Detesto a esta mujer. O mejo dicho detesto lo que representa, la considero un resumen de todas las características que hacen odioso el ejercicio de la política y entre los innumerables ejemplos a escoger de como se manifiesta dicho arte en nuestro país este que sigue nos vendría al pelo.
Pero a pesar de ello no puedo dejar de alabar su reflexión ante lo sucedido hace dos días en Burgos. Una reflexión que ha recibido numerosas críticas por romper la unanimidad con la que la clase política suele afrontar este tipo de sucesos.
El terrorismo provoca muchas desgracias, algunas de forma directa (y ahí esta el atentado de ayer para demostrarlo) y otras de forma menos violenta pero igualmente preocupante. Aguirre no entiende cómo se puede aparcar un coche bomba al lado de una Casa Cuartel y yo (y tengo la sensación de que otra mucha gente) tampoco, y expresar un razonamiento tan lógico aunque sea en temas como este me parece un ejercicio bastante sano, esperemos que se siga practicando.
He vuelvo a ver Chinatown después de veinte años. Sigue siendo la hostía. Sólo quería decirles eso suponiendo que no lo supieran o lo hubieran olvidado.
Las 110 escenas que me traumatizaron de niño. Dejame entrar
La escena que aterrorizó a una generación.
Bueno la verdad es que yo no era exactamente un niño cuando vi esto, debía tener ya más o menos 15 años así que tampoco es que fuera exactamente un hombre, de hecho yo diría que tenía más de lo primero que de lo segundo.
Pero además había circunstancias agravantes como el hecho de que vi esta escena en el marco físico de un lóbrego hospital público, en un televisor alquilado (que no sé por qué son aparatos que dan bastante miedo) y además en compañía de dos marineros que también me aterrorizaban bastante con sus historias de fight & fucking alrededor del mundo (en especial el relato que uno de ellos me hizo sobre su operación de apendicitis en Irán).
Como quiera que fuese lo cierto es que aquella noche quedé vivamente impresionado por esta escena que es sin duda la más recordada de Salem´s Lot un producto para televisión que llegó a pasarse en los cines españoles con el aberrante título de “Phantasma II”, y digo aberrante porque Salem´s no tenía absolutamente nada que ver con ninguna clase de secuela de Phantasma (afortunadamente además ya que la película de Coscarelli me parece un bodrio).
La obra que nos ocupa hoy está basada (ignoro en qué grado de fidelidad) en uno de los libros más conocidos de Stephen King, y estaba protagonizada por David Soul (el rubio de Starsky Hutch para que no se molesten en buscar el nombre en la imdb) y James Mason. Detrás de las cámaras Tobe Hooper que ya con su opera prima “La matanza de Texas” se había ganado el cielo de los amantes del género.
Para qué nos vamos a engañar, hoy en día este producto no daría miedo ni a un niño de teta debido a su sentido de la acción –más dramático que efectista- y a lo pedestre de sus recursos técnicos, algo que se puede verificar en las puntuales apariciones del monstruo protagonista y su aspecto semejante a un enorme pene con dientes.
Pero en aquellos años la cosa era distinta y desde luego repito que no fui el único al que le entro el cangüelo con esta historia de niños vampiros de ojos terroríficos. En concreto mi hermana me contó que una de sus compañeras de clase sufrió un ataque de ansiedad durante otra escena protagonizada en esta ocasión por el bueno de Geoffrey Lewis.
En fin, como siempre, prosigue la ronda infinita y en consecuencia lo que hoy da miedo mañana será objeto de mofa, befa, escarnio y ludibrio(tal y como podrán comprobar en las crueles observaciones de la sección de comentarios de ambos videos).
No es una leyenda urbana, recuerdo perfectamente haberlo leído hace años en un periódico. Es la historia de una mujer que está de baja por enfermedad. Un colega del trabajo va a verla a su casa en compañía de su esposa y de su hijo de diez años. Finalizada la visita y con la familia ya en la calle el niño se da cuenta de que ha dejado olvidada su mochila y regresa a buscarla. Pero debido a una equivocación toca en la misma puerta pero en un piso diferente al de la compañera de su padre, un piso habitado por una mujer con sus facultades mentales perturbadas que abre la puerta armada de un cuchillo con el apuñala al niño hasta matarle.
Supongo que habrán escuchado la noticia de la muerte del hijo recién nacido de Dalila Mimouni, la joven que tuvo el dudoso honor de ser la primera persona fallecida en España a causa de la Gripe A.
La muerte del bebe no se debió a la enfermedad de su madre, si así hubiera sido no habría nada de que hablar. El hecho de que el niño haya fallecido por una causa completamente distinta a la gripe -un error médico (ya asumido) que se cometió cuando se le administró un alimento por vía intravenosa en lugar de por vía nasogástrica- por sí solo tampoco es algo que merezca la pena mencionar, se trata de un error como muchos otros que se pueden cometer que en este caso ha tenido consecuencias fatales y que es de desear que produzca la depuración de las responsabilidades consecuentes aunque esperemos que no se termine en un linchamiento, algo que con lo que está cayendo ahora mismo veo muy difícil evitar.
Lo verdaderamente impresionante es el conjunto de la historia, el hecho de que tantas desgracias se hayan reunido al mismo tiempo en un círculo de seres humanos tan reducido, un conjunto de fatalidades consecutivas aunque totalmente independientes la una de la otra lo que convierte lo sucedido en algo más que una tragedia: es una verdadera broma cósmica.
Creo que son cosas como esta las que me refuerzan en mi ateismo, mucho más que cualquier complicada reflexión teológica. Está claro que Dios no puede existir, y si existe además de apretar también ahoga y luego orina sobre el cadáver. Que cada cual elija la opción que menos le incomode.
Lo cierto es que no tenía muchas ganas de ir a ver “Tetro”. Aunque Francis Ford Coppola ha dirigido al menos tres películas que figurarían siempre en cualquier lista personal de las diez mejores de la historia no me ha interesado mucho nada de lo que ha hecho después de que volviera a arruinarse con “Cotton Club” (que a pesar de ello es su última obra maestra). Eso incluye “El Padrino III” y “Drácula” aunque con estas dos al meno recuperó algo de liquidez. Además el día que por fin había decidido ir a verla resultó que pasaban “El Padrino II” por el satélite y lo interpreté como una señal divina.
Pero bueno por una serie de circunstancias que no vienen al caso al final terminé por sentarme en un cine a ver un filme de Coppola después de casi veinte años. Lo primero que tengo que decir es que discrepo de algunas críticas (entre ellas la de Cara de Cráter) que consideran el comienzo de la película como lo único valioso de la misma. A mi me pasó al revés. Lo peor que te puede pasar cuando ves alguna clase de manifestación dramática es que te importe un pimiento lo que le pase a los protagonistas de dicho drama y eso fue exactamente lo que me sucedió al menos durante una hora larga.
Es posible que parte del problema resida en el hecho de haber visto una versión doblada al castellano, algo poco recomendable en cualquier circunstancia y absolutamente inadmisible en cualquier película en la que se habla en más de un idioma diferente, sobre todo si uno de esos idiomas es el español. Lo cierto es que el doblaje me sacó bastante de la historia sobre todo por ese extraño y exageradísimo acento argentino de algunos personajes. Aparte de eso no estaba viendo nada realmente interesante aparte de una historia muy sosa sobre el reencuentro de dos hermanos sobre los que planea la sombra amenazadora de un padre dominante y castrador y a los que dan vida Vincent Gallo -en una de sus acostumbradas ejercicios de sobreactuación aunque es justo decir que la mayor parte de sus personajes demandan precisamente eso- y un chico llamado Alden Ehrenreich que parece el producto de un experimento en el que se han fusionado los rostros de todos los ídolos adolescentes de la pantalla de los últimos 25 años, en cualquier caso demasiado guapo para poner atención a nada de lo que diga o haga.
A ellos se une Maribel Verdú en el típico personaje colocado para hacer las preguntas que nos gustaría hacer a los espectadores, es decir su papel es un artefacto útil pero tosco, igual que una fregona. Y alrededor de este trío una cohorte de histriónicos comediantes locales que dejan la habitual sensación de desagrado siempre que un director norteamericano retrata una sociedad que no es la suya (especialmente si es hispana).
En fin un panorama no muy alentador aunque hay que decir que la película mejora en cuanto abandona el tono costumbrista y se adentra en el más feroz de los melodramas en el que además se revelan una serie de claves que dan mucho sentido a lo visto anteriormente. Llegados a este punto de la película es curioso señalar que, aunque en lo que se refiere al fondo de la historia, “Tetro” no se diferencia mucho de la trilogía de “El Padrino” en cuanto a la descripción de complejas relaciones paterno-filiales y fraternales, en lo formal esta última parte de la película recuerda muchísimo al estilo de filmar del Almodóvar de los últimos veinte años. Es algo que Cara de Cráter había mencionado ya en su crítica y que muchas otras personas han comentado igualmente.
Como quiera que sea podemos resumir diciendo que “Tetro” es una película bastante irregular con un comienzo muy pesado y con un desarrollo final mucho más sugestivo y por momentos hasta brillante. Está claro que Coppola ya nunca volverá a ser el hombre que filmó “Apocalypse now” o “Rumble fish” pero bueno, al menos no es “Peggy Sue se casó”.