Abecedario del crimen capitulo XI: Cardos en el ático

La historia de hoy comienza en 1903 en la ciudad de Milwaukee (Wisconsin) en la que vivía el matrimonio formado por Fred y Walburga Oesterreich.

En aquella época Walburga de 36 años hacia tiempo que se había desencantado de su marido, un borracho negrero propietario de una fábrica de delantales. En el año que nos ocupa Fred había contratado como mecánico a un menudo e introvertido chico de 16 años llamado Otto Sanhuber. Walburga le cogió cariño al nuevo empleado. Tanto que la máquina de coser que tenia en su casa comenzó a estropearse tan a menudo que el pobre Otto prácticamente no salía del domicilio de la resuelta mujer. Cuando Fred comenzó a ponerse celoso Walburga decidió escaparse con Otto y regalarse un largo viaje por Chicago y Saint Louise pero Fred los siguió. La adultera consintió en regresar a casa pero se enfureció tanto que nada más volver le rompió un candelabro de plata en la cabeza al cornudo.
Tras el incidente la mujer decidió que la única manera de escapar a los celos de su esposo era instalar a su joven amante en su propia casa, con lo cual un día de 1905 mientras Fred estaba trabajando ella acomodó a Otto en el desván de la enorme mansión familiar. A partir de ese momento siempre que Walburga quería recibir las atenciones del muchacho arañaba tres veces el techo como señal de que no había moros ni maridos en la costa.
Durante el día Walburga vivía con Otto. Por la noche con Fred. De modo que todo pasaba en diferentes momentos pero en el mismo lugar. Con el tiempo el matrimonio se trasladó a Saint Andrews Place, al norte de Los Ángeles. Otto se mudó también y fue convenientemente instalado en otro ático. Durante años el peculiar menage a trois funcionó sin problemas pero con el tiempo Otto empezó a volverse descuidado. Fred empezó a escuchar un arrastrar de pies por encima de su cabeza además de notar como sus cigarros y su bebida desaparecía a una velocidad alarmante. Su esposa achacaba los ruidos a plagas de ratas y cuando su marido se quedaba perplejo porque la comida desaparecía como por arte de magia, ella lo ridiculizaba por su memoria de borracho. Lo mismo ocurrió cuando Fred juró que desde el jardín había distinguido un rostro que miraba por la ventana del polvoriento ático.
Pasaron los años, la Primera guerra mundial empezó y terminó y el negocio de Oesterreich florecía. Mientras tanto Otto mataba el aburrimiento convirtiéndose en escritor. Y no sólo eso, también empezó a mandar sus escritos a diversas editoriales. Tras once años de rechazos al final los vívidos relatos de Otto, repletos de intensas historias de amor sagrado y profano en los mares del Sur empezaron a ser solicitados ansiosamente por los editores de novelas baratas.
La absurda situación estalló por fin el 22 de agosto de 1922, dieciséis años después de que Otto empezara a vivir como una araña. Aquel día Fred volvió a casa temprano pillando a Otto desprevenido en el piso de abajo y dándole tiempo apenas de ocultarse. Por algún motivo Fred y Walburga empezaron a discutir de un modo tan intenso que el amante decidió entrar en la sala y pegarle cuatro tiros en la cabeza a Fred con una pistola del 25, regalo de Walburga naturalmente.
Walburga se hizo cargo de la situación y tras ordenar a Otto que volviera a su ratonera llamó a la policía y declaró que a su marido le había disparado un ladrón. No la creyeron. El arma era una “pistola de señora” que ningún criminal profesional habría utilizado, y todo el mundo sabía que Walburga detestaba a su marido. Para complicar más las cosas se le encontró un anillo de diamantes que, según su declaración, había sido robado en el atraco. Con todas estas evidencias Walburga fue arrestada.
A pesar de su apurada situación la acusada no dejaba de pensar en su amante que sin duda debía estar aun la casa preguntándose como estarían yendo las cosas. Por ello mandó llamar a su abogado Herman Shapiro y le pidió que fuese a su casa, entrase en la habitación, abriese la puerta del armario y arañara tres veces en un panel encima de la estantería. Shapiro que tenía a su clienta por una chiflada fue para asegurarse, en realidad, que no pasaba nada.
Cuando tras escuchar la señal convenida apareció el pálido Otto la verdad surgió desordenadamente; es probable que después de casi veinte años el hombre estuviera contento de hablar con otro ser humano que no fuera Walburga. Otto confesó haber disparado a Oesterreich y el abogado quedó perplejo. ¿Qué debía hacer?. Las pruebas contra Walburga eran circunstanciales pero si Otto confesaba el asesinato su clienta podía ser acusada de coautora o al menos de cómplice. Shapiro decidió aconsejar a Otto que hiciera lo que mejor se le daba: desaparecer. Así lo hizo estableciéndose en Pórtland, Oregon donde se casó con una mecanógrafa que aceptó su amnesia selectiva que abarcaba de 1903 a 1922. Entretanto y como Shapiro había deducido Walburga fue exonerada.
Pero las cosas volvieron a enredarse. Una vez en libertad Walburga empezó a acosar a su abogado exigiendo que le revelara el paradero de su amante. Shapiro, demostrando su buen juicio una vez más, empezó a temer seriamente por su vida y como se había guardado una declaración jurada de Otto que revelaba toda la verdad sobre el asesinato de Fred Oesterreich resolvió acudió a la policía.
En 1930 Otto y Walburga fueron finalmente procesados. Otto fue juzgado primero y el jurado lo condenó por homicidio en tercer grado sin premeditación. La condena fue de tres años. Walburga en cambio fue de nuevo absuelta. No parece que la pareja volviera a verse jamás. El abecedario del crimen no desvela que fue de Otto, pero sí que Walburga con el correr de los años perdió todo su dinero y acabó sus días viviendo encima de un garaje en la ciudad de Los Ángeles.

Buscando las (escasas) fotos del caso Oesterreich he descubierto que la historia ha sido llevada a la pantalla en dos ocasiones. Una de ellas en una película narrada en clave de comedia (lo que no es de extrañar) y protagonizada por Shirley Mclaine en el papel de Walburga y Richard Attenborough en el de su marido.

También existe una película para televisión basada en los mismos hechos (aunque sospecho que con bastante menos gracia) con Neil Patrick Harris (conocido exclusivamente por ser el protagonista de “Un medico precoz” posiblemente la serie más idiota de la historia) en el papel de Otto.
