heroínas de la televisión de los ochenta. También andaba por allí (de hecho es el principal protagonista de la escena en cuestión) Carl Wathers el no menos mítico Apollo Creed. Al chico lo interpretaba un don nadie que nunca hizo nada digno de mención y cuya ultima reseña en la imdb se llama paradójicamente “Gone but not forgotten”.

La película está entera en el youtube lo cual me ha evitado el esfuerzo de buscarla en las alcantarillas de la red pero es una lastima que la escena que quería traer aquí esté precisamente partida por el corte entre los dos videos que se muestran a continuación. La secuencia comienza en el minuto 07.20 del primer video y termina en el 00.15 del segundo video.








Posiblemente estas maquetas que cantan a gloria hoy en día no asustarían ni a un tonto mormon recién nacido pero en aquellos años resultaba bastante impresionante. Y yo que ya entonces tenía miedo de hundirme algún día en los abismos insondables del Atlántico Sur ¿Qué podía ser más terrorífico que hacerlo anclado al cuello de una tortuga gigante?.

Wednesday, December 03, 2008

La pelicula misteriosa. Wet Nightmare