Short Cuts.
Dado que siguen sin aparecer estrenos de relumbrón y dado que últimamente no se ha muerto nadie interesante aprovecho una recomendación que me hizo Dorando en los comentarios de una de las últimas entradas para colar una lista de diez relatos cortos que me han gustado. Digo que me han gustado y no que son los diez mejores que he leído porque hacer una lista como esa supondría un esfuerzo intelectual del que no me siento capaz.
De todas maneras si algún día me pongo a ello estoy seguro que muchas de los relatos que se describen aquí estarían en dicha lista. Pero de momento vamos con lo que tenemos. Siempre que me ha sido posible he añadido un link con el relato en cuestión por si tuvieran alguna dificultad en encontrarlo. Aunque les recomiendo que hagan lo que este en su mano por leerlos como Dios manda, es decir en soporte tocable, subrayable y manchable de mantequilla.

1. La casa de Asterión. Jorge Luis Borges
Cuando yo tenía unos diez años o así mi padre se presentó en casa con dos libros que se regalaban a modo de promoción de una serie de volúmenes que se anunciaba por TV. En concreto esa promoción correspondía a la Colección de Literatura Universal Bruguera, una serie de ejemplares de tapa dura de aspecto agradable refiriendome con esto a que dicho aspecto invitaba a leerlos y no como en otros casos que más bien invitan a todo lo contrario.
Sin que hubiera ninguna razón lógica para ello mi padre le dio a mi hermano el que venia en tapas rojas y a mí el que venía en tapas amarillas. Cuando algún tiempo más tarde ojeé el que había recibido mi hermano supe que a mí me había tocado el libro malo. El de mi hermano era “A sangre fría” de Truman Capote y yo había abierto el libro en la parte de la confesión de Perry Smith quedando atrapado ya para siempre en sus páginas.
A mí en cambio me había correspondido “Nueva antología personal” de un escritor cuyo nombra sonaba a pie rajado con un trozo de loza. Empecé a leerlo por el poema llamado “Fundación mítica de Buenos Aires” y al poco rato el volumen terminó yendo a parar al el limbo de los libros que nunca serían leídos. Quizás Borges fuera demasiado para un niño (hay quien sostiene que es demasiado en cualquier circunstancia pero no deseo hablar sobre eso) y de todos modos la poesía nunca fue el punto fuerte del argentino, al menos en mi opinión.
“La Casa de Asterión” no es mi relato preferido de Borges y no estaba incluido en aquella antología. Lo leí bastante más tarde en un libro de literatura del instituto y fue esa lectura la que me empujó a recuperar aquel libro de tapas amarillas y luego a intentar leer cualquier cosa que hubiera escrito el argentino aunque se tratase de la lista de la compra. Si tuviera que definir el relato en palabras diría que se trata de una revelación. La revelación del otro, o mejor dicho de su existencia o de la consciencia de su existencia, un consciencia que no se revela hasta la última frase que es la que obliga a replantearse todo lo leído hasta ese momento. Una técnica literaria que recuerda algo a la de O. Henry (y de la que ofrecí una muestra en la entrada que finalizaba la temporada de Navidad en el blog) y que sin duda recuerda también a la de ciertas historias (cuyo final igualmente nos ha sorprendido) en formato de películas cinematográficas.

2. La autopista del Sur. Julio Cortazar
Otro argentino que está vinculado al anterior por algo más que el país de nacimiento ya que por alguna razón ha existido siempre un antagonismo entre estos dos escritores o mejor dicho entre los hombres que los han leído. Nunca me he sentido atraído por este tipo de competiciones literarias y no entiendo porque alguien no puede disfrutar en la misma vida de “El jardín de los senderos que se bifurcan” y “La noche boca arriba”.
La historia de Cortazar empieza también con un libro no leído. Se trata de una amenazante edición de “Rayuela” que lleva mucho tiempo en mi casa. Digo amenazante por su volumen y por ser una de esos odiosos productos de letra minúscula y cubiertas blandas como el requesón. El libro, como digo sigue ahí y estoy seguro de que algún día él y yo llegaremos a entendernos.
Mi primer encuentro con Cortazar tuvo lugar en cambio a través de “Historias de Cronopios y famas”. Incluso había pensado elegir para esta selección el desternillante relato “Pérdida y recuperación del pelo” pero luego pensé que quizás sería demasiado radical así que opté por el mucho más académico “La autopista del sur”
El relato pertenece a un compendio de las obras completas de Cortazar que me temo no podré terminar porque dicho compendio ha desaparecido misteriosamente de mi biblioteca (y créanme que su tamaño no lo hace fácil de esconder) algo que me ha fastidiado bastante aunque siempre he pensado que un libro es posiblemente lo que menos pena debería dar que te robaran.
“La autopista del sur” es la historia de unos automovilistas que se ven atrapados en un gigantesco atasco que parece no tener fin. No soy muy bueno como crítico literario pero creo que no sería demasiado aventurado considerar el relato como una metáfora de la vida moderna en la que un individuo se ve obligado a interactuar no con aquellos con los que desea hacerlo sino simplemente con los que le tocan en suerte. Al igual que los conductores de los vehículos que se ven forzados a convivir con aquellos con los que la casualidad les ha colocado durante el atasco estableciendo una relaciones aparentemente profundas pero en el fondo tan evanescentes (al igual que en la vida real) que se deshacen de inmediato cuando el atasco se resuelve y todos ellos tienen que volver una vez más a la carretera “donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia delante”

3. Un sumario. Alexander Kuprin
Empezamos con las rarezas. Estoy seguro de que muchos de ustedes han leído o al menos conocen a los dos autores mencionados anteriormente así como los relatos que escribieron pero presumo que ni esta historia ni el hombre que la creó son del conocimiento general. De hecho la información que existe sobre Kuprin es bastante escasa y en esta ocasión no ha sido posible encontrar su relato y enlazarlo aquí.
Yo descubrí a ambos (es decir al relato y a su autor) en una colección llamada “Joyas del cuento europeo” editada por Selecciones del Reader´s Digest y tengo la esperanza de que lo que leí no haya sido una condensación a las que esta editorial era tan aficionada.
“Un sumario” es la historia de un proceso judicial que tiene lugar en un cuartel del ejercito ruso. Un soldado de origen asiático ha sido acusado de robar dinero y unas botas. Las pruebas parecen acusarle sin lugar a dudas pero el hombre preso de un hermético ensimismamiento se niega a decir nada sobre el asunto. El joven oficial instructor se siente inclinado a ayudar al desgraciado pero su intervención conseguirá todo lo contrario.
No es un relato donde ocurra nada demasiado espectacular. Es sólo una pequeña y triste historia de dos hombres que por diferentes motivos se sienten aislados en medio del zafio y hostil ambiente cuartelero y de cómo a veces las mejores intenciones acaban por resultar funestas.
Espero al menos que estas palabras les estimulen a leer el cuento, si es que consiguen dar con él que no será fácil.

4. Diles que no me maten. Juan Rulfo
Volvemos a los autores conocidos y volvemos a escritores en lengua hispana. Juan Rulfo prácticamente sólo escribió dos libros en su vida: “Pedro Páramo” y la colección de relatos cortos “El llano en llamas”. No me siento capaz de definir la literatura de Juran Rulfo pero diría que en pocas ocasiones he sentido una sensación tan física como la que me embargaba cuando leía algo del escritor mexicano. Hablando gráficamente leer uno de estos relatos es sentir el polvo de la llanura en la boca.
Este fue el primer cuento que leí de Rulfo y me llamó la atención el desesperado apego que el protagonista muestra por su vida a pesar de que no hay nada en ella que tenga algo de valor. De hecho todo el relato no es más que un largo ruego que no encontrara respuesta pues en este mundo del llano no impera otra ley que la de la sangre.

5. La Corista. Anton Chejov
Uno de los autores de relatos cortos más citados. De hecho es junto con Poe (uno de cuyos cuentos se ha caído a última hora de la lista) uno de los autores de cuentos cortos por excelencia.
Hay muchas cosas que no recomendaría a personas que estuvieran bajas de ánimo y una de ellas sería leer a Chejov (especialmente “El pabellón número seis” que por añadidura contiene el manifiesto nihilista más atroz que haya leído nunca). El ruso no parecía tener demasiado apego por la humanidad y muchos de sus cuentos podría decirse que están protagonizados por dos clases de personajes: los que actúan invadidos por una inacabable destreza para la miseria moral y los que asisten como testigos o victimas de esa miseria y que aun siendo algo menos infames que los primeros no pueden evitar verse envueltos en la misma patina.
Este pequeño drama es un vivo ejemplo de esta dualidad. Resulta verdaderamente talentosa la capacidad del escritor para encerrar tanta mezquindad en tan pocas palabras.

6. Gira, gira. Domingo Santos
Me parecía casi una obligación incluir a un escritor español en la lista. Y la verdad es que hay mucho donde escoger. Me hubiera gustado incluir alguna de las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer pero considero más interesante hablar de gente no demasiado conocida y Domingo Santos es bastante desconocido sobre todo teniendo en cuenta que está especializado en Ciencia Ficción un género que no goza de demasiado prestigio cuando el que firma ha nacido en la piel de toro.
Yo la verdad de Domingo Santos sólo conozco este relato que junto con el ya comentado de Julio Cortazar y el "Crash" de J.G. Ballard conforman una personal trilogía básica para analizar uno de los fenómenos más paradójicos de la vida moderna.
El protagonista del relato llega a una megalópolis del futuro tan invadida de vehículos que es imposible aparcar. Los conductores se ven obligados a circular sin descanso por la ciudad y a llevar a cabo sus actividades prácticamente sin poder bajarse del coche viéndose además amenazados por unas autoridades que a la tercera multa convierten sus coches en chatarra a veces incluso con ellos dentro.
El relato es tan angustioso como cualquiera de los de Kafka aunque se ve adornado de un fino sentido del humor (negro) y es narrado de una forma tan cotidiana que no hay más remedio que reflexionar cuando llegará el momento en que tengamos que vivir algo semejante a lo que experimenta el desafortunado protagonista de esta historia.

7. El hotel azul. Stephen Crane
Los dos siguientes relatos pertenecen a una antología del cuento norteamericano (que abarca desde Washington Irving hasta autores nacidos en los años sesenta) que tuve ocasión de leer hace algunos años.
Stephen Crane es conocido sobre todo por su novela “La roja insignia del valor” aunque yo le recordaré siempre por haber escrito “El hotel azul”, una historia cargada de tensión y suspense en el que una población del oeste norteamericano se ve sacudida por la llegada de un enigmático personaje que trastorna las reglas (primitivas pero reglas al fin y al cabo) del apartado lugar como si de un ángel exterminador grosero, violento y enloquecido se tratara. Podría decir que la verdadera dimensión del sangriento suceso que tendrá lugar a continuación no se revela hasta las últimas líneas del relato pero ni siquiera ese consuelo tendrá el lector.

8. En los sueños comienzan las responsabilidades. Delmore Schwartz
De los tres relatos que restan voy a hablar más bien poco por diversos motivos.
El número ocho fue escrito por un autor judío y neoyorquino (como anécdota decir que era el profesor preferido de Lou Reed en la universidad) que es el responsable de este inclasificable ejercicio de introspección mediante el cual un hombre asiste en una sala de cine a una proyección del momento en el que sus padres se conocieron.

9. Bartleby el escribiente. Herman Melville
Este relato estaría siempre en una lista personal de los diez mejores. También en una de los cinco mejores y también en una de los tres mejores. Incluso si me pidieran una lista donde tuviera que figurar un solo cuento casi seguro elegiría este. De hecho me gustaría dedicarle un post entero y por eso considero mejor aplazar el comentario hasta ese momento ya que ahora mismo “preferiría no hacerlo”.

10. Un hombre bueno es difícil de encontrar. Flannery O´connor
Supe de esta historia a través del ensayo de Stephen King “La Danza macabra”. La busqué y la leí y no pienso decirles nada sobre ella excepto que todavía me estoy buscando las pelotas que se me cayeron al suelo cuando la terminé. Y lamento usar una expresión tan vulgar pero después de mucho pensarlo no pude hallar nada que expresara con tanta contundencia las sensaciones que me dejó esta dama del sur con su cuento.
De todas maneras si algún día me pongo a ello estoy seguro que muchas de los relatos que se describen aquí estarían en dicha lista. Pero de momento vamos con lo que tenemos. Siempre que me ha sido posible he añadido un link con el relato en cuestión por si tuvieran alguna dificultad en encontrarlo. Aunque les recomiendo que hagan lo que este en su mano por leerlos como Dios manda, es decir en soporte tocable, subrayable y manchable de mantequilla.

1. La casa de Asterión. Jorge Luis Borges
Cuando yo tenía unos diez años o así mi padre se presentó en casa con dos libros que se regalaban a modo de promoción de una serie de volúmenes que se anunciaba por TV. En concreto esa promoción correspondía a la Colección de Literatura Universal Bruguera, una serie de ejemplares de tapa dura de aspecto agradable refiriendome con esto a que dicho aspecto invitaba a leerlos y no como en otros casos que más bien invitan a todo lo contrario.
Sin que hubiera ninguna razón lógica para ello mi padre le dio a mi hermano el que venia en tapas rojas y a mí el que venía en tapas amarillas. Cuando algún tiempo más tarde ojeé el que había recibido mi hermano supe que a mí me había tocado el libro malo. El de mi hermano era “A sangre fría” de Truman Capote y yo había abierto el libro en la parte de la confesión de Perry Smith quedando atrapado ya para siempre en sus páginas.
A mí en cambio me había correspondido “Nueva antología personal” de un escritor cuyo nombra sonaba a pie rajado con un trozo de loza. Empecé a leerlo por el poema llamado “Fundación mítica de Buenos Aires” y al poco rato el volumen terminó yendo a parar al el limbo de los libros que nunca serían leídos. Quizás Borges fuera demasiado para un niño (hay quien sostiene que es demasiado en cualquier circunstancia pero no deseo hablar sobre eso) y de todos modos la poesía nunca fue el punto fuerte del argentino, al menos en mi opinión.
“La Casa de Asterión” no es mi relato preferido de Borges y no estaba incluido en aquella antología. Lo leí bastante más tarde en un libro de literatura del instituto y fue esa lectura la que me empujó a recuperar aquel libro de tapas amarillas y luego a intentar leer cualquier cosa que hubiera escrito el argentino aunque se tratase de la lista de la compra. Si tuviera que definir el relato en palabras diría que se trata de una revelación. La revelación del otro, o mejor dicho de su existencia o de la consciencia de su existencia, un consciencia que no se revela hasta la última frase que es la que obliga a replantearse todo lo leído hasta ese momento. Una técnica literaria que recuerda algo a la de O. Henry (y de la que ofrecí una muestra en la entrada que finalizaba la temporada de Navidad en el blog) y que sin duda recuerda también a la de ciertas historias (cuyo final igualmente nos ha sorprendido) en formato de películas cinematográficas.

2. La autopista del Sur. Julio Cortazar
Otro argentino que está vinculado al anterior por algo más que el país de nacimiento ya que por alguna razón ha existido siempre un antagonismo entre estos dos escritores o mejor dicho entre los hombres que los han leído. Nunca me he sentido atraído por este tipo de competiciones literarias y no entiendo porque alguien no puede disfrutar en la misma vida de “El jardín de los senderos que se bifurcan” y “La noche boca arriba”.
La historia de Cortazar empieza también con un libro no leído. Se trata de una amenazante edición de “Rayuela” que lleva mucho tiempo en mi casa. Digo amenazante por su volumen y por ser una de esos odiosos productos de letra minúscula y cubiertas blandas como el requesón. El libro, como digo sigue ahí y estoy seguro de que algún día él y yo llegaremos a entendernos.
Mi primer encuentro con Cortazar tuvo lugar en cambio a través de “Historias de Cronopios y famas”. Incluso había pensado elegir para esta selección el desternillante relato “Pérdida y recuperación del pelo” pero luego pensé que quizás sería demasiado radical así que opté por el mucho más académico “La autopista del sur”
El relato pertenece a un compendio de las obras completas de Cortazar que me temo no podré terminar porque dicho compendio ha desaparecido misteriosamente de mi biblioteca (y créanme que su tamaño no lo hace fácil de esconder) algo que me ha fastidiado bastante aunque siempre he pensado que un libro es posiblemente lo que menos pena debería dar que te robaran.
“La autopista del sur” es la historia de unos automovilistas que se ven atrapados en un gigantesco atasco que parece no tener fin. No soy muy bueno como crítico literario pero creo que no sería demasiado aventurado considerar el relato como una metáfora de la vida moderna en la que un individuo se ve obligado a interactuar no con aquellos con los que desea hacerlo sino simplemente con los que le tocan en suerte. Al igual que los conductores de los vehículos que se ven forzados a convivir con aquellos con los que la casualidad les ha colocado durante el atasco estableciendo una relaciones aparentemente profundas pero en el fondo tan evanescentes (al igual que en la vida real) que se deshacen de inmediato cuando el atasco se resuelve y todos ellos tienen que volver una vez más a la carretera “donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia delante”

3. Un sumario. Alexander Kuprin
Empezamos con las rarezas. Estoy seguro de que muchos de ustedes han leído o al menos conocen a los dos autores mencionados anteriormente así como los relatos que escribieron pero presumo que ni esta historia ni el hombre que la creó son del conocimiento general. De hecho la información que existe sobre Kuprin es bastante escasa y en esta ocasión no ha sido posible encontrar su relato y enlazarlo aquí.
Yo descubrí a ambos (es decir al relato y a su autor) en una colección llamada “Joyas del cuento europeo” editada por Selecciones del Reader´s Digest y tengo la esperanza de que lo que leí no haya sido una condensación a las que esta editorial era tan aficionada.
“Un sumario” es la historia de un proceso judicial que tiene lugar en un cuartel del ejercito ruso. Un soldado de origen asiático ha sido acusado de robar dinero y unas botas. Las pruebas parecen acusarle sin lugar a dudas pero el hombre preso de un hermético ensimismamiento se niega a decir nada sobre el asunto. El joven oficial instructor se siente inclinado a ayudar al desgraciado pero su intervención conseguirá todo lo contrario.
No es un relato donde ocurra nada demasiado espectacular. Es sólo una pequeña y triste historia de dos hombres que por diferentes motivos se sienten aislados en medio del zafio y hostil ambiente cuartelero y de cómo a veces las mejores intenciones acaban por resultar funestas.
Espero al menos que estas palabras les estimulen a leer el cuento, si es que consiguen dar con él que no será fácil.

4. Diles que no me maten. Juan Rulfo
Volvemos a los autores conocidos y volvemos a escritores en lengua hispana. Juan Rulfo prácticamente sólo escribió dos libros en su vida: “Pedro Páramo” y la colección de relatos cortos “El llano en llamas”. No me siento capaz de definir la literatura de Juran Rulfo pero diría que en pocas ocasiones he sentido una sensación tan física como la que me embargaba cuando leía algo del escritor mexicano. Hablando gráficamente leer uno de estos relatos es sentir el polvo de la llanura en la boca.
Este fue el primer cuento que leí de Rulfo y me llamó la atención el desesperado apego que el protagonista muestra por su vida a pesar de que no hay nada en ella que tenga algo de valor. De hecho todo el relato no es más que un largo ruego que no encontrara respuesta pues en este mundo del llano no impera otra ley que la de la sangre.

5. La Corista. Anton Chejov
Uno de los autores de relatos cortos más citados. De hecho es junto con Poe (uno de cuyos cuentos se ha caído a última hora de la lista) uno de los autores de cuentos cortos por excelencia.
Hay muchas cosas que no recomendaría a personas que estuvieran bajas de ánimo y una de ellas sería leer a Chejov (especialmente “El pabellón número seis” que por añadidura contiene el manifiesto nihilista más atroz que haya leído nunca). El ruso no parecía tener demasiado apego por la humanidad y muchos de sus cuentos podría decirse que están protagonizados por dos clases de personajes: los que actúan invadidos por una inacabable destreza para la miseria moral y los que asisten como testigos o victimas de esa miseria y que aun siendo algo menos infames que los primeros no pueden evitar verse envueltos en la misma patina.
Este pequeño drama es un vivo ejemplo de esta dualidad. Resulta verdaderamente talentosa la capacidad del escritor para encerrar tanta mezquindad en tan pocas palabras.

6. Gira, gira. Domingo Santos
Me parecía casi una obligación incluir a un escritor español en la lista. Y la verdad es que hay mucho donde escoger. Me hubiera gustado incluir alguna de las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer pero considero más interesante hablar de gente no demasiado conocida y Domingo Santos es bastante desconocido sobre todo teniendo en cuenta que está especializado en Ciencia Ficción un género que no goza de demasiado prestigio cuando el que firma ha nacido en la piel de toro.
Yo la verdad de Domingo Santos sólo conozco este relato que junto con el ya comentado de Julio Cortazar y el "Crash" de J.G. Ballard conforman una personal trilogía básica para analizar uno de los fenómenos más paradójicos de la vida moderna.
El protagonista del relato llega a una megalópolis del futuro tan invadida de vehículos que es imposible aparcar. Los conductores se ven obligados a circular sin descanso por la ciudad y a llevar a cabo sus actividades prácticamente sin poder bajarse del coche viéndose además amenazados por unas autoridades que a la tercera multa convierten sus coches en chatarra a veces incluso con ellos dentro.
El relato es tan angustioso como cualquiera de los de Kafka aunque se ve adornado de un fino sentido del humor (negro) y es narrado de una forma tan cotidiana que no hay más remedio que reflexionar cuando llegará el momento en que tengamos que vivir algo semejante a lo que experimenta el desafortunado protagonista de esta historia.

7. El hotel azul. Stephen Crane
Los dos siguientes relatos pertenecen a una antología del cuento norteamericano (que abarca desde Washington Irving hasta autores nacidos en los años sesenta) que tuve ocasión de leer hace algunos años.
Stephen Crane es conocido sobre todo por su novela “La roja insignia del valor” aunque yo le recordaré siempre por haber escrito “El hotel azul”, una historia cargada de tensión y suspense en el que una población del oeste norteamericano se ve sacudida por la llegada de un enigmático personaje que trastorna las reglas (primitivas pero reglas al fin y al cabo) del apartado lugar como si de un ángel exterminador grosero, violento y enloquecido se tratara. Podría decir que la verdadera dimensión del sangriento suceso que tendrá lugar a continuación no se revela hasta las últimas líneas del relato pero ni siquiera ese consuelo tendrá el lector.

8. En los sueños comienzan las responsabilidades. Delmore Schwartz
De los tres relatos que restan voy a hablar más bien poco por diversos motivos.
El número ocho fue escrito por un autor judío y neoyorquino (como anécdota decir que era el profesor preferido de Lou Reed en la universidad) que es el responsable de este inclasificable ejercicio de introspección mediante el cual un hombre asiste en una sala de cine a una proyección del momento en el que sus padres se conocieron.

9. Bartleby el escribiente. Herman Melville
Este relato estaría siempre en una lista personal de los diez mejores. También en una de los cinco mejores y también en una de los tres mejores. Incluso si me pidieran una lista donde tuviera que figurar un solo cuento casi seguro elegiría este. De hecho me gustaría dedicarle un post entero y por eso considero mejor aplazar el comentario hasta ese momento ya que ahora mismo “preferiría no hacerlo”.

10. Un hombre bueno es difícil de encontrar. Flannery O´connor
Supe de esta historia a través del ensayo de Stephen King “La Danza macabra”. La busqué y la leí y no pienso decirles nada sobre ella excepto que todavía me estoy buscando las pelotas que se me cayeron al suelo cuando la terminé. Y lamento usar una expresión tan vulgar pero después de mucho pensarlo no pude hallar nada que expresara con tanta contundencia las sensaciones que me dejó esta dama del sur con su cuento.