¿COMO PIENSAS QUE PUEDES APROVECHAR AL MÁXIMO MI HISTORIA? ¿CREYÉNDOLA O NO CREYÉNDOLA?
Generalmente me entero de que Lars Von Trier ha dirigido una
trilogía a toro pasado, la primera de ellas estaría formada por “El elemento
del crimen”, “Epidemic” y “Europa”, de este primer trío tan solo he visto la
primera y la última aunque sinceramente no entiendo que relación puede haber
entre ellas.
La segunda es la más conocida como “trilogía corazón de oro”
(aunque yo la rebauticé como “trilogía cabeza de chorlito” y es que
personalmente las considero como el momento más bajo de la carrera del cineasta
danés) y estaba compuesta por “Los idiotas”, “Rompiendo las olas” y “Bailar en
la oscuridad”.
Luego vino la inconclusa trilogía compuesta en sus dos
primeros elementos por “Dogville” y “Manderlay” que al menos tenían en común un
mismo personaje protagonista. Ahora parece ser que acabamos de asistir al final
de una cuarta trilogía que concluye con la película que nos ocupa que junto con
“Anticristo” y “Melancolía” conformaría la denominada “trilogía de la
Depresión” aunque opino que no es este elemento precisamente el que unifica
formalmente los tres filmes pero luego hablaremos de eso (más bien creo que
mejor no hablemos de eso).
“Nymphomaniac” tenía por lo visto una duración original de
cinco horas (que dicen que estará disponible algún día) que se ha visto reducida
(o censurada según otras fuentes) para dejarla en cuatro y presentada luego en
dos películas separadas por motivos de funcionalidad, por lo tanto tendríamos
que hablar no de dos películas sino de una sola dividida en dos por motivos
extra cinematográficos aunque lo cierto es que yo al final he percibido otra
cosa.
Tras una sugerente introducción asistimos al primer
encuentro de los principales protagonistas de esta historia, por un lado
Seligman (Stellan Skarsgard), un misántropo de edad madura y por el otro Joe
(Charlotte Gainsbourg la musa que más tiempo le ha durado a Von Trier aunque
tengo entendido que hasta aquí ha llegado) una mujer a la que Seligman ha
encontrado inconsciente en medio de la calle. El hombre acoge a la desconocida
en su casa e inmediatamente comienza entre ellos una vibrante conversación que hace
que el filme adopte una estructura de cuento oral semejante a la –también-
“trilogía de la vida” de Passolini, un cineasta con el que “Nymphomaniac” tiene
mucho más en común que con los también homenajeados (aunque sólo sea
musicalmente) Kubrick y Tarkovski.
La conversación en cuestión gira en torno a la biografía
sexual de Joe (caracterizada por una precoz y desenfrenada promiscuidad) desde
su infancia hasta el presente, pero no estamos ante el habitual recurso del
monólogo dirigido a un escuchante silencioso -que funciona como representación
del espectador-, por el contrario Seligman interrumpe, acota y disquisiciona
continuamente los recuerdos de Joe contraponiendo el duro y descarnado realismo
de las experiencias de la mujer con sus vastos conocimientos teóricos
adquiridos exclusivamente a través de la lectura, lo que convierte el diálogo
en una curiosa variante del clásico enfrentamiento filosófico entre lo apolíneo
y lo dionisiaco.
La acción avanza así en una constante definición de ambos
caracteres a través del mencionado diálogo aunque en sí las imágenes describen en
exclusiva las diferentes etapas de la existencia de Joe, lanzando diversos
apuntes (que nunca terminan de ser conclusivos) que podrían explicar la
ninfomanía de la mujer como son la relación con sus progenitores (adoración por
el padre y desprecio por la madre en un freudianismo tan elemental que hasta yo
puedo captarlo) o su sórdida y decepcionante iniciación al sexo con el
personaje denominado Jerome que sin embargo se convertirá a la postre en el
único hombre por el que llega a sentir algo parecido al amor, un personaje al que por cierto interpreta Shia Labeouf, un
dato que personalmente desconocía y que tuve que verificar en la imdb para
poder creerlo.
Pero de todos modos el valor de “Nymphomaniac” reside sobre
todo en la puesta en imágenes de las diversas etapas de la biografía de la
protagonista, unas imágenes en las que Trier pone en juego sus indudables
habilidades cinematográficas desgranando la historia en una serie de capítulos
que oscilan entre el lirismo, la lascivia más lúdica y casi propia de una
película porno de los setenta, lo trágico y lo grotesco, todo esto hasta llegar
a un primer punto culminante que lo cierto es que desmiente la impresión
original de encontrarnos ante una división meramente artificial de las dos
películas.
Amen de quedar dividida por ese momento ya mencionado la
trama varía también en función de la sustitución de la actriz que interpreta a
Joe de joven (Stacy Martin) por la ya mencionada Charlotte Gainsbourg, a partir
de ahí lo cierto es que el filme decae al volverse su argumento mucho más
convencional en su puesta en imágenes y paradójicamente más extravagante en su
contenido aunque no por ello deja de tener momentos extraordinarios como todo
el que rodea al capítulo denominado “The Eastern & Western Church (The
Silent Duck)” aunque repito que lo que predomina es un deficiente desarrollo
argumental (mezclados con algunos insólitos ejercicios de auto exculpación por
el escándalo de la presentación en Cannes de “Melancolía”) que quizás estén
causados por esa hora recortada o censurada que se nos ha hurtado y que
esperamos recuperar algún día y que no obstante desemboca en un asombroso final
en el que a través del personaje del demiurgo Seligman se revela lo que podría
ser el verdadero sentido de todo lo visto anteriormente y que sí conectaría
esta película con otras de la obra precedente de Trier (especialmente
“Anticristo” y “Dogville") al tiempo que se produce una emocionante
comunión que une a dos personas tan aparentemente distintas. Pero con Trier
nunca hay que irse antes de que salgan los títulos de crédito y el maquiavélico
danés nos regala un epílogo tan sobrecogedor y desesperanzado como el “Los
Idiotas”.
Al igual que todos los estrenos de Lars Von Trier este no ha
estado exento de polémicas (aunque no tan aparatosas como las de hace algunos
años lo cual no sé si es bueno o malo) y también de encendidos debates entre
sus aficionados y detractores, yo no soy ni una cosa ni la otra a priori,
algunas películas suyas me parecen obras maestras modernas y otras estupideces
autocomplacientes, pero está claro que estamos ante uno de los escasos
cineastas modernos cuyas películas significan un verdadero estímulo artístico e
intelectual que nadie debería perderse.