Three sundays in a week

Hablamos de Brothers película dirigida por Jim Sheridan (“En el nombre del padre” “In America”) con una historia interesante (el regreso a casa de un soldado al que su familia había dado por muerto) y que cuenta con un poderoso trío protagonista (Tobey Mcguire, Jake Gyllenhaal y Natalie Portman).
En definitiva una película que tenía todas las hechuras de resultar un espectáculo interesante cosa que no sucede por varios motivos. El principal de ellos reside en que, lo que se supone que debe ser el conflicto principal, no empieza a desarrollarse hasta que no ha pasado una hora larga de metraje. Resulta una introducción sorprendentemente extensa para una película de no más de 100 minutos de duración, extensa y además poco interesante y por si fuera poco bastante pacata, el tipo de situación que sólo es posible en los horribles tiempos de pulcritud aparente en los que vivimos.
Esta observación podría ser extensible incluso a la parte más interesante de la cinta, la del retorno del hermano perdido, y ni siquiera las excelentes escenas que protagoniza un desquiciado Tobey Mcguire están aprovechadas de forma eficiente puesto que las razones que provocan la desazón del protagonista han sido ya reveladas con anterioridad con lo que se pierde el efecto del suspense que, el habitualmente mal empleado recurso del flashback, podría haber contribuido a potenciar. De este modo el desenlace del drama se transforma en algo tan desequilibrado y timorato como el resto de esta olvidable película.
2. The ghost director

No sé si hubiera ido a ver esta película de no estar dirigida por Roman Polanski. Y ni siquiera lo he hecho porque estime que los últimos títulos del director polaco hayan sido algo digno de ser visionado, de hecho considero (excluyendo algunos pasajes de “El Pianista”) que desde “La muerte y la doncella” no hemos tenido demasiadas muestras de su genio creativo. Quizás tenía la sensación de que podíamos estar ante la presencia de la última película de Polanski si finalmente es extraditado y le caen setenta años (algo improbable pero no imposible). A este respecto me ha resultado llamativo el hecho de que uno de los personajes de esta película se niegue a volver a su país de origen por miedo a ser procesado.
De todos modos no seré yo el que declare que exista un estilo de filmar películas que pueda ser definido como característico de este director, ni en fondo ni en forma, ya que en ambos aspectos Polanski se ha mostrado en los últimos años bastante ecléctico. En el caso de “The Ghost Writer” nos encontramos con un thriller de carácter marcadamente político que tiene como protagonista a un escritor (Ewan Mcgregor) que recibe el encargo de escribirle las memorias a un ex Primer Ministro británico (Pierce Brosnan), personaje que resulta imposible no ser considerado como un alter ego de Tony Blair (laborista y proclive a una desacomplejada colaboración con el gobierno norteamericano en el conflicto de Irak).
El primer segmento de la película me pareció un prodigio de narración, abundante en detalles de interés pero al mismo tiempo muy sobrio (tanto como el sombrío ambiente del relato que se desarrolla en un mundo invariablemente lluvioso y frío), carente de cualquier elemento superfluo. A este respecto resulta modélica la breve pero eficaz definición de los personajes principales, en especial esa figura del ex Primer Ministro que se asemeja a un estremecedor arquetípo de cómo un hombre intelectualmente limitado puede llegar a presidir una de las naciones más importantes del mundo aupado únicamente por un seductor magnetismo personal y las ayudas políticas y financieras adecuadas.
Quizás la película se resiente un poco cuando entra de lleno en el territorio del thriller donde la trama avanza ayudándose de algunos recursos de guión un poco sonrojantes y sobre todo está perjudicada por un descenso acusado del ritmo que hace que la película termine por resultar un tanto cansina.
En cuanto al desenlace (que tiene lugar a partir de una escena de claras influencias del cine de Hitchcock o incluso de la reelaboración que, del mismo cineasta, hizo Brian de Palma), decir que reafirma el tono de la película que esta muy próxima a los densos thrillers político-paranoicos de los años setenta (“Acción ejecutiva” y “The Parallax view” son los dos títulos que se me vinieron a la cabeza mientras veía “The ghost writer”) que eran igualmente sobrios, intensos y de un tono profundamente pesimista en cuanto al resultado final de la lucha entre el individuo y el casi invencible poder del Estado.
Esto es algo que sin duda puede desconcertar al público acostumbrado al estilo más vibrante (y también más conciliador) del moderno cine de intrigas políticas y además con razón puesto que a este respecto la película de Roman Polanski termina por ser un verdadero anacronismo, posiblemente el mismo Polanski también lo sea.